Salvación y perdición | 3

La vista se va distorsionando cada vez más, como si escaleras subieran hacia la cima. El humo descompone tu respiración. Intentas mirar a las tres personas frente a ti, pero es difícil.

—Solo queda esta persona, déjeme matarla de una — le dice Sanzu a Mikey.

—Rindo — habla Mikey ignorando lo que Haruchiyo dice.

Rindo sin dudarlo carga nuevamente su arma y te apunta a la cabeza.

—Bueno, que al menos diga sus últimas palabras la pobre rata — Sanzu se ríe guardando su arma en el bolsillo de su pantalón.

Todo da vueltas para tu cabeza, el sonido de sus voces se vuelve complicado de entender completamente lo que sus palabras significan. Sus rostros borrosos son desesperantes para tus ojos que quiere al menos ver a tus asesinos.

—Yo... — intentas pronunciar algunas palabras, pero el pecho duele, el humo entro a tus pulmones y hay un sonido molesto chillando en tu oreja —Yo no... no quiero morir — sueltas provocando que Sanzu sonría.

Y ahí están las suplicas; piensa Sanzu feliz.

—¿Por qué estabas aquí? — te pregunta Rindo.

Aunque es difícil respirar haces todo el esfuerzo para intercambiar palabras —Mi familia...

—¿Tu familia qué? Rindo hazlo rápido, el jefe se enojará — grita Haruchiyo.

—Ellos me vendieron hace poco, no conozco este lugar.

Indefensa, sola, abandonada; así es como Mikey te ve. Tus ojos tienen un ligero brillo que podría agotarse en cualquier momento. Mikey lo percibe levemente, el sufrimiento que has acumulado en tu cuerpo y que pese a eso tus ojos siguen con rastro de vida.

Y su cara se relaja lentamente para ti, ver a su hermana difunta reflejarse en ti hace que el pecho le duela, y eso le da sentimiento. No estoy del todo muerto Shin. Piensa Mikey para él. Aún hay algo en mi pecho. Y quizás no está listo para ver a otra persona morir el día de hoy, ¿o sí?

¿Dejar viva a una posible bomba? que lo puede matar cuando lo vea débil, que puede vengarse si encuentra la oportunidad. ¿Desde cuándo le volvieron a importar las vidas ajenas?

No te conoce, no sabe de lo que eres capaz y que le hayas recordado a Emma también lo atormento, no quiere ese sufrimiento para él. No está preparado para todo lo que tiene o todo lo que ha pasado.

¿Qué me dirías tú Kenchin? ¿Qué le debo hacer? yo... Takemicchi sé que nunca me perdonarías por la persona en la que me he convertido.

Mikey tiene tanto en su cabeza justo ahora, solo escucha los reclamos de Sanzu y las vagas respuestas que le da Rindo. Su cabeza no está funcionando bien. Solo debe matar a la persona que está en el suelo. La última que ha quedado, la que no le importa, la que no conoce.

Maldita sea, solo debe ordenar con seriedad que el gatillo sea usado y que una bala le atraviese el cráneo. Lo ha hecho antes, debe hacerlo ahora.

—Vamos maldito Rindo cobarde, ¿Por qué no la has matado? ¿Te la quieres besar? — balbucea Sanzu irritado.

—¿Que? — pregunta Rindo con indignación.

—Cállate Haruchiyo — ordena Mikey con una voz seria. Se agacha frente a ti y te examina mejor.

—¿Por qué solo me dices a mí? Dile también a Ri-

La voz de Sanzu es interrumpida por la mirada enojada que le dio Mikey, decide guardar silencio y da un paso hacia atrás. No quiere que las cosas se salgan de control aquí.

Manjiro vuelve a girar su cabeza hacia ti, su mirada vuelve a la de antes y su mano se estira para quitar los mechones de cabello de tu rostro.

Una vez que él hace eso puedes verlo mejor de cerca, su cabello blanco sobre su cabeza, las ojeras en su rostro que gritan lo cansado que esta y su expresión sin emociones que carga. Todo eso lo hace parecer alguien en muy mal estado, alguien que necesita ayuda pero que se calla.

