32. El almacén.

CAPÍTULO 32

EL ALMACÉN

ALEX

Victoria tomó un palo grueso del suelo para así sentirse más segura y poder protegerse con él si alguien la atacaba, como si fuera el bate de béisbol.

Atravesamos el bosque en completo silencio. Ninguno de los dos pronunciaba ni una sola palabra. Ese beso fugaz nos desconcertó a ambos y ahora los dos estábamos concentrados en la vocecita de nuestra cabeza, o al menos yo, ya que el incómodo silencio era lo único que me obligaba a hacer.

La situación en la que nos encontrábamos me recordó bastante al día de la fiesta, aquella vez en la que ella decidió unirse a la investigación. Los dos nos encontrábamos atravesando el bosque que había detrás de su casa en completo silencio y ella tenía el bate de béisbol en sus manos para protegerse, que en este caso sería el palo.

Si nunca le hubiera contado nada, ella no estaría ahora poniéndose en peligro. Prefería mil veces que ella aún creyera que yo era peligroso y que debía estar lo más lejos de mí a que le ocurriera algo. Al menos si eso hubiera acabado así, yo no hubiera sido tan tonto para darle ese beso fugaz.

Aún no me creía que hubiera sido capaz de besarla, aunque hubiera sido solo el toque de nuestros labios. Sentía que había actuado mal. Ojalá volver atrás en el tiempo para impedirlo, ya que no aguantaba más la tensión que había entre los dos.

«¿Máquina del tiempo, donde te encuentras en estos momentos?», una vocecita preguntó en mi cabeza.

No sabía a dónde nos estábamos dirigiendo. En ningún momento volvimos a ver a ese hombre entre los árboles del bosque. Yo solo me dedicaba a seguir los pasos de Victoria. Por culpa de ese beso, me daba hasta vergüenza abrir la boca para preguntar o decir algo. Me sentía bastante arrepentido por lo tonto que fui al hacerlo y sentía que si hablaba, la iba a cagar aún más.

Poco a poco se podía notar un claro en el que no había árboles, sino un enorme almacén en el medio. La nave era bastante grande y daba temor por lo abandonada que se veía. Estaba todo oscuro a causa de la noche. Las luces de las atracciones ya no se podían apenas apreciar y la música se escuchaba a lo lejos, pero muy bajo.

Antes de salir del bosque para adentrarnos en el claro, Victoria se paró. Yo hice lo mismo y la miré para averiguar qué pretendía hacer ahora. Ella no me devolvió la mirada, simplemente se encontraba analizando el lugar para luego volver a emprender el camino. Sabía que sus pensamientos eran entrar en ese almacén para averiguar qué escondía adentro (si era que había algo), por lo que la seguí para no perderla de vista. Caminó hasta la gran puerta y, como ya sospechaba, estaba cerrada. Entonces se acercó a una de las ventanas del edificio y miró a través de ella el interior.

Ahora que tenía la nave más al alcance de mis ojos, percibía que estaba construida completamente de ladrillos. Las ventanas se encontraban sucias y no estaban protegida por ningún barrote ni nada, por lo que cualquiera podría entrar fácilmente rompiendo el cristal. Todo estaba oscuro, por dentro y por fuera. No se apreciaba a nadie por alrededor de la zona, algo que provocaba dos sentimientos a la vez en mi interior: alivio y miedo. Solo había un búho que me asustó cuando ululó.

—No hay nadie, Victoria —le susurré por si realmente había alguien ahí adentro escondido que pudiera escucharme—. Deberíamos irnos. Esto es una locura.

Ella no me hizo caso, ni siquiera me miró. Tomó aire y rompió el cristal de la ventana con el palo. Todos los cristales cayeron al suelo. Estos ocasionaron un estruendo que posiblemente habría alarmado a cualquier persona que estuviera resguardando el lugar. Estaba claro que Victoria Watson para espía no valía, ya que de silenciosa no tenía nada.

—¿Estás loca? —esas dos palabras salieron solas de mi boca.

Por fin ella giró su cabeza para mirarme y levantó una ceja.

«Sí, ya va la tercera vez que te lo digo hoy, lo sé», pensé.

Victoria hizo caso omiso a mi comentario y saltó por la ventana para entrar en el edificio. Un pequeño gemido salió de su boca tras hacerlo. Se cubrió una de sus manos con la otra y mostró una expresión de dolor. Se había cortado con uno de los cristales que aún quedaban engarrotados en el filo de la ventana.

