20. Orígenes (final)
—¿Y éste? —dijo alzando un arma hacia Kuarahy.
Noelle abrió sus ojos de par en par y alzó sus manos.
—¡Basta! ¡Basta! Por favor —las últimas plabras las dijo en un susurro suplicante.
Kuarahy se quedó estático contemplando el ambiente.
Las siete viviendas estaban ardiendo fuego, el humo devoraba el aire y poco a poco pequeños restos de ceniza comenzaron a caer sobre los hombros del joven.
Todo estaba destruido, habían ríos de sangre y cuerpos apilados, como si hubieran intentado protegerse unos a otros.
Kuarahy se puso de rodilla al frente de una pequeña de unos cuatro años. Sus ojitos estaban cerrados como si estuviera dormida, la mitad de su pequeño cuerpo estaba cubierto en sangre y su mano sostenía fuertemente el brazo de su madre.
Kuarahy acarició el rostro de la niña y limpió un par de lágrimas secas sobre sus mejillas.
El corazón le comenzó a latir fuerte, como si aquella ira acumulada intentaba salirse de su cuerpo. Alzó su mirada con unos ojos amarillentos y totalmente opacos.
Los excompañeros de Noelle se sintieron intimidados y retrocedieron unos pasos atrás.
—El hombre blanco siempre lo destruye todo —Kuarahy apretó un puñado de tierra entre sus manos —. ¡A ustedes les gusta ver la tierra roja, piensan que pintando la naturaleza ustedes ganan poder!... ¡Lo único que ganan es vergüenza! —arrojó la tierra a un costado y se puso de pie lentamente —. Quitan, matan, se apropian y gozan. Ese es el ciclo del hombre blanco, y somos nosotros —tocó su pecho con un golpe de furia —... nosotros los que sufrimos, los que lloran —bajó su cabeza rendido ante la situación —. ¿Pero saben qué? Nuestras lágrimas nunca fueron capaces de limpiar sus desastres.
Kuarahy los miró a todos por unos segundos y pudo notar que a unos metros había una lanza para defenderse.
Con un grito de total furia tomó la lanza entre sus manos y la arrojó con todas sus fuerzas atravesando el pecho de uno de los hombres.
Noelle aprovechó para salir corriendo hacia uno de ellos, intentó inmovilizarlo y entre forcejeos con el arma se escuchó el estruendo de un disparo.
—¡No! —dijo la joven desesperada al mismo tiempo que lograba sacar el arma y matar a sangre fría a su excompañero. Noelle se puso boco abajo entre los matorrales secos y enseguida divisó a sus enemigos.
—¡Somos dos contra uno jefa! ¡Creo que ya sabemos quien gana!
—¿¡Si?! ¡Continúa hablando y lo veremos! —el cuerpo de Noelle temblaba y se movía de pura inercia, la adrenalina se había apoderado de ella y poco a poco se iba acercando a sus objetivos. En éstos momentos no sólo pensaba en su vida, sino en la de Kuarahy. Ella quería saber como estaba, donde le habían disparado, quería saber si todavía respiraba...
—Sólo queremos el Signum, prometemos dejarlos vivir.
—¿Así como le hicieron a la aldea? —Noelle apretó sus dientes ferviente y con un enojo que poco a poco iba cegado su juicio.
Noelle los rodeo y sin despegar su cuerpo del suelo, logró encontrar el ángulo para el primer disparo.
—Ellos nos atacaron primeros, malditos salvaj...
No logró terminar la oración ya que Noelle pudo darle en el cuello.
El disparo delató su ubicación, por lo que empezó a correr de un lado a otro para esquivar los disparos del otro hombre.
Entre corridas, Noelle tropezó con una rama y la caída le provocó un fuerte mareo. Se quejó en voz alta e intentó ponerse de pie, aunque fue en vano.
—¿Dónde está? —dijo el hombre tomándola del hombro. Arrebató el arma entre las manos de Noelle y seguido de eso le dio una patada en el centro del estómago.
Noelle abrió su boca tratando de que el aire entre a sus pulmones, pero eso no sirvió. La joven se volteó a un costado y comenzó a toser intentando recuperar el aliento. Tenía miedo, sabía de que su momento había llegado.
La base fría del arma se pegó en su frente y ésta cerró sus ojos esperando el impacto.
El sonido del disparo retumbó por todos lados, aún así Noelle sentía su cuerpo normal. Abrió lentamente los ojos y notó al hombre inerte tirado a un costado.
—Kuarahy —dijo Noelle al ver como sus manos temblorosas sostenían un arma —. ¡Kuarahy!
—Jaimei —dijo antes de desplomarse sobre sus rodillas.
Noelle notó una mancha de sangre que se extendía cada vez más al costado de sus costillas.
Se puso de pie como pudo y corrió hasta él. Puso sus manos sobre la herida e instintivamente su mentón comenzó a temblar.
