La memoria de los sentimientos
Una vez que Ikki se fue, me pude encerrar en mí mismo, y tener más interacción con Braulio, hablábamos y mensajeábamos casi todo el día, ahora las típicas escenas de las películas románticas me hacían totalmente sentido , pese a ser un cliché así andaba todo el santo día pegado al teléfono , realmente era poco el tiempo en que nos habíamos dejado de ver , pero ya lo echaba en falta , y el leer su mensaje de buenos días u oír su voz antes de dormir ya eran parte de mi rutina , aunque estuviéramos en comunicación el resto del tiempo , esos dos momentos realmente se volvieron algo especial.
En lo que me restaba de tiempo libre me dediqué a alzar la casa, a sacar ropa que ya no me quedaba o ya no usaba, a lavar y reacomodar la cocina, además volví a retomar el recetario que mi mamá me había regalado, aún tenía recetas por probar.
Estaba tan entretenido que ni en cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, y fue de gran ayuda para no prestar atención de mi inquilino, ya ni en cuenta si llegaba o no, estaba enfocado en mis asuntos y en la relación con Braulio que cada vez era más cercana, lo que me comprobaba que lo único que necesitábamos era pasar tiempo juntos.
Cuando fue el día en que tenía que partir, lo acompañé en el camino a ratos por mensajes, a ratos por llamadas y si la señal estaba de nuestro lado por videollamada, hasta en algún punto dado entretuve a los niños porque comenzaban a desesperarse, me sentí parte de su familia.
Nunca imaginé que llegaría a tener esa dinámica con alguien, por lo que estaba siendo algo nuevo la experiencia que vivía con él, empezaba a entusiasmarme la idea del que iba a suceder cuando regresara.
Después de ese día reducimos el tiempo de hablar para que pudiera disfrutar de pasar el tiempo con los suyos por lo que pasaba casi todo el día en la cocina para entretenerme y evitar quedarme pensando.
Acabé mi détox mental realizando las compras Navideñas, este año con mi familia planeamos un intercambio entre todos, me había tocado Leo lo que hacía bastante fácil encontrar un buen regalo, cualquier cosa podría hacerlo feliz. Además, compré algunos juguetes para Iván pese al exceso de gente disfrutaba comprar en esta temporada.
Finalmente, mi hermana me hizo regresar un poco a la realidad dado que me insistía que fuera a verla, que no fuera tan malo como para esperarme hasta Navidad para ir, aunque faltaban muy pocos días en realidad. ya había hecho lo que me reconectaba conmigo mismo por lo que ya era momento de restablecer el contacto con mi familia.
Preparé unas mini tartas de frutas y con charola en mano me dirigí a la casa de mis padres sin previo aviso,
Una vez que llegué me quedé contemplando un momento la fachada, regresar ahí me hacía sentir que el tiempo no había transcurrido ya que todo parecía seguir igual, tenía la misma apariencia que cuando era niño, la diferencia solo podía notarla adentro cuando veía a sus habitantes y los que ya solo eran visitantes, me daba un poco de nostalgia, sin embargo, la sensación de regresar a mi hogar era como cuando te pones el suéter en una tarde fría.
Dado que tenía las manos ocupadas toqué como pude el timbre, tuve que tocar dos veces más porque nadie salía, empecé a temer que no hubiera nadie lo cual sería extraño porque usualmente siempre se quedaba alguien, finalmente escuché pasos arrastrándose hacia el portón, la puerta se abrió y mi hermana me recibió.
—¿Aun en pijama a las casi tres de la tarde? —cuestioné con una sonrisa apenas la vi, me miró como si no creyera que estuviera frente a ella y luego su cara se iluminó.
—¡Ali! —gritó con entusiasmo, de no ser porque traía las tartitas se me hubiera aventado a los brazos—¡No me avisaste! —exclamó.
—Quería sorprenderte—respondí, de repente su sonrisa fue desapareciendo.
—Ingrato, infeliz, te olvidas de tu hermana—dijo dándome un pequeño golpe en el hombro—ya ni me acordaba de tu cara—siguió diciendo.
—Traje tartas—dije enseñándolas como si fuera mi bandera blanca, por un momento se detuvo y las examino.
—¡Eso no te salva! —gritó arrebatándome la charola.
