10. Los rumores.
CAPÍTULO 10
LOS RUMORES
TORI
Tras ver a Daniel subir las escaleras casi llorando, me entró impotencia. En cambio, no rechisté por la mala conducta de mi mejor amiga, ya que no iba a servir de nada, solo para provocar una pelea entre nosotras. Me senté en el sofá del salón que había a la izquierda de la entrada y Vivian imitó mis movimientos, sentándose al lado de mí.
La casa de Vivian era muy pequeña comparada con la mía. Al entrar lo primero que te encontrabas era con un recibidor, donde se encontraba la escalera y a su izquierda una puerta que daba al salón. Al lado de la puerta había una ventana equipada por unas cortinas de color beige. A la derecha nada más entrar por la puerta principal te encontrabas con un arco que daba al comedor de la casa. Y ya para terminar con la planta baja, al final del salón había una puerta que daba a la cocina, por la cual podías acceder al patio trasero.
Ahora la pregunta que rondaba en mi cabeza era... ¿dónde se ubicaba en estos mismos instantes mi compañero de Francés? Posiblemente en su habitación. No obstante, antes de buscarlo tenía que aclarar las cosas con Vivian. Ella era mi mejor amiga y antes que nada tenía que consultárselo a ella.
—¿A qué viniste si se puede saber? —me preguntó con actitud pasota sin apartar la mirada de su móvil—. Ya te he dicho más de una vez que no puedes venir a mi casa sin avisarme antes. Mis padres podrían enfadarse por esta visita tan inesperada.
—Te lo comuniqué por mensaje —le aclaré, acariciándome el brazo, estando un poco incómoda.
Cada vez que ponía un pie en esta casa no me sentía muy cómoda. Por mucho que Vivian fuera mi mejor amiga, había estado muy pocas veces en este sitio y no me encontraba a gusto. Normalmente cuando ibas a la casa de tu mejor amigo te sentías como si estuvieras en casa y en mi caso era todo lo contrario.
Mi amiga me dedicó una mirada indiferente y le señalé su móvil con la barbilla, refiriéndome al mensaje que le escribí hace más o menos una hora.
—Ya, pero no me explica los motivos de tu repentina visita —replicó, volviendo su mirada a la pantalla de su móvil sin interés—. Además, no me dio ni tiempo a poder responderte para que pudieras presentarte en mi casa como si nada. ¿Y si yo no hubiera estado aquí?
Se la veía bastante rara.
Nunca habíamos quedado en su casa a no ser que ella me invitara, que era prácticamente nunca. Casi siempre quedábamos en la mía. Ella decía que en la suya no la dejaban por temas familiares que nunca llegó a explicarme, y yo, por respeto, nunca quise incumbir en sus asuntos más privados. Las pocas veces que había venido aquí nunca me había encontrado por los pasillos a mi compañero de Francés. Siempre me encontraba al pequeño Daniel, pero nunca hubo rastro de ese chico que apareció de la nada.
«Será alguna estrategia de Vivian quizá», pensé.
Aún seguía habiendo una parte de mí que desconfiaba de mi mejor amiga, pero la otra se negaba a que ese rumor fuera cierto y quería defenderla.
—Hay rumores tuyos rulando por el instituto —le declaré para terminar con todo esto que me estaba comiendo la cabeza mientras que me desenredaba el pelo, nerviosa.
—¿Rumores? —indagó, soltando el móvil en la mesita para prestarme atención—. ¿Qué clase de rumores? —el brillo de sus ojos demostraba el interés que tenía por el tema—. Porque vamos... que los tuyos que se crearon hoy con el señor Gerard... ¡Qué pillina, eh! —bufoneó, esbozando una sonrisa pervertida. Me dio un pequeño empujón para captar aún más mi atención.
—Rumores míos hay siempre —reconocí, encogiéndome de hombros sin darle ninguna importancia—. Pero...
—Pero no son tan importantes como este, granujilla —me interrumpió y soltó una risita—. Venga, cuéntame.
—No es nada... —indiqué, evitando su mirada—. Ya sabes que la gente no para de inventar cosas para joder.
