46. El Juego.

CAPÍTULO 46

EL JUEGO

ALEX

Mis manos sudaban y esas gotas recorrían la pistola que sujetaba con las manos. No podía sostener bien el arma. Mis dedos se resbalaban, impidiéndome poder estar tranquilo. Mi cuerpo temblaba, como una gelatina cuando la sacuden, y no podía mantenerme firme en el suelo. Me encontraba apoyado en una pared escondido con la pistola cargada por si alguno de esos hombres corría hacia mí. Asomé de nuevo la cabeza para ver si había algún guardia en el pasillo y, por suerte, estaba despejado.

Minutos antes tuve una pelea con uno de los hombres vestidos de negro. Me lo encontré de espaldas. No tenía ni la más mínima idea de cómo pelear, pero tenía que acercarme a él para robarle la pistola y así tener algo con lo que protegerme cuando encontrara a Zada. Entonces, me acerqué lentamente a él. No obstante, él escuchó mis pasos y mi plan falló. El guardia sacó la pistola para levantarla a la altura de mi cabeza. De un impulso ocasionado por el susto, le pegué un manotazo al arma, haciéndola volar por el aire hasta caer en el suelo del pasillo. El hombre me miró furioso y se quiso abalanzar sobre mí. En un acto reflejo, y sin creérmelo, lo esquivé, echándome hacia un lado. Mas no vi su próxima acción. Él lanzó su puño contra mi cara, haciéndomela añicos. Retrocedí unos pasos por el golpe y me caí al suelo.

Mi contrincante caminó a por la pistola, pero logré tomarlo del pie y lo dejé caer. Utilizando toda la adrenalina que mi cuerpo podría llegar a experimentar, me levanté del suelo y corrí hasta el arma. Sin embargo, el hombre imitó mi acción anterior, provocando que yo estrellara mi barbilla contra el suelo, y me golpeó en la pierna mala, dejándomela inmóvil. El dolor viajó por todo mi cuerpo y ahogué un grito. Él se encontraba posicionado detrás de mí aún en el suelo y seguía agarrándome de la pierna para que no alcanzara la pistola. Le pegué una patada con la pierna buena en el rostro. Él soltó un grito de dolor y se puso las manos en la cara, dejándome libre de sus garras.

Dirigí mi mirada a la pistola y estaba algo lejos de mí. No podía moverme porque la pierna me dolía bastante, por lo que estiré el brazo para intentar alcanzarla. Aparecieron arrugas en mi cara por el esfuerzo que estaba ejerciendo y mis dientes quemaban de tanto apretarlos. Vi de reojo que el guardia se levantó del suelo e iba a volver a lanzarse sobre mí, pero logré interceptar a tiempo el arma y apunté hacia él para luego apretar el gatillo.

Desde ahí, desde el sonido del disparo, miles de guardias se dieron cuenta de mi presencia en el almacén y todos corrieron en mi búsqueda. Nunca olvidaré la adrenalina que se apoderó de mí para ayudarme a levantarme y poder correr por el largo pasillo.

Ahora que los perdí de vista estaba todo más tranquilo. Ya podía respirar un poco más calmado, pero aún tenía el corazón en la garganta.

La cabeza me iba a estallar con todo lo que estaba sucediendo desde que comenzó la fiesta de Halloween. Primero el apagón en el instituto que alarmó a todos los estudiantes disfrazados. No obstante, no fue eso lo que provocó el miedo absoluto en el gimnasio, sino los disparos y luego ver al propio director muerto en mitad del escenario.

Mi vida ya no tenía sentido. Ahora solo quería salvar a Zada para que fuera por fin libre y ya lo que me pasara a mí después no me importaba. Sentía que lo había perdido todo. No tener a mi madre conmigo era muy doloroso. Aún recuerdo cómo le sostenía la mano y cómo poco a poco el brillo de sus ojos se apagó. Mi madre era lo que más quería en este mundo y perderla en aquel hospital fue terrible.

Por otro lado, que Lee ya no me considerara su amigo también me había roto por dentro. Era la única persona, al igual que Dexter, que lo sabía todo de mí y estaba en cada momento en el que el vagón de mi montaña rusa caía por el precipio. Sabía que Dexter aún seguía conmigo, pero el distanciamiento que tuve con mi mejor amiga complicó también nuestra relación de amistad.

