Capítulo X

𝐋𝐔𝐂𝐀.

3 de Noviembre de 2020.

Todavía huele a quemado, es como si el humo se hubiera anidado a su nariz porque incluso un día después del incendio sigue ahí.

A veces la realización de todo lo que perdió lo golpea como una imprevista ráfaga de viento. Sus cuadernos, su ropa, sus anotaciones de clase, su guitarra. Eso último es lo que más le duele, y en lo que más piensa mientras está sentado en una de las mesas de cafetería junto a Emma y Levi.

Aunque también piensa en Evian, y en la nueva persona que pareció esa mañana cuando lo acompañó a comprar ropa nueva, justo como se lo había prometido la noche del incendio. Lo único extraño que Luca notó en él fue su determinación a la hora de poner excusas sobre las tiendas de música. «Conozco un lugar donde tienen instrumentos con la mejor calidad del país. Mañana vamos, ¿sí?», le había dicho antes de desaparecer porque su abuela necesitaba ayuda con algo.

—Desaparezco un día y se incendia la fraternidad, increíble —dice Levi, que intenta armar una especie de origami con las servilletas.

—No desapareciste, estuviste internado —Emma agrega y da un sorbo a su café—. Y todavía pienso que fuiste tú.

—Aw, ¿me estás llamando ardiente?

Levi la mira esos ojos color caramelo. Parecen sólidos, no como los de Evian, que para Luca son tan líquidos como el mar de Roma. Tan cristalinos como la Atlántida perdida, sumergida bajo ese recoveco de agua que empapa baldosas y estatuas agrietadas de una civilización perdida, ahora hogar de peces y criaturas mágicas.

—No, te estoy llamando pirómano.

—Es casi lo mismo —Levi le contesta con una sonrisa, luego vuelve la vista a sus pliegues de papel.

—Como sea... —rueda los ojos y se fija en Luca—. ¿Y tú dónde estabas? Esa noche sí desapareciste.

—Dormí con Evian —Luca lo dice con tanta naturalidad que no entiende la reacción de esos dos. Emma parece ahogarse con su café y Levi le dedica una expresión de «ese es mi compañero de habitación».

—Ya era hora de que se comieran con algo más que la mirada —sostiene Emma y Luca espera haber escuchado mal.

—Che cosa? No, no, no. Dormí en su habitación. No con... no.

Siente sus mejillas prendiéndose fuego y no sabe a dónde mirar. Fue un malentendido de palabras, no tendría que sentirse tan incómodo.

—¿Evian el de los ojazos azules? —agrega Levi.

"Azules no, celestes". Piensa Luca.

—¿Y tú de dónde lo conoces? —pregunta Emma.

—Nos dio una paliza en el jueguito de Benjamin, ¿no te acuerdas? Estaba borracho, no ciego. Felicidades, Lulú —Le da un golpecito en el hombro.

—¿Eso fue antes o después de decir que el sol era un planeta?

Por la forma en la Emma lo dice Luca piensa que estaba esperando el momento perfecto para burlarse de él.

—¿Otra vez relacionándome con cosas ardientes? Voy a empezar a creer que me estás lanzando indirectas, Emma Watson.

Emma rueda los ojos y Luca no puede contener una sonrisa.

—Hablando de cosas ardientes, ¿quién es ese profesor de allá? —el pelirrojo agrega mientras se fija –de forma nada disimulada– en alguien a su derecha.

Alguien vestido de traje, con una barba perfectamente cuidada y un porte tan rígido como el de un comandante.

—¿Esa es la hermana de Benjamin? —pregunta Luca mientras entrecierra un poquito los ojos para distinguir mejor el rostro de la chica que está hablando con el misterioso profesor. Claro que por la forma en la que está vestida tiene que ser Alexa.

—Oh, oh —Levi niega con la cabeza—. ¿Creen que de clases particulares?

—¿De cómo ser discreto? —Emma pregunta con las cejas en alto—. Pareces la chica del exorcista. O te pone una perimetral o te va a dar tortícolis.

Levi le saca la lengua antes de volver a acomodarse en el asiento.

Luca está a punto de decirle algo cuando siente la vibración de su teléfono.


Agua Mineral:

¿Tomamos leche?


Se queda en blanco por segunda vez en menos de cinco minutos. ¿Era un chiste? Porque Evian podía tener un humor muy... refinado.

Se queda esperando otro mensaje, pero nunca llega.


Luca:

de qué marca?


Agua Mineral:

???.

ERA CAFÉ CON LECHE.


Luca no se molesta en controlar la risa, se le agitan los hombros y el abdomen le hace cosquillas. Ni siquiera se percata de las miradas que sus dos amigos le regalan, no cuando está demasiado ocupado con la imagen mental de un Evian todo rojo y avergonzado.

Luca:

AHAHAHAHAH

quieres un café?

porque ya terminó mi turno.


Agua Mineral:

...

