Capítulo 3 - Alguien más



Peter miró a (T/N).
Ahora se sentía mil veces más orgulloso de andar con ella.
Ahora la admiraba mil veces más.

(T/N) releyó la última página y cerró el diario.
Sabía que Peter la miraba, pero quería pensar un momento en lo que acababa de enterarse.
Primero, ¿por qué ella?
Bueno, en realidad dudaba que alguien le pudiera responder eso jamás, así que lo aceptó con calma y sopesó lo que eso significaba.
Tener que reunir a trece personas que estuvieran dispuestas a creer algo así y colaborar con ella.
En qué diablos se había metido ahora.
Pero supuso que era lo mejor. Era la primera y única oportunidad que tenía de hacer algo por ese mundo en ruinas, y no pensaba dejarla de lado.
Quienquiera que fuera el dueño o dueña del diario, no pensaba defraudarle.

Se volteó hacia Peter y terminó de convencerse al ver sus ojos que irradiaban emoción, orgullo, admiración y alegría.
Le sonrió, aunque él no lo vería debido a la máscara.
Pero Peter sabía que le sonreía.

—Entonces, eres como una elegida, (T/N). — dijo emocionado.
—Hey, tú también. — comentó ella.
—¡Cierto! ¡Seremos los héroes de este planeta!— celebró.

Mientras el niño celebraba, ella guardó el diario en su mochila y se dirigió al equipaje en la moto. Alcanzó la mochila de béisbol y la abrió.
Y sí que había algo adentro.

Lo extrajo y Peter se acercó a mirar.
Era un coso de piedra algo pesado para su tamaño, con forma de embudo por arriba y con una especia de cajita cuadrada abajo, de la cual salía la punta del embudo hacia un lado.
Era de un azul opaco tan oscuro que parecía negro, y tenía una especie de diseño extraño, como escritos tallados en la piedra.

Peter lo observó en un silencioso "wow".
Se miraron, y como si supieran lo que el otro pensaba, se dirigieron con la moto a una poza de agua no muy lejos de donde estaban.
Al llegar, sacaron dos tazas del equipaje y se acercaron al agua contaminada.
Olía tan mal, que (T/N) se alegró de traer la máscara puesta al ver a Peter hacer muecas por el olor.

Se agacharon en cuclillas e hicieron la prueba.
Ella dejó el artefacto sobre un pedazo de asfalto que había a un lado y en la dirección en que debería salir el agua dejó la taza en el piso. Peter recogió agua contaminada con la otra taza y vertió el contenido en la parte del embudo del purificador.

Los diseños extraños en el artefacto brillaron levemente de color turquesa en cuanto el líquido hiso contacto con la piedra.
De la abertura salió agua limpia y cristalina al cabo de unos segundos.

Peter y (T/N) se quedaron mudos y estupefactos, inmóviles por unos segundos.
Ella se quitó la máscara y con desconfianza agarró la taza y le dio un sorbo al agua.

Estaba limpia.
Era pura.
Y sabía a gloria.

Rieron y celebraron por unos buenos diez minutos, rellenando sus cantimploras y barrigas con agua limpia que no habían tomado en mucho tiempo con tanta libertad.
Una vez estuvieron satisfechos, guardaron el artefacto sano y salvo en la mochila, devolvieron las tazas al equipaje y continuaron con su camino.
Energías renovadas y esperanzas en alto.

En algún momento, la estática comenzó a escucharse desde la radio.
Se asustaron, ya que hace algunos meses se le habían acabado las baterías y ellos ya no tenían con qué hacer que funcione.
¿Por qué se había encendido de pronto?

La revisaron y verificaron que ahora tenía toda la barra de energía llena.
Al igual que todas las linternas y contenedores que tenían.
El reproductor de música de (T/N) también revivió.

Apagaron todo y se miraron.

—¿Crees que haya sido la piedra rara?— sugirió Peter.
—Es probable. — sopesó ella. — Digo, ¿qué hizo con toda la contaminación? No me extrañaría que la haya convertido en energía.
—Genial...— comentó alegre el niño.

Caminaron en silencio, con calma y serenidad, a través de las calles de la abandonada ciudad. Nada pasaba, pero no era como si eso fuera raro.
No, rara vez pasaba algo.
En todo este tiempo que llevaban viajando, solo habían tenido encuentros menores con maleantes, así que las armas que tomaron de la comisaría el primer día estaban prácticamente intactas.

