Capítulo III.
𝐄𝐕𝐈𝐀𝐍
7 de Octubre de 2020.
River Roomie:
Eviannnnnnn.
No me esperes despierto.
Evian:
No duermes conmigo en la noche?
River Roomie:
🥵🥵🥵🥵
Evian:
No me refería a eso!
River Roomie:
JAJAJAJ.
Hoy no duermo contigo, no.
Voy a ayudar a una amiga a estudiar.
No le digas a nadie 🤫
Evian:
Qué aplicado me saliste.
Solo ha pasado poco más de una semana y ya está casi acostumbrado a los mensajes de River. Le agradece mentalmente el corto escape del palabrerío del profesor, hasta que devuelve la atención al proyecto en grupo que intenta explicar como cierre de la clase de hoy. Fecha límite, máximo de integrantes y otras condiciones que ataja como un arquero borracho mientras lucha contra el sueño.
Observa las miradas que cruzan los demás estudiantes, como si se estuvieran mandando mensajes telepáticos con los ojos.
──Hey. ──Gira el cuerpo un poco a la derecha para casi susurrarle al chico sentado a su lado. Lentes, sweater y pelo cobrizo. Tiene aspecto de inteligente, y con eso le basta.
──¿Sí?
──¿Ya tienes equipo de trabajo?
──No. ¿Tú sí?
──Genial. ¿Lo hacemos juntos? ──se esfuerza en mostrar la mejor de sus sonrisas.
──Eh... Sí, por qué no.
──¿Cuál es tu nombre?
──Henry.
──Yo soy Evian ──hay un incómodo intercambio de sonrisas ──. Un segundo. ──pone el índice en alto como ordenándole que se quede totalmente quieto y voltea todo el cuerpo hacia la izquierda. ──Hey.
──¿Hola?
La chica tiene el cabello despeinado —probablemente por el viento— y una cara de confusión como si acabara de oír a un perro maullar.
──¿Qué tal? ¿Ya tienes con quién hacer el trabajo?
── ... no, pe-.
──Nosotros ya somos dos ──interrumpe──. Yo soy Evian...
──Melissa.
──... y él es...──apunta con el pulgar sobre su hombro a Henry y es incapaz de pronunciar un nombre. "Mierda. Pero si acaba de decirme cómo se llama. Era... No. Piensa, piensa, piensa. ¿Cómo era?"──. Bueno, mejor dejo que se presenten solos, se me hace tarde para otra clase ──la mejor huida que se le ocurre. Evian se pone de pie y no tarda en meter sus cosas dentro de la mochila que termina por colgar en su espalda──.
──¿Tienes un número de teléfono aunque sea? ──es acotación de Henry, que parece haber escuchado la conversación sin darle mucha importancia a que Evian haya olvidado por completo su nombre.
Evian toma el lápiz de su pupitre y escribe los dígitos con cierta incomodidad por la posición de la muñeca. Les dedica una sonrisa totalmente artificial como despedida y se marcha.
。⋆。˚ ʚïɞ ˚。⋆。
El día termina de la misma forma que cualquier otro. La tarde se la pasa entre libros y música, solo que esta vez aprovecha la ausencia de River para relajarse sin sentir que su presencia le respira en la nuca.
El globo de la notificación aparece justo cuando el pulgar está a punto de pasar a la siguiente canción. El nuevo grupo para el trabajo. Tenía la esperanza de que se demorarían un poco más en agregarlo, así tendría tiempo de buscar un tema de investigación con el que se sintiera cómodo para compartirlo —instaurarlo a la fuerza— con sus compañeros. No por ahorrarles trabajo, sino porque estar a cargo de cada actividad del proyecto le aseguraba de que todo saldría bien. Necesita el control como necesita el oxígeno, no puede respirar sin él.
Suspira y deja caer el teléfono sobre la cama en la cual está tumbado. Pasea la mirada por la habitación vacía hasta chocar con la ventana y sus ojos miran más allá, a todos esos puntitos blancos que buscan escapar a las nubes oscuras que amenazan con taparlos.