—Ven acá, niña—una vez con las manos vacías la abracé besando su cabeza—Te extrañé.
Como respuesta recibí un pisotón.
—¡Yo también, bobo! —chillo ya más tranquila—vamos a entrar, pues.
Agradecí que dejará su actitud violenta y volviera en sí, se hizo a un lado y me dejo pasar, note que el carro no estaba estacionado por lo que supuse que Andrés no estaba.
—¿Te desvelaste? —pregunté mientras que caminaba detrás de ella hacia la casa.
—A tu brillante hermano se le ocurrió darle chocolate al niño, me tuvo despierta hasta las seis—se quejó.
—¿A Andrés? —quise saber.
—Si como no, hablo de uno que carece de sentido común.
—Leo—concluí.
Entramos a la casa.
—Le dio dos galletas que no leyó que contenían chocolate, me lo alborota y adivina quién se desveló con la criatura. ¡Llego Alan y trae su tributo! —gritó mi hermana anunciándome, pero no hubo respuesta.
—Creo que no hay nadie—observé, mi hermana se quedó pensativa.
—Ah si cierto, Gus se llevó a papá a comprar herramienta, Andrés sigue en el trabajo, pero mamá si estaba...
—Debió salir a comprar algo.
Estábamos por movernos a la mesa cuando escuchamos una vocecita desde arriba por lo que nos asomamos a las escaleras.
—¿Tío? —preguntó desde arriba Iván con voz somnolienta.
—Así es—confirmo Boo—Al fin se dignó a venir.
El niño comenzó a despabilar.
—¡Tío! —gritó con entusiasmo, le vimos intención de querer bajar.
—Baja despacito, viendo los escalones—le indicó mi hermana.
—Aquí te cuidamos—añadí Iván dudo un momento, pero comenzó a bajar escalón por escalón agarrándose de la pared, nos quedamos atentos a cada paso que daba, ya en los últimos escalones se me aventó a los brazos.
—¡Tío! Te extrañe, no venias.
—Ves hasta el niño resiente tu ausencia—dijo mi hermana, la ignore y centre mi atención en mi sobrino quien se soltó a hablar de todo y nada como usualmente hacen a esa edad.
Iván no quiso que lo bajara hasta que no vio las tartas y pidió una, nos servimos leche y los tres nos sentamos a la mesa a disfrutarlas, la atención obviamente se la llevo el pequeño que estaba realmente entusiasmado con mi visita.
—¡He dibuado mucho!
—Dibujado—corrigió Mariana
—¡Dibuado! —repitió Iván, me reí ante la cara de Boo.
—¿Tienes tus dibujos? —quise saber, el niño asintió con entusiasmo y se levantó corriendo a la sala, de donde tomó una carpeta grande que estaba encima de la mesa de la tv.
—¡Mira! —exclamo regresando con nosotros, la vació sobre la mesa.
—¡Pero si eres el próximo Picasso! —exclamé con una sonrisa examinando las hojas que había dejado caer, Iván no comprendió mi comentario, pero se rio.
—Aquí está mi bita, mi bito, papá, el tío pato ¡Este eres tú tío! —exclamo señalando un monito con pelos como de punketo.
—¿Por qué traigo ese look? —cuestioné observándolo, Mariana se rio.
—Ni idea, a mí me dibujó con bigotes y orejas de gato—respondió alzándose de hombros.
Siguió enseñando sus dibujos y explicándolos hasta que terminamos de comer y nos arrastró hacia afuera, estábamos a merced de esa pequeña criatura, jugamos con él en el patio trasero, fui caballo, policía, doctor y hasta avión, por mi sobrino podía ser hasta un unicornio si quería, después de un rato empezó a jugar solo con sus carritos que estaban esparcidos en el patio.
Nosotros nos quedamos sentados en los columpios observándolo jugar.
—¿Eres quien usualmente lo cuida? —pregunté a mi hermana, ella asintió.
—Por el momento es digamos mi trabajo.
—¿Por qué lo dices?
—Porque Andrés decidió pagarme por cuidarlo, aunque le insistí que no era necesario dado que era mi hermano e Iván mi sobrino, pero ya sabes como es. Dijo que no podía dejar su responsabilidad con alguien más, así como así, aunque fuera su familia.
