Prólogo (Segunda parte)
Corriendo contra las paredes, (T/N) avanzó hacia el centro comercial. Andaba en silencio, pisando primero con el talón y meciéndose hacia delante para luego usar el otro pie, una técnica que había descubierto ella para movilizarse rápido y en silencio.
Todo estaba despejado hasta que pasó frente a una escuela primaria, de la cual oyó ruidos.
Miró rápido a su alrededor y se metió en un callejón al otro lado de la calle, agachándose tras un contenedor de basura.
Allí espero por unos segundos, luego se agachó al ras del piso y a esa altura sacó su cabeza ligeramente para observar lo que pasaba.
Pudo ver como en la escuela primaria había gente entrando en pánico, las profesoras y el personal de limpieza salían despavoridos por la puerta, a través de las ventanas veía a los niños que corrían de un lado a otro sin saber qué hacer, a otro grupo de profesoras que parecían estar llamando a los padres de los pequeños por teléfono.
Oía llantos de los niños que no sabían qué pasaba.
Pensó que estaba bien salir y continuar su camino, ya que no veía maleantes cerca.
En cuclillas, se movilizó a un lado del basurero y estaba por ponerse en pie cuando sintió que alguien la miraba y se inmovilizó.
Ocultando algo de miedo que sentía, dirigió su mirada hacia la escuela primaria una vez más. En una de las ventanas del segundo piso pudo ver algo que había pasado por alto antes.
Había un niño de unos casi seis años que la observaba atentamente, con una mirada inocente que solo reflejaba curiosidad.
(T/N) pudo ver cómo abría su boca lentamente para decir algo sin dejar de mirarla, probablemente para preguntarle a alguna profesora en pánico por qué había salido una chica de detrás de ese basurero. Ella llevó su índice a sus labios lo más rápido que pudo y le rogó con la mirada que no dijera nada.
El niño cerró la boca despacio, (T/N) estaba casi segura que igual le preguntaría a alguien, pero para su sorpresa el pequeño asintió rápido con la cabeza como si comprendiera y corrió a alguna parte. Se le cruzó por la mente que bajaría a donde ella estaba, así que esperó unos segundos. Al ver que no salía, continuó con su camino algo extrañada por lo que acababa de suceder.
Corrió hasta llegar al centro comercial.
¿Para qué había ido allí? Pues para abastecerse, por supuesto.
Pero... ¿No se habrían llevado los maleantes todo lo que había?
En realidad, no. (T/N) sabía que los maleantes buscarían cosas de valor, como dinero, televisiones, aparatos caros, etc.
Pero no se llevarían cosas que son normales en el día a día.
Entre todo, comida, ropa, y ese tipo de objetos.
Porque aún no se habían percatado que esas cosas tenían mucho más valor ahora.
Muy probablemente se habrían llevado las botellas de agua, sí, pero ella dudaba que hubieran entrado en los almacenes.
Siguió corriendo hasta llegar a las puertas automáticas.
Pasó, se abrieron para ella y se cerraron al haber entrado. No había caminado dos metros dentro del centro para cuando oyó el débil sonido de las puertas abrirse para alguien.
Giró rápidamente sobre sus talones y se preparó para pelear en caso algún maleante la hubiera seguido. Apuntó con su tubería al cuello de la persona, pero no vio un alma.
Tuvo que bajar su vista para encontrarse con alguien. Y se sorprendió bastante.
Relajó su postura y bajó la tubería a su lado. Se acomodó el equipaje y encaró al niño que la había seguido.
Era el mismo niñito que la había visto desde la ventana de la escuela.
Lo observó en silencio un momento mientras él hacía lo mismo.
Tenía unos grandes ojos azules, mirada inocente y curiosa pero observadora, cabello rubio y despeinado que llegaba hasta el inicio de su nuca. Algo que resaltaba en su rostro de infante eran sus pobladas cejas, bastante pobladas para su edad, pero (T/N) debía admitir que le quedaban bien. Su piel era clara y sus mejillas estaban sonrosadas de tanto correr. Parecía haberla seguido desde la escuela corriendo en un intento de alcanzarla, pues podía oír su respiración algo agitada y su pecho subía y bajaba con fuerza.