River no está, y Evian se siente en toda la libertad de acostarse en su cama y mirar las estrellas a través del cristal. Hay una pincelada de nostalgia sobre el aguamarina de su iris, una que lo tiñe de gris cuando la luna se refleja en él.
──Hola, Ev.
Pronuncia ese apodo con calma, la misma con la que el viento acaricia la copa de los árboles allá afuera.
──No está tan mal, ¿sabes? Se parece un poco a Hogwarts, aunque nunca fui muy fan de Harry Potter.
Una chispa de añoranza enciende una sonrisa cuyo único testigo es la luna llena a la que está dirigida.
──¿Sabes? Encontré un lugar que te encantaría. Está en el campus, pero un poco alejado, en medio de todo el césped. Hay un solo árbol, nada de luces, lo que lo hace el lugar ideal para ver las estrellas. ¿Cómo lo encontré? Bueno... Me perdí ──se le escapa una risita propia de la anécdota que revive en su cabeza──. Digamos que la persona que tenía que darme el tour por la universidad no lo hizo muy bien, lo que es probablemente mi culpa porque solo lo obligué a enseñarme la cafetería.
La música en sus auriculares sigue su ritmo. Son melodías de piano de artistas para nada famosos, como si estuviera buscando inspiración en obras desconocidas. Entonces la imagen de la luna brillante y las notas que lo abrazan lo transportan de nuevo a Canadá, a su casa y al piano que siempre había estado ahí, pero que su abuelo le enseñó a tocar a los siete años. El recuerdo se vuelve acuoso, cristalizando sus ojos en un rojizo fragmentado por lágrimas que empiezan a acumularse.
── Ojalá estuvieras aquí conmigo. Te extraño...
La voz tiene un quiebre muy pequeño y es razón suficiente para dejar de hablar. Sabe que son como grietas de una represa que, en caso de acumularse, amenazarían con hacer que todo rebalse; y Evian no cree poder soportar otra inundación.
Está cansado, aunque no es un agotamiento físico, sino más bien mental, del tipo inducido mientras lee por placer antes de dormir. Se acomoda de costado y no despega la mirada de la luna hasta que se siente listo para dedicarle una última sonrisa, esta vez un poco más triste, antes de bajar la mirada hacia su teléfono.
Decide pasar la noche ahí, confiado de que a River no le molestará, no juzgandolo por lo poco que lo conoce, sino porque directamente no se enterará.
Lejos de tener sueño, busca refugio en el mismo lugar al que siempre acude cuando se siente así de gris: películas.
La música instrumental que estaba escuchando es reemplazada por bocinazos que lo obligan a bajar el volumen ante la molestia y el miedo a quedarse sordo a corta edad. Excepto que solo dura unos segundos antes de que un musical entero estalle en una avenida cualquiera de Estados Unidos. La música es tan alegre que no puede evitar mover sus pies a su ritmo. Sonríe cuando lee LA LA LAND entre letras amarillas, está ansioso por tacharla de su lista.
Inmerso en la trama, no tarda en volcar todo su favoritismo hacia el personaje de Ryan Gosling. Verlo sentado frente al piano en ese bar despierta cierto recelo. Se proyecta en él, se imagina en un lugar parecido, en un gran escenario tal y como lo ha soñado tantas veces. Las luces solo lo enfocan a él. Manos y teclas se hacen uno y todo a su alrededor se desvanece cuando la fantasía cobra fuerza.
Hasta que la escena de la fiesta en la pileta lo toma desprevenido. Es como si la imagen del agua lo paralizara. Su mirada sigue pegada a la pantalla pero su cerebro no procesa las imágenes.
La luz ilumina toda la habitación y Evian se sobresalta.
──¿Estás bien? ──River pregunta con cierta preocupación.
──Sí. Me asustaste. No te esperaba.
Ni siquiera escuchó el aviso de sus llaves. Entonces cae en cuenta de que está en su cama y el colchón ahora parece incómodo, como si tuviera clavos que pinchan y lastiman sus piernas y espalda.
