Capítulo 23 - Pánico
Saltando de rama en rama, ágilmentela joven y con algo de dificultad el niño, seguidos del estadounidense; el pequeño grupo recorrió el laberinto desde los árboles dándole indicaciones a la bielorrusa bajo ellos a través del comunicador. Lograron hacer que tomara caminos que evadían a los dos bandos, y tras veinte largos minutos, la observaron reencontrarse con sus hermanos y el inglés y ponerles al tanto con la situación.
Deteniéndose unos instantes para descansar, se sentaron sobre uno de los troncos principales de un árbol en la parte en la que se torcía horizontalmente. El pequeño apoyó su cabeza en la joven y el mayor se echó a lo largo de la madera.
Ella activó su comunicador y buscó la línea que compartía con el japonés.
A lo mejor estaba cerca, le había visto caer de los árboles el día en que se conocieron, después de todo.
—¿Kiku, estás bien? — preguntó.
Se oyó estática por cerca de un minuto. La joven estaba por colgar cuando escuchó una pequeña respuesta al otro lado.
—¿Señorita (T/N)? ¿Eres tú? — se oyó a través del aparato la voz del japonés.
Ella soltó un suspiro de alivio al escucharle, se había preocupado mucho. Y pensar que se había olvidado de él.
Se giró a ver al estadounidense que levantaba su cabeza curioso, y al niño que la miraba. Asintió con un ligero movimiento de cabeza, indicando que sí le había respondido.
—Santo cielo, Kiku, no tienes idea lo preocupada que estaba. Me alegra escucharte, ¿te encuentras bien? — habló por el comunicador.
—Uh, lamento haberte preocupado. — oyó al asiático. Era algo extraño, no escuchaba ruido tras él, debía estar en algún lugar apartado o cerrado. — Me encuentro bien, sin un rasguño, ¿y tú?
—Ahora estoy bien, por suerte. Estoy con Alfred y Peter, acabamos de ayudar a Natalya a salir del laberinto. — le contó.
—Sí, la vi. — afirmó.
—Eh, ¿la viste? — pregunto extrañada. ¿Cómo podía haberla visto? — ¿Dónde estás?
—Sobre la esquina norte del laberinto. — indicó, refiriéndose a la opuesta a ellos. — Subí a los árboles en cuanto tuve la oportunidad, estuve buscando a Jones por un buen rato hasta que lo perdí de vista, me alegra que esté contigo.
—Kiku; Alfred, Peter y yo también estamos sobre los árboles. — contó ella aún sorprendida. — Estamos en la esquina opuesta a la tuya, iremos a buscarte.
Se oyó estática por unos segundos, pero nadie habló. El sonido continuó por otros momentos, así que ella se giró a mirar a los otros dos, quienes parecían confundidos.
—¿También está aquí arriba? — inquirió el estadounidense, confundido.
—¡Eso quiere decir que está a salvo! — celebró el niño.
—Así es, parece que subió en cuanto se perdió aquí dentro. — dijo ella. — Debe haberte estado siguiendo por un rato, al menos hasta que algo pasó y entraste al pozo.
—Tiene sentido... — el joven miró a su alrededor.
—Bueno, hay que ir a buscarle.
Dicho eso, la joven se bajó del tronco y se apoyó en otras ramas, dispuesta a avanzar en dirección a la esquina del japonés. Los otros dos se estaban removiendo en sus sitios para bajar cuando oyeron algo muy cerca de ellos.
Detrás del árbol a unos dos metros de los tres se movieron un par de ramas, e instantes después apareció el asiático.
—Ah, señorita (T/N), Jones, el pequeño Kirkland. — habló Kiku, quitándose su mascarilla y guardándola enrollada en su bolsillo. — Es bueno verles en una pieza.
—Igualmente, Kiku. — lo saludó ella.
—Ahora solo faltan Yao y el hermano de Alfred. — sonrió el pequeño.