—Supongo que es una idea correcta, se siente un gran peso cuando dejas a alguien más lo que se supone que es tu responsabilidad—dije recordando a Ikki, solo no teniendo conciencia podrías a ventar a tus hijos con otras personas solo dando las gracias.
—Ya que Iván esta entretenido, cuéntame ¿Qué te pasó? —quiso saber dejando de mirar al niño y clavando sus ojos en mí.
—¿Qué quieres decir? —cuestioné.
—Hay solo dos razones por las cuales te aíslas del mundo Ali, la primera es por trabajo se te olvida que existimos y la segunda porque algo te está pasando, sé que esta vez no es el trabajo porque Oscar ni siquiera está aquí, por lo que concluyo que es lo segundo, así que cuéntame—pidió, le sonreí.
—En sí, no puedo decir que me pasó algo específicamente, simplemente necesitaba tiempo para mi —expliqué—ha sido un año largo y como dices, mi atención ha estado casi por completo en el trabajo.
—Y otros dramas—añadió.
—Si, bueno nunca me esperé lo que pasó con Marck.
—Pero a ver, cuéntame bien hermanito. Tu vibra se siente algo densa—dijo examinándome.
—¿Eso se puede sentir? —cuestioné asombrado.
—¡Claro! —exclamó.
Suspiré antes de responder, le conté lo que había sucedido en las últimas semanas, sobre todo cuando llegó Ikki y lo que ocasionó, así como mis dudas con Braulio.
—Oscar dice que es como un pastel, si en el primer bocado no te gusta, por más que sigas comiendo no te va a gustar nunca, aunque a mi parecer ahora que estado hablando más seguido con Braulio empiezo a tener otros sentimientos.
—O sea en parte tiene razón, pero también es muy pronto para sacar conclusiones, apenas y han podido convivir.
—Es lo que yo digo —dije dándole la razón—Aunque la verdad me da miedo que la verdadera razón por la que no puedo dar el paso con él es porque sigo aferrado a Marck —admití una verdad que aun luchaba por no ver.
—No creo que sigas aferrado a él sino más bien al pasado, como dice tu querido amigo, camina hacia el futuro y ya sácalo de tu vida.
—Es lo que más quisiera, pero ni aun perro se le saca a la calle, así como así.
—¿Gustavo no te ha dicho cómo va la situación? —negué con la cabeza.
—Desde que supo quién era se ha mantenido algo reservado, apenas y hablamos en el cumpleaños de Leo.
—Pues ojalá se arregle pronto eso para que tu puedas ya sacudirte y ser feliz con la nueva oportunidad que se te está presentando ¿Quieres tomarla? —preguntó.
—Si—dije con la voz un poco temblorosa—realmente quiero ir por esta nueva aventura,
—Si no se divorcia o algo yo le hago una orden de desalojo—exclamó con seriedad, me fue inevitable reírme—¡Hablo enserio! — dijo muy seria.
Después de hablar de mis asuntos, dirigí mi atención a mi hermana porque poco sabía de ella, me platicó acerca de sus miedos y lo mucho que le estaba costando estar en paro desde que salió de la universidad, parecía más aliviada una vez que acabó de contarme.
Me hacía sentir mal el hecho de a veces dejarla de lado.
—Perdona por desaparecerme—Boo me miró ladeando la cabeza.
—¿Por qué te sigues disculpando, Ali?
—Porque siento que todo lo que hasta ahorita me has contado lo has cargado desde hace mucho.
Mariana sonrió.
—Bueno, eres con quien más cómoda me siento de hablar—reconoció.
—Discúlpame por no estar cuando me necesitas.
—No te tienes porque disculpar hermanito, lo importante es que estas aquí, aunque si me invitaras un cafecito más seguido no me enojaría —dijo con una sonrisa, me reí.
—Lo que quieras, Boo—se levantó y me abrazó.
—¡Yo también! —gritó Iván recordando nuestra presencia, dejo de lado lo que hacía y corrió hacia nosotros uniéndosenos.
Dejamos el patio dado que comenzaron a llegar los demás, primero fue mamá que me saludó con un poco más de entusiasmo del usual lo cual denotaba que me había ausentado bastante, con pocas palabras me pidió que le ayudara a preparar la comida. En el inter apareció Andrés, nos enteramos porque se oyó a Iván gritar y correr hacia su padre, y ya para cuando estábamos sirviendo lo que cocinamos llegaron Gus y nuestro padre.
