Capítulo 69 - El regreso
El grupo entero movilizó todo su peso hacia delante, apoyándose en la roca y empujándola con todo lo que tenían. Hicieron un gigantesco esfuerzo por algo de tres minutos, hasta que la piedra se hundió en la pared de golpe y todos se cayeron de sus lugares.
(T/N), Francis y Matthew se sostuvieron entre ellos para no caerse, y junto con Kiku y Natalya fueron los únicos que no terminaron en el piso. Todos se quejaron de lo que sea que se hubieran golpeado, y se pararon lentamente para observar la piedra.
Estaba diez centímetros dentro de la pared.
El silencio reinó entre los presentes. Los que no habían observado bien el monolito cuando llegaron no fueron capaces de notar la diferencia al principio, pero los que habían llegado desde hace rato tuvieron bien claro el hecho de que estaba distinta.
Una vez todos se hubieron dado cuenta del cambio, comenzaron a esbozar muecas de felicidad y alivio sin poder llegar a creérselo todavía. Varios estuvieron a punto de hablar, pero acababan por mirarse y sonreír.
—L-Lo logra-
Un repentino resplandor proveniente de la roca interrumpió a Yekaterina y bañó la sala en un celeste casi blanco, obligando a todos a cubrirse los ojos por el exceso de luz. El suelo comenzó a remecerse, y algunos sintieron sus zapatos mojados de nuevo.
(T/N) abrió los ojos en cuanto el brillo se hubiera disipado, y descubrió a las dos salidas de agua a los lados de la roca convertidas en cataratas de aguas cristalinas inundando la sala. Sus botas estaban sumergidas ya hasta más arriba del tobillo, y el nivel seguía subiendo a cada minuto.
Con todo el temblor en el lugar, algunas estalactitas comenzaron a caerse y a incrustarse en las lagunas de los lados del camino sobre el que estaban de pie, terminando como plataformas altas repartidas por la sala, unas más grandes que otras.
El grupo entero se juntó por instinto, agrupándose en medio de la sala, asustados y alertas. La roca desprendía un brillo azulado y constante, y el suelo no dejaba de estremecerse.
Peter se aferraba a la (nacionalidad).
Ella, por su parte, estaba atenta a las estalactitas que caían desde alto. Sobre ellos no había ninguna, ya que se habían movido a un lugar seguro. Las que se incrustaban en las lagunas de los lados, sin embargo, parecían estar siguiendo un extraño patrón. Algunas eran tan grandes que apenas caían un metro, y (T/N) las había confundido antes con columnas de piedra.
—Feliciano, ¿verdad? —habló Alfred entre todo el ruido, espalda contra la espalda de nuestra protagonista.— ¿Qué se supone que hacemos ahora? La entrada ha sido bloqueada.
(T/N) dirigió su mirada entonces a lo que el estadounidense había mencionado. Era cierto. No se había percatado entre todo el caos, pero un par de estalactitas habían caído frente a la puerta de piedra.
—Uh... —dudó Feliciano, no muy seguro de cómo decirlo.
—¡No lo sabemos! —respondió en su lugar Lovino, apretándose más contra el grupo para esquivar trozos de roca que cayeron cerca de él.
—¡¿Cómo que no lo saben?! —se asustaron Gilbert y Francis a coro.
—¡No encontramos ningún tipo de manuscrito que hablara sobre lo que pasaba luego de activar el monolito! —explicó alarmado Feliciano.
El grupo entero se apretó más, dejando a Yekaterina, Yao, Vladimir, Feliciano, (T/N) y Peter atrapados en el medio. La (nacionalidad) seguía atenta a las estalactitas que caían, bastante extrañada por el orden en el que se incrustaban en el suelo.
—¡Ah-!
—Up there! —anunció apresurado Arthur, interrumpiendo sin darse cuenta al noruego, aunque de todas formas iba a decir lo mismo.— ¡Hay una salida en el techo!