La dura escena de Victoria y el señor Gerard no paraban de repetirse en mi mente. Posiblemente había sido muy duro con mis frías palabras cuando ella estaba llorando por la muerte de su tío, pero que hubiera jugado de esa forma conmigo no tenía perdón alguno. Confiaba en ella. Hasta le confesé que no quería ser un juguete y ella misma me lo negó. Sus promesas se fueron con el viento, al igual que mi corazón al verla saboreando la boca de ese profesor.

No había nadie en el pasillo, por lo que me atreví a dejar mi escondite y seguir buscando a Zada. Aún no encontré rastro alguno de ella y eso me hacía pensar que la habían trasladado de almacén. Miraba puerta por puerta sin hacer ruido, pero nada, ella no estaba ni siquiera en la habitación donde la encontré la otra vez.

No sabía cómo iba a reaccionar cuando un guardia se me presentase por alguna de las esquinas de los pasillos. Nunca en mi vida había tenido un arma en mis manos, por lo que no sabía cómo utilizarla. Solo sabía lo que veía en las películas y ahí era todo más fácil. En las películas un disparo era menos doloroso que en la vida real. En ellas el protagonista, con un disparo o herido a causa de una pelea, podía seguir tranquilamente hacia adelante mientras que en la vida real era todo lo contrario. Si te disparaban, te quedabas casi muerto en el suelo, como una cucaracha recién pisada. En resumen, no estaba hecho para este mundo. No tenía ni idea de cómo defenderme. Se pudo ver en la pelea que tuve con el guardia. Si me libré de él fue por pura suerte.

La música del parque de atracciones se escuchaba a lo lejos y no sabía si prefería el silencio en momentos así o era bueno tener algo con el que quitar todos tus miedos como lo era la música para mí.

Escuché unas voces al final del pasillo que llamaron mi atención. Giré la esquina de este y me dirigí hacia allá. Cuando llegué y crucé la vieja puerta me encontré con una sala gigante sin amueblar ni nada. Solo había ventanas que estaban tapadas con maderas.

Desde que Victoria y yo vinimos la primera vez, ellos habían tapado cualquier entrada del almacén. Solo había una ventana al descubierto, y era la misma que utilizamos la última vez para escapar. Ese agujero que daba a una habitación grande, no tanto como esta, y que tenía una máquina.

Estaba todo bastante oscuro. Si alguien me atacaba por detrás, no podría verlo para defenderme. Apunté con la pistola hacia todos los lados por si alguien venía inesperadamente. No obstante, no había nadie. Parecía que todos los guardias que escuché antes se esfumaron. Sin embargo, no bajé la guardia; seguía con la pistola apuntando en el aire por si tenía que pegar un disparo rápido.

Una risa siniestra se escuchó en la sala. Me giré rápidamente con la pistola apuntando hacia el rincón donde la oí.

—Nash, Nash, Nash... —habló una voz grave que se escondía en la oscuridad de la sala—. Baja ese arma si no quieres acabar mal...

«¿Nash?», me pregunté, confuso.

No le hice caso y disparé, dándole a la nada. Ahí no se encontraba esa persona. Me volví a girar rápidamente y pegué más disparos en el aire, asustado.

—¡Hey, amigo! Que vas a herir a la persona menos indicada —soltó una carcajada que me hizo rabiar—. Deja de hacer el tonto y suelta ese arma.

Disparé de nuevo. No tenía pensamientos de hacerle caso. Solo deseaba aniquilarlo. Quería vengarme por todo lo que le había hecho pasar a Zada y por la muerte de una persona inocente.

Alguien me dio una fuerte patada en la parte posterior de la pierna, haciéndome caer de rodillas al suelo. La pistola se me resbaló de las manos y se cayó en la tierra, dejándome indefenso. La misma persona que me dejó caer me tomó del cuello fuertemente con sus manos para retenerme para que no pudiera escapar.

Elevé la cabeza con dificultad para poder identificar al individuo que me sujetaba. Con la poca luz que entraba de la luna por los huecos de las ventanas pude ver su rostro. No me lo podía creer. Bruno me estaba reteniendo con todas sus fuerzas y lo estaba disfrutando.

—Tú... —dije como pude entre dientes.

Él sonrió y luego elevó su cabeza para mirar a quien me estaba hablando antes. Ese personaje se estaba acercando a nosotros hasta colocarse delante de mí. Me tomó de la barbilla y me miró atentamente.