—¿El hermano de Jones? — preguntó el oriental, confundido. — ¿Tienes un hermano? — miró al estadounidense.
Alfred le contó la historia brevemente y con clama, y decidieron que lo mejor era encontrar a Yao primero.
Así que avanzaron. El japonés brincaba de una rama a la otra como si fuera una especie de zorro, a veces suspendiéndose en el aire como una pluma lo haría. (T/N) no podía evitar asombrarse, a pesar de ya haberlo visto saltar en la refinería. Seguía siendo hipnotizante.
Ella no se percataba, claro, pero un joven tras ella la miraba de la misma forma.
Se movilizaron a través de las hojas y los árboles hasta que oyeron barullo bajo ellos, más de lo usual.
Encontraron una rama resistente y se detuvieron a su alrededor, dejando que la joven se sentara, aferrara, y se dejara caer hacia un costado como la vez en la que encontraron a la bielorrusa.
Extendió un brazo para apartar las hojas con suavidad y poder ver lo que sucedía.
Y casi entró en pánico.
Pudo ver al chino acorralado contra una de las paredes del laberinto que daban afuera –las que estaban hechas de ladrillos– por ocho personas de uno de los dos bandos. Llevaban armas, y le estaban apuntando y obligando a decir algo, pero el asiático negaba efusivamente con la cabeza y con las manos, como si realmente no tuviera idea de lo que estaban hablando e intentara convencerlos de eso.
(T/N) se incorporó sobre la rama en dos segundos y miró a todos, agitada. Debía hacer algo, tenía que haber una forma de salvarle, pero... ¿cómo?
¿Bajar? ¿Se atrevía a bajar? Por más que llevara pistola –lo cual no era el caso– no tenía el coraje para apretar el gatillo contra nadie. No quería arriesgar a ninguno de los que estaban con ella, pero no podía permitirse perder a Yao.
No lo soportaría, debía bajar.
—Yao está en serios problemas, lo tienen acorralado. — contó apresurada, poniéndose en pie y buscando con la vista el tronco principal del árbol. — Tengo que bajar, no puedo dejar que le maten.
—Pero (T/N), si bajas te matarán a ti... — el niño se aferró a ella, temblando. No quería dejarla ir, no con tanto peligro allá abajo.
—(T/N), sé que quieres hacer algo, but... — la detuvo Alfred. — ¡No puedes simplemente bajar sin un plan! — la reprimió, sosteniéndola de los hombros para evitar que se fuera, la preocupación evidente en su tono de voz.
—¡Pero...!
—Podríamos distraerlos con una granada. — sugirió Kiku, hablando rápidamente pero manteniendo la calma.
Alfred y Peter estaban por protestar cuando se escuchó un disparo.
Por unos instantes, unos micro-instantes, los cuatro se quedaron helados y contuvieron sus respiraciones, no creyendo lo que acababan de escuchar.
Sin embargo, ni bien terminó el sonido seco del disparo oyeron un chillido ahogado de miedo, y al chino hablando en voz alta y desesperado, tratando inútilmente de convencerles que no sabía nada.
(T/N) parpadeó todo lo que pudo, una onda de alivio recorriendo su cuerpo. Acababa de sentir más emociones de las que conocía en tan solo dos segundos, y no estaba muy segura de cómo lidiar con eso.
Desesperada, sabiendo que si no hacía algo el siguiente disparo acabaría con una vida, abrazó a Peter con fuerza y encaró al estadounidense.
—¡Alfred, debo hacer algo! — alzó la voz, reteniendo un nudo en su garganta por la desesperación, la impotencia y el miedo.
—I know! — alzó también la voz él, sorprendiéndola un poco al oírlo en un tono más agudo, asustado, agitándola de los hombros. — ¡Pero por lo menos considera lo que dijo Kiku, podemos tirar una granada para distraerlos!