Caminaban para mantenerse en forma y preparados para cualquier cosa que pudiera suceder.
Aunque bien sabían que las probabilidades eran pocas.

Debían ser las dos de la tarde para cuando se detuvieron a comer.
A Peter se le había ocurrido en el camino tomar una de las frutas mutadas y exprimirla en el purificador.
El resultado había sido impresionante.

La fruta que había tomado era un racimo de uvas afectadas por la contaminación.
Y lo que había salido era jugo de uvas normales.

Con el conocimiento de que el purificador podía quitar la contaminación a todo, en lo que quedaba de ese día y la mañana del día siguiente (T/N) había preparado una gran cantidad de tartas de todo y las había guardado en los ahora funcionales contenedores.
Habían pasado la noche en una sala de una casa abandonada, recostados en un par de colchones algo decrépitos. Habían desayunado jugo de uvas y al medio día ya estaban de vuelta en la pista, caminando para salir de la ciudad.

Se detuvieron a comer a la misma hora del día anterior.

Ahora pasaban por una plaza en ruinas, con calma, tarareando los dos una canción antigua que ella le había enseñado al pequeño.
Aunque era la misma melodía repetida una y otra vez.

En esas estaban para cuando Peter divisó algo al otro lado de la plaza.

—(T/N), ¿qué es eso?— preguntó, señalando con su dedo hacia una esquina del lugar.
—¿Qué cosa?— inquirió ella, mirando a donde apuntaba el niño.
—Eso, eso. — insistió. — Hay algo en el piso.

Caminaron un poco más hasta que pudieron reconocer qué era.
Al verlo, corrieron a su lado, dejando la moto a un costado, y se agacharon para examinarlo.
Era una mujer.
Estaba echada boca abajo sobre el asfalto, pero a juzgar por el polvo en el lugar, no debía llevar más de un día ahí.
(T/N) y Peter se miraron, y devolvieron sus miradas a la persona.

—¿Está muerta?— preguntó el niño.

Guardaron silencio.
(T/N) fue capaz de escuchar la débil respiración entrecortada de la mujer.

—No, sigue viva. — dijo mientras se acercaba para ponerla boca arriba. — Parece que no trae nada con ella, tal vez se desmayó de la sed o el hambre.

Entre los dos la colocaron boca arriba y se quedaron inmóviles por un segundo.
No era mujer.
Era un hombre.

—Uh, bueno, creí que era una señorita. — comentó Peter confundido.
—Yo igual, es que tiene el pelo largo y es bastante delgado. — dijo ella. — Pero mira su rostro, es un hombre. Un joven, diría yo, probablemente asiático.
—¿Por qué asiático?— la miró el niño.
—¿Ves la forma de sus ojos y de su rostro?— señaló ella. — Los asiáticos tienen los ojos algo jalados y la cara así.
—Ahora que lo dices, sí es distinto. — analizó él.

(T/N) acercó su cabeza al pecho del joven y esperó.
En efecto, seguía vivo. Podía oír los latidos de su corazón.
Examinó el resto de su cuerpo en busca de heridas. Tenía un ligero corte en el brazo izquierdo y un par de rasguños en su rostro. Levantó su casaca y camisa y verificó que su abdomen y pecho estaban bien. Se dirigió a sus pies y notó que uno de sus tobillos estaba hinchado, probablemente se lo había torcido.
Su cabello estaba todo despeinado y sus manos estaban rellenas de rasguños y pequeños cortesitos.
Sus labios estaban secos y medio partidos, indicando que no había tomado agua hace unos buenos dos o tres días.
(T/N) estaba sorprendida de que siguiera vivo.

Con ayuda de Peter lo subieron a la moto, en ese espacio que quedaba libre de equipaje en el asiento extra. Lo acomodaron como un bebé, sorprendentemente pesaba poco, debía estar deshidratado y desnutrido. Ambos pensaban que se le debía haber acabado la comida unos días atrás, y había colapsado en la plaza.

Prosiguieron con su camino hasta que anocheció. Para ese momento ya se encontraban a las afueras de la ciudad, y pensaban pasar la noche en una estación de tren que veían no muy lejos de ellos.
No estaban muy seguros de qué hacer con el joven que cargaban, pero no estaban preocupados. No estaba en la condición de atacarlos y no tenían que preocuparse por repartir el agua entre los tres.
Al menos no ahora. En otro momento se lo hubieran pensado dos veces antes de socorrer a alguien.