—Tus ojos no mienten. Esa oscuridad que tiñen de negro tus pupilas es infinita —escupió y me soltó con brusquedad, dejándome con la mirada en el suelo—. Suéltalo, Moretti.

Escuchar el nombre de Bruno salir por la boca de ese hombre me producía rabia. Durante este tiempo todo el mundo me culpaba a mí por la desaparición de Zada mientras que tenía al secuestrador delante de mis narices. Me producía ira no haberme dado cuenta antes. Antes ya le tenía bastante asco cuando lo veía besuqueándose con Victoria, pero ahora que me enteraba que era un sucio psicópata me daba el triple. Al menos ahora tenía una escusa por si lo mataba.

Me sacudí para zafarme del agarre de Bruno, ya que este no le hacía caso al que parecía ser su superior.

—¡Moretti, suéltalo! —gritó el hombre, haciendo eco en la sala.

Bruno esta vez sí le hizo caso y me soltó, no sin antes darme un empujón para que cayera en la dura tierra. Empecé a toser cuando una nube de polvo se levantó delante de mis narices.

—Bien... Nash, llevo mucho tiempo esperando este momento. Más exactamente desde que arruinaste todos nuestros planes —dijo el hombre.

—¿De qué diablos está hablando? —cuestioné con rabia.

—¿No te acuerdas? —me miró con una sonrisa siniestra—. Veo que eres más poderoso de lo que me dijeron... —se tocó la barbilla—. Bien, seré amable y me presentaré, de nuevo. Soy Barnett, y tú, tú eres Nash —comentó mientras daba vueltas a mi alrededor.

—No.

—No es mi culpa que hayas querido cambiarte el nombre —se encogió de hombros.

No sabía de qué me estaba hablando. Nunca en la vida vi a ese hombre.

Con mis dos manos colocadas en el suelo hice fuerzas para levantar mi cuerpo y quedar de pie en aquel lugar, dejándome a la vista como una diana.

—¿Dónde está Zada? —pregunté con la rabia nadando por mis venas.

—Esa chica... ¿Por ella te arriesgas a que te encuentren? —soltó una carcajada mientras seguía caminando—. Nash, Nash... tantos años desaparecido en combate y caíste en la miserable trampa de la chica desaparecida.

Apreté los puños con fuerzas.

—¡Dónde está Zada! —grité e hice amago de ir hacia él para pegarle un puñetazo, pero Bruno me lo impidió.

—Está justo aquí, querido —me respondió Barnett con otra carcajada—. Pero... el pack no viene solo. ¡Luces! —gritó.

Las luces enseguida se encendieron mostrando a dos personas con la cara tapada por un saco y sentadas cada una en una silla.

—¿Quieres jugar a un juego? —me preguntó Barnett con expresión divertida—. Esto será a suerte. Tú eliges, ¿a cuál de estas dos preciosas chicas le disparo en la cabeza?

Abrí los ojos bien grande, impresionado por la maldad que tenía esa criatura.

Una de ellas era Zada. La otra no sabía quién era, aunque seguramente sería otra chica que también secuestraron que yo no conocía. Tenía que elegir bien para salvar a Zada. No obstante, no me atrevía a elegir porque una sensación extraña recorría mi cuerpo y me decía que algo malo iba a pasar. Tampoco quería matar a una persona inocente.

Jadeaba sin parar mientras observaba a las dos chicas.

—Bien, espera, te lo voy a poner más fácil —consideró Barnett—. Tú quieres salvar a Zada, ¿cierto? —asentí lentamente—. Sin embargo... yo te puedo asegurar que también querrás salvar a la otra persona cuando sepas de quién se trata —me informó, dejándome aturdido. Fruncí el ceño—. Vale, espera de nuevo.

Barnett le quitó el saco a una de las chicas. Mis ojos observaron a Zada con el pelo alborotado y con moratones en la cara. Ahora su complexión era más delgada, seguramente porque apenas comía desde hace meses.

Ella abrió los ojos al ver que podía ver por fin claridad. No obstante, los tuvo que achicar por la potencia de la luz. Cuando me vio, empezó a sacudirse en la silla e intentó gritar, pero tenía una venda cubriendo su boca, por lo que el grito sonó amortiguado.

