Prólogo (Tercera parte)
(T/N) y Peter caminaron por el centro comercial hasta que llegaron a una zona central en donde solía haber una fuente. En una de las tiendas había una de esas máquinas de helados, se acercaron y ella le sirvió uno al niño, aunque algo torpemente. Nunca había servido de una máquina, pero el pequeño parecía estar disfrutando su helado.
Se sentaron en una banca y descansaron hasta que Peter hubiera terminado.
Mientras, (T/N) levantó la mirada al cielo y pensó.
¿Cómo iba a lograr lo que tenía en mente?
Primero, necesitaba un vehículo.
Para ese tiempo, los vehículos funcionaban a presión del aire, así que el combustible no le preocupaba en lo más mínimo.
Pero ella no sabía conducir, no podría con un auto. ¿Una moto, tal vez? Pensaba que era más sencillo. Aunque luego miró a Peter y se percató que no entrarían ambos en una moto, no cargando con todas las mochilas.
¿Qué otro vehículo podría conseguir?
En esas estaba para cuando el niño acabó su helado y continuaron con su camino fuera del centro comercial.
Anduvieron por otro rato antes de detenerse frente a un puesto en medio de otra plazoleta que promocionaba motos.
Y uno de los modelos llamó la atención de (T/N).
Era una moto al estilo antiguo, que tenía un asiento acoplable al lado.
Un asiento de pasajero que estaba añadido al vehículo, con una rueda que daba estabilidad haciendo que el conjunto final tuviera tres ruedas.
Era perfecto. Era espacioso y resistente, y tenía lugar atrás para colocar cosas.
Pero al diablo con ese espacio, (T/N) pensaba usar toda la mini cabina para poner las mochilas.
Le indicó a Peter que usarían eso para movilizarse, así que entre los dos cargaron todo al asiento extra, lo aseguraron usando las sogas de alpinismo y los ganchos y se montaron en el vehículo. Ella iba en el sitio del piloto, y el niño iba sentado en donde le diera la regalada gana, había espacio.
Podía ir en la zona entre la moto y la cabina, apoyado o sentado en el borde. Podía ir sentado encima de las cosas, agarrado de las sogas. Podía sentarse tras ella. O podía simplemente pararse en donde sea, había una cantidad ridícula de puntos de apoyo.
(T/N) puso el silencioso motor en marcha y con algo de maña logró movilizar el vehículo por el centro comercial.
Trató de no mostrarse confundida ni nerviosa, no quería que Peter tuviera miedo al enterarse de que ella no sabía manejar.
Al cabo de un rato le encontró el truco, y avanzaron hasta las puertas principales. Algo bruscamente presionó los frenos y dejaron que la puerta se abriera para ellos. Ella disimuló el repentino freno acelerando ni bien pudieron salir, y enrumbó calle arriba.
Porque los maleantes habían avanzado calle abajo, así que yendo en contra evitaría encontrarse con alguno de ellos.
Manejaron en silencio, con el viento soplando en sus rostros, tirando los rubios cabellos de Peter y los mechones (C/C) de (T/N) hacia atrás. Se sentía bien, se sentía calmado y tranquilo.
Extrañamente vacío.
Condujeron por algo de veinte minutos hasta la estación de policías, anexa a unos pequeños cuarteles de militares.
Claro que no había un alma, todos estaban fuera intentando detener a la gente de entrar en el parlamento.
Estacionaron la moto frente a la edificación y (T/N) se bajó. Estaba segura que nada malo sucedería, pero igual le entregó la tubería a Peter y le dijo que gritara lo más fuerte posible si algo pasaba, que ella no se tardaría mucho. El niño le hizo prometer que no lo dejaría, y con eso se adentró en el local.
Tomó todo lo que pudo en la mochila mediana vacía que había bajado con ella.