──Casi me atrapan. Y no quiero meter a Kere en problemas así que me volví. Mejor prevenir que curar, ¿no? O eso decía mi madre.
Primero, deduce que Kere es la amiga de la que le había hablado por mensaje. Segundo, puede leer el "¿qué haces en mi cama?" grabado con tinta invisible en sus ojos.
──Estaba usando tu cama porque... ──no puede pensar en ninguna excusa, al menos no en alguna que no sea rídicula, así que opta por la verdad──. ... me gusta ver las estrellas de vez en cuando ──termina de decir esquivando la mirada de su compañero por pura vergüenza.
──No pasa nada. ──y lo dice compasivo, como si supiera que existe una razón oculta y más personal detrás de su explicación──. Podemos cambiar de lugar, si quieres. El sol es muy molesto los días domingos.
Evian vuelve a mirarlo, y tiene la misma expresión de un niño que acaba de recibir su regalo favorito bajo el árbol de navidad.
──Gracias. De verdad.
──No pasa nada.
El canadiense lo sigue con la mirada hasta que River toma asiento en la cama que quince segundos atrás era de Evian. Termina de quitarse los audífonos y pega su espalda al respaldo que da con la pared.
──¿Cómo te fue hoy?
Hace tiempo que Evian no está acostumbrado a ese tipo de preguntas, pero si River acaba de cederle la cama sin pedir nada a cambio lo menos que puede hacer es responder con un poco de simpatía.
──Nos dieron un trabajo grupal.
──¿Entonces ya hiciste amigos?
Por más que la sonrisa en el rostro del neoyorquino deja implícito el chiste, a Evian no le hace mucha gracia. Además, ¿de dónde viene tanta preocupación por su vida social?
──Algo así.
──¿Y cómo se llaman?
La pregunta lo desestabiliza. Y tiene el nombre en la punta de la lengua, al menos el del chico; el de la chica, por otra parte, ni siquiera recuerda con qué letra empieza.
──Veo que muy amigos ──agrega River con diversión.
──No soy muy bueno con los nombres.
──¿Te acuerdas el mío, no? Porque sino vamos a tener que rever este contrato de cambio de lugares.
──Tranquilo, Remus, imposible olvidar el tuyo.
Ambos comparten una risita nasal antes de que el silencio la convierta en un eco distante.
──Hablando de amigos, mañana hay una noche de trivia por parejas en Circumspectus. Sé que es difícil hacer amigos al empezar, pero ir a ese tipo de actividades ayuda a conocer gente nueva. Además, mi pareja me acaba de dejar plantado.
──No, gracias ──es veloz, como si tuviera que sacar una curita.
──Evian, por favor. Será rápido.
──Será aburrido. ¿De verdad te gustan ese tipo de juegos?
──No, pero...
──Pero va la chica ──Evian termina la frase por él──.
──Puede que sí, puede que no.
──¿Todo esto por un cincuenta-cincuenta?
──Vale la pena. ¿Y quién sabe? Quizá conoces a alguien y pasas una mejor noche que estudiando. ¿Eh?
Por un segundo se plantea la posibilidad de explicarle que él no funciona así. No va a lugares solo porque las chicas son lindas, ni tampoco con intenciones de acostarse con alguien que acaba de conocer en un par de horas. Es incapaz, como si escapara a su naturaleza. A veces piensa en cómo los demás sí pueden, pero ninguna conclusión parece tener sentido. No lo entiende.
Prefiere quedarse y ahorrarse toda la incomodidad de interactuar con gente que no conoce. Pero hay una parte, muy en el fondo, que quiere aceptar solo para devolverle el favor del gesto que acaba de tener. Excepto que fue culpa de River ceder su cama así porque así, tendría que haberlo puesto como condición en un primer lugar.
──Okay, pero lavas los platos por una semana seguida.
Siempre que Evian tiene la oportunidad de sacar tajada de algo, la toma.
──¡Trato!
Ya se está arrepintiendo.
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