Capítulo 6 - Tiempo de ayudar
Pasaron la noche sin percances en la estación céntrica, durmiendo cómodamente sobre el improvisado nido de mantas que habían construido.
A la mañana siguiente se despertaron ante un bonito día.
Bonito en el sentido en que el cielo no estaba cubierto por nubes de gas y humo, así que llegaba más luz de la usual a la tierra.
Desayunaron en silencio, se desperezaron y ayudaron a un medio dormido Yao a sentarse en el espacio del asiento extra de la moto.
(T/N) se sentó en el asiento del piloto y los otros dos ocuparon los mismos sitios que la tarde anterior. Condujeron siguiendo el camino hacia lo que debía ser la siguiente ciudad, esperando encontrar pistas que les lleven hacia los "Darksiders".
Peter estuvo a punto de quedarse dormido los primeros diez minutos del recorrido, pero se percataba, examinaba a los dos jóvenes como verificando algo y se mantenía despierto por quién sabe qué razón.
El camino lo pasaron con tranquilidad, en silencio, admirando los alrededores y la ciudad que podían divisar no muy a lo lejos. Ivan jugaba con sus dedos, vigilando la retaguardia del grupo, sabiendo que nada iba a pasar pero incapaz de mantenerse tranquilo.
Yao estaba completamente dormido.
La joven al volante, en este caso manubrio, se percató de unas marcas de llantas en el camino que recorrían. Concentrándose en ver el diseño de la huella, bajó un poco la velocidad.
El ruso se percató de esto y se giró con una expresión de "ahora que pasó". Al ver a la conductora concentrada en la tierra, dirigió su mirada al suelo y examinó como pudo los rastros.
—Deben ser de alguna camioneta. — indicó en voz no muy alta para no despertar al asiático.
—¿Una 4x4?— preguntó (T/N), volviendo su vista al frente.
—Tal vez.
Llegaron a la entrada de la ciudad luego de media hora. No pudieron saber cuál era, ya que el arco que en algún momento habría tenido el nombre y el "Bienvenidos a" estaba destruido y arrumado a un lado de la vía.
Recorrieron las calles abandonadas con calma, entrando en un par de tiendas para no encontrar más que escombros y basura. Sosteniendo la moto del manubrio, (T/N) caminaba lentamente al lado del niño. Ivan caminaba a la altura del asiento extra, jugando con el cabello del aún dormido Yao.
En algún momento, Peter se dispuso a tararear algo, pero la joven lo silenció con una seña. El niño levantó la mirada buscando un por qué, y ella le respondió en un susurro a través del intercomunicador, de modo que solo él podía oírlo.
—No estamos solos en esta ciudad.
El pequeño se quedó con los ojos bien abiertos por unos instantes, y giró lentamente su cabeza para mirar al frente, disimulando no haber oído nada y cerrando la boca, aún sorprendido.
La joven examinó los alrededores minuciosamente con la mirada para volver a concentrarse en el camino.
Sí, definitivamente no estaban solos.
Alguien o algo habían pasado por ese lugar hacia no mucho, levantando el polvo que había usualmente en las ciudades y aplastando un par de hojas y raíces de las plantas mutadas.
Además, había un ligero aroma a metal en el aire, como si un grupo de camionetas hubiera pasado por ese lugar.
Anduvieron en silencio. No tuvieron la fortuna de encontrar agua, lamentablemente, pero de todas formas no la necesitaban con tanta urgencia como antes. Encontraron una farmacia casi vacía, pero (T/N) decidió entrar a investigar de todas formas.
Ingresó sola, dejando a los otros tres afuera, y no encontró mucho.
Bolsas tiradas en el piso, cajas vacías aquí y allá, la pared se caía a pedazos y alguien había arrancado partes de las estanterías.
Pero había toallas higiénicas.
Recogió las que encontró, las guardó con discreción en su mochila y regresó con el grupo, murmurando un pequeño "no había nada" para luego tomar a la moto del manubrio y seguir avanzando.
Peter e Ivan dejaron de jugar el juego de manos con el que se habían entretenido y el ruso caminó al lado de la moto mientras que el niño se enderezaba sobre el equipaje.
La joven supuso que habían estado jugando "En la calle 24" por la corta parte de la canción que había escuchado, pero decidió no preguntar.
El resto de la mañana la pasaron tranquilos, caminando por las calles hasta llegar a una plaza, en la que se sentaron a descansar y luego reanudaron la caminata.
Hasta el momento no había habido señales que indicaran que los "Darksiders" tomasen otra ruta, por lo que suponían que iban por buen camino.