Manejaron con calma hasta la estación. Con todo este tiempo, (T/N) era ahora muy buena maniobrando con la moto, en más de una vez había tenido que girar y conducir rápido y alocado para salvar su pellejo y el de su compañerito.

Llegaron, ingresaron y jalaron con ellos el barril chato de la noche anterior. Estacionaron la moto al lado de unas bancas bajas y sacaron la gran colchoneta enrollable que habían encontrado en un gimnasio. Ayudaba a poder dormir, porque era mucho mejor que recostarse sobre el duro y frío piso.
La extendieron al lado de la moto y sobre la banca colocaron el barril.
Encendieron la pequeña fogata con un par de crayolas, periódico y papeles, sacaron las mantas y se sentaron al lado de ellas sobre la colchoneta a descansar unos minutos.
(T/N) se quitó su máscara y la guardó en su mochila mientras Peter se desplomaba sobre las mantas, estaba cansado.
Ella se puso de pie y bajó al joven de la moto. Lo acomodó a sus pies en la colchoneta, sacó el botiquín y comenzó a tratar sus heridas.
Mientras ella se encargaba del asiático, Peter se levantó de la colchoneta y se dedicó a hervir agua. Sacó una de las tartas, partió dos trozos y guardó el resto. Las sirvió en un par de platitos y los colocó al lado de la fogata para que se calienten un poco.
Una vez hervida el agua, la repartió en dos tazas y dejó el resto en la "tetera". En ambas echó un par de pastillas efervescentes de Vitamina C con sabor a mandarina y dejó que se diluyeran.
Tomó su plato y su bebida y se sentó sobre las mantas a comer y admirar a su compañera curando las heridas del joven.

Ella, por otro lado, aplicó crema para la hinchazón en el tobillo del muchacho y lo vendó. Desinfectó el corte en el brazo, le pasó otras cosas que arden y lo vendó. Desinfectó también los rasguños en su rostro y le puso una bandita normal en la frente y una especial que era blanca, grande y cuadrada en la mejilla. Limpió sus manos y las vendó. Acabado todo eso, guardó las cosas en el botiquín y lo devolvió al equipaje.
Sus vendajes no eran profesionales, y en realidad eran algo torpes, pero servían su propósito.

Alcanzó su taza, le dio un par de sorbos, agradeció a Peter y tomó el agua que quedaba en la tetera.
Sacó otra taza, vertió en ella el líquido y guardó la tetera.
Se sentó al lado del niño a comer.

—¿Crees que esté bien?— preguntó él.
—Ojalá. Ahora solo podemos esperar a que despierte. — dijo ella.

Comieron en silencio, observando al joven inconsciente frente a ellos.
Al cabo de un rato terminaron, limpiaron sus platos con unos pañitos húmedos y guardaron todo.
Mientras (T/N) terminaba su bebida, Peter cubrió con una manta al invitado hasta sus hombros.
Se quedó mirándolo un rato.

—¿Cuántos años crees que tenga?— preguntó de pronto.
—No sé, veinticinco tal vez. — dijo ella. — Pero puede que tenga más. Yo tengo veintiuno y algo más, debe ser mayor que yo.
—¿De qué país será?
—No sé diferenciar a los asiáticos. — confesó ella.
—Vaya...

Terminó su bebida, limpió la taza y la guardó. Cogió la otra taza con agua tibia y se acercó al rostro del joven.
Vertió el agua en su boca ligeramente abierta, esperó un rato a que tragara como reflejo y siguió dándole de beber.
Una vez vació la taza, la secó y la guardó en el equipaje.

—¿Despertará?— preguntó Peter algo preocupado, siguiéndola con la mirada.
—No lo sé, pero eso espero. — dijo ella gateando al lado del niño.

Se recostaron y se cubrieron con las mantas.
Una vez tapados, Peter se acurrucó entre los brazos de (T/N).

—Buenas noches, (T/N)
—Buenas noches, Peter.


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Actualización rápida de capítulo nuevo como regalo de navidad (??

Supongo que es obvio a quién han rescatado, pero no lo diré hasta el cap siguiente ~

En esta parte no hay referencias :c

Les loveo <3

-Gray

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