Capítulo 30 - Novelista


Leyendo ediciones antiguas de periódicos, Ivan se giró al otro lado de la habitación para ver a la joven (nacionalidad), quien no lo notó por estar de espaldas.
Pero la bielorrusa sí que se percató, y tiró con cuidado del pantalón de la que estaba a su lado para que girara a ver a su hermano.

(T/N) miró primero a Natalya y luego al ruso, con un rostro calmado y medio inexpresivo, esperando a que el alto dijera algo.

—Ah, bueno... — comenzó él al ver que tenía su atención. — Que Francis y Matthew mencionaran el tema de Peter de nuevo me hizo recordar... ¿no nos ibas a contar qué pasó con sus padres?

La joven parpadeó, algo sorprendida.
Qué oportuno podía ser a veces.

El grupo entero se acercó para oír la historia, Natalya poniéndose en pie. Parecía que el tema había atraído la atención de todos.
La joven se apoyó contra el estante y cruzó sus brazos, pensando por dónde empezar.

—La historia de los padres de Peter... — susurró, ordenando sus pensamientos. Arthur parecía nervioso, probablemente porque había sido cercano al padre. — Estaban fuera de Inglaterra, no sé para qué, ya cuando la madre estaba encinta. Supongo que habrán querido que Peter naciera en el país de sus padres, así que tomaron un crucero de regreso a Gran Bretaña. — hizo una pausa. — Eso es lo que yo he podido reconstruir, ahora vienen los hechos. — los barrió con la mirada antes de aclararse la garganta y continuar. — Resulta que Peter nació antes de llegar al puerto, un par de días antes, así que su madre dio a luz en altamar. El padre estaba como uno de los sub-capitanes o algo del crucero. Lamentablemente, el barco sufrió fallas graves la víspera de la llegada y se hundió. — hizo otra pausa, mirando a Arthur. — El padre de Peter no sobrevivió el hundimiento, al igual que casi todos los pasajeros. Solo una reducida minoría tuvo la suerte de salvarse y tomar las balsas de emergencia disponibles, y luego ser rescatados por la Guardia Costera a la mañana siguiente. Peter y su madre sobrevivieron hasta Inglaterra, pero ella debe haber fallecido en el hospital o algo ya que Peter fue llevado huérfano a una escuela en el extranjero donde una de las enfermeras que cuidó de su madre enseñaba.

El cuarto entero se sumió en silencio y el inglés miró al piso, no muy seguro de cómo tomarse eso. Es decir, lamentaba que la vida de alguien preciado para él hubiera terminado de esa forma, pero había sido hace mucho, mucho tiempo.
Y, en realidad, había perdido toda esperanza de encontrarlo en cuanto había iniciado todo el caos.

—Pero... — habló lentamente la ucraniana. — Peter no sabe esto, ¿o sí?
—No, por lo menos no de momento. — la miró la (nacionalidad). — Pienso contarle, pero no por ahora.
—Sí, supongo que es lo mejor...

Leyeron por un par de minutos más hasta que la gran mayoría se hubo aburrido. Dejando la habitación en la que estaban, entonces, avanzaron por un pasillo que los llevó a unas escaleras hacia el segundo piso.
Subieron de a tres, (T/N) y Kiku ayudando a Yao con las escaleras aunque él dijera que estaba bien, directo hacia el segundo piso de la imprenta.

Arriba no era muy distinto al nivel inferior. Todo estaba abandonado al paso del tiempo sin perturbación alguna durante todo ese periodo de caos.

Caminaron lentamente hasta llegar a lo que parecía ser una pequeña biblioteca. Había altos estantes repletos de libros, y varios tomos esparcidos por el piso y apilados uno sobre otro.
En el piso, también, pudieron ver el cuerpo de una persona.

Estaba echado ahí, inmóvil, con mochila y todo. No parecía herido, pero desde donde estaban no podían ver muy bien su rostro de cerca.

Sobresaltados por el hallazgo, varios estuvieron a punto de correr a su lado para cuando la joven al frente los detuvo con un movimiento de mano.
Guardando silencio, permanecieron inmóviles esperando una respuesta.

(T/N), por su parte, trató de escuchar la respiración de alguien durmiendo. Si la encontraba, eso quería decir que el sujeto frente a ellos estaba simplemente desmayado o descansando. Si no, bien podía estar fingiendo del miedo o simplemente muerto.
Afortunadamente, ahí estaba. Lenta y pacífica, pero inconfundible.

—Bueno, muerto no está... —susurró lo más bajo que pudo, avanzando de puntitas y los demás siguiéndola.