Las armas que encontró, pistolas de mano, un rifle de asalto, un rifle de larga distancia, un par de escopetas, varias pistolas eléctricas, palos para frenar turbas, balas de todos los tipos, incluso de las armas que no tenía, linternas especiales, navajas y silenciadores para las pistolas.
No quería llegar a tener que usar nada de eso, pero debían estar preparados por si la ocasión lo requería. De todas formas, ella nunca había maniobrado un arma, a lo mucho había jugado un par de juegos de First Person Shooter pero no consideraba eso como una gran ayuda.
Y dudaba que Peter hubiera visto un arma en su vida.
También llevó bengalas, varias máscaras de oxígeno y gas y un casco. Encontró una riñonera extraña que en realidad no parecía ser de ese lugar, botas militares y una chaqueta verde (las tres son cosas que trae ahora). Además cargó un par de pantalones de soldado para ella y para Peter, guantes con y sin dedos, varios intercomunicadores, una radio, un megáfono y audífonos para aislar el sonido.
A la salida recogió esposas y sus llaves, y una riñonera que podría hacer que le quede a su compañerito.
Dejó la estación para encontrar a Peter tal y como lo había dejado.
El pequeño sonrió ampliamente y casi en llanto al verla llegar. Aferrándose a la tubería, saltó de la moto y la abrazó mientras ella bajaba las escaleras.
(T/N) comprendió que había tenido miedo de que algo pasara. Bueno, después de todo lo había dejado solo a la merced de un mundo sin piedad.
Acarició sus despeinados cabellos y lo cargó hasta el vehículo. Se percató de que no estaba llorando, reconoció que en verdad era un niño valiente y fuerte.
Lo sentó entre las cosas y añadió la mochila que tenía al equipaje del asiento extra.
Lo miró a los ojos.
—Eres muy valiente, Peter. Gracias por esperarme. — sonrió ella.
—Siempre te esperaré, (T/N), siempre seré valiente. — dijo él intentando no llorar.
—Está bien llorar, Peter. — lo calmó. — Llorar significa que eres capaz de sentir, y mientras puedas sentir, estarás bien.
(T/N) se sentó en el asiento del piloto.
Peter simplemente guardó la tubería entre las cosas y se sentó tras ella, aferrándose a su espalda.
Ella pudo sentir como derramaba un par de lágrimas y se calmaba en silencio.
Encendió el motor y partió en dirección a la frontera.
Su plan era ir a buscar a sus padres y sus amigas para verificar que estuvieran bien, aunque ella sabía que las probabilidades de sobrevivieran lo suficiente en ese caos eran casi nulas.
Le entristecía saberlo.
Saber que no iba a lograrlo, pero igual intentar llegar a tiempo.
Había pasado un poco más de un año desde ese entonces.
Peter y ella habían recorrido el continente en una carrera contra el tiempo intentando llegar con los padres y las amigas de (T/N) antes que sucumbieran ante ese mundo.
Lamentablemente, no lo habían conseguido.
Al cabo de tres meses de iniciar la carrera consiguieron llegar a su ciudad.
No les tomó mucho tiempo averiguar lo que había sucedido.
Aparentemente, ni bien se había sabido la noticia, los maleantes habían salido a pelearse entre ellos por el dinero. Pero algo había ido mal.
Algo habían hecho mal.
No pudieron descubrir qué, no había forma de saberlo.
La ciudad había sido consumida por un incendio que acabó con todos.
Todas las personas que (T/N) había dejado atrás al irse en su viaje de estudios.
Así que ella y Peter habían perdido la carrera antes de que empezara.
Permanecieron en la ciudad reducida a cenizas por un par de días hasta que (T/N) se había sentido mejor.
Peter no había sabido qué hacer.
Había querido consolarla, pero no la veía muy triste. A pesar de que sabía que lo estaba.
(T/N) ya se lo esperaba, de todas formas. Todo lo que consiguió con llegar hasta ahí fue confirmar lo que creía.