—Lo único que consiguen es darte más fama luego para los chicos —señaló, entusiasmada, como si lo que hubiera hecho estuviera bien.
—No creo que esa fama sea muy buena —repuse, soltando un suspiro y recogiéndome el pelo con una gomilla.
—Por lo menos te estás tirando al tremendo profesor de Francés —insinuó poniendo cara de traviesa—. ¡Oye! Te habla en francés cada vez que...
—¡Calla! —grité, exasperándome y apoyándome en la espaldera del sofá con las manos en la cara—. Todo esto es una mentira que se han inventado porque están totalmente aburridos, así que déjalo ya.
—Sí, claro, ¿y la misteriosa pelea que tuviste con él delante de todo el mundo? —apuntó, mordiéndose un dedo mientras reía—. Venga, dime, ¿cómo fue vuestra apasionante velada?
—Te he dicho que ese rumor no es cierto —espeté entre dientes, intentado no perder los nervios—. No tengo nada con él ni lo tendré. Es un profesor, Vivian. Así que... ¿lo dejamos ya? Gracias —maticé, masajeándome la sien—. También hay rumores tuyos y son más interesantes que los míos, ya que de ti no los hay muy a menudo, por lo menos desde hace tiempo, y sinceramente este rumor me tiene muy inquieta desde que me enteré —comenté con sed de querer saberlo ya y para cambiar de tema.
—¡Eh, eh, eh! Aún no he tocado a tu Brunito. Esos rumores son falsos, amiga mía —recitó, recalcando las dos últimas palabras.
—No me refería a esa clase de rumor, imbécil —me rendí, llevándome las manos a la cabeza, pero de repente me di cuenta de lo que había dicho y le lancé una mirada brusca—. Espera, ¿aún? —me senté de lado para poder tener mejor visión de mi amiga y puse mi mano en la espaldera del sofá—. ¿Tienes pensamiento de camelártelo?
—Em... no, claro que no —masculló y miró hacia otro lado, apartando la mirada de mis ojos que la buscaban para una respuesta.
Tosí bruscamente para captar de nuevo su atención.
—Como que no, lo acabas de decir hace un minuto —reproché, alzando mis cejas e intenté intimidarla con la mirada desafiante.
—Ay, por favor. No tengo ni tendré ningún pensamiento en hacer eso. Aunque, cariño..., no todos van a ser para ti.
Puse los ojos en blanco. No era mi intención que pareciera eso lo que quería decir. No quería que pareciera que los quería todos solo para mí. Sabía perfectamente que ella también tenía algo con Christian a escondidas para que no cayera en la boca de todos, pero eso no me molestaba. Él no era para nada mío. No éramos nada. Solo éramos mejores amigos con derecho a roce. Él podía besarse con otras personas que no fueran yo. Pero... con Bruno era diferente, me gustó nada más verlo entrar en la clase de Francés. Bueno, gustar no exactamente, solo me atrajo bastante. Entró por mis ojos nada más aparecer por la puerta junto al señor Gerard. No obstante, con eso no quería decir que quisiera tener algo con él.
—Bueno, ¿me vas a decir que rumores sacaron sobre mí? —me preguntó cuando se dio cuenta de lo que dijo para cambiar de tema bruscamente y sin preámbulos.
—Me he enterado por ahí de que tienes un hermanastro —solté, sin pensármelo dos veces para que esto por fin fluyera.
Vivian abrió los ojos, sorprendida, sin saber tan siquiera cómo procesar lo que le acababa de decir en su pequeña cabeza. Se había quedado en estado de shock tras escuchar mis palabras.
—¿Herma...hermanastro? —se inquietó, empezando a titubear nerviosa—. ¿Quién diablos dijo esa estupidez? Es la mentira más irreal y con tan poca coherencia que he visto en mi vida —rugió, poniendo los ojos en blanco y tomando de nuevo su móvil que se encendió tras una notificación.
Cuando a una persona la acusan de algo y esta se pone a la defensiva, es porque algo de verdad había detrás de todo. Esas personas normalmente evitan responder a lo que le cuestionan y te invaden enojados con preguntas, como las que me acababa de hacer Vivian, cosa que la hacía aún más culpable.