—¡Que milagro Al! —exclamó en cuanto me vio, me acerqué a abrazarlo, me correspondió con unas palmaditas afectuosas.
—He estado un poquito ocupado—respondí con cierto pesar, mi hermano estaba detrás de él mirándome con los ojos un poco entrecerrados.
Bueno, lo importante es que estes aquí, Carmita ¿Qué hay de comer? —preguntó acercándose a la mesa olfateando donde ya estaba mamá junto con Andrés, Mariana e Iván.
—Pipián verde— contestó mi madre sirviendo y haciendo pasar los platos
—Hola—saludé a Gus una vez que quedé frente a él.
—No te escapas —fue lo único que dijo, después se acercó a mí y me dio un abrazo corto—te extrañé—añadió en un tono más suave.
—Yo también —respondí correspondiéndole el gesto.
Después de ese corto saludo nos unimos a los demás que ya estaban empezando a comer, extrañaba pasar tiempo con mi familia, aunque era evidente la falta de Leo, era quien les daba ese toque animoso a las reuniones.
Una vez terminamos, Gus y yo fuimos los asignados a limpiar, me pareció que fue con toda la intención de tener una oportunidad para hablar por que se nos ofreció de manera inmediata para el deber.
Los demás pasaron a la sala a ver una película que pidió Iván, nuestra conversación no comenzó hasta que no tuvimos todos los trastes en el fregadero permaneciendo ambos en la cocina.
—¿En qué momento te acercaste a Braulio? —preguntó sin rodeos, no me quedo de otra que responder de la misma forma.
—En la fiesta que hizo con sus alumnos, la de Halloween.
—Creí que habías perdido contacto—exclamo extrañado, solté un suspiro.
—Intenté tomar clases, pero el tiempo no me dio, esa fue la razón que volví a contactarme con el—expliqué.
—¿Y entonces todo se fue dando para llegar a una relación? —quiso saber con cierto asombro.
—Bueno, aun no es una relación oficial—aclaré—pero parece que vamos encaminados a eso.
Para mi extrañeza mi hermano parecía aliviado.
—Te seré sincero, Braulio nunca me cayó bien en la prepa. Se mostraba como una persona un tanto prepotente y tenía mala fama en las relaciones, pero eso fue hace más de diez años, quiero creer que ha cambiado y también confió en tu buen juicio.
Al escuchar eso casi dejo caer el plato que lavaba, pero con un movimiento rápido logré evitar que se rompiera, sinceramente a veces dudaba de mi propio juicio.
—Además, me quitas la preocupación de encima de lo que este año pasó—continuó.
—¿Cuál preocupación? —cuestione quedándome con el vaso que lavaba en una mano y la esponja en la otra.
—El hecho de que volvió a aparecer ese tipo, temía que retrocedieras lo que habías avanzado en estos años, no quiero volver a verte como cuando llegaste a mi casa—en esta ocasión si se me resbaló lo que traía en las manos, por fortuna no fue el vaso si no la esponja, no pude decir nada, si supiera que me había involucrado más de lo que hubiera querido.
—Hablando de...—empecé a decir aprovechando que salió a tema—¿Cómo va ese asunto? —pregunté con cierta timidez, Gus me miró sin comprender mi curiosidad.
—No creo que sea lo mejor que estes relacionado al caso.
—Solo quiero saber si de una vez por todas va a salir de nuestras vidas.
Esa respuesta pareció convencerlo.
—No me ha dicho gran cosa, pero parece dispuesto a renunciar a todo con tal de sacudirse a la mujer, estoy tratando de llegar a un trato más justo y legal.
Asentí eludiendo su mirada centrándome en los cubiertos que me faltaban de lavar.
—Ojalá se resuelva pronto las cosas de una manera justa.
—Yo también espero lo mismo.
Terminada esa conversación, desviamos el tema a otros asuntos lejos de su vida profesional y mi vida privada, me contó que había conocido a una mujer que era hermana de una de sus compañeras, coincidieron por una comida que tuvieron en el trabajo.
Poco había sabido de la situación en la que acabó con la peruana, pero después de ella no le había vuelto a conocer a nadie, por lo que me alegró escuchar eso, Gus podía llegar a ser una persona demasiado solitaria.