Traía puesto un polo blanco simple de mangas cortas y algo sucio, un pantalón desgastado por las rodillas de color gris tierra y unas zapatillas marrones con gris que estaban bastante viejas y usadas. Sus pequeñas manos se aferraban a una gran tela azul desteñido a la altura de su pecho que parecía ser un mantel de mesa amarrado como saco para llevar cosas. Lo llevaba cruzado desde su hombro derecho hacia la izquierda.
Su mirada curiosa la observaba, como si estuviera orgulloso de sí mismo de haberla alcanzado al fin.
(T/N) decidió romper el silencio.
—¿No eres tú el que estaba en la escuela? ¿Por qué me has seguido hasta aquí?— preguntó ella con la voz más amable que pudo, arrodillándose para estar a su altura.
El niño guardó silencio por unos segundos, mirándola fijamente, hasta que asintió con la cabeza en un movimiento rápido y repentino, como si se decidiera por lo que iba a decir.
—Te seguí, señorita, porque pensé que tenías un plan para no morir. — dijo algo nervioso.
—¿No morir?— repitió (T/N) algo sorprendida de que un infante dijera eso.
—Sí, las profesoras estaban gritándose que íbamos a morir y que tenían que ir a quejarse con el paramentro. — dijo él. Ella asumió que con paramentro se refería a parlamento. — Dijeron que iban a llamar a mamá y papá para que nos fuéramos a casa.
—¿Y tus padres?— preguntó (T/N). Estaba algo confundida creyendo que un niño hubiera dejado a sus padres por seguirla.
—Vivo en la escuela, unas profesoras dicen que siempre estuve allí. — dijo el pequeño con naturalidad. Ella supuso que en realidad era huérfano y una de las profesoras cuidaba de él en el colegio. — Pero no me gusta, es muy aburrido.
—Entonces, ¿por qué me seguiste?
—Porque las profesoras no sabían que hacer, y como vi que tú sí tenías un plan, decidí seguirte. — dijo con una sonrisa. — Y... bueno... no quiero morir. ¿Puedo... ir contigo, señorita?— añadió despacio, mirando al piso. Parecía nervioso.
(T/N) no sabía qué hacer.
Pensó en regresar y devolverlo a la escuela, pero algo dentro de ella le decía que eso no era lo mejor. No quería regresarlo, le agradaba y había estado encerrado en ese lugar sin padres por toda su vida, parecía un niño fuerte y apenas tenía cerca de seis años.
Pero tampoco podía quedarse con él, y llevarlo con ella menos. Era muy peligroso, tendría una boca más que alimentar y alguien más a quien cuidar. No estaba muy segura si podría consigo misma, y no le parecía pertinente tomar la responsabilidad de, en esas situaciones, cuidar de un pequeño infante.
Además, en el estado en el que estaba entrando el mundo, aceptar llevarlo con ella era prácticamente adoptarlo. No se sentía lista para cuidar de un niño menor.
Pero al mirar en sus inocentes y valientes ojos que la observaban rogando aceptación, sintió el deber de protegerlo. Tenía la oportunidad de salvar la vida de este niño que muy probablemente moriría si se quedaba en la ciudad.
Algo muy dentro de ella le decía que era lo correcto.
Sonrió lo más dulcemente que pudo y acarició su despeinado cabello.
—Por supuesto que puedes, pero te advierto que será peligroso.
—¡Seré valiente!— declaró con alegría en su mirada.
—Eso es bueno. — dijo bajando su mano para apoyarla en su propia rodilla. — ¿Cómo te llamas?
—Peter Kirkland. — anunció.
—Muy bien, Peter, bienvenido abordo. — dijo (T/N) sonriendo mientras se ponía de pie.
—¡Muchas gracias, señorita!— exclamó entusiasmado.