—Ahora mismo no importa quién lo rumoreó —comenté, haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia al asunto—. Lo que me importa a mí es si es cierto o no, ya que si lo es, me lo has estado ocultando durante...
—¡Sí que importa! —rabió, interrumpiéndome e ignorando lo último que estaba diciendo. Dejó de nuevo el móvil a un lado para mirarme—. Quién esté diciendo esos estúpidos rumores que se prepare porque no sabe con quién se está metiendo. ¿Qué cerebro de mosquito es capaz de inventarse tal locura? Peor aún, ¿quién diablos se cree eso? —y proseguía con sus quejas.
Solté un largo suspiro y empecé a observar mis uñas recién pintadas en burdeos esperando a que terminara de hablar, o, más bien, de gritar.
Será muy difícil hacerla confesar. A no ser que fuera verdad lo que estaba diciendo y solo fuera producto de mi imaginación.
—No habrás sido tú, ¿no? Como hayas sido tú... te juro que te mato, gilipollas —maldijo entre dientes y lo decía más bien para sí misma como si fuera un pensamiento en voz alta.
—¿Yo? —pregunté, quedando con la boca abierta desencajándome de esa manera la mandíbula.
Estaba alucinando en mil colores con su actitud.
—¿Qué? —preguntó, juntando sus cejas, sin comprender a lo que me estaba refiriendo.
—¿Piensas que fui yo quien divulgó esos rumores por ahí? —me señalé con el dedo índice.
—¡No! —exclamó, negándolo con la cabeza.
Ahora me estaba dando cuenta de a quién se estaba refiriendo antes... No me lo estaba diciendo a mí. Estaba comentándolo en voz baja acusando a quién podría ser su hermanastro. Lo estaba acusando a él, pues seguramente ella quería mantenerlo en secreto, como me dijo Louis.
—Si hubiera sido yo, Vivian, no estaría ahora mismo aquí comentándotelo para obtener respuestas —rectifiqué, esta vez fingiendo para obtener información que me sirviera y rodé los ojos para hacerlo más real.
—¡Qué no! ¡Qué no pensaba en eso! —tronó y se levantó del sofá, indignada.
—¿Entonces a quien te referías? Ya que antes acusaste a alguien y pensé que te dirigías a mi —interrogué, juntando las cejas.
Sólo esperaba que el juego mental que le estaba haciendo para liarle la cabeza valiera y le hiciera confesar la verdad.
—¿Yo? ¡Yo no soy quien acusa a nadie! ¡Eres tú! ¡Tú me estás acusando de que te estoy ocultando algo! —chilló, haciéndose la víctima—. ¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¿Tan mala amiga fui o qué?
—¿Eh? —me levanté junto a ella—. ¿De qué estás hablando, Vivian? Yo no vine acusándote de nada. Yo sólo vine para advertirte de que la gente está hablando de ti y quería saber si era cierto o no, nada más —manifesté, exasperada, alzando las manos.
Vivian observó algo a mis espaldas y yo giré mi cabeza para identificar ese misterio. Estaba la ventana del salón detrás de mí, pero no había nada ni nadie ahí detrás.
—¿Qué pasa? —pregunté, sacudiendo mi mano delante de sus ojos que seguían embobados en la nada.
—Na-nada, voy a ir a beber agua, ahora vuelvo —balbuceó, girándose para emprender su camino hacia la cocina.
Cruzó la puerta de la cocina y desapareció, dejándome sola con las ansias de saber la verdad que esperaba desde hace horas. Vine aquí a por respuestas y me iba a ir a mi casa igual a como vine, con esas dudas que no me dejaban tranquila.
Recibí un mensaje de Briseida, la hermana de Ayleen, quien era amiga de mi compañero de Francés.
Le comenté a Vivian de quedar ahora en mi casa, ya que la tengo sola y me dijo que estaba contigo, que te lo iba a preguntar para venir las dos juntas. ¿Dónde demonios se habéis metido, pequeñas revoltosas?
