Capítulo 44 - Huida en camiones
(T/N) volvió a cerrar las ventanas, pero dejó las cortinas abiertas por si acaso. Caminó torpemente hasta donde la ucraniana trataba a los heridos y se sentó cerca. La rubia de pelo cortó la miró por unos instantes y le sonrió, indicándole que todo estaba bien.
Ella se quitó la máscara y asintió, colgándola en su cinturón.
Miró a su alrededor. Todos seguían nerviosos y estaban sentados en grupos. No había una sola persona sentada sola, a excepción tal vez de los que se habían ido a la gran cama a descansar.
Y la húngara, sentada contra las cajas.
En cuanto cruzaron miradas, Elizabeta le indicó palpando el sitio a su lado que fuera a sentarse con ella. Confundida, (T/N) gateó hasta su lado y se sentó contra las cajas, mirándola.
¿Quería decirle algo, o simplemente no quería estar sentada sola?
Cualquiera de las dos era posible.
—Dime, (T/N)... —dijo de pronto en una voz suave, como si no quisiera que los demás escucharan.— Con respecto a Peter...
—No, no es el hijo de Arthur. —se adelantó la (nacionalidad) suponiendo que a eso se refería.— Tampoco es el mío.
—Eso ya lo sé, Kiku me explicó. —rio levemente la otra, mirándola.— Igual lo supuse, no actúan como actuaría una familia.
—Ah... —murmuró nuestra protagonista, entrando recién en la cuenta de que eso era cierto. Pero si era tan aparente, ¿por qué los demás no se habían dado cuenta? ¿Acaso eran tan densos?— ¿Entonces? —apremió ella, algo confundida.
—¿Por qué viaja contigo si no... bueno, si no tiene ningún tipo de relación haca ti? —preguntó la húngara, mirándola con curiosidad.
—Oh, eso. —suspiró (T/N).— Pasé frente a su escuela en el día del caos, y me siguió pensando que tenía un plan para no morir. —se encogió de hombros.
—Bien, pero creo que sabes que no me refiero a eso. —sonrió la otra, mirando al piso.— ¿Por qué decidiste llevarlo contigo?
La (nacionalidad) la miró por unos instantes.
¿Por qué estaba preguntando eso?
—¿Por qué preguntas? —inquirió.
—Curiosidad. —se encogió de hombros la oji-verde.— Si en ese entonces estabas sola, ¿por qué tomar el riesgo de llevar a alguien más y tener que repartir raciones? Y ni siquiera era alguien que conocías de antes.
—¿Y dejarlo a su suerte? —respondió con otra pregunta, no realmente esperando una respuesta.— Tengo el mal hábito de actuar. Cada vez que estoy en la capacidad de hacer algo que cambiaría la vida de alguien para bien o le ayudaría, no puedo simplemente quedarme de brazos cruzados y hacer la vista gorda. —suspiró, mirando al piso.— Además, la soledad es peligrosa.
—No creo que eso sea un mal hábito. —la miró con una calmada sonrisa la otra.— Pero es cierto, la soledad es peligrosa.
Guardaron silencio por unos instantes, sintiendo el movimiento del camión sobre la pista acelerar de pronto.
Un momento, ¿qué?
Al sentir la repentina aceleración, (T/N) se puso en pie como pudo, tambaleándose de un lado a otro por el movimiento, e hizo su camino hasta la ventana. Vio cómo los tres amigos también se paraban para observar qué había pasado.
Se acercó a las ventanas y las abrió bruscamente de par en par, siendo impulsada hacia afuera por la fuerza que había usado para abrirlas. Sus brazos quedaron fuera, por lo que no pudo sostenerse del borde y se balanceó fuera a pesar de sus esfuerzos por permanecer dentro del camión.
Alguien la jaló de su capa, por suerte, y la regresó dentro a tiempo.
Al girarse descubrió al noruego aún sosteniendo su capa.
—Con cuidado. —dijo simplemente.
—Gracias... —se las arregló para decir ella, aún algo alterada por el hecho de que casi se había caído por la ventana.
Amanda aprovechó ese momento para asomarse por la ventana y mirar hacia todos lados.
Soltó un sonido de sorpresa y susto cuando miró atrás que hizo que todos los presentes la miraran alertados.
—Oh no, ¡oh no! —tartamudeó, dejando la ventana y mirando a la (nacionalidad).— ¡Son los Darksiders!
—¡¿Qué?! —se sorprendió (T/N), sacando su cabeza y torso por la ventana y apoyándose en los bordes de arriba y abajo.
Se colocó la máscara como pudo y comprobó lo que la castaña había dicho. Tras ellos –aunque por suerte aún lejos– podía ver las camionetas negras con pintura roja de los maleantes. Las recordaba del evento del galón de cinco litros, eso y que eran inconfundibles.
