Capítulo 54 - Raptados


Ambas señoritas intercambiaron miradas tensas y siguieron al inglés fuera del camper. La cabaña en la que se habían quedado a dormir estaba agujereada por todos lados, y las pocas cosas que había habido antes estaban ahora tiradas por el piso.
La camioneta parecía intacta, por suerte.

La puerta del conductor, la del copiloto y una de la segunda fila estaban abiertas. Arthur subió por la primera y la cerró, tomando el volante y suspirando en silencio. (T/N) subió al segundo sitio al frente y la húngara se subió atrás.
¿Dónde diablos estaban todos?

En cuanto los tres estuvieran dentro, la (nacionalidad) oyó un pequeño ruido proveniente de la maletera y se tensó. El inglés a su lado había comenzado a encender la camioneta, y ella se giró lentamente para ver a la otra atrás.
Quien no parecía haber escuchado nada.

—Si les soy sincero, no sé- —el rubio fue interrumpido por un sonido de sorpresa salido de la parte del fondo del vehículo.
—¡Arthur! —exclamó el canadiense, causando que todos los presentes se giraran sobresaltados a verle.— ¡(T/N), Elizabeta...!

Matthew había salido de entre la separación de la segunda fila con la maletera y la moto en ella.
Debía haber estado echado en silencio antes de que ellos entraran.
No había dormido ahí, ¿verdad? Su expresión, además, parecía entre aliviada y asustada, con ganas de llorar.

What the- —el inglés comenzó, esta vez deteniéndose él mismo mientras encendía al fin el auto y miraba al frente.— Matthew, pasa a la fila de Elizabeta y dinos qué pasó; asumo que tú tienes una parte de la historia que a mí me falta.

El piloto arrancó y dejó atrás la estación céntrica en dirección no muy distinta a la de su ruta original. Debían ser las tres de la madrugada, a juzgar por el cielo, y nuestra protagonista pudo ver huellas recientes de camionetas sobre la tierra.

El canadiense dudó unos instantes antes de pasarse nervioso por encima de los asientos al lado de la castaña, quien trató de calmarlo lo mejor que pudo.

—¿Y bien? —apremió el conductor en cuanto vio por el espejo retrovisor que el de lentes había hecho lo que le dijo.
—... —Matthew tragó saliva y se preparó para hablar. (T/N) se giró en su asiento para verle.— Me desperté hace no mucho con unos ruidos extraños que venían de fuera de la camioneta. Francis, Gilbert y Antonio se despertaron casi al mismo tiempo, y... —miró a un lado.— Bueno, vimos que unos veinte Darksiders habían entrado a la cabaña. Unos tenían atrapado a Peter y otros cargaban a Kiku, parecía inconsciente. —hizo una pausa.— Alfred seguía peleando contra unos cuantos, así que decidimos salir a ayudarlo. Todos bajaron por una misma puerta para poder tomarlos por sorpresa desde atrás, y se armó todo un jaleo. Yo ni siquiera llegué a bajar; cuando estaba por llegar a la puerta oí un disparo y me hice bolita en el piso de la camioneta. —guardó silencio otra vez, ahora por más rato.— Me escondí en la maletera cuando las cosas se calmaron...
—Matthew... —lo trató de calmar la húngara, viendo cómo apretaba sus manos en puños tan fuerte que sus nudillos se tornaban blancos.
—¡Debí hacer algo! ¿Por qué diablos me escondí...? —se lamentó frustrado el de lentes.
—N-No sé si sirva de consuelo, pero Antonio está en el camper. —comentó insegura Elizabeta.— Aunque le dispararon... —murmuró.
—Ya, pero igual... —se rio apenado Matthew.— Todos los demás están-
—Yo no sabía esto. —lo interrumpió Arthur, logrando que el canadiense le mirara algo confundido. Las otras dos también le prestaron atención.— Y nadie más se hubiera enterado si no te hubieras escondido. Ahora sabemos que Kiku está inconsciente, eso supone un problema.

El canadiense asintió en silencio, un poco más calmado pero aun sintiéndose algo culpable.
(T/N) alternó su mirada ente el norteamericano y el inglés.