—¿Sabes cocinar? — pregunta Mikey.

Rindo y Sanzu se miran directamente, están confundidos por la pregunta que su jefe lanzo, pero tú aún más. No estás segura si lo que escuchaste fue verdadero o si fue un mal juego de tu cerebro.

—¿Qué? — preguntas con la voz tenue, dudosa de todo, ellos pueden matarte en cualquier momento así que las preguntas adicionales a eso te confunden.

—¿Sabes cocinar? — repite Mikey con su mano sobre tus cabellos reteniéndolos para que no caigan sobre tu cara.

—Y-yo... — levantas la vista para intentar ver a los dos hombres altos detrás de él, sigue siendo aterrador, pero la muerte da más miedo justo ahora. No importaría usar lo único que te han enseñado como método de salvación —Sí.

Mikey te suelta y se levanta de su lugar para darte la espalda —Haruchiyo tengo mi cocinera, llévatela — dice comenzando a caminar.

Sanzu se guarda el arma en su bolsillo y se acerca a ti, toma uno de tus brazos y sin cuidado alguno te levanta del suelo. Te quejas de dolor por lo brusco que lo hizo y él solo se ríe.

—Primero necesita un doctor ¿No? — dice Rindo al verte en ese estado.

—¿Mikey dijo que necesitaba un doctor? No, y si Mikey no lo dijo ella no lo necesita — Sanzu contesta con ironía.

—Claro, olvidaba que eres su perra — susurra Rindo echándose a caminar detrás de ustedes dos.

—"Rindo envidias" te llaman — se burla Sanzu mientras te levanta con sus brazos para cargarte.

Estas tan mareada y adolorida que no dices nada, el humo también te ha afectado y tus sentidos se vuelven ajenos, tu cerebro se está bloqueando mientras intentas reaccionar, pero se vuelve difícil hacerlo.

Dejas caer tu cabeza y tus ojos viajan a la dirección trasera y ves cómo alguien más los sigue.

Rindo, quien te observa detenidamente desde atrás, tus ojos perdidos, tu cabello desaliñado y tu ropa hecha un desastre. El maquillaje que antes llevabas corre por tu cara, y tus ojos haciéndose más pequeños para verlo a él, y entonces se le sale una risa al darse cuenta de que no logras ver bien.

—¿De qué te ríes? — pregunta Sanzu.

—Nada — contesta Rindo ignorándolos y adelantándose. Conoce por lo que pasas y solo le causa gracia encontrar a alguien como él en medio de la basura.

Rindo y Sanzu salen de lo que quedaba de mansión y llegan a donde todos los hombres permanecen. Mikey entra directamente a la camioneta que lo esperaba y se acurruca en uno de los asientos para intentar descansar hasta que los demás terminen.

—¿Y esa? — pregunta Ran acercándose a los dos hombres.

—La cena — contesta Sanzu con una sonrisa.

Rindo lo mira con desagrado y eso solo hace que él suelte una carcajada.

—Manjiro dijo que nos la lleváramos — le responde Rindo a su hermano.

—¿Y está viva? — cuestiona Ran cuando se acercó y con su dedo índice ha tocado tus mejillas.

Tu mente sigue en el aire, tu cerebro ha provocado que todo sea confuso, el dolor te quema enteramente y solo quieres que esta pesadilla termine. Pero algo dice que durara.

—Todo listo — dice Kakucho acercándose por detrás —Todos están muertos y todo lo que teníamos que llevarnos está cargado.

—Ahora somos más ricos que ayer — habla Koko felizmente viendo como la última caja con joyería es subida al camión.

—Sí, pero eso nos saldrá más caro, los tendremos a todos sobre nuestras cabezas — interviene Takeomi.

—¿Estás diciendo que el plan de Mikey estuvo mal? — pregunta Sanzu con claro enojo.