Ni siquiera lloró.
Y no haber llorado hacía que se sintiera insensible.
Pero no podía decírselo a Peter, ¿verdad?
Así que partieron sin rumbo en busca de comida, o algún lugar en donde instalarse por algún período de tiempo.
Había pasado un año y algo más desde ese entonces.
Ahora caminaban con tranquilidad por las calles de una abandonada ciudad que habían encontrado en el camino, (T/N) tenía la moto agarrada del manubrio y la jalaba con ambos como si fuera una bicicleta.
La ciudad llevaba tanto tiempo sin humanos, que los edificios estaban desgastados al punto de caerse con el viento.
Una gran cantidad de especies de plantas habían mutado para adaptarse a la nueva situación. Eran capaces de vivir del agua contaminada de los mares, ríos, lagos y túneles subterráneos. Reinaban en las ciudades, envolviendo todas las edificaciones y transformando calles pequeñas en selvas y laberintos que producían frutos y hojas que el humano no podía consumir.
Pero los animales sí.
Y ellos habían mutado al igual que las plantas. Comían esos frutos incomibles y bebían el agua contaminada. Ahora eran más grandes y fuertes, pero algo faltaba.
Era como si no vieran a los humanos.
Como si no existieran para ellos, como si fueran un objeto inerte sin valor que se movía. No se interesaban en ellos, no los atacaban. A veces gruñían o emitían sonidos, a veces los seguían, pero nunca más que eso.
Y la gente no lo sabía.
De las escasas noticias que se captaban con la radio de personas que se veían organizadas bajo dictaduras de algunos maleantes, (T/N) sabía que creían que los animales eran ahora bestias peligrosas. Todos parecían convencidos de eso.
Pero no era cierto.
Era casi de noche, y con Peter buscaban alguna tienda que no hubiera sido saqueada. Aún tenían comida de reserva, pero cada vez que encontraban algún pueblo o ciudad preferían buscar el alimento ahí para no gastar de lo que tenían. Hacía frío, y estaba oscureciendo.
Una manada de animales salvajes los seguía con indiferencia desde hace algunas horas atrás.
(T/N) había armado unos meses atrás una máscara algo extraña que de alguna forma hacía que el niño se sintiera orgulloso de andar con ella. Había unido una de las máscaras de gas y oxígeno que se había llevado de la comisaría el día en que conoció al pequeño con sus gafas de aviador. Habían encontrado una tienda de textiles en algún lado, y con las telas había hecho capas para ella y Peter. Con cuero de la misma tienda había cosido la máscara, alterando los propios tirantes, y añadiendo una franja que pasaba por su frente en vertical y se unía atrás con las dos bandas que salían horizontales de los lados de la máscara. En la zona en donde debían estar los filtros de la máscara de gas había instalado un par de tubos semi—transparentes que conectaban con los audífonos para aislar el sonido (que también eran de la comisaría). Siempre llevaba uno de los intercomunicadores puesto y los audífonos aislaban el sonido y lo protegían, así que podía hablar tranquilamente. Y si activaba los dispositivos, podía hablar con Peter por los comunicadores sin interferencias del ambiente. En la zona de la frente había acoplado una linterna chata como las que usan los exploradores en la cabeza, y encima de todo eso se colocaba las gafas de aviador. Así que era imposible averiguar su identidad o género mientras tuviera toda la máscara puesta.
Eso, y que además daba una sensación imponente.
Y a Peter le encantaba eso.
A él le había hecho también algo.
¿Nadie se acuerda del gorro de marinero de alto rango que tenía en su tesoro?
Bueno, los tirantes (las cosas que tienen los cascos para que se queden en tu cabeza) del casco que se había llevado de la comisaría los había reforzado con cuero, y con otros textiles los había adornado haciendo algo parecido a trenzas en los inicios. Esos nuevos tirantes los había cosido al gorro con cuidado de no dañarlo, logrando que no se notaran las costuras desde afuera.