Paso tras paso en un intento de no hacer ruido en caso estuviera durmiendo, el grupo se acercó al sujeto tirado en el suelo, rodeado de libros. Visto más desde cerca, (T/N) pudo apreciar algo que la dejó casi boquiabierta.
Era un albino.

Nunca antes había visto a una persona albina en vivo y en directo, pero por las imágenes y reportajes que había visto era imposible no reconocerle. Su piel era pálida, "blanca como la nieve", como sería descrita en los cuentos de hadas; su cabello era blanco de raíz a puntas, sus pestañas y cejas de igual color y sus labios eran de un tono rosa pálido, casi sin color.
Tenía facciones europeas, a decir verdad, y al menos echado parecía ser bastante alto. Su complexión física parecía fuerte, pero era delgado.
Llevaba un saco para la nieve de cuello alto gris oscuro hasta un poco más arriba de las rodillas, pantalones grises ajustados y botas altas casi militares de color marrón oscuro. Cubriendo su cuello estaba un pañuelo color vino de cuadros y cruzando sobre su pecho se veía una cinta de cuero beige que conectaba con una gran mochila a su lado.
El los lados de la cual se podía leer "Awesome" en letras mayúsculas.

Se miraron entre ellos, al parecer todos igual de sorprendidos de ver a un albino en un lugar como ése. Los que estaban atrás se acercaron para ver qué era lo interesante, y uno de ellos pareció reconocer al sujeto.

Mon Dieu! ¡Gilbert! — exclamó sorprendido, abriéndose paso de pronto para acercarse al sujeto.

En cuanto el francés alzó la voz, el tipo echado pareció despertarse de golpe y rodó torpemente lejos del grupo, sobresaltado. Trató de sentarse, pero Francis se abalanzó sobre él en cuanto tuvo la oportunidad, devolviéndolo al piso y haciendo que su expresión cambiara por una de confusión absoluta.
Igual que el resto del grupo, quienes se resignaron a permanecer en donde estaban.

El francés abrazó al tal "Gilbert" por unos instantes antes de separarse y, aún en el piso, tomarlo de los hombros y sacudirlo de arriba abajo mientras le gritaba incoherencias en francés.

Alfred se giró hacia su hermano buscando que le tradujera lo que sea que estaba pasando, y los demás lo imitaron.

—Dice algo como si no lo hubiera contactado y como si no le hubiera llamado... —tradujo el canadiense, tratando de entender los lloriqueos del joven frente a ellos.— Parece que lo había preocupado, deben ser amigos de antes.

En algún momento, Francis se quedó callado ante una corta carcajada ruidosa seguida inmediatamente de una voz que los demás no conocían respondiéndole en lo que muy probablemente era alemán.
(T/N) se giró a ver la escena y descubrió a los dos jóvenes sentados el uno frente al otro, el albino hablándole con una gran sonrisa burlona.
Recién entonces pudo ver los ojos despigmentados del extraño, que eran de un tono violáceo rojizo.

El albino le habló por unos segundos más, a lo que luego Francis le interrumpió en un tono aparentemente pícaro –indicando que se había calmado– que causó una risa por parte del otro.
Intercambiaron un par más de palabras antes de que el francés ayudara a su amigo a ponerse en pie y se girara a ver al grupo.

Al albino los escaneó a todos rápidamente, deteniéndose en (T/N) por unos instantes para luego continuar observándolos.

—Eh, bueno, perdón por eso... —se disculpó el francés.
—No te disculpes, no hay problema. —lo calmó la joven.— Dudo que alguien aquí no reaccione alocadamente si se encontrara con algún conocido.

Alfred, avergonzado, desvió la mirada y se rascó la nuca. Todos evitaron prestarle atención en esos momentos porque él los había arrastrado dentro del laberinto por reaccionar alocadamente y les dio la gana hacerse los resentidos.
Todos menos los dos más recientes, por lo menos, quienes no comprendían la reacción.

—Él es Gilbert Beilschmidt. —Francis le dio un golpe amistoso a su amigo en la espalda.— Es un gran amigo mío desde que éramos pequeños, viene de la parte que antes era Prusia, en Alemania.
—Gusto en conocerlos. —saludó el albino, agitando su mano y regalándoles una sonrisa contagiosa.

El grupo, entonces, procedió a hacer la larga lista de presentaciones. Parte de ellos decidieron que irían a acompañar a Peter; y Yao, Yekaterina y Arthur regresaron por donde habían venido.
Los que quedaron se sentaron en una ronda, curiosos acerca de por qué el prusiano se había quedado dormido así sin más en la imprenta.
Bueno, era sospechoso porque en esos tiempos uno no podía ir por el mundo durmiendo en donde le diera la reverenda gana.