Di un paso hacia adelante, queriendo ir hacia ella para abrazarla y decirle que todo iba a ir bien, pero el hombre me hizo una seña con la mano para que no diera ni un paso más y Bruno me agarró de los hombros sin confiar en mí. Lo miré mal y luego dirigí mi mirada preocupada a Zada. Ella me miraba con lágrimas en los ojos.

—Antes de quitarle el saco a esta preciosa chica —empezó a explicar Barnett, colocándose detrás de la persona desconocida—, quiero advertirte que solo podrás salvar a una de las dos.

Su sonrisa siniestra volvió a aparecer y, como si fuera un mago, le quitó el saco. Mi corazón se detuvo cuando vio a Victoria encadenada en esa silla y con la boca tapada. Parecía que estaba durmiendo, aunque vi que poco a poco sus parpados se despegaban y sus ojos se abrían, aunque le costaba.

—Hola de nuevo, Victoria. Buenos días, Zada —saludó a las dos chicas y se colocó a un lado para que tanto ellas como yo lo viéramos—. Una de ellas será libre, pero la otra no saldrá de esta noche. ¿A cuál eliges? —me preguntó, achicando sus ojos que estaban posados en mí.

No me podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Victoria y Zada. Ambas estaban encadenadas en una silla y tenía que elegir entre una de las dos. Si escogía a Zada, ella por fin podría ser libre y ver la luz, pero ya no volvería a ver a Victoria. Y si optaba por Victoria, estaría traicionando a Zada, llevándola a la muerte.

El hombre sonrió con arrogancia.

—Espera otra vez —Barnett levantó una mano—. Antes de que elijas, he de decirte quién fue quien nos ayudó a ejecutar todo este plan para cazarte —hizo una pausa y respiró profundamente—. Victoria, cariño, ¿no tienes nada que decir?

Posé mi mirada rápidamente en ella, quien juntó sus cejas.

—Si alguna vez te has preguntado quien tiene la sangre tan fría como para secuestrar a una persona, aquí tienes delante de tus ojos a la culpable —aclaró Barnett, señalando con el dedo a Victoria sin apartar la mirada de mí—. Ella —repitió.

Victoria quería decir algo, pero el pañuelo en la boca se lo impedía.

—¿Qué? —mi voz había salido algo temblorosa.

Mi corazón cayó por un precipicio sin fondo. Confié plenamente en Victoria y si era verdad lo que decía ese hombre, me había traicionado por segunda vez en esta noche. No me podía creer que ella fuera capaz de hacer tal cosa. La veía tan inocente, tan indefensa... Nunca me lo hubiera imaginado. Tuve a los responsables de la desaparición de Zada delante de mis propias narices y no fui capaz de descubrirlo. Bruno y Victoria estaban unidos en un complot con esa gente.

—Necesitaba encontrarte de algún modo y esta hermosa chica me ayudó —admitió Barnett.

Barnett acarició el rostro de Victoria. Ella hizo un movimiento brusco para apartar sus sucias manos de su cara.

—No sabes lo poderoso que eres, Nash —siguió hablando—. Experimentamos con muchos niños, pero tú saliste más poderoso que nadie. Tus ojos no salieron marrones en sí. El negro los invadió al instante, haciéndote más fuerte que todos tus compañeros —se acercó a mí y aproximó su rostro al mío—. Aún no sabes qué eres y ojalá poder averiguarlo, pero no puedes estar suelto por el mundo. No sabes lo peligroso que puedes llegar a ser. Lo descubriste aquel día en el que te escapaste del internado. Tuviste miedo de ti mismo y huiste —explicó mientras observaba mis ojos como si se tratara de un tesoro—. No sé ni cómo has podido controlar tu fuerza, tus impulsos... Has cambiado. Ahora eres un debilucho que se deja pegar por un hombre que se hace llamar tu padre. ¡Pero, bueno! —exclamó, alejándose de mí para acercarse a las chicas—. ¿Cuál de las dos te llevas? Están de oferta —sonrió y me guiñó el ojo.

La rabia me consumía por dentro. Ver cómo estaba tratando a esas dos chicas que tanto quería hacía que quisiera estrangularlo hasta dejarlo sin oxígeno.