Takeomi se arrepiente de lo que ha dicho frente a Haruchiyo, pero sabe que está diciendo la verdad. Las demás organizaciones también podrían actuar y acabar con ellos. Esto debía construirse poco a poco, el imperio que le depara a Bonten está en plena obra y un error lo puede terminar todo.

—¿Quién es ella? — Takeomi intenta detener las palabras de Haruchiyo con otro tema. Te ha notado desde hace rato, pero simplemente no le importaba mucho lo que hiciera Sanzu, involucrarse con lo que su hermano hiciera le daba miedo, él ha cambiado mucho y siempre se pregunta por qué sigue ahí junto a Mikey.

—Mikey la pidió — contesta Haruchiyo —Toma Rindo — él te entrega rápidamente y sin advertencia a Rindo, quien desconcertado estira sus brazos ágilmente para sostenerte —Encárgate de ella, yo me voy con Mikey.

Sanzu ignora las quejas de Rindo y camina hacia la camioneta de Mikey no sin antes ordenarle a todos que era hora de retirarse.

Rindo te observa en sus brazos, hace rato que tus ojos están cerrados, mira a Ran quien se burla de él —Mándala en otra camioneta — dice Ran dándose la vuelta y caminando hacia su vehículo.

Rindo voltea a todos lados buscando en donde mandarte, pero cada hombre le parece dudoso, no sabe lo que serían capaces de hacerte en este estado. Hay veces en las que ni él sabe porque hace lo que hace cuando la situación lo lleva a otro lugar, como ahora. Sube en el asiento trasero contigo y Ran simplemente se ríe internamente encendiendo la camioneta.

—Bien, ¿Que planeas? ¿Hasta dónde llevaras tu obra benéfica del año? — cuestiona con ironía Ran.

Rindo saca el celular de su bolsillo y realiza una llamada —¿Oliv? — pregunta al teléfono —Lleva al doctor a casa de Mikey — le dice al pelirrojo que lo atiende al otro lado para después colgar.

—Entonces a casa de Mikey — dice Ran empezando a conducir alejándose de los restos de esa casa. A veces es sorprendente lo mucho que aguantan las ratas después de tanto, una quedo viva, ¿Bueno o malo?

—Oliv está enojado porque no lo traje, me contesto muy cortante — habla Rindo después de unos segundos.

—Ya se le pasara.

A pesar de torturarse con ese pensamiento decide dejarlo de lado para concentrarse en lo que tiene frente a él.

Rindo se ha quedado contigo en el asiento trasero, pasa sus dedos por tu cuello hasta colocarlos sobre la arteria carótida y medir el pulso, le parece un poco alarmante sentir la lentitud con la que va.

Pero el fuego no te alcanzo, no hay quemaduras que se vean sobre tu piel descubierta o huesos rotos, quizás te golpeaste la cabeza y tal vez sea grave, pero en estos momentos cree que no es de su incumbencia si lleva un cadáver o no... ¿Eso hace?

Es raro... solo se limita a acariciar con su mano tus mejillas y mirar detenidamente tu rostro, tu descanso, aunque obligado. Es curioso lo que ha hecho hoy, pero no quiere matarse la cabeza con eso, ya se ha preguntado mil veces porque ha hecho lo que hizo.

— — —

Los gritos vuelven a escucharse, los látigos se vuelven peores que los anteriores, el sudor frio recorre tu cara con cada sonido, quieres gritar y huir de ahí, pero tu boca no se abre y tus piernas no existen, no hay salvación para ti ahora... nada de donde puedas sostenerte y nadie a quien puedas recurrir... estas sola.

"Ayuda" repites una y otra vez en tu cabeza, pero nadie te ve.

Estas sola.

Sola... hasta que tus ojos se abren de golpe y tu respiración exaltada hace que tu pecho suba y baje, y sin importar cuanto lo intentes te ahogas ahí mismo. Cosas aferradas a tus manos hacen que te confundas, quizás estes amarrada y no lo sabes porque aún ves manchas negras sobre tus parpados.

Todo esto hasta que alguien te detiene y te recuesta sobre la cama.

—Hola rata... bienvenida a tu condena — dice alguien frente a ti. 

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