Yao despertó, le saludaron y pusieron al tanto de lo poco que había pasado y se hundió entre el equipaje en su sitio, aún con flojera.
Fue cuando pasaban por lo que probablemente habría sido el centro laboral que confirmaron sus sospechas.
Caminaban admirando las decadentes estructuras de los edificios de oficinas para cuando pudieron oír la conmoción.
Estaba lejos, pero no tanto pues lo habían oído.
Avanzaron con cautela, intentando rodear la fuente del sonido para poder acercarse por detrás y ver qué pasaba.
Pero llegaron a un edificio de conferencias.
Y el alboroto parecía salir de ahí dentro.
Cubrieron el equipaje con una de las mantas para que no fuera tan evidente que cargaban con varias mochilas y pusieron ramas dentro, haciendo que sobresalieran por los lados de la tela, aparentando que cargaban madera.
La joven sacó un par de armas, las cargó como pudo y se las colgó de su riñonera. Quedaron ocultas porque llevaba la capa encima. Sacó un par de pistolas simples y le entregó una a Yao y la otra a Ivan.
Ambos la miraron sorprendidos.
—Si algo sucede, necesitamos estar preparados. Peter,— le entregó su bate. — tú toma este.
El niño aceptó el instrumento y lo enganchó en su espalda. El ruso se colgó la pistola en su cinturón, bajo su abrigo, y el chino la colocó dentro del asiento en el que estaba, a la mano.
(T/N) sabía que no la habían mirado por la razón que ella les había respondido, sino porque les había confiado armas a un par de desconocidos que podían dispararle y llevarse todo lo que tenía.
Pero algo dentro de ella le decía que debía confiar en ambos.
Rodearon el local hasta llegar a un callejón sin salida que daba a la puerta trasera de escape.
Ahí encontraron a un grupo de gente herida, la mayoría entre los treinta y cuarenta años, más hombre que mujeres, apostados contra las paredes con expresiones de terror y preocupación.
En cuanto los vieron llegar, los que parecían ser los hombres más fuertes se pusieron delante del resto con unos palos, pensando que les atacarían.
Los cuatro recién aparecidos levantaron ambas manos en señal de paz al mismo tiempo, y (T/N) habló primero.
—No pensamos hacerles nada, solo queremos saber qué sucede. — les tranquilizó en un tono sereno.
Al oír la voz de la mujer, las personas heridas parecieron relajarse un poco y volvieron a tomar sus puestos, aceptando que no les harían nada.
La joven y los otros tres se acercaron, dejando la moto al lado de los basureros. Peter se sentó en el asiento del piloto a modo de custodia y Yao no tuvo otra opción más que quedarse en el asiento extra, su mano cerca del arma por si esas personas intentaban algo.
Ivan y (T/N) se apostaron junto a la puerta, con el resto de los heridos, esperando que les explicaran lo que sucedía y escuchando por la entrada cerrada los gritos y disparos que se oían venir de adentro.
Uno de los más jóvenes que estaba a su lado les miró y les hizo una seña para que se agachen a su lado para escucharle. También le hizo una seña al mayor, como si le indicara que él les pondría al tanto.
—Había un galón de cinco litros de agua limpia escondido en el sótano del edificio. — les susurró en cuanto se acercaron.
—¡¿Qué?!— gritó Ivan en un susurro.
—¿Y quién llegó primero?— preguntó ella.
—Nosotros. — sentenció con una mirada de determinación. Debía tener treinta y un años a lo mucho, era bastante joven. — Somos un grupo de cuarenta y tres personas que nos organizamos para sobrevivir juntos. Es una larga historia, pero alguien del grupo encontró un pequeño reservorio de agua que nos ha estado manteniendo durante todo este tiempo. — bajó la voz. — Los que estamos aquí ahora somos la mitad, el resto se quedaron resguardados un par de cuadras más atrás por si acaso. Llegamos al edificio, recorrimos el lugar y encontramos el galón en el sótano. Tal vez fue porque hicimos algo de ruido al festejar, pero sucede que los "Darksiders" justo rondaban la zona y nos encontraron y comenzaron a atacar.
—¿Cuántos siguen adentro?— inquirió Ivan.
—Acá afuera estamos ocho. — miró rápidamente a su alrededor. — Dentro deberían haber dieciséis, si es que no los han matado aún...— apretó sus puños, bajando la mirada al piso y hablando con desprecio.
—¿Lograron ver cuántos eran de los otros?— quiso saber (T/N).