No obstante, lo que me acababa de confesar de Victoria me había dejado frío. Más bien, todo lo que me había revelado. No recordaba a ese hombre. No tenía consciencia de ningún internado. No me acordaba de nada. Era como si me hubieran borrado la memoria. Mas era imposible. Tenía recuerdos de mi familia y de mi casa. Bueno, familia... con todo lo que me estaba contando ya no sabía quién era. ¿Mi familia era mi familia? ¿Mis padres eran mis padres? ¿Por qué no me acordaba de nada? Ningún recuerdo era de un dichoso internado del que supuestamente escapé.

A pesar de todo, la fuerte traición de Victoria me estaba matando por dentro. Victoria me había estado ayudando en la búsqueda de Zada mientras que ella misma fue quien la secuestró. No sabía cómo pudo haber hecho eso, pero formó parte de ello. Tantas veces que quise alejarme de Victoria para mantenerla a salvo y el verdadero peligro era ella. Por su culpa, los hombres que llevaban tanto tiempo buscándome, sin que yo lo supiera, me encontraron.

Tenía claro que la chica que iba a elegir era Zada. Victoria no se merecía nada de mí. En cambio, yo no era como ella. No podría sacrificarla de esa forma. Mi corazón aún latía por ella y. por mucho que me diera rabia, la quería.

—Es a mí a quien quieres. Mátame y déjalas en libertad —le pedí entre dientes con la respiración agitada.

—Pero me gustan los juegos —expresó Barnett y se encogió de hombros—. Elige o la bala atravesara la cabeza de las dos —me advirtió con la pistola en sus manos preparada para el combate.

Contemplé a ambas. Mis ojos fueron a parar primero a Zada. Ella me miraba con suplicas en el reflejo de sus ojos. Le dije «lo siento» en un susurro y ella comenzó a llorar. Mis ojos se posaron en el cuerpo de Victoria, quien me miraba preocupada. Sus ojos ya no brillaban como siempre lo hacían, esta vez solo trasmitían culpa. No sabía qué hacer.

—Qué bonito el reencuentro del trío amoroso —expresó Barnett, rompiendo el silencio que se había instalado.

Zada miró a Barnett.

—Sí, cariño, tu chico no pudo esperarte —contestó a la pregunta que posiblemente estuviera pensando ella.

Zada me miró y giró su cabeza para dirigir sus ojos hacia Victoria y luego volvió a mirarme a mí.

«Perdón...», pensé. No obstante, nadie puede controlar sus sentimientos y yo... yo tenía que seguir con mi vida, aunque me hubiera equivocado con la chica a la que amaba.

—Qué bonito todo, ¿no? —siguió tensando la situación—. Qué bonito el reencuentro de la secuestradora y su asesino —miró primero a Victoria y luego clavó sus ojos en mí.

«¿Asesino? ¿De qué está hablado ahora?», me pregunté, más confuso que nunca.

—¿Qué? —cuestioné

—No eres tan inocente como pareces, Nash —se acercó a mí y plantó su cara enfrente de la mía—. Ni ella tan humana como cree ser —giró la cabeza para mirar a Victoria—. ¿Todo muy confuso, cierto? —volvió a mirarme—. Me lo imagino —sonrió. Iba a protestar, pero me interrumpió—. ¡Pero a qué estamos esperando! Elige ya. La paciencia se me acaba y eso no es bueno —soltó una risa tenebrosa mientras acariciaba la pistola.

Todas sus palabras fueron veneno para mi organismo. Quería saber qué era verdad y qué no. Todo se mostraba muy confuso en mi cabeza. ¿Yo asesino? Nunca podría hacer tal cosa, y menos aún sería capaz de hacerle daño a Victoria... La quería mucho para llegar a hacer eso. Sin embargo, como él dijo antes, quizá me hubiera descontrolado y la dañé. Pero... era imposible, Victoria estaba viva y... había secuestrado a Zada.

Mi cabeza explotó al no poder procesar tanta información.

Volví a mirar a ambas. El corazón se me encogió al darme cuenta de que esto era el fin y que era hora de elegir. No había vuelta atrás. La decisión estaba tomada, aunque doliera.

—Zada —susurré con la voz rota y con lágrimas en mis ojos, sin apartar la mirada de Victoria, a quien le empezaron a llorar los ojos también.

Barnett le hizo una seña a Bruno para que me soltara y fuera a desatar a Zada. Este le hizo caso. Cuando fui libre de su agarre, corrí a por la pistola sin que se dieran cuenta y me la escondí en el pantalón. Esto no se iba a quedar así.