Así que ahora Peter llevaba con orgullo su sombrero blanco, negro y dorado sin tener que preocuparse por que se le cayera.
Traía puesta la capa que (T/N) le había hecho, un polo de mangas largas negro abajo y el de mangas cortas blanco con el diseño del ancla (el que habían conseguido el día en que se conocieron) arriba, una casaca militar marrón oscuro, pantalones de soldado verde militar y botines de alpinismo. Cargaba con su mochila personal adornada con pines, traía una riñonera en su cintura y siempre tenía su parte de los intercomunicadores en sus oídos.
Había crecido, y ya tenía siete años. Habían celebrado su cumpleaños un 2 de setiembre con uno de los jugos que ella se había traído desde el día en que salió de su casa.
¿Cómo había hecho (T/N) para que toda la ropa grande le quede al niño?
Pues cosiendo temporalmente los extremos de las mangas y vastas con una puntada sencilla. Entonces cuando le quede pequeño, desajustaría la cintura y cortaría los hilos para ceder un poco las mangas y, de ser necesario, volver a coserlas dejando menos tela recogida.
Porque había acertado al pensar que más adelante conseguir ropa sería casi imposible.
Ya que, en efecto, lo era.
Así que esa tienda de textiles había sido una mina de oro. Ahora (T/N) hacía la ropa de ambos cuando algo se rompía.
Pero regresando a la historia.
Hacía frío, y la ciudad había oscurecido por completo. Los animales que los seguían se estaban aburriendo poco a poco, y ya quedaban solo unos cinco.
A esta hora de la noche es que sucedía lo más extraño que (T/N) hubiera visto.
Neblina.
Neblina en un mundo sin agua.
Ella lo creía imposible, pero ahí estaba.
Era la neblina de todos los químicos que contenía toda el agua contaminada, que por alguna razón se levantaban a esa hora, creando una espesa neblina gris clara.
Como todas las noches que pasaban cerca de un cuerpo de agua.
Y como todas esas noches, (T/N) sacó de su mochila la otra máscara de gas que tenía y se la entregó a Peter. Esta máscara no había sido alterada como la suya, porque al pequeño le incomodaba tenerla puesta.
Para esconder su identidad, entonces, ella había hecho el cuello de la capa del niño especialmente grande. Así podría esconder hasta su nariz ahí dentro.
Él aceptó la máscara y se la puso. No le gustaba, pero había comprendido que era necesario.
En todo el tiempo que llevaban viajando juntos, había aprendido muchas cosas. (T/N) respondía a casi todas sus preguntas y le enseñaba trucos y cosas prácticas de vez en cuando.
Pero lo que más le gustaba, era cuando ella cantaba para pasar el rato.
No lo decía, pero le encantaba oírla cantar.
A veces lo hacía. No era tan raro como verla sonreír, pero no era tan frecuente.
Con el tiempo había comprendido que, aunque no sonriera, tenía su forma de demostrarle su cariño.
Y Peter sentía que en un año y algo con ella había crecido y aprendido mucho más que todos esos seis años viviendo en una escuela.
Sentía que comprendía mejor la vida, y apreciaba más las pequeñas cosas, como sentarse frente a una gran fogata en busca de calidez u oír a alguien cantar para dormir.
O como tomar esos preciados sorbos de agua limpia, distribuidos cuidadosamente entre los dos. Y cuando las tres cosas pasaban al mismo tiempo, Peter era genuinamente feliz.
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Bueno, esta es la última parte del prólogo ^^;
A partir del próximo cap se podría decir que "inicia" la historia, así que estén atentos para saber cuándo lo subo.
((si es que les está gustando, claro está :'v))
Saben que pueden preguntar siempre que no comprendan algo~
En este cap tampoco hay referencias :c
Nos vemos en el próximo capítulo~
Les loveo <3
-Gray
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