En los días siguientes me quedé en casa de mis padres ya que con la Nochebuena tan cerca no tenía sentido ir y venir, eso fue como la estrella en el árbol para sentirme renovado, la casa volvió a estar llena porque a mí estadía se le unió la de Gus y un día antes de Navidad la de Leo y Joaquín, todo volvía a ser tan caótico y ruidoso como recordaba, sin embargo, eso era lo que hacía sentirlo como mi hogar.
Para el veinticuatro la cena como era costumbre ya estaba preparada, así como el postre, por lo que nuestras actividades desde muy temprano fueron limpiar, con bastantes quejas de Leo y Mariana de por medio, y dejar listo todo para la cena.
Para la tarde pedimos pizza y nos acomodamos para ver películas a elección de Iván, era un niño bastante curioso, nunca me hubiera imaginado que su película favorita era Marcelino, pan y vino. Era una combinación entre Leo y Andrés, a veces podía soltarse a hablar como perico y a veces se quedaba callado, pensativo en sus acciones, verlo tan desenvuelto me hizo no querer seguirme perdiendo su crecimiento, si seguía aislándome de la forma que lo hacía cuando menos viera ya iba a estar en la primaria.
Cuando dieron las siete lo mandamos a dormir para que estuviera despierto a la medianoche, con algunos reproches logramos convencerlo, eligió a Pato para que lo acostara, los demás comenzamos a preparar lo necesario para la cena, Mariana y yo fuimos los asignados para acomodar los regalos y dejar a la mano los de Santa, reunimos todos los paquetes y nos sentamos alrededor del árbol.
— De nuevo Leo ni lo envolvió ni le quitó el precio—observé la caja con una colección de carritos que había en el montón.
—¿Tenemos con que envolverlo?
—Aja, mamá siempre guarda papel de envolver—se puso de pie y se dirigió a la cocina, regreso con un bonito papel dorado, lo envolvimos lo mejor que pudimos.
—Puees—dijo mirando con la cabeza inclinada el resultado—para no tener Diurex quedo decente—me reí.
—Para lo que va a durar envuelto—respondí terminándolo de acomodar—al menos no trae las ofertas de la semana—añadí.
—¿Eh? —exclamo sin comprender mi comentario.
—Aunque fue un lindo detalle—dije recordando el regalo de Marck, me seguía siendo inevitable recordarlo y eso me frustraba,
—¿De qué hablas mi querido hermano? —cuestiono Boo viendo como si la cordura se fuera de mí.
—Cosas del pasado—respondí sin entrar en detalles—En fin ¿A quién te tocó regalar? —pregunté para evitar seguir tocando el tema, mi hermana me miró un momento de la misma forma, pero acabó dejándolo pasar.
—Se supone que es secreto, Ali.
—¿Te toqué yo? —cuestioné con una sonrisita.
—No, ya lo descubrirás al rato, no comas ansias—esa era una expresión usual en papá que ocasionaba mayor expectativa.
—¿Dónde está la taza? —pregunté más para mí al observar que no había ningún paquete con el papel que había envuelto.
—¿Qué taza? —quiso saber Mariana.
—Bueno, tiene forma cúbica, pero no veo el papel que use, era café con muñequitos de nieve, pingüinos y renos.
Empezamos a rebuscar, pero de entre lo que teníamos no había nada con esa descripción.
—Cuando llegaste no traías más que tu mochila casi vacía—recordó.
—¿No había nada de regalos? —miró hacia arriba recordando, luego negó con la cabeza.
—Por la noche te ayude a vaciarla ¿Recuerdas? Te pedí una sudadera.
Una sensación angustiante me recorrió el cuerpo.
—¿Dejé los regalos? —me cuestioné a mí mismo en voz alta.
—Pues al parecer... Pues... ya luego los traes.
—No, pobre Leo, ya me imagino la cara que pondrá cuando vea que no le toco nada. —dije angustiado.
—¿Te toco Leo?
—Y luego los regalos que le traía a Iván—seguí diciendo, ignorándola.
—¿Ali! —me grito exigiendo mi atención, eso hizo que llamara la atención de los otros.
—¿Y ahora porque pelean? —cuestionó mamá acercándose.
