Capítulo 61 - Remolinos


Caminaron en silencio y en tropel a por un largo pasillo completamente oscuro. La luz de la linterna en la máscara de la (nacionalidad) avanzando al frente les permitía ver dónde pisaban.
Peter caminaba a su lado, aferrado a su mano.

Llegaron al cabo de un rato a una estancia iluminada desde el piso por el mismo tipo de brillo que desprendían las inscripciones del purificador de agua. En el piso mismo se podían distinguir dos huecos a cada lado del camino de piedra no-iluminada que llevaba a la pared opuesta. (T/N) apagó su linterna y avanzaron hasta la pared del frente.
Tallada en la piedra había una especie de pizarra de roca blanda, no más grande que una cartulina común.

—Aquí deberíamos inscribir nuestros nombres. —indicó Lovino desde atrás, causando que todos se giraran a verle.— Recuerdo las historias de mi abuelo al menos un poco, no se preocupen.

Asintieron en silencio y regresaron su atención a la pizarra. En el borde inferior había una varilla con un trozo de papel atado alrededor.
(T/N) lo sacó y lo extendió, leyendo para sus compañeros que se aglomeraban tras ella para ver el contenido.
La letra la reconocieron todos.

"No saben lo mucho que me alegra y me aterra que por fin estemos todos aquí. Supongo que debería disculparme, ya que no pude esperar tanto tiempo en esa sala y decidí ingresar primero.

En la pizarrita que hay en donde están tienen que inscribir sus nombres con la varita. El mío ya está ahí, ¿lo ven? Está pequeñito porque no sabía si alguno de ustedes tiene caligrafía que necesita bastante espacio.

Mi hermano debe estar con ustedes ahí, así que es probable que él ya les haya dicho qué hay que hacer.
De cualquier forma lo repito: el objetivo es llegar al final del recinto. El recinto está compuesto por múltiples salas conectadas entre sí via varios pasadizos y túneles. Algunas requieren que se realice algo para poder proceder. Pero no crean que porque yo vaya primero ustedes no van a tener que desactivar nada: puede que alguno tome una ruta completamente distinta a la mía, y hasta donde sé solo algunas salas se desactivan permanentemente.

Yo les recomendaría que todos llevaran algo en común. No sé, todos se atan una tela del mismo color al brazo o algo por el estilo. Mi abuelo mencionó algo acerca de eso, pero no puedo recordar qué era.
Solo sé que debe haber sido importante.

Los veo al final del recinto.

-V"

Todos dirigieron su mirada a lo alto de la pizarrita en busca de la única inscripción.
Y ahí estaba. Escrito en letra redondeada y corrida: "Feliciano Vargas".

Uno por uno se turnaron para inscribir sus nombres con la varita. Alfred tuvo que cargar a Peter para que llegara hasta la pizarra.

—Uh... ¿y ahora? —preguntó confundido el ruso, mirando la estancia en la que estaban y no encontrando ninguna puerta ni pasillo.
—Ahora debemos saltar por esos cuatro túneles. —indicó Lovino, al parecer no muy contento con la idea.— Se supone que todos los caminos llevan a la última sala, así que realmente no importa si nos separamos.
—Un momento, en la nota decía que deberíamos tener algo en común, ¿o no? —los detuvo la ucraniana al ver que unos cuantos se comenzaban a acercar a las zonas que brillaban. Se giraron a verla.— ¿Qué podemos llevar?

Todos se quedaron en silencio, faltos de ideas. Comenzaron a mirar en sus bolsillos por si tenían alguna cosa repetida dieciocho veces para que alcanzara para todos.
Peter soltó un sonido de sorpresa.

—No me acuerdo muy bien, pero... ¿(T/N)? —la llamó.
—¿Pasa algo? —lo miró ella.
—¿No hiciste varios de estos el día que nos conocimos? —inquirió, sacando de debajo de su polo la cadenita con la moneda que ambos llevaban a modo de collar.

Era verdad.
El día que se conocieron, habían estado un rato en el centro comercial mientras ella había varios de esos por alguna razón que ahora ni se acordaba.
Pero era muy oportuno.

—Sí, los tengo aquí. —comenzó a buscar en su riñonera.— Bien hecho, Peter.