—De acuerdo, ¿y tu versión de la historia? —preguntó la (nacionalidad) preocupada, mirando al piloto. Esto no le gustaba para nada.
—Ludwig y yo nos despertamos con alguien golpeando con desesperación una ventana de la camioneta. —narró el inglés.— Ambos nos asustamos y tomamos nuestras armas por si algo malo estaba pasando. Nos asomamos por la puerta y vimos a Alfred bajarse enojado de su asiento en el auto y enfrentarse a los Darksiders mientras otras personas también se bajaban de la camioneta, probablemente Kiku.
—Y dispararon. —asumió (T/N), comprendiendo un poco mejor la serie de eventos de esa madrugada.
Yes, pero el primer disparo no despertó a nadie. —comentó, mirando concentrado la pista.— Bueno, tal vez a Yekaterina, creo que sí oí un chillido asustado. Ustedes se despertaron con el segundo disparo, y fue en ese momento que los maleantes también reaccionaron y sacaron sus armas. El resto ya lo saben: yo salí y los ahuyenté, pero solo logré hacer que dejaran atrás a Antonio. A los demás se los llevaron en sus camionetas.
—¿Y quién le disparó? —inquirió la húngara mirando hacia el camper, preocupada por el español.
—Probablemente los Darksiders. —suspiró Arthur.— Es decir, sé que no fuimos ni Ludwig ni yo; no lo digo porque sé que no le dimos, lo digo porque si una de nuestras balas le hubiera caído... ugh, no quieren saberlo. —miró a un lado.
—¿Por qué sería distinto? —cuestionó Matthew.
—Porque somos militares. —dijo sencillo el otro.— Nosotros usamos balas de punta partida, por lo que la herida de salida es distinta y... bueno, Antonio estaría gritando si fuera una de las nuestras.

Los otros tres guardaron silencio y miraron al frente. Arthur estaba conduciendo con las luces apagadas, probablemente para que no le vieran.
Podían distinguir las siluetas de unas tres camionetas de los Darksidersk en la distancia. Era claro que les estaban siguiendo hasta una de sus bases, o tal vez incluso a su guarida principal. Ahí debía ser donde extraían el agua de los que capturaban, por lo que resultaba lógico que se llevarían a los recién atrapados ahí.

Se pasaron el resto del camino casi en silencio. (T/N) llamó en algún momento a través de su comunicador a Ivan para preguntarle cómo estaba Antonio (pues supuso que Yao estaría ocupado y la ucraniana debía haberse ido a la cama a tratar de dormir).

—Yao logró extraerle la bala, dice que estará bien pero que de todas formas debe descansar. —había informado el ruso.— Parece que es diestro, por suerte, así que tener su otro brazo inmóvil no va a limitarlo demasiado.

Eso fue un alivio para los cuatro que iban en la camioneta.
Y entonces a (T/N) se le ocurrió algo. ¿Llegaría la señal de los comunicadores hasta los vehículos que tenían enfrente?

—Arthur, ¿crees que la señal llegue al frente? —preguntó ella, adelantándose en su sitio y mirando fijamente los autos en la distancia.

El inglés se sacó el aparato del oído, lo miró por unos instantes y se lo volvió a colocar, regresando su atención al frente.

—Sí, yo diría que sí. —asintió.— Why? ¿Piensas llamarlos? ¿No dijo Matthew que Kiku estaba inconsciente?
—Bueno, sí, pero... —la (nacionalidad) guardó silencio. Así que el inglés también se había percatado que Kiku era el más sigiloso del grupo, y tenerlo incapacitado era un gran problema. Repasó en su cabeza quiénes estaban atrapados y llegó a la conclusión más lógica.— Alfred haría demasiado ruido. —comenzó en voz alta, más para ella que para el resto.— Peter debe estar llorando en los brazos de alguien, y Francis probablemente está en pánico. Eso nos deja a Gilbert. —miró al piloto.
—... —Arthur no le respondió inmediatamente, como si hubiera estado repasando las opciones al igual que ella.— Ese albino debería bastar. Ha leído casi los mismos libros que yo, y aunque no sea un militar como su hermano, deberá saber qué hacer. Es una buena idea.

(T/N) asintió y se llevó una mano al aparato en su oído, a punto de llamar al prusiano.

—Un momento. —la detuvo Elizabeta.— ¿No crees que los Darksiders podrían interceptar la llamada?
—Tiene un buen punto. —secundó el inglés.
—¿Siquiera sabrán que tenemos intercomunicadores? —cuestionó Matthew.
—No creo. —se defendió la (nacionalidad).— Usan las frecuencias de radio para comunicarse entre ellos sin importarles que alguien les oiga, porque están seguros de que nadie más tiene radio como para oírles. —explicó.
—Eso también es un buen punto. —suspiró el conductor, regresando su atención al frente.
—Yo solo decía. —se encogió de hombros la húngara, algo preocupada.
—Está bien, un poco de precaución nunca está de más. —la calmó el canadiense con una pequeña sonrisa. Era algo sorprendente, tomando en cuenta la situación.

Elizabeta le sonrió apenada de vuelta y miraron a la joven al frente, quien ya estaba llamando por el comunicador.
Y esperaron.

