Capítulo 55 - Grupos
(T/N) soltó un chillido de terror cuando alguien abrió la puerta del camper mientras ella se aferraba al borde desde afuera. La puerta se abrió y la joven se sostuvo por su vida a la parte de arriba, colgando con los pies al vacío de la oscura carretera que dejaban atrás a más de cien kilómetros por hora.
Pudo escuchar a alguien sorprenderse desde dentro, tal vez quien había abierto la puerta.
—Merda! ¡Oí a ruidos fuera, ¿quién está ahí?! —preguntó alterado el italiano, aún sosteniendo el pomo de la puerta.
—¡No cierres, no cierres! —gritó asustada la (nacionalidad), balanceando sus piernas sin sentido y moviéndose con cuidado de no soltar la puerta.
Oyó cómo se armaba una conmoción dentro cuando los pasajeros reconocieron su voz. Ella, mientras tanto, se concentró en tratar de darle la vuelta a la puerta para quedar del lado interior y saltar hacia dentro del camper.
Movió sus manos hacia los lados poco a poco y logró dar la vuelta con mucho esfuerzo. Lovino ya había soltado el pomo, y permanecía de pie frente a la entrada, preocupado y sintiéndose culpable.
Ivan empujaba la puerta un poco hacia afuera desde la zona de las bisagras, para que no se cierre por el viento y aplaste los dedos de la joven.
(T/N) miró el espacio entre ella y el interior del camper y dudó. Tenía miedo.
—¡Salta! —comandó en voz alta el italiano, extendiendo sus brazos hacia el frente.
No tuvo que repetirlo dos veces. Sin pensárselo mucho, la (nacionalidad) se impulsó con sus piernas y saltó dentro del camper y a los brazos de Lovino. Rodeó su cuello y hombros con fuerza y sintió cómo él rodeaba su espalda y se tambaleaba hacia atrás por el impulso.
Se quedaron inmóviles hasta que (T/N) se hubiera tranquilizado un poco por el susto.
—Gracias... —suspiró aliviada ella en cuanto se separaron. Ivan cerró la puerta.
—No agradezcas, esto no hubiera pasado si yo no hubiera abierto la-
—Igual. —lo interrumpió la (nacionalidad), quitándose la máscara y calmándolo con una rápida sonrisa. No había forma de que el italiano hubiera podido saber que alguien estaba trepando por el camper, no era su culpa.
Lovino se tragó sus reproches con algo de vergüenza al ver a la que casi había tirado por la pista ya recuperada de la impresión, y la siguió con la mirada mientras la joven avanzaba dentro del camper.
Antonio estaba echado sobre la cama, con su hombro izquierdo envuelto en vendas y el torso al descubierto. Yao estaba sentado a su lado, cosiendo con calma los agujeros en algunas de las ropas de los presentes; y la ucraniana estaba hecha bolita al fondo de la cama.
Los demás estaban preocupados y tensos.
(T/N) se acercó al ibérico y le regaló una mirada de disculpa, aunque no hubiera nada por lo que ella debía estarse disculpando. El español la calmó con una pequeña sonrisa adolorida y se preparó para hablar.
—Duele menos de lo que pensé que dolería. —se le escapó una risa rasposa, y la joven tuvo que admirar su capacidad de mantenerse alegre incluso en esos momentos.
—Espero que le hayas dado las gracias a Yao. —respondió ella divertida, pero con pesar tras sus palabras. No era capaz de despreocuparse como el joven frente a ella.
—Ya lo hizo. —se apresuró a decir con tranquilidad el chino, no apartando su mirada de su aguja e hilo ni por un segundo.
—Bueno, ha quedado comprobado, entonces. —suspiró Lovino, sentándose en el sitio al lado del español en el que no había nadie.— A los idiotas no los mata cualquiera.
Antonio rio con algo de dificultad y (T/N) desvió su mirada para escanear el resto del vehículo. Logró captar la atención de todos los demás, y comprendieron que había algo que ella deseaba decirles.
Por lo que se congregaron cerca de la cama, y el italiano y el chino ayudaron al español a sentarse.
—Logramos contactar con Gilbert. —comenzó la (nacionalidad).
Prosiguió a contarles la conversación que había tenido con el albino y lo que el canadiense les había dicho. También les contó la versión de la historia de Arthur, a lo que Ludwig colaboró asintiendo aquí y allá en confirmación de los hechos.