Salté rápidamente la ventana y me acerqué a ella.

—¿Estás bien? —le pregunté, preocupado por el corte.

Ella asintió sin decir nada. Apartó su vista de mí para observar el lugar por dentro. Empezó a caminar para contemplarlo con mejores perspectivas, ignorando la herida que se había hecho. Mis ojos se detuvieron en la sangre que salía por su mano.

—Victoria, en serio, estás sangrando —le advertí, acercándome a ella y tomándole con cuidado la mano herida.

Ella levantó la mirada hacia mis ojos.

—No es nada —murmuró.

Se escabulló de mi agarre y siguió caminando por la nave. La mano le sangraba bastante y, sin embargo, ella ni se inmutaba. Victoria prefería no quejarse de dolor para no tener que acudir a mí. Esa reflexión fue un disparo hacia mi corazón.

Presentía que estábamos perdiendo el tiempo. En el almacén no había nadie que no fuera nosotros dos o el molestoso búho. No entendía qué quería Victoria. Adentrarse más en la enorme nave significaría correr aún más riesgos. Si hubiera algo aquí, esto estaría lleno de guardias custodiándolo.

El silencio en el ambiente se notaba a distancia y me resultaba bastante incómodo. No podía seguir estando así con ella. Que no me hablara me dolía y mucho más que le costara hasta mirarme. Me sentía bastante mal por haber estropeado la buena relación que teníamos solo por un impulso que ni siquiera controlé.

—Victoria, esto no puede seguir así —le dije tras detener sus pasos colocándome enfrente de ella.

Victoria me miró con el ceño fruncido.

—Perdón —solté con un nudo en la garganta que me impedía respirar.

—¿Por qué? —preguntó, ladeando su cabeza hacia un lado.

—Mi intención no era besarte; no tenía ningún pensamiento en hacerlo. Yo no fui quien... Yo... Perdón —las palabras salían solas de mi boca con gran velocidad.

—Tranquilo, no pasa nada. Ha sido...

—Un error —terminé la frase por ella.

Vi la tráquea de Victoria moverse, dandome a entender que había tragado saliva. Seguidamente, ella apartó la mirada de mis pupilas.

—Eh... Sí. No te preocupes por eso —demandó y me echó hacia un lado para seguir con la investigación del lugar, pero la detuve—. Alex, está todo bien, tranquilo.

—No...

Ella alzó la cabeza para mirar algo que vio detrás de mí y de nuevo me apartó del medio.

—Victoria, perdón, en serio.

—Sh, calla. Hay alguien ahí afuera —comunicó y señaló la ventana con la barbilla.

Se escuchó el motor de un coche en marcha afuera. Unas luces se apreciaban a través de la ventana que había al lado de la puerta principal. Estas provenían de los focos de ese mismo coche. El rugido del vehículo cesó, dándome a entender que lo habían estacionado ya. El silencio invadió de nuevo el lugar y se podía escuchar las voces de dos hombres. Vi por el cristal de la ventana que caminaban hacia la gran puerta principal, la que estaba cerrada.

Aguanté la respiración al darme cuenta de que nos iban a pillar. Nosotros estábamos en el centro de la nave y nos iban a descubrir fácilmente si no nos escapábamos de aquí ya.

No lograba soltar oxígeno por mis orificios. Giré mi cabeza para observar a Victoria y ella seguía plantada en su lugar, sin mover ni un solo músculo para huir de una muerte segura. No iba a permitir que nos descubriera, así que la tomé del brazo y tiré de él para llevármela a una de las habitaciones del almacén.

La nave estaba compuesta por varias piezas. La principal era una gran entrada donde podrían caber varías máquinas gigantes por su gran tamaño. La parte trasera tenía varias habitaciones que desembocaban luego en un pasillo misterioso, en el que seguramente diese vía a otros lugares. Esto era muy grande. Podría describirlo perfectamente como un laberinto. Escapar de un lugar así resultaría bastante complicado y más cuando te adentrabas aún más en él, perdiéndote por completo en sus escondrijos secretos.

Victoria abrió la boca para decir algo, pero se la tapé con la mano y pegué su cuerpo contra la puerta de la habitación. Esa era una gran forma de bloquear el paso por si querían entrar y también para pegar la oreja a la puerta y así poder escuchar lo que decían. Nos estábamos arriesgando demasiado al estar aquí y cualquier información que obtuviera nos podría venir bastante bien.

