Final - Francis
Francis no hizo mucho en las primeras semanas de la reconstrucción más allá de garabatear gente en una libreta y dedicarse a su competencia pasivo-agresiva con Arthur sobre quién tenía las mejores rosas. Vagaba con Gilbert por las calles cuando no estaban molestando a Antonio en las periferias de la ciudad, y a veces se pasaba por la escuela para colarse en las clases de Matthew y Natalya a observarles en silencio.
La idea de que el francés abriera un restaurante inició con el español mencionando la comida del aludido en presencia de la (nacionalidad), en realidad, una tarde en la que verificaba que las cosas en los sembríos estuvieran sobre ruedas con uno de los hermanos de Blend y Alfred.
-Los sacos de esa pila deberíamos moverlos al otro lado para abrir el camino. -había indicado ella.
-Sí... así como están ahora no se puede pasar. -había asentido el hermano de Lithia, cuyo nombre (T/N) nunca estaba muy segura de cómo pronunciar. Se había girado hacia Antonio.- ¿Todavía hay más para recoger?
-En realidad, sí. Esta cosecha tuvo menos problemas que la anterior. -sonrió radiante el moreno.- Con tanta papa me dan ganas de obligar a Francis a que cocine algo para nosotros.
(T/N) le había comentado por casualidad al francés lo que Antonio había dicho, más por su curiosidad al respecto que por cualquier otra cosa, y él había reído.
-¿Crees que debería abrir un restaurante? -había añadido medio en broma.
-Si llegaras a hacerlo, no dudo que la gente estaría encantada. -había sonreído ella con calma, dejando al otro pensando sin darse cuenta.
Francis le había comentado el tema a Matthew, suponiendo que sus otros dos amigos no serían capaces de darle una respuesta seria, y el canadiense había pasado la información hasta que llegó a Alfred.
El estadounidense, por su lado, no perdió un minuto en irrumpir en casa del francés para preguntarle si era cierto que pensaba abrir un restaurante. Con eso se desencadenó una serie de eventos que llegaron a oídos de Elizabeta, quien se sumó al norteamericano para convencer al europeo de llevar a cabo la idea.
La construcción/remodelación había iniciado a los dos días.
Como era el primer restaurante que se abría ahí, la noticia no tardó en darle la vuelta a la ciudad. El día de la apertura asistieron más personas de las que eran capaces de manejar, y los que no tuvieron la oportunidad de ir a la inauguración se aparecieron por las puertas del local en los días siguientes. Al cabo de dos semanas, todos en la ciudad habían ido al menos una vez a comer, y la noticia estaba comenzando a irse con los pocos viajeros y trotamundos que pasaban por Belafari en esos días.
También al cabo de dos semanas Antonio se apuntó como socio del francés y se encargó de aprovisionarlo de los ingredientes necesarios, así como de participar de cuando en cuando en la cocina, ampliando por accidente el menú en el proceso para contener un par de platos que Francis mismo no tenía idea de cómo preparar.
El restaurante del francés, para la mala suerte de la (nacionalidad), no se encontraba dentro de su área de revisiones. Casi no tenía tiempo para ir a visitar y ver cómo iban las cosas, y los únicos momentos en los que se encontraba en el local eran durante algunas tardes, sola o con Peter, almorzando alguna de las delicias del menú. Buena parte de las veces era el mismo francés quien la atendía con la sonrisa usual, así que aprovechaban esas pequeñas oportunidades para intercambiar "qué tal"es y "bien" es.
Cuando iniciaron las competencias de invierno comenzaron a verse por las tardes/noches, luego de que el restaurante cerrara, en medio de la plaza junto con todos los que se dedicaban a esculpir cosas con nieve. Buena parte del grupo coincidía en esos momentos, a decir verdad, y se convirtieron en los ratos en los que todos descansaban de sus quehaceres en la ciudad y volvían a sentirse como si viajaran en una camioneta y un camper.
-¡Whoa! -se sobresaltó Peter una de esas tardes mientras rodaban una gran bola de nieve. Su mano se había hundido de casualidad.
-Ten cuidado, la vas a parir en dos. -le advirtió la (nacionalidad).
-¿Van a hacer un muñeco de nieve? -preguntó el francés, acercándose.
-Esa es la ide-
(T/N) fue interrumpida por una bola de nieve estampándose en su cara. De lejos se oyó una carcajada involuntaria y un "¡Oye!" sorprendido, y a través de la nieve pudo ver la expresión perpleja del francés y la risa contenida del niño.
Gilbert y Antonio llegaron corriendo desde el otro lado, el albino no pudiendo contener su risa y el otro sonriendo, aunque algo apenado al respecto. Francis soltó una incoherencia en francés y recibió una risotada entremezclada con palabras en alemán.
-Lo siento, (T/N), no queríamos darte a ti. -se disculpó el moreno.
-¡Es culpa de Franz por haberse movido! -rio el otro.
-¡¿Cómo diablos es esto mi culpa?!
-Ya, oigan... -los cayó (T/N), limpiándose la cara. Peter no podía con su risa.- Tienen suerte de que no les devuelva esta, porque entonces perderíamos a Gilbert entre toda la nieve.