Podía ver detrás de sus perseguidores la salida de la ciudad, así que por lo menos habían evitado que los encerraran dentro. Comprobó que el camper, la camioneta y el otro camión aún estuvieran con ellos y activó el intercomunicador.
—¡¿Desde cuándo están tras nosotros?! —preguntó alarmada en la línea compartida.
—I don't know! —contestó alterado el inglés, maniobrando entre los baches de la pista.
—¡Cuando miré por la ventana de atrás los vi saliendo de la ciudad! —informó Ivan, por lo que (T/N) supuso que se encontraba en el camper.
—¡¿Qué podemos hacer?! —preguntó nervioso Peter.
—¿Alfred no tiene un lanzacohetes? —inquirió calmada la bielorrusa, era un gracioso contraste teniendo en cuenta que de fondo se oían los movimientos y desesperación del ambiente.
—¡Sí, tiene uno! —se apresuró a confirmar el canadiense.
—¡El hero va al rescate, cálmense todos! —anunció Alfred medio serio y apurado al mismo tiempo.
(T/N) desactivó su intercomunicador y verificó que traía granadas con ella. Se sentó en el borde de la ventana y se sostuvo desde dentro con un brazo, dejando el otro suelto para hacer equilibrio. Sacó su cabeza y torso por completo y observó el camión del frente.
Sintió cómo Lukas y Vladimir la sostenían de su capa, mientras Amanda sostenía sus rodillas hacia abajo para que no se cayera fuera del camión.
Esperó por unos instantes hasta que vio cómo el estadounidense abría las cortinas de un tirón y las ventanas de un solo empujón, también balanceándose apenas fuera del camión pero sosteniéndose del borde a tiempo. Sacó su cabeza y torso, acompañado de su lanzacohetes, y se giró para mirar hacia atrás.
Se colocó el arma sobre su hombro y soltó su agarre del borde, pues necesitaba ambas manos. Detrás de él apareció Yao, quien lo sostuvo de su mochila y capa para que no se cayera.
Y disparó.
Hubo un estruendoso sonido seguido de Alfred recepcionando el impulso. De su arma salió un cohete seguido de humo que voló en un par de instantes hasta los camiones de los maleantes y levantó una explosión.
La onda expansiva no afectó a los vehículos en los que iban, por suerte, pero una ráfaga de viento caliente golpeó a los dos que se asomaban por las ventanas.
(T/N) se cubrió el rostro con su brazo libre, a pesar de tener la máscara puesta, y se encorvó como reflejo para entrar apenas al camión como refugio. En el instante en que la onda pasó, volvió a sacar su cabeza y miró el resultado.
Un par de camiones habían sido volteados, y otros se habían chocado con estos. Uno estaba en llamas y varios restos de otro habían salido despedidos hacia los costados.
Alfred debía haber atinado a los motores de presión.
Sin embargo, dos camionetas más ignoraron el caos y rodearon el desastre, continuando con la persecución.
(T/N) soltó un par de palabras coloridas entre sus dientes y descolgó una granada. La sostuvo en su mano libre y la catapultó como bala con todas sus fuerzas en dirección a las camionetas. Sabía que podían esquivarla, así que no más de un segundo después e incluso antes de que se produjera la explosión, aventó otra granada.
—Shit! —exclamó el estadounidense, regresando inmediatamente dentro del camión y cerrando las ventanas con él.
La (nacionalidad) le imitó, cerrando las ventanas justo a tiempo para sentir la onda expansiva de la explosión. Vieron la luz, al cabo de unos instantes se escuchó el estruendoso sonido, y los camiones se movieron apenas.
(T/N) acababa de darse cuenta de lo que había hecho.
Acababa de terminar con las vidas de varios maleantes. ¿Cuáles eran las probabilidades de que sobrevivieran algo así? ¿Tenía excusa?
Claro que la tenía.
Se oyó estática en su intercomunicador, devolviéndola a la realidad. Se quitó la máscara para calmarse un poco y sintió las miradas de todo el camión en ella.
Activó el aparato en su oído, llevándose una mano ahí.
—¡Están acabados, todos los camiones están hechos pedacitos! —exclamó Francis, quien probablemente podía ver todo desde la ventana trasera del camper.
Se oyó festejo de fondo antes de que ella apagara su aparato, viendo cómo Elizabeta se asomaba por la ventana y la cerraba de vuelta con una sonrisa.
No necesitó decir palabra para que todos comprendieran y se levantaran de alegría.
Los tres amigos se abrazaron, la húngara y la ucraniana saltaron alrededor felices y los demás dentro del camión celebraron de maneras similares.
(T/N) se limitó a colocarse la máscara y abrir las ventanas, sacando su cabeza con cuidado.