Bruno dejó en libertad a Zada y ella corrió hasta mí para abrazarme. La rodeé con mis brazos con todas mis fuerzas. La extrañaba demasiado. Echaba de menos su tacto, su aroma, sus abrazos... Ella se aferro a mí y empezó a sollozar en el cuenco de mi clavícula. Miré a Victoria por encima del hombro de Zada. Ella me miraba con lágrimas en los ojos. Los tenía bastante rojos, como el primer día en que la conocí...

Un sentimiento de culpa me invadió por dentro, mas no podía hacer nada. Victoria fue quien atravesó esa línea de fuego de la que tanto me había hablado Vivian. Me había traicionado como nunca antes me hubiera podido imaginar.

Victoria había sido esa chica que había roto todos mis esquemas. Me había enamorado fuertemente de ella, me había engatusado y había jugado conmigo. Me había tenido engañado durante todo este tiempo. Ella arrasó con toda mi vida como un torbellino rebelde. Solo que ese torbellino aún hacía latir mi corazón y verla en las condiciones en las que estaba lo quebraba. Creía que no podría sentir más dolor después de la muerte de mi madre, pero descubrí que la vida nos tenía preparado miles de desafíos en los que acabaríamos rotos más de una vez. Victoria por ahora era el desafió más grande con el que me topé.

A pesar de todo... no iba a dejarla ahí. Tenía esa espina que me decía que Barnett podría estar mintiendo, ya que...¿y si nada era verdad y solo quería jugar con nuestras mentes? Victoria se arriesgó más de una vez para salvar a Zada. No podría ser ella la causante de todo. Aunque... quizá se mostró tan dispuesta a investigar con el objetivo de llevarme a la trampa que tenían planeada para atraparme.

Mi cabeza daba vueltas con tantos pensamientos que necesitaban respuestas. No obstante, si todo era mentira, estaría sacrificando a una persona inocente. Estaría sacrificando a Victoria Watson.

«No», pensé.

No iba a darme por vencido y dejarla ahí tirada, por mucho que me equivocara. Yo no era tan cruel como esa gente.

—Tenéis cinco minutos para escapar —nos comunicó, mirando el reloj que tenía en su muñeca—. Cuando acaben, mis hombres irán a por vosotros. Disfruten de vuestros últimos cinco minutos de vida —levantó la vista y nos sonrió—. ¡Qué empiece el nuevo juego!

Abrí los ojos, sorprendido. ¿No se suponía que si optaba por una de las dos, salvaría a la elegida? Es verdad que a ese hombre le gustaban los juegos. Era un psicópata que experimentaba con los niños y jugaba con ellos.

Zada y yo seguíamos abrazados mirando a Barnett sin movernos ni un solo centímetro.

—Cuatro minutos —articuló Barnett al ver que no nos movíamos.

No me iba a dar tiempo a realizar mi plan para salvar a Victoria. Es más, no nos iba a dar tiempo a escapar con todos los guardias que había vigilando la zona. Esto iba a ser otra trampa.

Saqué lentamente la pistola de mis pantalones mientras que el tiempo seguía corriendo y en un abrir y cerrar de ojos disparé a Barnett. Bruno corrió hacia nosotros y lo disparé también. Ambos cayeron al suelo ensangrentados. Esta era la oportunidad para salvar a Victoria. Hice amago de correr hacia ella para desatarla pero algo me detuvo.

—Llamando a todas las unidades. ¡Están aquí! ¡Id a por ellos! —gritó Barnett a un walkie-talkie que sacó de su bolsillo y llamó a los otros guardias.

De repente, en las habitaciones del almacén empezó a escucharse ruido, seguramente proveniente de los guardias.

Zada me empujó para avisarme de que había que empezar a correr, pero me quedé parado, mirando a Victoria.

—¡Alex! —suplicó Zada.

—No voy a dejarla ahí, lo siento —dije sin apartar la vista de Victoria, quien me miraba con los ojos llorosos.

—¿En serio? —cuestionó Zada, incrédula.

Un guardia apareció por una puerta que había al final de la sala, asustándonos, y corrió hacia Victoria. Desde su posición, apuntó con la pistola hacia nosotros. Zada tiró de mí para sacarme de la sala. Me resistí a sus tirones e hice amago de nuevo de ir a por Victoria. Tenía una pistola, por lo que podría defenderme de ese hombre. Sin embargo, más hombre empezaron a entrar por la misma puerta del final y dos de ellos cargaron con la silla donde se encontraba Victoria para sacarla del lugar.