—Eso te daría un tiempo para sacar a Wang de ahí, nosotros te guiaremos a través del comunicador. — habló rápido el japonés, usando toda su concentración en mantener la calma.
—No quiero que vayas, y Peter tampoco... — la miró el rubio de lentes. — Pero tampoco queremos perder a Yao. (T/N), confiamos en ti, please, ten cuidado...
Peter se separó de ella y se aferró al estadounidense sin voltearse, con los ojos rojos por el miedo que le había dado el disparo, asintiendo levemente con su cabeza como señal de partida para la joven.
Ella asintió, le dirigió una rápida mirada al japonés nervioso e inmediatamente después se giró hacia el tronco. Saltó entre las ramas, pisando en ellas como si saltara de una roca a otra en un río, apresurada y medio en pánico. Una vez frente al tronco, se aventó sin recorrer el camino que le quedaba y cayó sin interrupciones durante un par de segundos. Se aferró a la madera como pudo, tratando de frenar un poco la velocidad de su caída, apretando sus dientes en un intento de no gritar o hacer un sonido al sentir sus quemaduras raspándose contra la madera, e impulsándose con sus piernas para saltar hacia otra rama y comenzar su descenso.
Se colgaba de unas, saltaba de otras, se descolgaba, se golpeaba y se tropezaba, pero de alguna forma lograba bajar el alto árbol por el lado opuesto al laberinto para que no le vieran.
Cuando estaba a un metro del muro de separación (pues el árbol estaba del lado de afuera, pero bastante cerca) se escuchó otro disparo, seguido de un corto grito de terror y el chino gritando que no mentía, que en serio no sabía dónde estaba y que por favor le perdonaran la vida; desesperado y en pánico.
Ella se impulsó del tronco con su mano y pierna derechas cuando una luz se proyectaba a su lado y se oía el ensordecedor sonido de una explosión, seguido de varios gritos y quejas de confusión y caos y pasos tratando de alejarse.
Saltó del árbol a la parte de arriba del muro y se impulsó dentro del laberinto, aterrizando torpemente mientras aún reinaba el caos. Ubicó con la mirada al chino en instantes, quien la miraba aterrorizado y aliviado tirado a un lado. Se puso en pie lo más rápido que pudo y corrió a su lado cuando él se estaba parando sin quitarle los ojos de encima, saltando hacia él y empujándolo hacia la esquina siguiente, cayendo a su lado, salvándose ambos de la oleada de balas que les seguían.
Se paró algo adolorida y con su corazón latiendo a mil por hora, oyendo a los otros tres a través del aparato que le indicaban por dónde ir y cuál camino de la bifurcación tomar. Capturó la mano del chino con la suya sobresaltándose por la punzada de dolor y puso pies en polvorosa, jalando con ella al pobre asiático que ni había terminado de incorporarse.
Corrieron desesperados por los pasillos del laberinto, girando a la derecha, a la izquierda, derecha, centro, izquierda, izquierda, derecha; oyendo los siete que quedaban de la turba maldecir y disparar tras ellos, algunas balas impactando en la tierra a sus talones o en los muros de plantas a sus costados. El asiático respiraba con dificultad, soltando pequeños chillidos y cortos gritos cada vez que las balas pasaban cerca o impactaban a sus pies. Ella tenía ganas de llorar, no le gustaba para nada tener que correr por su vida, y ahora debía correr por la vida de ambos. Ya había sufrido eso en el mismo día, y su corazón no parecía ser capaz de soportarlo una segunda vez.
Pero corrió, porque sabía que había gente que la esperaba. No podía caer ahora, y tampoco caería hasta ver el mundo comenzar a recuperarse.
Escuchaba por el aparato a sus tres compañeros dictarle las direcciones hacia la salida. Suponía que estaban corriendo con ella, pues el alcance del comunicador no era tan grande.
Agradecía que continuaran hablando sin esperar que respondiera, pues no estaba en las mejores condiciones para hacerlo, que digamos.