—No estamos peleando—aclaré ante su mirada—se me fueron el monte a las cabras—me lamenté ¿Cómo podía ser posible que había olvidado algo así?
—¿Las que a dónde? —dijo Leo acercándose mientras se carcajeaba.
—Voy a tener que ir rápido a mi departamento—dije sin dar mayor contexto.
—Te llevo—dijo Andrés.
—Ay deja ir al enano que no se pierde, no te escapas, mamá pidió que peláramos manzanas—atajo Leo.
—¿Qué se te olvido hijo? —quiso saber mi padre.
—Los regalos.
—Ay luego los traes, no te preocupes Al—respondió tratándole de quitar importancia.
—Déjenlo ir, vean la cara del pobre no va a estar tranquilo si no cumple la misión, ya saben cómo es—repuso Leo.
—Por ahí traes refrescos—dijo Mariana.
—Y servilletas—añadió Gus.
—Unas galletitas para el desayuno—añadió papá saboreándoselas.
—¡Alcohol! —gritó Leo.
—¡Cual alcohol! —exclamo mi madre—Anda ya a pelar manzanas—exigió a sus dos hijos que apunta de una cuchara los empujo a la cocina. —Y tú también ven a ayudar—añadió señalando a mi hermana.
—Ay, pero porque yo—reprocho mientras era dirigida a la cocina, los cuatros desaparecieron de nuestra vista, aunque aún podíamos oír algunas quejas de parte de mis hermanos.
—Entonces ¿Vas? —se quiso asegurar mi padre, asentí con la cabeza, empezaba a sentir ansiedad de pensar donde los había dejado, temía haberlos olvidado en el taxi y ahí ya habían valido.
—A veces eres un tanto maniático, Alan—dijo sonriendo Gus, negando con la cabeza.
—Déjalo, hijo. —me defendió papá —toma las llaves—dijo señalándolas.
—No, mejor tomo Uber—repuse, el carro acababa de ser comprado y me daba miedo manejarlo.
—Te llevo—dijo Gus como Andrés.
—Necesito un relevo—exclamo una voz que venía bajando—ya nos echamos toda la biblia infantil y no se duerme la criatura—exclamo Pato apareciendo en la estancia.
—Vaya cada uno a su deber—dijo papá tomando las llaves y entregándomelas en la mano—arriésgate un poco, Al—dijo guiñándome el ojo—Vamos los tres con Iván, a ver si logramos que se duerma un ratito—añadió pidiendo que lo siguieran, no les quedo de otra que obedecer.
—Ve con cuidado—añadió Gus antes de subir tras papá y Joaquín, me sudaban las manos, hacia demasiado que no manejaba, pero parecía la opción más fácil, en plena vísperas de Nochebuena conseguir taxi no parecía la mejor opción.
Fui por mi bolsa de cobrador, como le decía Leo, donde estaban mis llaves y mi cartera, una vez listo Sali de la casa y fui a abrir el portón, subí al carro y me preparé mentalmente, se sentía tan diferente al carro viejo que teníamos, empezando que este era automático. Recordé cuando Gus finalmente me enseñó a manejar, el pobre casi se comía los dedos, pocas veces eran las que se mostraba tan angustiado, ni que manejara tan mal. Arranqué el auto que vibró un poco y con sumo cuidado lo saqué, estaba por bajarme para cerrar cuando mi hermana apareció y me gritó que ella se encargaba por lo que emprendí el camino.
Puse un poco de música, para relajarme, extrañamente no me tocó tráfico y en poco rato llegué a mi departamento, me parecía más lejano cuando tomaba transporte público, lo estacioné en la calle y bajé. Caminé hacia mi edificio contemplando las decoraciones, parecía que muchos vecinos habían ido a pasar la navidad con su familia porque apenas y había dos o tres ventanas con luz.
Finalmente, llegué hasta la puerta de mi departamento encontrándome con una extraña sorpresa, Marck estaba sentado hecho un ovillo comiendo pan como un ratón. Me detuve en seco, contemplándolo, empezó mirándome los pies y fue subiendo la mirada hasta encontrarse con mi cara, estaba sorprendido.
—¿Alan? Pensé que te habías ido con tu familia.
—¿Qué haces aquí afuera? —cuestioné.
—Se me olvidaron las llaves—musitó, pero dado el silencio pude escucharlo perfectamente.