El niño sonrió, admirando la cadenita un rato más antes de volver a guardarla tras su polo.
(T/N) traía la suya bajo su casaca.

—Pónganse estos. —indicó, repartiendo con el niño las cadenitas entre los presentes.
—Eh, qué buena idea. —sonrió divertido el estadounidense.

La nacionalidad repartía con calma, entregándole el último que tenía al albino. Arthur a su lado esperaba pacientemente a que le dieran el suyo.
Pero Peter nunca pasó a su lado.

—Peter, a Arthur le falta uno. —le recordó (T/N).
—Pero yo ya no tengo más. —la miró el niño.

El grupo entero se quedó en silencio.

—¿Todos tienen uno? —preguntó de pronto el canadiense, recibiendo respuestas afirmativas de parte de todos los presentes.— Falta una cadena.
—Sí, pero... —(T/N) miró a un lado, nerviosa.— Yo tampoco tengo más, esas eran toda las que hice.
—¿No contaste bien? —preguntó el francés.
—Ni me imaginaba que los conocería para cuando las hice. —lo miró ella.
—¿Nadie tiene una moneda igual? —inquirió calmado el inglés.

Todos se confundieron, pero comenzaron a buscar en sus bolsillos por lo pedido.
Peter encontró una.

—Yo tengo. —la sostuvo entre sus dedos para que todos la vieran.— Pero necesita una cadenita, y tenemos que hacerle un hueco.
—Ah, mi taladro está en el camper... —se lamentó la (nacionalidad).— Iré a buscarlo-
—No hay problema, yo puedo hacerle hueco. —la detuvo el inglés.

Para la confusión de los presentes, Arthur tomó la varita de la pizarra y colocó la moneda que Peter le entregó en el suelo de roca. Posicionó la varita donde debía ir el hoyo y sacó su pistola.
Todos retrocedieron como instinto.

Con un fuerte y sonoro golpe de la culata de la pistola, la varita atravesó la moneda sin muchos problemas. El inglés guardó su pistola y regresó la varita a su lugar, sacando de debajo de su traje y camisa su propia cadena con las tres placas.
Se la quitó, pasó la moneda, y se la volvió a colocar.

—Bueno, por algo eres el único que usa algún tipo de collar en el grupo. —mencionó Alfred algo impresionado.
—Nosotros también usamos. —lo corrigió Peter, refiriéndose a él y a (T/N).
Yeah, pero, ¿quién sabía eso además de ustedes dos? —lo miró divertido.

Ahora que el tema del objeto en común estaba resuelto, cada uno se dirigió en silencio a uno de los huecos en el piso iluminado. Eran dieciocho, por lo que se separaron instintivamente en dos grupos de cuatro y dos de cinco.

(T/N) estaba de pie al lado del agujero superior de la derecha. Peter estaba a su lado, junto con Yao, Alfred y Matthew. En el hoyo frente a ellos estaban los tres hermanos más Lukas y Vladimir. A la derecha con ellos, pero en el otro hueco, estaban de pie los tres amigos y Ludwig.
Finalmente, en el agujero completamente opuesto al suyo estaban Arthur, Lovino, Elizabeta y Kiku.
Todos en el grupo intercambiaron miradas nerviosas. Nadie sabía qué decir.
Al final nadie dijo nada.

Alfred miró a los que estaban con él, como si buscara aprobación para saltar primero. (T/N) asintió ante su mirada, y vio a su compañero quitarse la máscara y saltar dentro del agujero sin ningún miedo aparente.
Ella decidió quitarse la máscara también.

—¿Puedo ir yo ahora? —la miró Peter, asustado pero emocionado.

Ella le regaló una sonrisa y el niño saltó contento.
Los tres que quedaban intercambiaron miradas y el canadiense saltó sin decir nada. Quedaban Yao y la (nacionalidad).

—Eh, baja tú primero, por favor. —pidió nervioso el chino. Parecía asustado.

(T/N) asintió y se colocó al borde del agujero. Era bastante amplio.
Tragó saliva y saltó dentro.

Se abrazó a si misma mientras caía por miedo a que sus brazos o manos rozaran las paredes de piedra y se raspara. Cayó por menos de tres segundos antes de salir del túnel oscuro y tener segundos para admirar la sala a la que acababa de ingresar por el techo mientras aún caía.

