Condena | 4
—Hola rata... bienvenida a tu condena — dice Sanzu con esos ojos divertidos. Limpia la navaja que lleva con su camisa y te apunta con ella.
Permaneces confundida observando su cara de diversión. Esta retando cualquier movimiento que tengas y con ese objeto filosos te apunta queriendo que hagas algo para usarlo. Que intentes huir para ver el color vivido de tu sangre.
—¿Qué-
—"Yo no... no quiero morir" — interrumpe tus palabras burlándose de las tuyas.
Un dolor se expande en tu estómago al escuchar su voz, la amenaza de que esto no sea bueno abruma tus sentidos.
Y es desesperante no saber dónde estás ni con quién, tener está sensación de que el futuro es aterrador y que la vaga idea que antes llevabas sobre ti ha desaparecido. Es como un secuestro, una sentencia.
Esa sensación se expande desde tu estómago hasta tu pecho. La respiración se vuelve irregular y la cabeza duele.
Una risa sale de la boca de Sanzu y se acerca hasta sentarse a tu lado y poner una de sus manos en tu frente.
—Se que te impresiona mi belleza, pero al menos dime tu nombre — dice Sanzu con clara burla —Después de todo, estás viva gracias a mí.
—¿A ti? — cuestiona una voz detrás del pelirosa.
Mueves un poco tu cabeza para intentar ver a la persona, pero la mano de Haruchiyo te impide hacerlo y te devuelve a tu antigua posición. Desliza su palma delicadamente por tu mejilla hasta colocarla detrás de tu oreja y con una sonrisa coqueta te mira.
—Fea no eres — te dice con una voz suave.
—Sanzu — interrumpe Rindo levantándose de su silla y acercándose a ustedes dos.
—Estas aquí porque Manjiro te dejo vivir — te habla Rindo quitando la mano de Sanzu de ti.
—El jefe te dejo vivir — Sanzu habla disgustado por la acción de Rindo. Asqueroso, piensa Haruchiyo de él.
De cerca tienes una vista más clara de ambos, es evidente que su porte da miedo y que el tono de sus palabras reafirma esa aura. Aunque también la manera en la que van vestidos es un complemento a ese porte.
Ellos saben lo bien e imponentes que se ven en traje y lo recalcan con cualquier movimiento, acción o gesto. El pelo largo los hace ver más atractivos y sus rostros parecen perfectos.
Y las cicatrices que lleva uno en las comisuras de los labios se ven tan bien en su rostro que crees que están hechas intencionalmente. Aunque no sea así.
Esta misma persona te agarra por la mandíbula con fuerza y mueve tu rostro para que lo veas directamente.
—Nombre — pide con seriedad Haruchiyo.
Y aunque es dolorosa la manera en la que aplica su fuerza en ti únicamente por sus dedos haces el esfuerzo por decirle tu nombre. No apellido, porque quieres dejar eso atrás.
—Bien, no ignorare que ese nombre te queda tan bien, pero tienes que decirme tu apellido nena — te dice apretando más fuerte.
Rindo observa tus expresiones y después lleva sus ojos a Sanzu quien parece disfrutar esto.
—Idiota, no has venido a coquetear — interrumpe Rin su conversación —Hemos venido para dejar tu vida en claro, porque ahora estás aquí.
—Gracias a mí, no lo olvides, me lo debes.
—No conseguirás nada de esto idiota — Rindo pone los ojos en blanco al escuchar lo que antes dijo Sanzu —Te ves patetico queriendo ganar reconocimiento,
Rindo da un paso hacia atrás y se sienta en la silla que estaba a tu lado.
—Oh eso, lo lamento pequeña rata — finalmente Sanzu te suelta y se levanta de la cama para guardar su navaja —Tuviste la mejor de las suertes cuando Mikey te acepto.
No lo llamaría suerte, piensa Rindo.
—Si bien es cierto que no moriste, no garantizaba que te dejáramos libre. Eres un riesgo para nosotros.
Miras las expresiones de Sanzu con cada palabra que sale de su boca, todas dan miedo, no hay calma que trasmita o confort que brinde. Es verlo y pensar que estás encarcelada.
—Dijiste que sabías cocinar, y más vale que sea cierto. De lo contrario créeme que te torturare lentamente — susurra Sanzu contra tu oído y recorriendo su navaja por tu mejilla.
—El caso es que cocinaras para el jefe, y ese será tu único pase de vida — habla Rindo —No puedes salir del edificio, ni comunicarte con nadie del exterior, no puedes salir a un paseo nocturno, ni salir a comprar ropa, no puedes hablarle a nadie si no te dan permiso, tu voz no nos importa, ni tus necesidades, solo cumple con las del jefe.
Y parece que Rindo lo estuvo leyendo por lo fluido que salió de sus labios, pero la realidad es que lo estuvo ensayando en el baño antes de entrar porque quería verse serio. Y quizás deja alguna que otra cosa fuera pero ahora no amerita que se martirice intentando recordar.
—Eso — reafirma Haruchiyo —Básicamente estás encerrada en este edificio hasta que te mueras o te matemos.
Te apunta con su navaja y la recorre por tu rostro suavemente para que sientas el terror. Le encanta jugar con esto. Ver los ojos de miedo de los demás es gratificante, que rueguen por una esperanza que no existente es una experiencia unica para él.
Y por cada palabra que ha salido de sus bocas te sientes aterrada, como si grandes cadenas estuvieran siendo amarradas en tus extremidades. O quizás se siente como si te estuvieran tirando al pozo sin fondo, cada vez más oscuro sin ver una salida o un final.