(T/N) le sonrió y avanzó dentro del centro comercial, Peter siguiéndola de cerca. Caminaron en silencio y con cuidado hasta llegar a una tienda de ropa. Se detuvieron frente a la entrada y ella miró por un momento al niño a su lado.
Al cabo de unos segundos, Peter la miró de vuelta con curiosidad.
—Necesitamos conseguirte ropa más adecuada. —dijo ella, a lo que él solo asintió.
Se adentraron en la tienda y (T/N) comenzó a rebuscar entre la ropa. En algún momento se detuvo y le preguntó a Peter qué era lo que traía en su "equipaje", pues pesado no se veía.
El niño lo descolgó de su espalda y en el piso desenvolvió el mantel, revelando un gorro de marinero de un rango bastante alto a juzgar por la insignia y los remaches en el costado. También había un conejo de peluche algo viejo y una gran cantidad de caramelos.
Peter admiró sus posesiones, como si revisara que no faltaba nada, y luego levantó la mirada hacia ella, sonriendo orgulloso de su tesoro. (T/N) sonrió, algo sorprendida por el sombrero, ya que lo del conejo y los dulces se lo esperaba.
Le ayudó a rehacer el bolso y se lo volvió a colgar.
Al cabo de un rato de rebuscar entre la ropa, salieron de la tienda. (T/N) cargaba en un brazo algunas prendas que suponía le quedarían bien al pequeño, y un par de cosas para ella entre las cuales estaba el pantalón caqui que trae puesto en tiempo actual.
Caminaron por los pasillos hasta que llegaron a una tienda con ropa y equipo para deportes y alpinismo. Casi sin pensarlo, giraron en seco y entraron.
Se movilizaron en silencio entre los colgadores con la ropa, las casacas, las mochilas y toda la mercancía de la tienda. Mientras Peter observaba la sección para menores, (T/N) se dirigió al área del equipamiento de alpinismo.
Ahí encontró mochilas.
Buenas mochilas.
Descolgó varias grandes y medianas, varias bastante pequeñas para separar los objetos delicados y se volteó hacia los materiales. Cogió varias casacas cortavientos e impermeables, de plumas y polares porque desde que no había humedad, los vientos eran todos secos y helados. Varias mantas, un par de carpas pequeñas, garfios para escalar, muchas sogas, ganchos y estacas.
Verificó que el pequeño siguiera entretenido entre la ropa y se sentó a organizar las nuevas mochilas y la suya de béisbol que estaba rellena.
Acabó al cabo de un rato y comenzó a buscar a su acompañante en la tienda. En el camino cogió botines bastante resistentes para caminatas, guantes especiales, y algunas de esas rodilleras y coderas que se ponen los deportistas.
Para cuando lo encontró, Peter ya había elegido varias cosas de su talla.
—¿Te gustan?— preguntó con entusiasmo acercándose a ella para enseñarle lo que había elegido.
Había dos casacas de montaña, una celeste y la otra azul, pantalones especiales marrones, un par de polos de manga larga grises y otros mostazas y un polo de manga corta blanco con un diseño de un ancla azul. Es su otra mano cargaba de los pasadores un par de zapatillas y un par de botines de alpinismo.
(T/N) sonrió y lo miró.
—Sí me gustan, tienes buen gusto para la ropa. — dijo ella, a lo que el niño sonrió inmediatamente. — Pero yo diría que mejor nos llevemos ambas casacas, el pantalón y todos los polos un par de tallas más grandes. Los botines están bien.
—¿Por qué?— preguntó confundido el niño.
—Porque vas a crecer, y toda esta ropa no te va a quedar para ese entonces. — explicó ella con calma. — Y creo que mientras más tiempo pase, más difícil va a ser encontrar estas cosas.
—Ah...— comprendió. — ¡Entonces busquemos las otras tallas!
Recorrieron la tienda en la sección de jóvenes y, por suerte, encontraron todo lo que buscaban.
Peter miró todo con una cara algo extrañada.
—Pero todo esto es muy grande para mí. — replicó, mirándola.
—Lo sé, pero no te preocupes. — le sonrió ella. — Yo sé cómo hacer que te quede.