El albino dejó de reírse de pronto con un "¿eh?" como si no hubiera entendido, y Antonio y Francis estallaron en carcajadas. Peter se partía de la risa al lado de la gran bola de nieve, y Gilbert seguía sin parecer entender el chiste.
Francis pasó de largo de ella, dándole una amigable palmada en el hombro sin poder dejar de reírse, y se fue con sus dos amigos.
Pasado el invierno, las actividades se retomaron con tranquilidad y la gente volvió a estar ocupada. Antonio y compañía tenían que encargarse de los nuevos cultivos, por lo que el francés se quedaba sin su compañero en el restaurante. Cuando la (nacionalidad) iba a comer sola algunas tardes, le pasaba la cuenta acompañada de un par de pétalos de rosas rojas que no fallaban en sacarle una sonrisa por el gesto. Le invitó indirectamente el almuerzo un par de veces, guiñándole un ojo cuando ella se acercaba a pagar y diciéndole con un índice frente a sus labios a seña de secreto que era un "regalo de la casa".
Si, como mucho después se le escaparía a Antonio, Francis había estado planeando eso tiempo antes del día; (T/N) no se dio cuenta. Tenía tantas cosas que hacer durante los primeros años de Belafari, que en realidad no se dio cuenta de muchas de esas cosas. A veces se levantaba para, al abrir las cortinas de la ventana de su cuarto, encontrar en el descansillo de fuera una rosa roja con una pequeña bolsita que solía contener alguno de los chocolates que el francés comenzó a traer de Diáfuge. Nunca fallaba en sacarle una sonrisa, desde los guiños aleatorios desde el otro lado del restaurante cuando ella iba a comer hasta las pequeñas notitas que dejaba en la cuenta, como "para la belle fille, gracias por seguir atrayendo clientes" seguidas de un garabateo de una personita con barba y cabello largo guiñándole un ojo en broma.
Por eso, cuando una tarde abrió la puerta de su casa con calma y se encontró con un francés sonriente sosteniendo un ramo de hermosas rosas rojas; ella estaba bastante confundida.
-Eh- ¿Francis? -preguntó, algo nerviosa por tenerlo al frente, sonriendo de esa forma y con esas rosas que solo podían ser para una persona.
-Bonsoir. (Buenas tardes) -saludó con calma, al parecer disfrutando de la situación.- Tengo algo que decirte desde hace un tiempo, pero como sabrás tiempo es algo de lo que no tenemos mucho ambos. -rio un poco, contagiando a (T/N) ante la veracidad en sus palabras.
-Dime, entonces. -apremió ella, calmado su risa un poco. Ya estaba sonriendo de nuevo.
Francis sonrió aún más ante su sonrisa y le extendió el ramo de rosas con calma. (T/N), quien a pesar de ya haber llegado a la obvia conclusión de que eran para ella, no pudo evitar ponerse algo nerviosa al respecto. Esperó unos instantes, pero como él parecía estar esperando a que las aceptara, tomó el ramo entre sus manos y acercó las flores a su rostro.
Sí, eran hermosas.
-Hmm... -musitó el francés, como si estuviera sorprendido acerca de algo. Sin embargo, su expresión se mantenía igual de calmada. Ella lo miró.- Incluso con las rosas al frente, sigues siendo la más hermosa aquí.
(T/N) desvió su mirada de sus ojos índigos hacia el ramo y sintió tanta vergüenza que le dieron ganas de esconderse tras las flores. No estaba para nada acostumbrada a recibir cumplidos, mucho menos de ese tipo, y, peor aún; dichos en ese tono y con esa calma.
Francis parecía estar disfrutando bastante de todo eso.
-¿E-Entonces? -se las arregló para decir ella, mirándolo por unos instantes antes de regresar su atención a las rosas.- ¿Qué viniste a decirme?
-Ah, eso... -suspiró él, como si se preparara mentalmente. Pero seguía sin borrar su sonrisa calmada.- Vine a decirte... Je t'aime, (T/N).
Ella lo miró sorprendida y dejó de esconderse tras las flores. Él pareció sorprenderse por algo, ya que se quedó mirándola con expresión de asombro antes de reaccionar y tratar de regresar a la sonrisa anterior con algo de nervios.
-T-También vine a preguntarte si... bueno... -comenzó a decir, retomando algo de calma y dando un paso al frente.- Si tal vez... ¿te sientes de la misma forma?
(T/N) se quedó inmóvil por unos instantes antes de asentir con una pequeña sonrisa y lanzarse hacia él en un abrazo. Francis se sorprendió tanto que dudó un par de segundos en devolverle el gesto.
-¿E-En serio? -preguntó, aliviado y alegre a más no poder.
-Oui! -rio ella, contagiándole la risa a él.
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Alguien más tuvo problemas para entrar a Wattpad ayer? :'c
No? Nadie?
Ok :'v
El final que sigue es el de Matthew~
Nos vemos entonces ^^;7
Les loveo <3
-Gray
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