Todos dirigieron sus miradas al punto en el techo que señalaba el inglés. Un trozo de roca se había desprendido, dejando descubierto un pasadizo que pasaba sobre la sala y se iba hacia algún lado por atrás.
—¡¿Cómo diablos quieres que lleguemos allá arriba?! —cuestionó alterado el estadounidense.
—Ugh, el techo es demasiado alto. —lamentó la bielorrusa, al parecer recién percatándose de ese factor.
(T/N) miró a su alrededor con prisa y descubrió por qué le parecía tan extraña la posición de las estalactitas.
Estaban formando una escalera.
—¡Síganme! —comandó ella terminante, captando la atención de todos.
La (nacionalidad) hizo su camino fuera del círculo con prisa, viendo de reojo cómo Alfred cargaba a Peter en cuanto el niño trató de seguirla. Corrió como pudo a pesar del temblor y subió de un salto a la primera estalactita. Esta había caído casi al borde de la laguna, por lo que si ella saltaba desde el borde del camino de piedra podría treparse sin problemas. De ahí, fue una cuestión de armar imaginariamente un camino y conectar las estalactitas con líneas invisibles para decidir a cuál saltar que te dejaría ir a la siguiente y más alto.
A los cinco minutos nuestra protagonista había llegado a la estalactita que se elevaba sobre las demás. Desde donde estaba podía saltar hacia el agujero que llevaba al pasillo sobre el techo, por lo que se detuvo unos instantes para verificar que la seguían.
Elizabeta estaba justo en la estalactita anterior, acabando de terminar de treparla y esperando a que ella desocupara en la que estaba de pie para proseguir. Detrás de la húngara estaba el japonés, seguido del estadounidense cargando a Peter, y Antonio. El resto seguía en camino de los de delante con esfuerzo y diligencia.
Nadie se quedaba detrás.
(T/N) se giró para ver el agujero en el techo y saltó sin pensárselo mucho. Debió hacerlo, porque por poco y no llega a sostenerse del borde, pero en ese momento no tenía tiempo para preocuparse por eso. Se jaló dentro del pasillo sobre la sala y se inclinó sobre el hueco para ayudar a Elizabeta a subir. Una vez la húngara estuvo con ella, nuestra protagonista se paró a un lado para que la castaña ayudara al japonés, el japonés al estadounidense y así.
Tomó a Peter de la mano en cuanto subió con Alfred y esperaron. Arthur y Ludwig fueron los últimos en subir, notificando a (T/N) que ya no quedaba nadie abajo.
Ella comenzó a liderar el avance por el oscuro pasillo.
Al cabo de un par de minutos, Francis se apresuró hasta el frente de la fila sin poder ver mucho y tanteó entre la gente para ver si encontraba a (T/N).
Hasta que recordó que la buscaba para entregarle su máscara, la cual tenía una linterna, y la encendió.
—¡Eh! —se sorprendió la joven, quien había estado justo al lado.— ¡Mi máscara!
—Eh, sí, venía a devolvértela. —rio algo avergonzado el francés, pasándosela.
(T/N) agradeció y la sostuvo con una mano para iluminar el camino al frente. Al tener una fuente de iluminación, Peter soltó la mano de la (nacionalidad) y marchó al frente de todos.
Solo entonces algo le pareció raro a la joven. Miró al francés a su lado y él la miró a ella.
—¿Por qué tenías tú mi máscara?
—¿Por qué...? Pues porque Luc me la dejó cuando estábamos en un laberinto a oscuras. —respondió con naturalidad Francis, confundido.
La joven, algo extrañada, se giró para mirar la fila de gente que la seguía y les lanzó a todos una mirada confundida. Sabía que todos habían estado prestando atención, y quería una respuesta.
Lukas levantó la mano de detrás del grupo de hermanos para que lo viera y habló.
—Yo la recogí del fondo de una de las habitaciones inundadas. —comunicó.