—No, todo fue tan rápido...— pensó. — Pero por lo menos más de veinte, debe ser uno de los pelotones de la organización.
—¿Va a venir alguien más de su grupo a ayudarles?— preguntó el ruso. — O sea, ¿esperan refuerzos o algo así? Sé que son pacíficos, pero...
—El resto del grupo ya debe estar enterado. — dijo. — Pero les pedimos que no vinieran, no podrían ayudar en mucho y no queremos arriesgar a más...— pensó otra vez por unos instantes. — Tal vez venga un joven armado a ayudar, pero tal vez no. Debe estar muy lejos como para llegar a tiempo...
Guardaron silencio por un rato, analizando la situación con lo poco que entendían mediante los gritos y las balas.
Se miraron y se pusieron en pie lentamente, acercándose de vuelta a la moto.
—¿Qué vamos a hacer?— preguntó Peter en cuanto llegaron a su lado, en voz algo baja.
(T/N) le dirigió otra mirada a las aterradas personas apostadas contra las paredes, igual de perdidas que ellos sobre qué hacer, pero sintiendo la necesidad de hacer algo por sus compañeros muriendo allá dentro.
Levantó la vista hacia el ruso, buscando su opinión.
—Seguir de largo, esta pelea no nos concierne. — confesó él.
—Pero... los "Darksiders" están aquí, ¿no les estábamos buscando?— reclamó Peter.
Ivan calló, como si no hubiera sopesado lo que significaba la oportunidad de acabar con un grupo de los que se habían llevado a sus hermanas.
La joven puso una mano en su brazo, para calmarlo. No quería que se complicara tanto.
Mientras, también se abandonó a unos segundos para analizar la situación.
¿Debía entrar? Lo cierto era que no quería dejar a esas personas solas, quería ayudar, no parecían ser una dictadura y daban la impresión de simplemente ser una pequeña comunidad que buscaba sobrevivir junta.
Pero, no podía simplemente entrar. No tenía ningún tipo de entrenamiento militar, e ingresar al edificio era el equivalente a lanzarte de cabeza a un tiroteo a oscuras (pues los vidrios de las ventanas eran polarizados). Tenía armas, sí, pero... ¿matar?
Nunca antes había matado, y no quería hacerlo.
Sin embargo... ¿Le quedaba otra opción? ¿Se perdonaría a sí misma si matara en un mundo en ese estado y a ese tipo de gente?
No, mucho más importante.
¿Se perdonaría abandonar a gente indefensa, teniendo ella armas para defenderles?
No lo haría.
No sería capaz de irse de largo y dejarlos morir a su suerte.
Pero tenía miedo, mucho miedo. No quería morir.
Suponía que era el momento de ser valiente, ¿verdad?
—Entraré. — declaró ella. — Voy a entrar, tenemos armas y no pienso quedarme de brazos cruzados.
Peter saltó y la abrazó.
Hubo unos segundos de silencio. Yao sabía que él no entraría, pero estaba preocupado por ella. Ivan, por otro lado, seguía barajando sus posibilidades.
El niño se aferró a la capa de (T/N).
—Peter...
—No te voy a detener. — dijo al cabo de un rato, su voz deformada pues estaba pegado a su barriga. — Sé que no soportarás la culpa de ver y no actuar, pero...— la abrazó más fuerte. — yo tampoco soportaré la culpa de no haber hecho nada si te mueres. — pausó, temblando. La joven supo que estaba reteniendo las ganas de llorar, aún era pequeño. — Por favor, (T/N), ten cuidado. — le imploró.
—Lo tendré, Peter. — le devolvió el abrazo por unos segundos, que fueron suficientes. Se separaron y ella puso sus manos en sus pequeños hombros. — Cuida de Yao y las cosas.
El niño asintió y se fue a sentar en el asiento del piloto, bate en mano.
Yao alzó la vista y le dirigió una mirada preocupada a la (nacionalidad). Estaba preocupado por lo que iba a hacer, pero sabía, al igual que Peter, que no podría detenerla.
Cerró los ojos, ordenando sus ideas, y la miró de nuevo.
—No hagas nada muy arriesgado. — le pidió.
Ella asintió y se volvió hacia el ruso, quien la esperaba con la mirada clavada en su máscara.
Tenía una expresión que era una mezcla de ligero miedo, resolución y determinación. Se veía serio, y todos podían adivinar la conclusión a la que había llegado.
—¿Vienes?— le preguntó la joven.
—Да. — respondió, lo que ella reconoció como "sí" en ruso. — No puedo perder la oportunidad de verles en acción.
—Bien, pues. — sentenció ella.