Disparé para impedirlo, pero eso solo complicó la situación, pues los guardias empezaron a dispararnos a nosotros también.

Zada volvió a tirar de mí, sacándome casi de la sala. Antes de salir de la habitación, me giré para ver si nos perseguían y vi cómo metían a Victoria en una sala.

Un fuerte dolor inundó todo mi pecho. Quería dar marcha atrás para salvarla y salir todos juntos de aquí. Pero ya no podía... Los hombres empezaron a correr hacia nosotros.

Zada tiró de mi brazo otra vez y corrimos por el pasillo, dejando a Victoria atrás. Mi corazón se rompió en miles de facciones. No había podido ser su super rubio encapuchado, como ella me dijo una vez. Le había fallado a Victoria Watson.

Un montón de guardias aparecieron detrás de nosotros. Subimos corriendo unas escaleras mientras que miles de balas pasaban por nuestras cabezas a toda velocidad. Unas de ellas me iba a dar, pero, por suerte, mis reflejos me avisaron y me agaché. El disparo hizo un agujero en la pared que me sobresaltó.

Corrí agarrado de la mano de Zada hasta una puerta, la única que había. La abrimos y salimos a una azotea sin muros ni nada. Nos dirigimos hasta el filo de esta y me tambaleé para no caerme al otro lado. Giré mi cuerpo, al igual que Zada, y varios guardias estaban detrás de nosotros con pistolas en sus manos.

Abracé bien fuerte a Zada, quien cerró sus ojos para no ver lo que iba a pasar a continuación. Sentí su respiración bastante agitaba. Se notaba que tenía miedo. Aunque seguramente llevaba asustada desde el momento en que la secuestraron.

Uno de los guardias nos apuntó con la pistola y vi que movía su dedo para apretar el gatillo. Me puse delante de Zada para protegerla y cerré mis ojos para no ver cómo iba a ser mi muerte. El sonido del disparo retumbó por el silencioso bosque. La bala atravesó mi piel. Abrí los ojos, los cuales se me cristalizaron. También abrí la boca para soltar un pequeño gemido. Bajé la mirada y vi mi camiseta empapada en sangre. Me habían dado en el estómago o cerca de él, no lo sabía con exactitud.

Zada se asomó y, al ver que mi cuerpo estaba sangrando, se tapó la boca con las manos y soltó un grito ahogado.

Utilicé la poca fuerza que me quedaba para esconder a Zada de nuevo detrás de mí, ya que los guardias se estaban preparando para otro disparo. Al ver que no teníamos escapatoria, estaban disfrutando haciendo el momento de la muerte más lento.

Antes de escuchar el siguiente disparo, una explosión se produjo cerca de ellos, aventándolos por los aires. Observé esa escena asombrado. Todo se estaba reproduciendo en mi cabeza a cámara lenta. Entonces, vi el momento de escapar para salvar a Zada. Otro estallido se ocasionó adentro del almacén seguido de muchos más. Decidí tomarla de la mano y saltar de la azotea. Era la única opción que teníamos. Y menos mal que lo hicimos, ya que una gran explosión reventó todo el edificio mientras que nuestros cuerpos volaban por los aires.

Caí al suelo y rodé por el césped. El cuerpo me dolía entero. Cada hueso, cada músculo, la herida, la cabeza, el corazón... Todo me dolía. Giré la cabeza para saber dónde se encontraba Zada y estaba también tirada en el suelo. Ella estará más dolorida que yo ya que llevaba meses recibiendo golpes y este último la habrá dejado fatal. Ella seguramente no tendrá más fuerzas para seguir. Yo tampoco las tenía, pero ahora era cuando me daba cuenta de que lo que le pasa a los protagonistas en las películas era cierto. La adrenalina se apoderaba de tal forma de ti que te quitaba cualquier dolor que tuvieras. Me levanté con dificultad, tambaleándome.

El humo de la explosión gobernaba todo el edificio y nos envolvía también a nosotros. Incluso estaba llegando al bosque, contaminándolo.

Me quedé un rato observando el almacén y pensando en que Victoria se encontraba ahí adentro. Ella había pillado de relleno el reventón de la bomba. Un sentimiento de culpabilidad me invadió, al igual que las ganas de llorar. No obstante, no podía perder más tiempo. Ya era tarde y no podía retroceder en el tiempo.