Tenía a Victoria muy cerca de mí. No había ningún espacio entre los dos. Nuestros cuerpos se tocaban. Nos encontrábamos tan cerca que hasta podía escuchar su corazón latir por encima del silencio. También notaba y oía su respiración chocar contra mi mano. Yo era más alto que ella, por lo que tuve que agachar un poco la cabeza para mirarla.

Victoria me hizo una seña con los ojos, indignada, queriéndome preguntar qué diablos estaba haciendo. Me puse el dedo índice en mis labios, mandándola a callar. Aún tenía mi otra mano tapando su boca por si se atrevía a decir algo. No quería que nos pillaran. Me prometí acompañarla para protegerla, no para entregársela a los cazadores.

Acerqué la oreja a la puerta, aproximándome también más a ella. Era la primera vez que estábamos tan pegados. Noté las chispas revotar en mi interior, pero intenté espantarlas. Ahora mismo lo único que debía pensar era en cómo salir de aquí y no en eso. Esta vez noté su respiración también chocar contra mi cuello. El oxígeno pasaba por los huecos que dejaban mis dedos. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, poniéndome la piel de gallina. Sentirla tan próxima a mí alteraba todas mis hormonas.

—El jefe algunas veces se pasa de la raya —escuché a uno de ellos hablar.

«Aguijón Verde...», pensé.

—A mí me tiene más cansado la chica —le contestó el amigo—. Quiero que llegue ya el día en que podamos soltarla por fin.

«¿Se estaba refiriendo a Zada?», me pregunté.

—Hey, tú, cíñete al plan —ladró.

Alejé mi cara de la puerta al escuchar eso y miré a Victoria con un brillo de esperanzas en mis ojos. Aquí se encontraba Zada, o al menos ellos la tenían en algún lugar. Estaba seguro de que estaban hablando de ella. La única chica que había desaparecido en Riddle Woods era Zada, que yo supiera. Ellos eran los culpables de su secuestro. Es más, Zada aún seguía viva y tenían intenciones de dejarla en libertad cuando hayan cumplido con el plan. Sus palabras lo habían dicho todo.

Victoria también me miró. Elevó la mano del corte hasta mi mejilla para acariciármela con ternura y yo aparté mi mano de su boca. Giré mi cara para sentir con mis labios la suave piel de la palma de su mano. Cerré mis ojos y cuando los volví a abrir, de nuevo estaba mirando a sus hipnotizantes ojos, los mismos que me dejaban embobado en su belleza angelical.

Nuestros labios estaban cerca el uno del otro, casi se rozaban. Mas esta vez no iba a volver a dejarme llevar; no iba a besarla. No quería volver a arruinar el momento y más cuando estaba a punto de encontrar a Zada. Sin embargo, ella no se escapaba de mi encerramiento, ya que aún seguíamos en la misma posición, jadeando.

Nuestros alientos se entremezclaban, al igual que nuestra respiración. Escuché el latido de su corazón acelerándose. El mío también parecía que se iba a salir del pecho. No sabía cómo parar esta situación. No quería dejar de sentirla en mi piel, pero a la vez quería alejarme de ella para no caer en la tentación.

Victoria seguía acariciándome la mejilla. Coloqué una de mis manos en su cintura, en el lado donde no tenía la herida del costado, y se la acaricié. Junté nuestras frentes y cerré los ojos para luego soltar un suspiro. Controlar mis impulsos me estaba costando bastante y no sabía si era mejor rendirme y caer en su juego, como les pasaba a todos.

—Alguien ha entrado, ¡Sullivan! ¿Me escuchas? ¡Alguien ha entrado en el almacén! —gritó uno de los hombres, sobresaltándonos a los dos.

Se dieron cuenta de la catástrofe que Victoria ocasionó al romper el cristal de la ventana. Seguramente hubieran visto todos los trozos de cristal esparcidos por el suelo y ahora sabían que nos encontrábamos aquí. Teníamos que salir lo más rápido posible si no queríamos ser comida para leones.

Salimos por la puerta trasera, la que llevaba a un pasillo y corrimos. Escuché algo detrás de una de las puertas. Era una persona hablando. Parecía la voz de Zada. Sí, era su voz, tenía que serlo, podía reconocerla a distancia. Ella estaba aquí. Ellos la tenían aquí retenida y nosotros estábamos a un paso de poder salvarla y acabar con todo esto ya de una vez. El corazón se me aceleró nada más pensar que volviera a verla. Sin pensármelo dos veces, me acerqué a esa puerta, pero Victoria tiró de mi brazo, alejándome.