Con una mano se quitó la máscara, volviendo a necesitar todo el aire posible y rápido, asegurándola con habilidad en su cinturón sin dejar de correr.
Jaló al chino tras ella, oyendo a la turba enfurecida y con sed de sangre correr tras ellos, hasta llegar a una recta que le resultaba extrañamente familiar.
Era la recta de la salida.
—¡¡Ivan, Yekaterina, Natalya, Arthuuuur!! — gritó lo más fuerte que sus pulmones le permitían en ese momento, creando una especie de chillido rasposo debido a su garganta dañada. — ¡¡Ayudaaaaaaaa!!
Aceleró, si es que era posible, gracias a la adrenalina. Sabía que faltaba poco, sabía que doblando la esquina a un par de metros de ellos verían la salida.
El chino soltó un corto grito y ella sintió una especie de tirón, pero todo se normalizó a los instantes. Al parecer, Yao estaba dando saltos en intentos desesperados de evitar que la turba que acababa de entrar en la misma larga recta que ellos le disparara sus pies.
Picando lo que quedaba de espacio, giraron bruscamente la esquina para encontrarse con el arco de entrada a unos metros de ellos. Con pizcas de esperanza, cruzaron la entrada y dejaron el laberinto tras ellos, viendo a los tres que se quedaron atrás junto con la bielorrusa y los vehículos, todos alarmados y tensos.
El inglés estaba de pie frente al resto, sosteniendo algo en sus manos que no pudieron identificar por la velocidad a la que iban.
—¡¡Auxiliooo!! — chillaron ambos, desesperados.
Arthur, sin inmutarse y con su máscara puesta, les hizo un ligero movimiento de cabeza que indicaba detrás de él. Sin detenerse ni un instante, la (nacionalidad) y el chino corrieron detrás del rubio de ojos esmeraldas y se abalanzaron sobre el ruso y la ucraniana, quienes los esperaban arrodillados con los brazos abiertos y una mezcla de preocupación, miedo e intentos de mantener la calma en sus rostros.
Para cuando los maleantes salieron del laberinto y se oyó el primer disparo, (T/N) tropezó y se arrastró por la tierra hasta el hermano que estaba más cerca. Yao derrapó sobre sus rodillas a propósito y ayudó al ruso a jalar a la joven en un abrazo.
El segundo disparo se escuchó un segundo después del primero. Ivan rodeó rápidamente con sus brazos a la (nacionalidad) y se giró un poco de modo que ella no le daba la espalda a la salida del lugar. La apretó contra su pecho sin dejar de mirar lo que sucedía al frente, protegiéndola, como si le dijera que ya todo estaba bien.
Sentada sobre la tierra (T/N) se aferró al abrigo del joven, tratando de no mancharlo con la sangre de sus heridas; temblando, conteniendo la mayoría de sus lágrimas pero no pudiendo evitar que un par se escapen. Se sintió a salvo en los bazos del mayor, como si por fin tuviera unos segundos para descansar de toda esa locura.
Devolvió el abrazo algo dudosa, pues solía ser ella la que abrazaba. Además, no estaba acostumbrada a ser abrazada por alguien más grande, ya que había andado sola con Peter por mucho tiempo.
Era agradable.
No fue hasta el tercer disparo, un par de instantes después del segundo, que decidió ver lo que sucedía, asustada. Recordó que el inglés había estado de pie frente a ellos, y entró en pánico por unos segundos.
No podía haberlos cubierto de las balas, ¿o sí? No, no era posible.
No podía ser posible.
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Muahaha, creo que este es el mayor nivel de suspenso en que les he dejado hasta ahora >:3c
Pero descuiden, aún no acaba la parte del laberinto, por lo que el siguiente capítulo lo subiré el domingo~
En esta parte no hay referencias :c
Nos vemos el domingo, entonces ^^/
Les loveo <3
-Gray
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