—¡Gilbert! —gritó (T/N) en un susurro al escuchar estática del otro lado de la línea.
—... —se oyó una respiración silenciosa por unos instantes.— ¿Eres tú, schön...?
—Sí; sí soy yo, Gilbert, ¿están todos bien? —preguntó preocupada, acercándose al frente como si buscara captar mejor señal.
—Meh... seguimos en una pieza, supongo. —rio Gilbert rasposamente en silencio. Su voz se escuchaba clara, sin embargo, indicando que los debían haber metido a alguna maletera o lugar sellado.— Alfred no ha dicho ni una palabra desde que nos metieron aquí, solo se dedica a abrazar al pequeñín... que no deja de sollozar, por cierto, pobre. Franz está aferrándose a mí, como siempre. —hizo una pausa. De fondo se oyó un pequeño "¡hey!" tembloroso y callado de protesta.— Kiku también está aquí, pero... Bueno, no sé qué le pasó pero si no respirara ya lo habría dado por muerto.
—Ya veo... —sopesó (T/N), relajándose en su asiento. Era un alivio saber que al menos estaban juntos y "en una pieza".— ¿Alguien está herido?
—Todos estamos golpeados, schön, aunque sí es cierto que Kiku se llevó la peor parte. —suspiró en un susurro.— Peter está casi intacto, salvo por un par de raspones en las muñecas y rodillas que fueron por sus propios intentos de escapar. Alfred está vivo solo porque tenía su casco. Tenía, porque se rompió con una bala y un mazazo que le cayeron al pobre idiota. —rio un poco, y alguien en la maletera le hizo un silencioso "shhh" para que bajara la voz.— Franz y yo recibimos un par de golpes en la cara y la barriga, y yo en la cabeza; pero estamos bien.
—Bueno, eso es un alivio. —suspiró ella.— Vamos a sacarlos de ahí sea como sea, ¿de acuerdo? Hasta entonces, por favor: tengan cuidado.
—Creo que ustedes necesitarán tener más cuidado, (T/N). —rio apenado el albino antes de colgar.

La joven miró a los otros tres con ella y les informó sobre lo que Gilbert acababa de contarle. Ahora solo era una cuestión de tiempo para que llegaran a donde sea que estuvieran llevando a los otros.

Pasaron cerca de diez minutos en silencio, girando aquí y allá mientras el piloto trataba de mantener la distancia sin perderlos de vista.
La (nacionalidad) no podía dejar de pensar en el español. Bueno, le habían disparado, ¿cómo no podía preocuparse? Y aunque ya le habían extraído la bala, uno nunca sabe qué puede pasar.
Quería ir al camper a ver qué tal iba todo, pero no pensaba detener la persecución solo para algo así.

Así que suspiró rendida.

—¿Pasó algo? —preguntó Elizabeta al oírla suspirar.
—Quiero ver cómo van las cosas atrás. —musitó, mirando por la ventana a su lado. No se percató que el conductor la observaba por el rabillo de su ojo.
—Kiku y yo ya hemos ido de un lado a otro sin detener la marcha. —mencionó a los segundos el inglés.
—Pero yo no soy ni Kiku ni tú. —volvió a suspirar la joven. Lo peor de todo era que se lo estaba pensando.
I know, eso no cambia el hecho de que puedes hacerlo. —insistió Arthur.— Solo debes tener cuidado y no tratar de apresurarte.

Ella lo miró por unos segundos y miró la puerta de la húngara, que estaba del mismo lado que la puerta del camper.
No podía creer que de verdad estaba pensando hacerlo.

—No vas a salir, ¿verdad? —la miró Matthew.
—Realmente quiero ver cómo está todo. —lo miró apenada, sabiendo que se preocupaba.— Además, podría aprovechar para contarles mejor lo que me dijo Gilbert en lugar de hablarle a uno por intercomunicador.

El canadiense la miró con una expresión entre pena y preocupación que (T/N) no supo descifrar y se quedó en silencio.
Ella, entonces, se quitó el cinturón de seguridad y pasó sobre la intersección de su asiento y el de Arthur y llegó a la segunda fila. Los dos que estaban ahí le regalaron miradas preocupadas, pero no la detuvieron.

—Ten cuidado. —comentó Elizabeta.

(T/N) asintió y la miró tras su máscara. Abrió la puerta de la izquierda con algo de resistencia por el viento y se sostuvo del borde de arriba.
Con cuidado y paciencia, se las arregló para hacer su camino hasta la puerta del camper pisando en pequeñas zonas de uniones de metal y aferrándose a partes que sobresalían en el techo.

Llegó a la puerta, sí, pero recordó que se abría hacia el otro lado, así que aún tendría que avanzar un poco más.
Se estaba aferrando al marco de la entrada para cuando alguien la abrió desde dentro.


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Sé que es algo tarde, pero bueno xDc

Nos vemos el viernes ^^~
Les loveo <3

-Gray

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