Se acercó a la moto y, cuidadosamente y sin que las demás personas le vieran, sacó uno de los intercomunicadores del equipaje. Verificó que estaba funcional, limpio y entero y se volteó a encarar al alto.
Extendió su mano en un puño con la palma hacia abajo, dentro del cual sostenía el aparato, y la acercó al joven.
Este, algo confundido, posicionó su mano con la palma hacia arriba bajo la de ella, y se le fue entregado el dispositivo.
Lo examinó con la vista y la miró.
—Es un intercomunicador. — le informó ella. — Lo vas a necesitar si quieres decirme algo mientras estemos ahí dentro.
Ivan puso la expresión de entender y se lo colocó, asegurándolo en su oído derecho.
La joven sacó también del equipaje una mejor arma que la pistola que le había dado y se la entregó con el seguro puesto.
Se cargó al cinturón un par de granadas de luz y un par de granadas de humo. Sacó un par de trapos viejos y también se los colgó, nunca sabía cuándo necesitaría una venda de emergencia.
Una vez lista, intercambió miradas de afirmación con el ruso y se movilizaron hasta la puerta.
Todos los que estaban apostados les miraron raro.
—¿Qué... qué van a hacer?— les preguntó el hombre mayor.
—Entraremos. — respondió decidida (T/N).
Todos se estremecieron, aterrados ante la idea, pero no les detuvieron. Se podían notar las expresiones de preocupación, pero al mismo tiempo la pequeña esperanza de que tal vez, solo tal vez aquellos dos extraños pudieran salvar a los que quedaban de sus compañeros.
Uno de los jóvenes se acercó a la puerta y sostuvo el pomo.
—Ustedes avisen, cerraré en cuanto hayan entrado. — les dijo con preocupación. — Por favor... Por favor, sálvenlos. Y... tengan cuidado.
Ambos asintieron y esperaron, oyendo con concentración la secuencia de gritos y disparos.
Cuando en un momento se oyeron lejos de la puerta, el ruso hizo el gesto con la mano para que les dejaran entrar.
Acto seguido, la puerta se abrió escasamente, entraron agachados, escurriéndose por la pequeña abertura y sintieron la entrada cerrarse silenciosa y rápidamente tras ellos.
Peter se aferró al bate y Yao a la pistola, mentalmente pidiendo por la suerte que sus compañeros necesitarían.
Dentro, Ivan y (T/N) se descubrieron tras una desordenada especie de barricada compuesta por armarios rotos, escaparates y sillas. Supusieron que los maleantes habían tratado de bloquear la salida trasera.
El joven le hizo señas a su compañera para que le siguiera, y se movilizaron agachados tras la barricada hasta que fueron capaces de ver lo que sucedía.
No debían haber pasado más de cinco minutos desde que todo inició, y partes de las columnas estaban colapsando. Las paredes estaba agujereadas y todas las mesas estaban volteadas para servir de barreras. Las personas corrían de un lado a otro, todo estaba oscuro, todos gritaban, había unos cuantos cuerpos tirados en el piso y todo tenía salpicaduras de sangre.
Se oían los disparos y los golpes, la madera rompiéndose y los vidrios u objetos quebrándose y creando trampas en el suelo.
—¿Algún plan?— inquirió ella a través del comunicador.
—Yo diría que buscáramos el galón primero, en este caso lo mejor sería separarnos. — susurró en el micrófono con pena. — Uno irá a buscar el tesoro y asegurarlo, y el otro guiará a la gente a la salida.
—Bueno...— aceptó ella. Igual no veía qué de bueno sacarían andando juntos cuando allí dentro todo era locura. — ¿Y quién a qué?
—Creo que sin máscara será más sencillo convencerles de que venimos a ayudarles.— la miró.
—Entonces yo iré a buscar el galón. — sentenció, y puso una mano en el hombro del joven. — Cuento contigo, Ivan. Ten cuidado.
—Lo tendré. — le dedicó una pequeña e infantil sonrisa, que se desvaneció al instante. — Tú cuídate, si sucede algo no dudes en avisarme, ¿bien?
—Lo recordaré.
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Nuevo capítulo! qwq (yay!)
El que sigue lo voy a subir el martes. ¿Por qué?
Sí, sé que dije que los subiría semanal, pero el que sigue es [spoilers (?] básicamente todo lo que pasa dentro del edificio.
Y siento que dejé este cap en mucho suspenso. x3
Como sea, en este cap no hay referencias :c
Nos vemos el martes, entonces :'v
Les loveo <3
-Gray
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