Era una estancia más pequeña que la anterior, pero más alta. Las paredes estaban repletas de inscripciones que brillaban en tonos turquesas y celestes, y el piso estaba inundado por unos tres metros de-

—¡¿Agua?! —soltó en su sorpresa la joven mientras caía.

El golpe frío del líquido rodeando su cuerpo le hizo estremecerse. Pasó unos instantes sumergida en la que las corrientes la jalaron hacia varios lados.
Cuando emergió y tomó aire, trató de mantenerse a flote para ver qué pasaba.

En el agua habían tres remolinos que jalaban las corrientes hacia sus centros, por lo que debían haber otros tres agujeros en el suelo de esa sala.
La corriente comenzaba a jalar a nuestra protagonista al de la esquina izquierda, y no podía hacer nada al respecto.

Cuando estaba por sumergirse en el espiral del remolino, batallando por permanecer a flote, escuchó gritos provenientes del túnel del techo y vio caer a alguien.

—¡Ya-!

Antes de que pudiera llamar al chino, la corriente la jaló bajo el agua y la succionó a través del agujero en el piso. La joven se dejó ser arrastrada sin oponer demasiada resistencia, sabiendo que no conseguiría nada con eso.

Aguantar la respiración no le fue muy sencillo, tomando en cuenta que no había tenido tiempo de tomar tanto aire y lo último que había hecho antes de sumergirse era jadear y cansarse tratando de salir a flote.
Por lo que los cinco segundos que permaneció bajo el agua resultaron aterradores.

Tuvo la oportunidad de respirar otra vez en cuanto dejó el túnel del agujero, cayendo por la cascada del agua que era succionada del piso superior. Sacó su cabeza de la columna de agua para respirar antes de aterrizar con un chapuzón en otro cuerpo de agua.
Esta vez, por suerte, no parecían haber corrientes que la jalasen a ningún lado.

Emergió a los instantes en una especie de laguna-río con una plataforma de piedra que recorría la pared izquierda de la larga estancia en la que se encontraba. Como el agua caía de detrás suyo, justo al lado de la pared del fondo, la suave corriente movilizaba el líquido a lo largo del canal que daba a quién sabe dónde al otro lado de la habitación.

(T/N) nadó con calma hacia el borde de piedra y se impulsó hacia afuera como quien sale de una piscina. Gateó empapada hasta la pared rocosa frente a ella y apoyó su espalda cansada, sentándose a recuperar el aliento. Tenía suerte de que su riñonera fuera impermeable, o de lo contrario todas las cosas que traía consigo ya se habrían mojado.
Se quitó su capa que le pesaba y la extendió a su lado. Las botas también le pesaban, pero no estaba muy segura si quería caminar descalza sobre el suelo rocoso.

Decidió observar dónde estaba mientras descansaba antes de comenzar a planear qué cosas mojadas era buena idea quitarse. Estaba en una habitación larga, la mitad compuesta de un río que discurría tranquilo hacia la izquierda, y la otra mitad cubierta de un suelo de piedra relativamente lizo. Todo estaba bastante oscuro, pero la poca iluminación brindada por las inscripciones en las paredes era suficiente para movilizarse por el lugar sin mayores problemas.

Pasados unos momentos, la (nacionalidad) logró normalizar su respiración y secar un poco la capa a su costado. Sacó de su riñonera una envoltura impermeable y enrolló la capa para que entrara perfecto.
Colgó ese bulto bien asegurado a su riñonera y amarró bien su máscara.

Miró sus botas y pensó. Si iba pasar buena parte de este complejo subterráneo nadando o bajo el agua, entonces sería mejor que se las quitase. Pero si el suelo era rocoso, deforme, y lleno de guijarros; entonces era más sabio mantenerlas en su lugar.
Se decidió por esto último, suponiendo que de todas formas era lo bastante fuerte como para mantenerse a flote sin que unas simples botas la hundieran.
Se alivió de haber dejado el bate en el camper.


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Hey! Iniciamos con el arco final! ewe
Descuiden, aún nos queda todo el recinto por delante~

El capítulo que sigue lo subiré el viernes ^^/

Así que nos vemos entonces 7u7

Les loveo <3


-Gray

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