Una vez hubo terminado, ninguno de los presentes se atrevió a pronunciar palabra. Todos trataban de asimilar la situación lo mejor que podían, ya que era difícil.
Cuando cosas así suceden, a uno siempre se le pasa por la cabeza "¿de verdad está pasando?" y comienza a dudar de lo que ve a su alrededor.
(T/N) observó por el rabillo de su ojo al español sobre la cama. Se había vuelto a echar, con su brazo bueno descansando sobre su frente y su brazo izquierdo sobre su abdomen.
Tenía una expresión perdida en su propio tren de pensamientos, demasiado preocupado en averiguar si era real como para fijarse en que le observaban.
La joven se echó boca abajo en la cama al lado del chino cosiendo, pegada a la pared. Sabía que en cuanto llegaran cerca de donde fuera que los Darksiders estaban llevando a los atrapados, tendrían que ponerse a idear un plan para sacarlos de ahí.
Y no importara lo que dijeran todos, ella pensaba ir.
Por Peter, y por los demás desafortunados.
Así que decidió descansar un poco.
El resto del camino se lo pasaron en un tenso silencio. Los quince minutos que siguieron se les hicieron eternos, tanto que varios estuvieron tentados a preguntar "¿ya llegamos?" más de una vez, pero desistieron contra esa idea al recordar lo que eso implicaba.
Llegaron, eventualmente, a algo que en su tiempo debió haber sido un laboratorio de investigación a las afueras de una ciudad.
Arthur cuadró la camioneta y el camper tras una de las casas de la periferia, no queriendo acercarse demasiado pero estando lo bastante cerca como para saber dónde había ingresado la camioneta que llevaba a sus compañeros.
Los tres que iban delante se bajaron del auto e ingresaron al camper.
Ambos soldados intercambiaron miradas y asintieron, quién sabe qué diablos habían acordado ahora. Matthew y Elizabeta se dirigieron a la cama, y la (nacionalidad) se levantó para comenzar a trazar el plan de acción.
—Es una estructura que debió usarse para investigaciones. —informó Arthur.— Es probable que esté organizada como alguna especie de hospital.
—Pero, ¿a dónde crees que llevarán a los demás? —preguntó preocupado Vladimir.
—Es probable que directo a las salas de... bueno... —comenzó a decir Natalya, pero se detuvo.
—¿Pasa algo? —apremió (T/N), mirando a la bielorrusa.
—¿Creen que...? Diablos, ¿creen que les extraigan el agua? —inquirió.
El grupo guardó silencio.
—Es muy posible. —asintió serio el piloto.
—En ese caso, no tenemos tiempo que perder. —intervino Ludwig.
—Igual no nos alcanzaría el tiempo. —lo miró (T/N). Ella supuso, si de todas formas iban a extraerles el agua, no tenían razón alguna para esperar un solo segundo antes de llevarlos a... donde sea que realicen la operación. Y aunque trataran de colarse en este instante, su grupo no iba a llegar a tiempo para salvarlos a todos.— Debemos crear algún tipo de distracción.
—Alright. —acató con simpleza el inglés.— Ludwig, es nuestro momento de brillar. —sonrió sarcástico, y el alemán asintió determinado con su cabeza, como si no hubiera captado el chiste.
—¿Están seguros? Quién sabe cuánto rato tendrán que distraerlos... —los miró Natalya, al parecer preocupada por los soldados.
—Si hay alguien que puede hacerlo, es ellos. —la miró Lukas de reojo, y le bielorrusa guardó silencio.
Hubo una pausa en la que todos se retiraron a sus pensamientos sin querer.
—Debemos armar grupos. —soltó de pronto Elizabeta.— Y alguien debe quedarse aquí con Antonio.
—Yekaterina y yo nos quedaremos a cuidar de él. —aseguró el chino, a lo que la ucraniana asintió nerviosa desde donde estaba.— ¿Alguien más que quiera acompañarnos?
—Yo me quedo con ustedes. —lo miró el canadiense.— No seré el más fuerte, pero si llega a pasar algo tenemos que tener a alguien que pueda defenderse aquí. Y no sé si alguno de ustedes puede hacer eso.
—Sería bastante tranquilizador tenerte aquí, gracias. —suspiró el chino, dándose cuenta de que Matthew tenía razón.— ¿Nadie más?
Todos se lo pensaron, pero nadie levantó la voz. Tomando eso como una negativa, la (nacionalidad) prosiguió con la organización.