A lo mejor ella sabía si Alex era el hermanastro de Vivian o no. Aunque si yo, que era la mejor amiga, no lo sabía, menos probable era que ella lo supiera. Sin embargo, podría ir a hablar con Lee. Ella seguro que sí lo sabía, a no ser que él sea igual que Vivian y no le haya dicho nada ni a sus propios amigos. Al fin y al cabo, por mucho que no sean de la misma sangre, viven juntos y seguro que cogen las malas costumbres del otro. Y, además, si Ayleen lo supiera, quizá no me lo contaría, pues es un secreto de su amigo.
No tardé mucho en contestar a Briseida.
Aún no me comentó nada. Ahora hablo con ella y vamos para allá.
Iba a apagar la pantalla del móvil, pero vi que Bris estaba escribiendo por lo que no lo hice, esperando su mensaje.
Mis padres no están hasta mañana por la noche. Podríamos hacer una pequeña fiesta entre nosotras.
Una amplia sonrisa se dibujó en mi cara y respondí:
Perfecto.
Apagué el móvil y me senté en el sofá a la espera de Vivian. Resoplé sin saber qué hacer. Vivian estaba tardando mucho y me había dejado sola sin tan siquiera la televisión encendida para que me diera por lo menos compañía. No tenía intención de entrar en la cocina para saber por qué estaba tardando tanto. Si hacía eso, se enfadaría más de lo que ya estaba. No obstante, si era cierto que me lo estaba ocultando... me dolería mucho. ¿No podía confiar en mí y contármelo? No iba a juzgarla. Al contrario, si quería que eso fuera un secreto, quién mejor que tu mejor amiga para contárselo y quedarte aliviada de tanta presión. Una amiga nunca desvelaba los secretos de la otra.
«¿Y tú con lo del señor Gerard?», me regañé a mí misma al recordarlo. Eso era un tema que quería dejar aparcado, en el olvido. Ya no más señor Gerard.
Un ruido que se escuchó en la planta de arriba hice que dirigiera mis pupilas hacia la puerta que daba a la entrada donde estaban las escaleras. Fruncí el ceño y presté atención con mis oídos por si se escuchaba algún que otro sonido que me diera alguna información. Si de verdad mi compañero de Francés era hermanastro de Vivian, él posiblemente estuviera en la planta de arriba en su habitación o en cualquier otra estancia. Por tanto, ese ruido quizá fuera provocado por él.
Giré mi cabeza para mirar la puerta que daba a la cocina y comprobar así si Vivian la estaba atravesando para volver a mi lado, pero ella seguía en el interior de la sala. Me estaba cansando de tanto esperar y ese ruido había sido clave para despertar mi interés de detective, por lo que decidí investigar el rumor por mi cuenta. Si ni mi mejor amiga iba a aclararme las dudas que tenía, yo misma seré quien lo hiciera.
Me levanté a la velocidad de la luz del sofá. Intenté hacerlo sin provocar ningún ruido para no alertarla. Subí sigilosamente las escaleras, poniendo los pies con cuidado cada vez que subía un escalón. Muy pocas veces había estado en la planta de arriba y mucho menos en la habitación de Vivian. Siempre que quedábamos aquí, que eran pocas, nos sentábamos en el sofá y de ahí no nos movíamos.
Ahora mismo estaba en un pasillo sin cuadros ni nada parecido, solo había puertas. No sabía cuál de todas las puertas podría ser la de la habitación de mi compañero de Francés. La primera puerta que me encontré nada más subir las escaleras ya sabía que daba al baño. Abrí con intriga la segunda puerta que estaba enfrente del baño.
Era una habitación pintada totalmente de verde pistacho con los muebles en blanco. La cama estaba nada más al entrar. Se veía encima de ella un montón de cojines de color verde y un gran osito de peluche típico de las tómbolas. Giré mi cabeza a la izquierda y había un escritorio justo al lado de la cama. En medio de estos dos había una mesita de noche con una lámpara en forma de estrella y encima una ventana. Enfrente había un armario empotrado y al lado, al final de la habitación, un tocador con una especie de percha con muchos colgantes y pulseras elegantes. Me fui de esa habitación suponiendo que era la de Vivian. No tenía más remedio que ser la suya por la foto que había en la mesita de noche de nosotras.