—Vas a estar bien, ya lo verás —dijo con la vista borrosa por las lágrimas —. ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Por favor alguien! —Noelle comenzó a gritar desesperada con la esperanza de que alguien la escuchara —. Lo siento Kuarahy, todo ésto fue mi culpa, lo siento, lo siento...
—Jaimei —dijo en un susurro débil —. Debes irte, yo necesito quedarme aquí con mi gente, necesito que me reciban nuevamente.
—Pasé toda una vida recibiendo órdenes, y ésta vez yo decidiré que hacer.
Noelle salió corriendo en busca del colgate con el Signum.
El fuego de las viviendas no se disipó del todo y el humo era cada vez más fuerte. Pudo entrar a la vivienda de la anciana encargada de las curaciones. Un nudo se formó en su estómago cuando encontró su cuerpo.
—Lo siento, lo siento mucho —dijo la joven en un hilo de voz mientras tomaba el colgante entre sus manos.
Rápidamente volvió hacia donde estaba Kuarahy, quien estaba a unos segundos de perder la conciencia.
—No puedo aceptarlo, es algo que perteneció y pertenece a mi aldea.
—Kuarahy —dijo Noelle derramando lágrimas —. Tú eres la aldea, por favor, no dejes que muera.
El joven apretó la mano de Noelle y largó un llanto de puro dolor. La herida comenzó a sangrar más y Noelle rápidamente hizo que bebiera del líquido sanador.
—Jaimei, no funcionará si no suturas la herida.
—Pero no hay nada, no puedo... —Noelle intentó despegarse de Kuarahy pero en cuanto sus manos dejaban de presionar, más sangre brotaba a los costados del joven.
—Está bien... está bien —Kuarahy sonrió y llevó su mano hasta el rostro de Noelle.
—¡Pero esto debe funcionar! ¡He escuchado las locuras que puede hacer ésto! —dijo elevando el frasco en alto.
—El colgnate tenía menos de cinco gotas del Signum, nunca hubiera sido suficiente —el joven limpió las lágrimas del rostro de Noelle.
—Tú lo sabías, ¿Por qué no...
—Te veías muy convencida... además tienes razón... yo soy lo último de mi aldea y ahora el Signum morirá conmigo —el joven mantuvo su mirada con aquellos ojos amarillos brillantes.
—No quiero que te vayas ¡Mierda! Hacía unos días atrás había perdido mi vida, perdí mi hogar —Noelle apoyó su cabeza sobre el pecho de Kuarahy —. Y fue gracias a ti que pude recuperar parte de lo que había perdido —la joven comenzó a llorar y tensar su cuerpo en cada respiro, le dolía el pecho y un agujero comenzó a crecer más y más.
—Noelle...
La joven alzó su mirada con un brinco de sorpresa al escuchar por primera vez su nombre pronunciado. Ella sonrió extrañada y acarició su rostro de punta a punta.
Los ojos de Kuarahy estaban fijos mirando el cielo y de manera suave Noelle cerró sus párpados, su mentón tembló nuevamente y abrazó al joven con fuerzas.
El sol poco a poco se iba ocultando, y era irónico pensar que Kuarahy nació en un amanecer y que murió en un anochecer.
La noche se había pasado rápido y el sonido de helicópteros despertaron la curiosidad de Noelle, quien se encontraba todavía abrazando el cuerpo sin vida de Kuarahy.
Noelle apretó con fuezas el colgante entre sus manos y lo colocó en su cuello.
—¡Noelle! —comenzaron a gritar su nombre —. Con tanto humo fue sencillo localizarlos, Dios Santo pero ¿Qué fue lo que pasó aquí?
—El Signum, eso fue lo que pasó —habló en un susurro tan bajo, que nadie logró escuchar.
—Debemos irnos, el equipo de rescate ya está aquí.
Un grupo de personas rodeó a Noelle. Todos hablaban, pero lo único que se oían eran murmullos, ruido y palabras sin sentidos.
El cuerpo de Noelle no mostró señales para moverse, por lo que tuvieron que ingresarla en una camilla.
La joven nunca quiso soltar la mano de Kuarahy, peleó hasta el final, a puro gritos, quejas y llantos.
Ella no quería abandonarlo, ella no quería abandonar ese lugar que fue lo más cerca a un hogar que tuvo.
Finalmente le tuvieron que dar un calmante. Poco a poco sus músculos se relajaron, las lágrimas seguían cayendo como si estuvieran acostumbradas a pasar siempre por el mismo lugar y su mirada perdida se iba oscureciendo hasta caer en un sueño profundo.
El equipo de rescate se habían quedado sin palabras al presenciar semejante espectáculo, y pudieron sentir el dolor hablar desde los llantos de Noelle. En todo el viaje cada uno sintió un vacío en el pecho, un vacío que para ellos era un pequeño agujero y que para Noelle era un precipicio sin fin.
Ese día la selva se encontraba en un silencio totalmente rojo y grisáceo.
Ese día el sol en los ojos de Kuarahy se había apagado.
Nota de autora:
Leo sus cometarios, a ver que opinan del capítulo🌈❤️
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