—¡Como que se te olvidaron las llaves! —exclamé.
—Es que me cambié de chamarra porque sentí mucho frio—explico aun mordisqueando su pan.
Tenía ganas de decirle muchas cosas, siempre me regañaba porque olvidaba colgar las llaves, aunque era el quien más solía perderlas y solo en dos ocasiones me quedé fuera, me aguanté mis palabras ya que no quería convivir con él, solo me quejé para mí.
—Deja las llaves colgadas, te vas a quedar afuera—mascullé entre dientes mientras rebuscaba en mi bolsa—se te van a... —detuve mi perorata al percatarme de que no sentía las llaves, me palmé el pantalón y la sudadera, pero no estaban por ningún lado. —No es posible
—¿Que sucede?
—En el carro—fue lo único que dije, salí corriendo, rogando que ahí estuvieran estaba tan desesperado que ni note que Marck iba tras de mí, llegue al auto y lo examiné de cabo a rabo
—Acaso tu...—empezó a decir.
—También se me olvidaron— admití con un hilo de voz, recordé que en algún momento dado de mi estadía a Iván le había dado lo curioso y había sacado el llavero que colgaba de mis llaves de mi bolsa, jugamos y después quien sabe que habrá pasado, según yo había metido todo.
Me recargué en el coche, era increíble las cosas que me sucedían.
—¿Pasó algo con tu familia? —preguntó con cierta timidez, negué con la cabeza.
—Se me olvidaron los regalos, aunque quizás los haya dejado en el Uber. —respondí de manera seca.
—Entonces, regresa con tu familia—me sugirió, su propuesta me hizo girar a verlo.
—¿Y tú? —cuestioné sin poder evitarlo.
—Puedo llamar al de mantenimiento. —resoplé.
—Regresa hasta año nuevo.
—Bueno, llamare a un cerrajero.
—¿En nochebuena? —cuestioné.
—Quizás algún vecino pueda ayudarme, regresa con tu familia.
Marck me provocaba una santa frustración ¿Qué podía hacer? ¿Irme sin más a mi casa y dejarlo a su suerte? Sería la opción más razonable.
Mi celular sonó, me alejé un poco para tomar la llamada, al menos me daba tiempo de tomar una decisión, quien hablaba era mi hermana.
—¡Ali! ¿Llegó el carro entero? —cuestionó burlándose.
—Si—respondí quizás demasiado serio.
—¿Qué pasó? —preguntó de inmediato, solté un gruñido—¿Ali?
—Se me olvidaron las llaves.
—Ay no qué barbaridad contigo, a lo que vas y se te olvida, pues regresa, luego se los traes, cualquier cosa hubo tráfico en el polo—dijo divertida.
—En sí, esa no es la cuestión—empecé a decir sin querer entrar en detalles.
—Te oyes demasiado serio para que solo se trate de los regalos hermanito. ¿Qué pasa? —suspiré.
—No fui al único que se le olvidaron las llaves—. sentencié
Boo se quedó un momento em silencio, esperé impaciente a su respuesta.
—¿Que vas a hacer? —cuestiono finalmente, esta vez fui yo quien no respondió de inmediato.
—Lo mejor sería regresar —concluí inseguro.
—¿Pero...?
Miré un momento a Marck que estaba detrás de mi recargado en el carro acabando con lo que quedaba de su pan. Me daba una sensación como de cachorro abandonado.
—Es Navidad —no quería decir en voz alta lo que estaba sintiendo en ese momento.
—Muy observador Ali.
—Voy para allá—dije antes de tomar una mala decisión.
—Tú mismo dijiste que es Navidad.
—¿Que me quieres decir? —cuestioné sin entender su punto.
—¿Que va a hacer?
—Pedir ayuda a algún vecino o yo que se —respondí tratando de no mostrar preocupación
—Quédate —dijo no como sugerencia
—¿¡Que...!? Tu misma has dicho que me tengo que alejar de él, dejar de involucrarme
—Es inhumano dejar a alguien solo en estas fechas además ¿Vas a estar tranquilo el resto de la noche? —no respondí, pero mi hermana supo la respuesta —simplemente piensa que es Oscar en esta situación ¿lo dejarías solo?
—No—respondí.
—De igual forma.