En realidad quería mostrarte algo.

¿Por qué no traes dos y nos vemos en el campus?


A Evian le lleva un par más de mensajes explicarle exactamente el punto de encuentro, pero Luca cree entender. O prefiere decirle eso antes que preguntar «¿dónde?» por tercera vez. En la jerarquía de cómo quedarse sin dignidad eso estaba varios lugares arriba de perderse, aunque no estaba seguro de que nada pudiera competir con la leche de Evian.

—¿Quién te tiene tan feliz? —Emma deja su café a un lado cuando pregunta.

—Nadie. Evian quiere mostrarme algo en el campus.

—Pero es casi de noche —agrega ella, como si su amigo fuera algún tipo de asesino serial.

—Y eso sólo puede significar una cosa —Levi se inclina hacia delante, apoyando ambos codos sobre la mesa, hasta parece que se está relamiendo los labios antes de decir—: Quiere mos...

—¡Levi! —interrumpe Emma.

—¡¿Qué?! Ni siquiera sabes qué iba a decir.

—Oh, te conozco demasiado bien.

—Luego les cuento. ¡Ciao, ciao!

Luca prefiere ponerse de pie antes que seguir escuchando a esos dos.


。⋆。˚ ʚïɞ ˚。⋆。


Las estrellas parecen congelar la noche cuando Luca camina por el campus con los envases de café en mano. Parecen copitos de nieve, listos para desprenderse del cielo y emblanquecer el césped.

Sería su primera vez en ver nevar.

Hace varios metros que se desvió del camino pavimentado, y con él de los faroles que lo iluminaban. Es igual a la noche que terminó con Evian en el hospital. Revive el golpe en la nariz y como sus cuerpos se habían enredado sobre el césped. Se acuerda de las manos de Evian sobre su cuello y piensa en lo mucho que le gustaría volver a sentirlas ahí, pero en una situación totalmente distinta.

Está completamente a oscuras, con las sombras que parecen monstruos y criaturas, y los ruidos nocturnos que suenan a susurros.

Entonces las palabras de Emma resuenan en su cabeza, quizá sí es un asesino serial, sino no se explica por qué elegir un lugar tan alejado y oscuro.

O quizá Evian sentía vergüenza de que los vieran juntos, y ahí estarían escondidos de cualquiera.

Tiene los sentidos agudizados y la piel de gallina, pero cuando alcanza a vislumbrar el árbol que Evian le dijo el miedo se disipa un poquito. Camina hasta allí y se encuentra a Evian, acostado boca arriba sobre el césped, con los ojos cerrados y los auriculares puestos.

Toca la suela de su zapatilla con el pie derecho y el canadiense abre los ojos.

—Ah, eres tú —Evian se inclina hacia delante con esfuerzo abdominal, terminando por sentarse. Tiene las manos sobre el césped, los brazos a medio flexionar—. Pareces un rarito, siéntate.

Lo dice con una sonrisa que parece iluminar todo el campus y Luca no puede evitar hacerle caso, se sienta de piernas cruzadas y deja el café del chico frente a él. Evian susurra un gracias que parece ser arrastrado por el viento, que empieza a sacudir la copa del árbol sobre sus cabezas.

—Es tarde —agrega Luca.

—No es tan tarde, no seas anciano.

Sabe que es verdad, pero el frío empieza a colarse por su ropa. No es algo que diga en voz alta porque sabe que Evian va a ofrecerle su sudadera como la otra noche, y no quiere que vuelva a enfermarse por su culpa.

—De todos modos, ¿qué hacemos aquí?

Evian mira hacia arriba y Luca puede ver el brillo del cielo nocturno reflejado justo ahí, sobre el negro de sus pupilas. Por un momento siente que Evian se pierde mirando las estrellas, hasta que sigue su línea de visión y se encuentra con la luna. Blanca y llena, como una gran sonrisa. Cuando baja la mirada Evian está viéndolo, pero aparta los ojos con rapidez.

—Quería darte algo —dice en lo que se pone de pie, sin molestarse por sacudirse el césped que puede haberse pegado a sus jeans, pero que Luca no puede ver por la tela oscura.

Y "oh, oh, Levi tenía razón".

Pierde a Evian de vista cuando parece esconderse tras el árbol, solo espera que no sea una broma pesada, suficiente tiene con estar ahí rodeado de toda esa oscuridad que parece acorralarlo como arañitas que se acercan cada vez más, llevándolo a un callejón del que no puede escapar.

Pero reaparece con un estuche entre las manos.

Una guitarra, lo sabe de inmediato por la forma.

—Ya sé que dijiste que no querías que te ayudara con dinero, pero... Quería hacerte un regalo.

Luca escucha su corazón latir con tanta fuerza que siente que va a salirse de su pecho. Evian se acerca y se pone de rodillas, dejando el estuche entre ambos.

Se pregunta si así es como suele ir por el mundo, arreglando las cosas con dinero. Lo único que espera es que no lo haya hecho por pena.