—Yo propongo que nos separemos en cuatro grupos. —planteó, y los demás levantaron la vista para mirarla.— Uno estará formado por Arthur y Ludwig, y se encargarán de armar jaleo para distraer a los maleantes. Los otros tres grupos recorreremos la edificación en busca de los demás.
—Entonces necesitamos balancear bien esos tres grupos. —intervino Elizabeta, contando a los que iban a entrar.— Somos siete, tendrán que ser dos dúos y un trío.
—Hmm... —musitó la (nacionalidad), fingiendo que pensaba en cómo organizarlos. En realidad estaba percatándose de que la húngara podría cumplir bien el papel de Kiku de dividirlos de modo que las fuerzas y habilidades estén bien distribuidas, y de modo que cada grupo sea capaz de trabajar en equipo sin problemas. Algo debía haber aprendido del japonés, después de todo.— ¿Alguna idea de cómo distribuirnos? Supongo que necesitamos a alguien capaz de defenderse y a alguien ingenioso por cada grupo.
—Entonces yo iré en el grupo de tres, ya que no cumplo con ninguna de esas características. —comentó el italiano.
(T/N) lo miró por unos momentos. Ella también había pensado en ponerlo en el trío, pero lo que acababa de decir la había hecho cambiar de opinión. El hecho de que se hubiera percatado de su posición indicaba que sabía quiénes entraban en qué característica, a pesar de llevar con ellos casi nada de tiempo.
No era que no tuviera ingenio, es que simplemente no sabía que lo tenía. Él debió haber sido el cerebro en su dúo con Ludwig, siendo el alemán la fuerza que los defendía.
—En realidad, creo que lo mejor sería que fueras con Elizabeta. —propuso la (nacionalidad). Lovino la miró extrañado, pero no dijo nada.
—¿En serio? —soltó la húngara, como si no hubiera esperado eso. Al ver la mirada de decisión que le regaló la otra joven, comprendió de inmediato qué era lo que (T/N) había descubierto. Ella sería la defensora, y el italiano sería el ingenio.— Ahh, ya veo. Tiene sentido.
—Cuento contigo, entonces. —la miró algo divertido Lovino, guiñándole un ojo. La húngara le sonrió de vuelta con complicidad.
—Eso nos deja a Lukas, a (T/N), Ivan, Natalya y a mí. —enumeró Vladimir.— Creo que es obvio que Lukas y yo iremos juntos, y que Natalya querrá ir con Ivan.
—Así es. —asintieron a coro la bielorrusa y el noruego.
—Por lo que (T/N) es la única que queda sin grupo. —la miró el rumano.
—En ese caso, propongo que venga con nosotros. —declaró Natalya.— Mi hermano y yo no somos tan buen equipo a solas como los otros dos dúos, por mucho que no me guste admitirlo.
—Bueno, eso es cierto. —analizó Elizabeta, como si barajara sus opciones.— ¿Irás con ellos, (T/N)?
—Supongo que sí. —accedió la (nacionalidad). Lo que había dicho Natalya tenía mucho sentido, y ella misma no podía pensar en ese momento en una mejor forma de organizar los grupos.
Cada uno se levantó de donde estaba y se dirigieron a buscar lo que sea que necesitarían para rescatar a los demás.
(T/N) se colocó su máscara y su capa. Verificó que tenía granadas tanto explosivas como de humo y de luz en su riñonera. Sintió su pistola en su estuche y su bate colgado de su cintura. Guardó una cuchilla en su bota solo por si las moscas y enrolló una soga en la parte de atrás de su cinturón.
Le pidió a Arthur que le prestara un silenciador para su pistola y se lo colocó.
Estaba lista.
—Tengan cuidado... —los despidió con su voz rasposa el español, aunque su sonrisa de pena se podía sentir en su tono.
—Más te vale seguir vivo para cuando regresemos. —lo reprendió el italiano, dejando el camper en silencio tras la húngara.
—Vuelvan en una pieza, si es posible. —les encargó la mamá- digo, Yao.
Todos asintieron con la cabeza, y Ludwig salió al final, cerrando la puerta tras él.
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Weno, pequeño aviso qwq
Subiré el capítulo que sigue mañana sábado, porque me voy a ir de viaje de estudios la semana que viene y no voy a poder actualizar unu
Cuando regrese, subiré el martes ^^
Pero bueno, nos vemos el sábado, entonces
Les loveo <3
-Gray
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