—¿Pero? ¿Y Braulio? —aún me tenía inquieto el hecho de no decirle las cosas como realmente eran.
—Solo vas a acompañar a un amigo, a menos que quieras hacer algo más, pillo.
—¡Mariana! —exclamé, soltó una risita como intentando aligerar el ambiente. —¿Y qué justificación doy con los de allá?
—Yo me encargo, tú has tu buena obra del día.
—Pero... —antes de que pudiera decir algo más colgó, tenía razón ¿Cómo podía dejarlo solo? Lo observé una vez más. Estaba cayendo en cuenta que era su primer Navidad solo, sabía que para él estas fechas eran casi como un día más. Sin embargo, con tantos sucesos en su vida, pasar una fecha como esta sin nadie sonaba demasiado deprimente además con lo último que me había dicho hasta me preocupaba dejarlo solo, no tenía la menor idea si estaba en su límite.
Antes de acercarme a él, tomé aire que empezaba a estar helado, y regresé a donde estaba.
—Entremos al carro, hace frío—dije sin más, entrando del lado del piloto, Marck no subió de inmediato, todavía lo meditó un momento hasta que finalmente accedió, entro a un lado de mi—Buscaré donde quedarnos.
—Regresa con tu familia—insistió, no dije nada con una mirada fue suficiente para que callara, en el centro había muchos hostales y hoteles, pero dudaba que hubiera lugar en estas fechas. Revisé los más cercanos que teníamos y conduje hacia ahí.
—Alan...—empezó a decir mi copiloto.
—Según los comentarios el Mesón de Carolina es el que menos se ocupa en esta fecha—hablé cortando lo que pudiera decirme.
Arranqué el coche y nos dirigimos hacia el sitio, pero acabó resultando en que ni habitaciones tenía ni dinero traíamos, volvimos al mismo lugar donde estaba estacionado, apagué el vehículo dejé caer mi cabeza sobre el volante. ¿Por qué siempre me pasaban estas situaciones con Marck?
—Regresa con tu familia, Alan—se atrevió a insistir.
—¿Qué traes ahí? —cuestioné notando la bolsa de plástico que traía.
—Sali a comprar algo de comer—dijo mostrándola, tenía impresa el logo de KFC—Alan—insistió.
—Nos quedaremos en el auto, mañana lo resolveremos—dije de manera tajante, no insistió. Conecté algo de música para que hubiera algún sonido de fondo. Me quedé viendo mi celular solo por hacer algo, no pasaron más de diez minutos en que decidí hacer algo, me estaba inquietando. —Vamos a caminar. —dije sin más,
Marck no puso reparo, simplemente se bajó a la par mío, note como se encogió cuando le pego el frio de la noche, sabía que en la cajuela siempre había algo de ropa, por lo que me fui a ver que encontraba, de nuevo me siguió.
—Hacía años que no la veía—comenté por lo bajo al encontrar mi vieja sudadera morada que fue mi fiel compañera en la prepa—ten, ponte esta—dije dándosela,
—Gracias—musitó tomándola, yo tome un suéter que tenía el estilo de Andrés, como de viejito.
Una vez que estuvimos más abrigados, comenzamos a caminar hacia el centro. Las calles lucían vacías y extrañamente estábamos casi en silencio, llegaba algo de bullicio de los restaurantes aledaños, pero de ahí en mas no había mayor ruido, eso hacia más incómoda la situación, era increíble como hacía años atrás no nos paraban la boca y ahora era como si la lengua se nos hubiera congelado, llegamos a una pequeña explanada donde colocaban un árbol de navidad monumental, sin seguir cruzando una palabra me dirigí a una banca a sentarme a contemplarlo.
Me senté sin cuidado, no teniendo en cuenta el material de la banca, sentí que el frio me caló hasta lo más hondo de mi ser, noté como Marck apretaba los labios como en un intento de reprimir una risa, me mordí la boca reprimiendo una sonrisa resultada del efecto espejo, él se sentó con mayor cuidado, aunque cuando tocó el metal se irguió por completo.
Nos quedamos viendo el gran árbol que iluminaba el lugar, básicamente estábamos haciendo lo mismo que en el carro, con la diferencia de que aquí estábamos volviéndonos paleta, al menos aquí me sentía menos incómodo de estar con él, de nuevo volvía a pecar de buena persona.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top