De modo que (T/N) se sentó al lado de la bielorrusa, quien estaba predeciblemente al lado del ruso, seguido del canadiense, el francés, el nuevo, el estadounidense y el japonés al lado de la (nacionalidad).

—Pero, ¿cómo acabaste aquí solo? Creí que estarías con tu hermano en Alemania. —lo miró Francis, confundido.
Bruder y yo estábamos lejos para cuando nos enteramos de la noticia. —narró, pero se detuvo al notar que eso sonaba confuso.— Digo, yo estaba lejos, estábamos separados. Decidí hacer un pequeño viaje por Europa para encontrar inspiración para la segunda parte de mi novela. Cuando comenzó el desastre regresé a Alemania, pero... no lo encontré en casa. Lo busqué, pero de alguna forma terminé desviándome en busca de comida y aquí me tienes. —se indicó a si mismo con un ademán de manos y una expresión divertida.
—¿Eras un novelista? —preguntó (T/N), curiosa. No esperaba que un novelista sobreviviera a "la Sequía"... pero se percató que esperar eso era estúpido, ya que el único del grupo con una profesión que le ayudaría a sobrevivir era Arthur.— ¿Qué tipo de novelas escribes?
—Novelas asombrosas, schön, de crímenes policiales. —le guiñó un ojo sin borrar su constante sonrisa confiada, lo que divirtió a la (nacionalidad) al punto de sacarle una pequeña sonrisa.
—Pero... ¿no te preocupa tu hermano? —inquirió Natalya, extrañada. Al parecer no le cabía en la cabeza.
—Claro que me preocupa, frau. ¿Cómo no me preocuparía? —la miró.— Sin embargo, sé que es fuerte y que está bien. Apuesto a que está con su amigo ahora mismo, probablemente buscándome a mí. —rio.
—¿Es tu hermano mayor? —preguntó desde un lado el canadiense.
—No, es mi hermano menor. —aseguró con una sonrisa.— Es el más responsable de los dos, por eso sé que está bien. Tampoco es tan menor, de todas formas. Es tres años menor que yo y de la edad de Franz.
—O sea que tiene veintitrés. —le tradujo el francés al canadiense a su lado.
Dude, ¿por qué todos aquí son mayores que yo? —se quejó Alfred.
—Si te sirve de consuelo, yo soy un año menor que tú. —le recordó (T/N).
—Cierto, siempre puedo contar contigo, dudette. —le sonrió medio burlonamente.
—Eso te convertiría, Beilschmidt, en uno de los dos mayores. —habló Kiku.— Con veintiséis años estás a la misma edad que Wang.
—¿Wang? Sé que es uno de los que estaban aquí, pero no recuerdo muy bien los nombres. —dijo Gilbert.
—Es el chino que se fue hace un rato. —dijeron al mismo tiempo el estadounidense y el ruso, para luego intercambiar fugaces miradas con sonrisas de ligera molestia.
Да, pero luego sigues tú, Kiku. —añadió Ivan, transformando la anterior sonrisa en una infantil.
—Sí, en efecto, luego sigo yo con veinticinco junto con Braginskaya. Después está Braginski con veinticuatro; Kirkland, Bonnefoy y Arlovskaya con veintitrés; Williams y Jones con veintidós; la señorita (T/N) con veintiuno y el pequeño Peter con siete. —pasó lista el japonés.
—Whoa, Kiks, deberíamos nombrarte el encargado de las presentaciones. —bromeó Alfred, inventándose un apodo para el asiático.
—Un momento, ¿hay un niño con ustedes?— se extrañó Gilbert.
Oui, hay un dulce jovencito. Es el hijo adoptivo de la belle fille. —el francés le guiñó un ojo al prusiano, quien pareció sorprendido y miró a (T/N).
—No es su hijo. —la defendieron a coro el canadiense y la bielorrusa.
—Exacto, no es mi hijo. —corrigió la joven, mirando algo irritada al francés para luego ver al confundido albino.— Nos conocimos el día que inició el caos.
—Legalmente no, por lo menos... —susurró con una sonrisa Francis.


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Hey! Nuevo cap! ~

Como se nos acaba de unir Gilbert, les dejo el diseño:

En esta parte no hay referencias :c

Nos vemos el martes que sigue, entonces ^^/
Les loveo <3

-Gray

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