—¿Qué haces? Tenemos que irnos —bufó Victoria entre dientes.

—Zada —enfaticé—, está ahí dentro.

—Otro día vendremos a por ella; otro día que vengamos más preparados. Ya sabemos dónde se encuentra —murmuró en tono bajo para que ningún otro guardia se percatara de nuestra presencia—. Nos tenemos que ir, Alex.

—No me voy a ir sin ella.

—Alex, nos van a pillar —siseó.

De repente, una de las puertas se abrió y aparecieron los hombres de antes. Ellos nos vieron parados en mitad del pasillo, enfrente de la habitación en la que se encontraba Zada, y corrieron hacia nosotros.

—¡Tenemos que irnos, Alex! —gritó Victoria y me agarró del brazo para arrastrarme con ella.

Miré hacia atrás mientras corría por el pasillo y vi a los guardias empuñando sus armas. Luego se escuchó un disparo tras otro que iban dirigidos hacia nosotros. Mis ojos se abrieron alucinados. Menos mal que giramos la esquina antes de tiempo y las balas dieron en la pared. Nos detuvimos por un segundo para observar los agujeros que hicieron las balas y volvimos a acelerar el paso cuando oímos a uno de ellos quejarse por haber fallado. No paramos de correr hasta que llegamos al final del pasillo. Nos habíamos adentrado en una habitación, que era un espacio grande en el que había una máquina gigante.

Victoria y yo nos miramos confundidos.

La zona no tenía ninguna puerta para poder escapar. Estábamos completamente atrapados. Nos encontrábamos entre la espada, que eran esos hombres, y la pared.

Inspeccioné la habitación con desesperación y vi una rejilla en la pared lo suficiente grande para poder escapar. Lo malo era su altura. Sin embargo, era la única salida que encontraba y no podía pensar en otra idea en estas circunstancias. Le hice una seña a Victoria para que también la viera.

Escuchamos las voces de los hombres por el pasillo cada vez más cerca de nosotros y corrimos hasta la rejilla. Puse mi mano como soporte para que Victoria pusiera su pie ahí y pudiera subir. Cuando ella captó lo que pretendía hacer, me hizo caso e intenté alzarla hacia arriba para que escapara. Costó bastante, pero consiguió atravesar la pequeña ventana.

Era mi turno, por lo que Victoria pasó la mano por la ventana para ayudarme a salir. La rejilla se encontraba muy alta, pero si alargaba un poco mi brazo podría lograr alcanzar su mano. Lo conseguí y ella hizo fuerzas para levantarme un poco. Pegué un salto con intenciones de subir y me agarré del filo de la rejilla con la otra mano para no caerme. Victoria tuvo que soltarme por el dolor que su brazo irradiaba al sostenerme. Me resbalé y por poco caí si no fuera porque ella me volvió a enganchar, pero esta vez con sus dos manos. Ahora me encontraba colgando en el aire y sabía que Victoria no iba a durar mucho tiempo aguantando el peso de mi cuerpo.

A lo lejos se escuchó un disparo que venía directo hacia mí, mas este falló y dio en la pared, a centímetros de mi cuerpo.

Victoria alzó la cabeza para mirar a esos hombres con expresión de sorpresa y rápidamente tiró de mí con toda su energía. Se notaba el esfuerzo que estaba ejerciendo para salvarme por cómo arrugaba su cara. Conseguí volverme a agarrar al filo de la rejilla e hice fuerzas para subir mi cuerpo al exterior.

Otro disparo sonó y esta vez me dio en la pierna. Los hombres comenzaron a correr hacia mí al ver que habían acertado en la diana y que me habían herido.

Un grito desgarrador salió por mi boca, pero nada me iba a impedir huir de esos desgraciados. El dolor viajó desde la pierna hasta todo mi cuerpo, dejándomelo débil. No obstante, seguí haciendo fuerzas para subir y, gracias a la ayuda de Victoria, lo logré. Deslicé mi cuerpo por la rejilla y escapé a tiempo.

Capitulo 32 editado y listo

¡Hola! ¡Cuánto tiempo! Una semanita... Lo sé. Sólo que desgraciadamente ya no tengo tanto tiempo porque los estudios lo consumen todo. Espero que entiendan

¿Qué les ha parecido el capítulo?

Atte: Nezla.

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