Ayudé a Zada a levantarse y ella hizo el intento de hacer fuerza para caminar. Anduvimos lentamente hasta el bosque y lo atravesamos como pudimos hasta llegar al parque de atracciones. La música seguía sonando, pero el ambiente estaba hecho un caos tras escuchar la explosión. Todo el mundo corría a sus coches con gritos de por medio.

Unas personas nos vieron y se acercaron a nosotros para ayudarnos. En menos de unos minutos, la ambulancia, los bomberos y la policía ya estaban acudiendo a la zona. Las luces de los coches patrullas me deslumbraban cada vez que el foco giraba hacia mi dirección.

Rápidamente, los médicos vinieron a socorrernos. Me tendieron en una camilla y empezaron a hacer presión en la herida para cortar la hemorragia. Giré mi cabeza para ver con mis ojos medios adormilados a Zada, quien también estaba tendida en una camilla y con varios médicos alrededor de ella.

No sabía si yo iba a salir de esta, aunque tenía la certeza de que sí. Puede ser que los médicos algunas veces perdieran a sus pacientes, pero otras hacían milagros. No obstante, Victoria no se pudo librar de su castigo. La explosión la pilló por completo. Ella no podría haber hecho nada para salvarse ya que estaba encadenada.

Me costaba pensar que la chica que amaba ya no estaba aquí. Porque sí, Victoria había logrado enamorarme fuertemente, y ella ya no se encontraba aquí conmigo. Victoria no superó el desafío que la tentaba tanto desde el comienzo de la investigación. Me daba coraje porque sentía que todo era mi culpa. Si no la hubiera metido en todo este lío, ella ahora mismo estaría viva.

Sin embargo, según Barnett, Victoria ya conocía todo este plan. Ella fue quien ayudó a ejecutarlo. Si eso era verdad, me enfurecía haber confiado en Victoria y aún más haberme enamorado perdidamente de ella sabiendo las consecuencias que conllevaría eso. Ella me había matado con su sucio juego. En cambio, a pesar de ello, la amaba. Pensar que nunca jamás volveré a verla se me hacía un infierno.

Escuché a los médicos decir que estaba perdiendo mucha sangre. Mis ojos empezaron a cerrarse. El dolor había dormido todo mi cuerpo y ya no sentía nada. Quería mantener mis ojos abiertos. Temía no volver a despertar y acabar como Victoria Watson. Siempre decían que la vida nos tenía escrito un destino. A lo mejor el nuestro era morir, y separados. Al menos me quedaba con el recuerdo de nuestros últimos días de felicidad, aunque hubieran sido toda una mentira.

Seguramente sobreviviera a este desafío, ya que sabía que los médicos iban a hacer lo imposible por sacarme de esta. En cambio, en estas ocasiones, el individuo herido siempre tenía que luchar para vencer a la muerte. Aquí es donde yo tendría que intervenir. Pero... ¿quería salvarme de esta? No lo sé. Puede que estuviera cansado de luchar en una vida en la que nunca me han aceptado, o más bien en una vida que ni conocía.

¿Realmente todo lo que dijo ese señor era cierto? Si lo era, ¿cómo Victoria Watson estaba viva? «Ni ella es tan humana como cree ser...», las palabras de Barnett retumbaron en mi cabeza. Entonces... ¿qué era Victoria Watson? No lo sé. ¿Cómo no me podía acordar de todo lo que me había contado ese hombre? No lo sé. ¿Es verdad que yo era peligroso? No lo sé. ¿Quién era yo realmente? No lo sé.

Mi cabeza no sabía nada y en estos momentos no podía pensar en eso. Solo tenía en mente que estaba al borde de la muerte, que era totalmente mi decisión seguir luchando o darme por vencido. No obstante, tener esa carga en mis manos era mucha presión para mí. Yo prefería ver que me tenía deparado el destino: vivir o morir. Posiblemente este fuera el final de mi historia, o quizás el comienzo de alguna otra.

FIN

Capitulo 46 editado y listo

¡Capítulo final! No quiero hacer ningún comentario al respecto pues algunos ni se lo habréis esperado, a otros no les habrá gustado, a otros sí... Mañana subiré el epílogo y os daré unas buenas noticia.

Atte: Nezla.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top