La mano de Sanzu viaja por tu cuerpo hasta que finalmente rompe una de tus ataduras liberándote del dolor.
Tomas aire lentamente y pones la fuera en tus piernas y manos para levantar tu cuerpo rápidamente de ese lugar hasta que en un intento estúpido lo haces rápidamente para salir de ahí, pero hay un dolor que consume tu cuerpo haciendo que la movilidad sea retenida. Y el golpe en el piso hace eco en la habitación, una risa de Haruchiyo sigue a eso y el miedo te consume.
—Idiota, aún sigue drogada — dice Rindo levantándose de la silla —Tambien fue patético tu intento por huir — se burla de ti.
Sanzu te levanta para sentarte en la cama, así después tirarte y reírse de ti. Le encanta burlarse de los débiles. Se dirige a la puerta y la abre dejando ver todos los hombres armados que había detrás de ella.
—Mira lo que te esperaba si cruzadas esta puerta — se carcajea pasando a traves de los hombres —Toda tuya Rin-Rin.
Sanzu desaparece con todos los hombres detrás de él, dejándote a ti y a Rindo solos en la habitación. Él no ya dejado de verte, examinar cada intento tuyo por levantarte y la manera en la que intentas parecer más fuerte queriendo dejar esa impresión.
Pero él nunca ha pensado que seas débil, solo cree que estás un poco desorientada. No le pareció tampoco que encajaras con las mujeres con las que estuviste en esa mansión. Algo le daba nostalgia al verte. O quizás no era eso, pero no sabe identificar bien sus emociones en ocasiones. Así que se encasilla en la primera palabra.
Siempre es interesante saber cómo las personas han acabado en cierto punto. ¿Qué fue lo que los arrastró hasta aquí?
¿Fue intencional u obligatorio?
Pobres almas inocentes.
—Levántate — dice Rindo caminando hacia la puerta.
Después de intentarlo con todas tus fuerzas lo consigues. Tienes que agarrarte de los muebles para tener equilibrio y a duras penas puedes dar pasos cortos.
Sigues al hombre hasta que te lleva a una habitación y te deja entrar primero. Al pasar a su lado puedes percibir el olor, huele diferente a todo lo que has conocido. Algo nuevo, dulce y misterioso.
—Escoge el que mejor se te acomode, no estamos para llevarte al oculista — dice acercándote al mueble que había en la habitación. El que tenía algunos pares de lentes sobre el.
Vas examinado cada uno y colocándotelos, no son los adecuados para tus ojos, pero encuentras unos que al menos podrían funcionar. Al menos te permitirán ver algo.
Tu vista se vuelve más clara e inmediatamente girasas tú cabeza para ver al hombre que te había llevado ahí.
Él te mira directamente, sin parpadear y eso te puso nerviosa, así es como bajas inmediatamente la cabeza de nuevo al mueble evitando verlo.
La verdad es que los lentes que has visto ahi los ha usado alguna vez Rindo y justamente los que has tomado fueron sus favoritos en algún momento. Ahora los ha dejado por los pupilentes así que no los necesita más.
—Bueno, vámonos — te dice para luego caminar delante de ti.
Ahora que gracias a esos pequeños segundos lograste ver su rostro con más claridad, te das cuenta de que no estabas equivocada cuando pensaste que tenía una cara bonita, casi perfecta.
Pero sigues teniéndole miedo, no olvidarás que él no es bueno, que en el mundo que te has involucrado nadie es bueno. Todos han pecado. No se puede confiar en nadie si quieres salir de aquí.
Y quizás el miedo nunca desaparezca. Por eso intentas marcar distancia entre él y tú.
Aún estás aterrada, aún quieres huir, pero quizás necesites un poco de tiempo, un poco de conocimiento para poder salir de aquí.
Al menos aquí no te han azotado como en la otra casa. Aquí no te han tocado tan asquerosamente como lo hizo el viejo de la otra casa.
Pero no negaremos que sigues a la espera de que eso pase en cualquier momento, que los pensamientos se reafirmen y que sea un infierno total.
¿Pero a quien pedirás por ayuda? Si estás sola.
—Aquí está — dice Rindo abriendo una puerta —Mikey quiere comer en una hora, así que gánate tu supervivencia.
Entras en esa habitación, que es grande, demasiado grande. Tiene tantas máquinas que nunca habías visto. Detalladamente perfecta, cada cosa en su lugar (excepto el desastre de la mesa). Esto grita lujo en cada rincón.
En la mesa hay botes de helado vacíos, migajas de galletas y envoltorios de comida rápida amontonados en una montaña.
Das un paso hacia adentro y el silencio es interrumpido por el portazo que dio Rindo, después se escucha el seguro en la puerta.
Es cuando recuerdas que esto es una cárcel, que, aunque todo sea lujoso y funcional nada puede disfrutarse.
Recuerdas lo injusto que es todo y lo sola que estás.
— ¿Que hice para merecer esto? — susurras deslizándote por la pared hasta caer al piso. Es aterrador estar en dónde estás, has pasado por tanto que crees que no lo mereces, pero siempre se te castiga.
¿Por qué nadie te ayuda?
¿Por qué estás sola?
—¿Por qué yo? — preguntas al aire. El nudo en tu garganta se hace más grande. Ahora se vuelve imposible contener tus lágrimas mientras te dejas caer en el frío piso.
Eso mismo se pregunta Rindo, quien está detrás de esa pared escuchando tu voz desolada. Aunque debería estar reuniéndose con su hermano sigue aquí, en silencio escuchándote.
perdón por no actualizar :'(
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