Quedaban cuatro puertas más y no creo que me vaya a dar tiempo a verlas todas una por una, pues Vivian volviera de la cocina cuanto antes. Por ello, me metí rápidamente en la tercera habitación que estaba al lado del baño. La habitación estaba pintada de rojo. Nada más entrar, a mi izquierda, vi un armario negro empotrado que ocupaba toda la pared. Enfrente de la puerta estaba la cama que tenía las colchas de color rojo y negro. No había ningún cojín ni nada encima de ella, solo una simple almohada roja. Analicé toda la habitación y era algo más de lo mismo que la de Vivian, pero sin un tocador y una ventana que alumbrara la estancia. Tenía el presentimiento que era la habitación de mi compañero de Francés, pero no podía confirmarlo porque no había ninguna foto de él por ninguna parte como en la habitación de Vivian.
Me adentré un poco en la habitación para investigar de cerca lo que había en su interior, pero sin tocar sus cosas para no invadir su privacidad. Sin embargo, había un libro encima del escritorio. Este se encontraba abierto por una página en específico en el que había rodeado algunas palabras.
«Bosque frondoso, peligro, hombres, persecución, asesinato...», leí en mi mente.
Fruncí el ceño y tomé el libro entre mis manos para ojearlo. En otra página había más palabras rodeadas, tales como río, insecto y... ojos verdes. Al lado del último término había escrito algo: hombre misterioso.
Me parecía bastante raro ese libro, pero no le di muchas vueltas y lo devolví al escritorio pues no me daba ninguna información de que esta habitación fuera la de mi compañero de Francés. Sin embargo, ese pensamiento cambió cuando vi una guitarra al lado del escritorio. Me acerqué a ella y me agaché para analizarla mejor. Vi una firma en tapa del instrumento y ladeé la cabeza para leerla.
«Al...», intenté leer en mi mente pero un ruido en el pasillo llamó mi atención y a la vez me alarmó.
La guitarra era una buena pista para comprobar que esta habitación era de mi compañero de Francés, pues él tenía una libreta donde componía canciones. Por lo tanto, ese ruido podría ser de él o de Vivian. Fuera quien fuese, me iba a descubrir aquí y me iba a meter en un buen problema.
Me puse de pie rápidamente y, al salir de la habitación, me topé con Daniel. Mis alarmas se desactivaron al ver al pequeño niño enfrente de mí. Este me miraba fijamente a los ojos sin esbozar ninguna sonrisa como solía hacer cada vez que me veía.
—Eh... Hola, pequeñajo —me agaché, quedando a su altura y le sonreí con ternura, mostrándole así confianza.
No quería ahora que Daniel desconfiara de mí por pillarme deambulando por su casa sin permiso.
Daniel se me quedó mirando sin articular ninguna palabra y sin expresar ningún sentimiento con la cara. Solo trasmitía seriedad con los labios en línea recta.
—¿Estás mejor, guapo? —le pregunté, preocupada por lo que ocurrió antes con su hermana, pero seguía sin haber alguna respuesta por su parte—. No tienes que hacerle caso a tu hermana —me acerqué a su oído para susurrarle algo—. Tú y yo sabemos que es una bruja muy mala.
Normalmente se lo decía porque eso le hacía reír, pero ni con ello logré que sonriera.
—No deberías estar ahí... —por fin abrió la boca mientras que miraba lo que había a mis espaldas. Al parecer había cerrado mal la puerta.
—Eh... yo... —intenté dar una explicación—. Tu hermana me pidió que le trajera algo de su habitación, pero me topé con esa y... ¿de quién es?
Quizá Daniel fuera capaz de decirme la verdad, pues él seguramente no tendría problemas de afirmar que tenía un hermanastro o un medio hermano. Además, los niños casi siempre dicen la verdad. Incluso a veces lo hacen inconscientemente.
—Mía —fue lo único que dijo y fruncí el ceño ante su respuesta.
Esa habitación era bastante juvenil para que fuera de un niño de su edad. Un niño normalmente tenía juguetes en su zona en vez de una guitarra. Es más, el libro que había en el escritorio era bastante complejo como para que Daniel fuera capaz de leérselo y, sobre todo, de apuntar notas en las páginas. No obstante, Daniel era un chico bastante inteligente y maduro para su edad, por lo que quizás me estuviera equivocando y esa habitación sí fuera suya.