—¿Y los botines?
—Así están bien, nos los llevamos.
—¿Por qué no cogemos tallas más grandes?— preguntó.
—Porque con los botines no puedo hacer nada, no los puedo agrandar ni achicar. — explicó ella.
—¿Achicar?
—Hacer más pequeño.
—Ah...— dijo él, siguiéndola fuera de la tienda.
Una vez fuera y con toda la ropa nueva guardada en las mochilas, se dirigieron al supermercado.
Caminaron en silencio por los pasillos, hasta que Peter decidió hablar.
—¿Señorita?
—¿Si, Peter?— respondió ella, volteando a mirarlo.
—¿Cómo te llamas?
—(T/N) (T/A). — sonrió.
—(T/N)... —repitió el niño, emocionado. — ¡Es un nombre muy bonito!
—Gracias. — rio ella un poco. — Peter también es un nombre muy bonito.
—Lo sé, ¿verdad?— sonrió él, orgulloso.
Rieron juntos hasta llegar al supermercado. Ingresaron y se dirigieron a la zona del agua.
Sorprendentemente, aún quedaban unas cuantas botellas tiradas al fondo de los anaqueles.
Las rescataron, guardaron, y se dirigieron a los almacenes. Ahí tampoco había mucho, pero entre los recovecos pudieron hallar una gran cantidad de agua. La guardaron y se dirigieron a recolectar comida.
Entre los aparatos domésticos había un contenedor de última generación, muy liviano para el tamaño que tenía. Por suerte, entraba perfectamente en una de las mochilas y dejaba un buen espacio para más cosas.
(T/N) estaba sorprendida de que no hubiese sido robado.
Lo guardaron y en él almacenaron frutas, especialmente fresas, naranjas, melones, un par de sandías, un par de piñas y cerezas, debido a su alto contenido de agua. Metieron una ridícula cantidad de tomates y lechugas, sobre todo el último porque ocupaban muy poco espacio y contenían bastante agua.
Cogieron también vitaminas efervescentes, suplementos de minerales y un par de guías alimenticias. Papas, otros cuantos tubérculos y carnes blancas. Menestras y pocas pero algunas carnes rojas.
Bastante crema de afeitar, pues por qué no, con algo tendrían que divertirse.
Jabones y otras cosas, junto con muchos paños higiénicos y, adivinen qué, más toallas higiénicas y ahora tampones.
También guardaron bastante aluminio.
Caminaron sonriendo en dirección a la salida, pero se detuvieron en las cajas.
(T/N) divisó varias herramientas, y se le ocurrió una idea. Le dijo a Peter que se parara a un costado y organizara su tesoro en una de las mochilas medianas que quedaban vacías. El niño había adornado esa mochila con pines que encontró por toda la tienda.
Ella abrió las cajas y sacó todas las monedas que encontró del mismo valor, acercó las herramientas y se puso manos a la obra.
Al cabo de quince minutos terminó, y Peter se acercó para ver lo que había hecho.
—¿Qué es eso, (T/N)?— preguntó con ojos curiosos.
—Son collares. Hice huecos en las monedas y les pasé cadenitas para hacer collares. — dijo ella mientras los recolectaba y los guardaba en su mochila. Aún tenía dos en la mano. — Ten, para ti.
—¿En serio?— preguntó el niño emocionado mientras ella le colocaba la cadena. La observó. — ¡Genial, muchas gracias, (T/N)!
(T/N) sonrió y se colocó la otra cadena.
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Fabulosa nota de autora~
Bueno, actualicé temprano esta historia porque aún estamos en el prólogo (=ω=;;)
Los tres primero capítulos van a ser bastante largos, pero a partir del cuarto ya van a ser algo más moderados.
Aún así, van a ser más largos que los de Overlord.
Hablando de Overlord, la siguiente vez que actualice será esa historia ^^
((cuándo será eso (?))
Este cap no tiene referencias :c
Las veo en la parte siguiente~
Las loveo, las dos o tres personas que leen esto <3
-Gray
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