Podía ver a través de la ventana del camión opuesto cómo los demás festejaban, y Peter le saludó desde la ventana de atrás del camper.
Ella le devolvió el saludo con la mano y miró hacia atrás.
Era un desastre.
Todos los camiones se incendiaban, y si no estaban de cabeza o de costado estaban chocados contra los otros o partidos en pedazos.
Lo único que se movía era el fuego, haciéndose más pequeño a medida que se alejaban.
Ella miró hacia lo que había hecho, viendo por un costado su capa flameando con el viento y sus cabellos ondeando a su lado. Eso lo había hecho ella, ella y Alfred.
¿Cuántos habían muerto?
No lo sabía. Y realmente no estaba muy segura sobre si quería saberlo. Ella suponía que morir quemado era una de las peores maneras de morir. No le agradaba la idea de que había terminado con las vidas de varios de la misma forma en que alguien, ya sea a propósito o no, había terminado con la vida de sus padres.
No quería pensar en eso.
Regresó dentro del camión, cerrando las ventanas, y se quitó su máscara. Miró a todas las personas alegres y aliviadas, abrazándose al darse cuenta que acababan de escapar un destino terrible.
Vladimir se paró frente a ella, tomó sus manos entre las suyas y las agitó con una pequeña sonrisa emocionada.
—Gracias por salvarnos. —sonrió.— Es la segunda vez. —añadió, riendo un poco.
Sí, estaba bien. Había hecho lo que debía hacer en el momento. Si no hubiera acabado con los que les perseguían, ¿qué habría sido de Killa? ¿Qué habría sido de ellos?
Estaba bien.
—No hay de qué... —dijo a los segundos, ablandando su mirada de lo que debía haber sido una de sorpresa.
Vladimir sonrió ampliamente junto con Amanda, mientras Lukas a un costado sonrió ligeramente. Todos regresaron a su alivio y su alegría de haber escapado a los maleantes, y Elizabeta le dio unas palmadas en la espalda con una sonrisa.
—Tienes buena puntería. —comentó divertida.
—Práctica. —respondió calmada (T/N), riendo un poco entre dientes.
Condujeron tranquilamente y sin percances hasta el punto acordado. Pasaron cerca de diez minutos antes de que llegaran y se estacionaran, bajándose para encontrarse con los demás.
Yekaterina, la húngara y (T/N) bajaron del camión en el que estaban y vieron bajar del otro al chino y al estadounidense.
Recién entonces se percató que Yao ya podía caminar perfectamente.
Alfred se acercó a ellas con una mano en alto y una gran sonrisa de niño, con su máscara colgando de su cuello. Elizabeta le chocó las palmas primero con una risa mientras el resto del grupo comenzaba a bajar del camper y la camioneta. La ucraniana la imitó, más tímidamente, seguida de (T/N).
Peter corrió hacia ellos y el estadounidense se agachó a penas, el niño saltando para corresponder su saludo con una risa de triunfo.
La (nacionalidad) lo cargó en sus brazos con una pequeña sonrisa y se reunieron junto con Killa. Les agradecieron por todo lo que habían hecho por ellos, regalándoles un poco de comida en pago a sus acciones.
De dispersaron para despedirse y nuestra protagonista y la bielorrusa se acercaron a los tres amigos.
—¿Se irán con ellos? —preguntó Natalya.
—Nos enteramos hace poco de un reservorio de agua oculto. —mencionó con una sonrisa cansada Amanda, encogiéndose de hombros.— Tenemos un par de pistas para llegar, así que vamos a ver si lo encontramos.
—Espero nos veamos de nuevo. —sonrió Vladimir.
(T/N) asintió lentamente. Recordó que Blend habían dicho que sabían cómo llegar, y que ahí se dirigían. Además, los habían dejado con una sensación de que se volverían a ver de una forma u otra, así que no dudaba que volverían a cruzarse con Killa.
—Ojalá. —asintió, y Peter sonrió.
—Hasta la próxima, entonces. —se despidió el noruego, agitando su mano lentamente y girándose para irse.
Los otros dos lo miraron y le sonrieron a Natalya, al niño y a la (nacionalidad), trotando tras su compañero y dentro de uno de los camiones. Lukas se giró a mirarla con una imperceptible sonrisa y desapareció junto con sus amigos dentro del vehículo.
Killa se subió a sus camiones y se fueron, despidiéndose por las ventanas y deseándoles suerte en lo que fuera que pensaran hacer de ahora en adelante.
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Yay! Una nueva parte :D
Supongo que no les dejé en demasiado suspenso esta vez, y además ya salimos de el pequeño arco de Killa :3c
Pero igual quiera que la historia se mueva rápido, así que el siguiente cap lo subiré el viernes~
Nos vemos entonces ^^/
Les loveo <3
-Gray
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