Pero todo eso pierde sentido cuando entiende que le compró un regalo.

Alguien.

A él.

Evian le compró un obsequio.

Y Luca no sabe cómo reaccionar ante una situación así. Se queda mirando el estuche mientras piensa en si debería decir algo, sonreír, agradecer o simplemente quedarse quieto por lo irreal de la situación.

Quiere preguntarle el precio para pagarle.

Quiere decirle que no tiene que molestarse en comprarle cosas.

Excepto que lo único que Luca quiere es abrazarlo.

—Evian, yo... no tenías que... perché? —pregunta y puede ver como sus ojos parecen irradiar un poquito de miedo, seguramente piensa que no le gustó.

—Puedes cambiarla si quieres, pensé que...

—Es perfecta —Quiere que Evian esté totalmente seguro, quizá por eso posa su mano sobre la de él, que todavía descansa sobre el estuche—. Nunca me habían regalado algo. Grazie, molto grazie, Evian.

Ambos sonríen sin dejar de verse el uno al otro, hasta que Luca repara en sus manos y carraspea antes de apartarla con torpeza.

—Iba a dártela antes, pero no podía encontrar una guitarra que me recordara a tí. Recorrí tres lugares diferentes hasta que por fin la encontré.

Y Evian parece tan emocionado como él, excepto que es imposible porque Luca se está esforzando en contener lágrimas de felicidad.

Abre el estuche y es como si estuvieran mostrándole un cajón lleno de oro, porque sabe que esa guitarra acaba de convertirse en el tesoro más importante que podría tener.

El interior está revestido de una felpa rojiza, suave como alfombra, abrazando al instrumento con cariño y cuidado. Pasea sus ojos sobre el puente, las cuerdas, el color de la madera iluminado por la luz lunar, dándole un tono tan mágico que Luca siente que acaba de descubrir un nuevo color.

La toma entre brazos y la apoya en su regazo para verla mejor, para sentirla. La mano izquierda viaja hasta el extremo del mástil y siente que el material fue diseñado específicamente para ella.

Entonces sus uñas acarician las cuerdas, sintiéndolas vibrar con ojos cerrados. Al abrirlos ve los de Evian, solo que esta vez ninguno de los dos aparta la mirada.

—Gracias —repite, esta vez en inglés.

—¿Quieres tocar algo? Para ver si funciona.

Luca siente que en ese momento no puede negarse a nada. Sabe que la sonrisa en su rostro no le hace justicia a lo pletórico que se siente por dentro.

Se acomoda un poquito mejor, repasando los acordes mentalmente antes de colocar las yemas de sus dedos donde corresponden.

—¿Conoces "I Wanna Be Yours"?

—¿Los Arctic Monkeys? Me encantan. No sé cantar, pero si quieres te acompaño con palmas.

Luca siente que el viento se frena, las ramas dejan de moverse y la Tierra se queda estática. Tocar era una cosa, pero Evian le estaba pidiendo que cantara, y eso era algo con lo que Luca no se sentía demasiado cómodo.

Hay una parte de él que quiere decirle que sí, pero siente la garganta tensa y la respiración agitada.

Da un solo rasgueo.

—Creo que está desafinada. Pero podemos dejarlo para otro día.

Cuando se sienta más seguro de sí mismo, aunque no cree que sea pronto.

—Me olvidé de comprar un afinador. No me... no me di cuenta, lo siento.

Luca no sabe si la decepción en el rostro de Evian es por eso o porque de verdad esperaba verlo tocar y cantar.

—No te preocupes. Son fáciles de conseguir. Puedo ir a comprar uno, puedes acompañarme si quieres...

—¿Antes del sábado? Porque voy a aprovechar para pasar todo el día fin de semana con mi abuela antes de los exámenes. De hecho quería preguntarte si podías cuidar a Draqui por mí.

Luca intenta imaginarse lo que significa pasar tiempo con una abuela. Se pregunta si es del tipo que hornea galletas, que tiene la voz aterciopelada y cuenta cuentos. Se la imagina con el cabello blanco y las arrugas que decoran su rostro como un recordatorio de todas las aventuras que ha vivido.

Todavía no puede evitar sentir esa espinita en el corazón cada vez que alguien puede vivir parte del amor de una familia que él nunca tuvo.

—Yo lo cuido. Puedo practicar cantándole.

—Si no te chupa la sangre quiere decir que le gustó.

—¿Esos no son los vampiros y los mosquitos?

—Podríamos decirle vampiros a los mosquitos y hacer todas nuestras vidas mucho más interesantes —Evian lo dice con una risita tan dulce que a Luca le gustaría escucharla de nuevo. Y le encantaría decir algo para tener ese efecto en él, pero guarda silencio mientras esconde los puños entre las mangas de su remera y vuelve su atención a la guitarra.

Y en lo mucho que significa para él.

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