El cielo se incendia

La mujer sentada en el banco de la plaza, bajo la farola todavía encendida, cierra su chaqueta porque la suave briza de la madrugada le da frío. Su cabeza se encuentra abarrotada de preguntas sobre cómo sobrevivir a todo aquello que ahora está complicando su día a día, cómo ser fuerte ante esta adversidad, cómo enfrentarse al mañana, y mientras más cabila más siente que la gravedad le aplasta, haciéndole respirar con dificultad. 

Aprieta esa campera de jean, haciendo un bollito una parte de la tela, mientras su boca forma una línea recta que luego se transforma en un puchero. Ha empezado a llorar.

Llora amarga y tendidamente, con la cabeza gacha, descargando todo cuanto le duele dentro. Derrama, no lágrimas, sino una cascada salada que barre con ese nudo apretado en su pecho y lo expulsa fuera, llora y no se frena, deja que todo salga porque la única agua salada que puede curar heridas son las lágrimas, ellas pueden limpiar las heridas del alma para permitir el proceso de empezar lentamente a curarse.

Tras un rato, cuando su llanto ha disminuido considerablemente y su respiración también se ha calmado un poco, sus parpados de pestañas ahora brillantes se abren y algo llama su atención.

El cielo se está comenzando a teñir con tonos rozados suaves, tonos que atrapan su mirada y no le dejan alejar sus ojos, tonos que comienzan a pasar a ser anaranjados después de un rato allá en el horizonte para que, luego, un fuerte amarillo se asome por el mismo. Un amarillo que a medida que sube le obliga a entrecerrar un poco los ojos, un amarillo que crece y lentamente corre la oscuridad. No. Devora la oscuridad. Porque esto no es un amanecer, es el cielo incendiándose, es el hoy devorando las sombras que dejó el ayer.

Y después de entender esto una sutil sonrisa curva los labios de la mujer mientras que, en sus ojos, aquel fuego que incendia el cielo, se puede distinguir. Es fuego mezclado con determinación lo que hay ahora en sus ojos.

Ella brilla de una manera magnífica y única, es su alma la que se manifiesta, llena de valor y de un calor que habita en su pecho y se extiende en su cuerpo alejando el frío de sus huesos.  

Es un nuevo día, puede levantarse sacudirse el polvo e intentarlo de nuevo. Ella puede, sí, ella puede devorar sus temores y enfrentarse al hoy, incendiar las sombras, empezar de nuevo e intentar con todas sus fuerzas ganar, con todas sus fuerzas vivir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top