—Ah- —se sorprendió un poco alguien entre los que estaban en la parte de atrás. Todos se giraron a verle, y descubrieron que era Yao.— A mí se me debe haber caído. Recuerdo que de pronto ya no estaba sujeta a mi correa.
—Bueno, bien. —intervino de nuevo (T/N).— ¿Por qué tenías tú mi máscara?
—Aiyaa... —el chino hizo como si pensara.— Creo-
—Yo se la lancé cuando un rio me jaló hacia otro lado. —habló alguien bastante cerca de ella, quien resultó ser Natalya.— Y a mí me la dejó mi hermana.
—¡A mí me la dio Matthew! —se reportó de entre sus hermanos la ucraniana.— Me encontró perdida en ese laberinto en el que me separé de ustedes dos y me la dejó.
—¿Por qué se la dejaste? —cuestionó Ludwig, quien sabía a qué laberinto se referían.
—Porque se veía mucho más asustada de la oscuridad que yo. —declaró con calma el canadiense.
—¿Y cómo terminó en tus manos? —insistió la (nacionalidad).
—Ludwig y yo nos encontramos en el mismo laberinto. —explicó Matthew, un par de personas detrás de ella.— Me la entregó por un rato porque él necesitaba ambas manos para ajustar su casaca, y me la quedé mientras caminábamos porque me olvidé de devolvérsela.
—Y yo me caí por un hoyo porque escuchamos a Yekaterina a lo lejos y corrimos. —añadió avergonzado el alemán, no muy orgulloso de lo que había pasado.
La (nacionalidad) suspiró, finalmente comprendiendo. Nunca se habría imaginado que, al dejar su máscara por accidente con Ludwig, terminaría pasando de persona en persona hasta regresar a ella al final.
—Eh, pero... ¿Por qué Ludwig tenía tu máscara? —preguntó Feliciano, y otros en el grupo asintieron como si también hubieran querido preguntar lo mismo. Así que les había dado curiosidad, huh. (T/N) se volteó a verlo.
—Yo se la lancé-
—La soltas-
—Terminó en sus manos de casualidad cuando me caí por un agujero. —lo interrumpió ella, tampoco muy orgullosa de lo que había pasado.
Pasaron veinte minutos antes de que Peter se cansara de andar al frente y regresara a tomar la mano de la (nacionalidad). Diez minutos después de eso, se cansó demasiado como para caminar y Alfred lo cargó sobre sus hombros. Sin embargo, el pasillo era tan bajo que tuvo que cargarlo en sus brazos. A los quince minutos de eso, Alfred se cansó de cargarlo –debía haberlo estado cargando mucho antes de que llegaran a la sala final, por no mencionar que lo cargó hasta el pasillo en el que estaban– y se lo pasó a Gilbert.
Cuando llegaron al final del pasillo, (T/N) hubiera apostado que habían estado caminando por algo más de dos horas. Para ese entonces, Peter estaba en los brazos de Vladimir, así que el rumano se acercó al frente de la fila para dejarlo en el suelo al lado de la (nacionalidad).
Habían llegado a una pared.
Feliciano y Lovino avanzaron entre el grupo y se pararon uno a cada extremo de la pared. Leyeron unas inscripciones extrañas en los bordes y se giraron para llamar a dos personas. Ludwig y Antonio se acercaron y entre los dos movilizaron la pared hacia un lado, como la puerta de la sala final, y el alemán se quedó de pie en donde había entrado la piedra para evitar que se cerrara en sus narices. Frente a ellos estaba la sala inicial, en la que habían inscrito sus nombres, y debían estar en un pasillo secreto en la pared sobre la pizarrita de piedra, a un par de metros sobre el piso.
Habían regresado.
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Huehuehuehuehue 7u7
El martes que sigue subo el último cap (descontando los finales)
Nos vemos entonces ^^7
Les loveo <3
-Gray
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