Otro ruido —el tercero en el día de hoy— en la planta baja me alertó de que Vivian había salido ya de la cocina. Corrí hacia las escaleras para bajarlas tan rápido como si la vida me fuese en ello, dejando al pequeño Daniel con la palabra en la boca. Al bajar me encontré a Vivian enfadada.
—¿Dónde te habías metido? —me preguntó con firmeza mientras que ambas caminábamos hacia nuestro encuentro.
Ella se cruzó de brazos cuando se detuvo justo enfrente de mí.
—Fu-fui al cuarto de ba-baño —titubeé, rascándome la nuca y sonriéndole para trasmitirle confianza para que no sospechara de nada.
—Justo detrás de ti hay uno —decretó y me señaló con la barbilla algo que había tras mis espaldas.
Me giré y vi que había una puerta donde se encontraba el supuesto baño de la primera planta. Sabía que estaba ahí ese baño y lo recordaba, pero cuando me había cuestionado de esa manera, me había puesto nerviosa y ni siquiera sabía lo que le estaba respondiendo hasta ahora.
—No lo recordaba. Nunca vengo a tu casa —fingí, encogiéndome de hombros y me dirigí hacia la puerta de la cocina para servirme un vaso de agua. Tanta tensión me hizo tener sed.
—¿A dónde te crees que vas ahora? —inquirió, caminando hasta mí y poniéndose en mi camino, justo enfrente de la puerta.
—Me ha entrado ganas de beber agua —le respondí con intenciones de echarla hacia un lado, pero se volvió a colocar, evitando que pudiera entrar.
—¿Y? —preguntó, como si beber agua fuera lo más raro de este planeta.
—Tú ya has bebido agua, yo también tengo sed —intenté volver a apartarla de mi camino, pero puso toda su fuerza en sí misma para que no lo lograra—. También soy humana, Vivian —otro intento más, pero no se apartaba—. También me puedo deshidratar ¿quieres eso para tu mejor amiga o qué?
Rodó los ojos y, tras esperar unos segundos de reflexión, se apartó para después abrirme la puerta. Entré en la cocina indecisa y con la mirada de Vivian posada en mí todo el rato, controlando todos los movimientos que hacía.
La actitud de mi amiga me estaba pareciendo bastante rara. Ahora que intentaba conocer un poquito más de su vida se comportaba de manera extraña. No sabía si debía investigar más sobre ella, aunque eso fuera de acosadora. Sin embargo, me había dado cuenta de que realmente no conocía a mi mejor amiga.
—No sé dónde están los vasos —le anuncié, resoplando, pidiéndole ayuda con la mirada.
Mi móvil vibró en mi culo, alertándome de que tenía un nuevo mensaje de Briseida. Lo tomé y con el dedo deslicé la ventana para ver el mensaje desde afuera.
¡Mi hermana está loca! Para ella la fiesta ha empezado ya. Se ha bebido con sus amiguetes dos paquetes de litronas y Alex ha ido a su casa a por más.
¡Brooks! ¡Alex Brooks! ¡Mi compañero de Francés! Por eso quizá no lo encontré en la casa. Él estaba afuera en la casa de Briseida con sus amigos y venía ahora para acá.
Vivian se dirigió hacia unos muebles buscando un vaso para echarme agua y, de repente, se escuchó algo detrás de la puerta que daba al patio trasero. Seguro que era Alex. Tenía que serlo a la fuerza.
Al parecer Vivian no se había inmutado del ruido, así que me acerqué a la puerta en silencio para no provocarla más y la abrí con mucha cautela, haciéndola chirriar ante mí.
Capitulo 10 editado y listo ✔️
¡Hola! Por fin he podido subir el capítulo 10 jaja. Perdón por la tardanza, ya están empezando los exámenes y no puedo ni respirar. Nos vemos el domingo!! Y espero poder subir también el próximo miércoles, si no, me temo que empezaré solo a subir los domingos. Muchas gracias por todo y si os gusta, voten y comenten.
¿Creéis que han pillado a Álex?
¿Qué le pasará si lo descubren?
Atte: Nezla.
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