83.
El joven Ink había llegado llorando aquel día a su casa, estaba asustado y con su alma totalmente destruida y herida, su pareja, quien tanto amó en su corta vida había terminado con él tras ser pillado de mala forma en aquel beso de Cross.
Y sus llantos no pasaron desapercibidos por su hermano mayor, quien por los estudios apenas pudo percatar que había llegado a su hogar.
"¿Ink?"
Su hermano pequeño solo era unos cuatro años menor, apenas entrar a su habitación con la llave de emergencia sus cuencas se abrieron como platos.
Su mejilla lastimada, las lágrimas caían sin piedad, el pequeño estaba rasguñándose los brazos y varias pastillas estaban desparramadas por todos lados.
"¡Ink!"
El susodicho creyó que iba a ser regañado, pero estaba en pánico, aterrorizado de aquel golpe emocional, no podía soportar más ni con pastillas, todo el peso que había recibido por tantos años lo habían hecho explotar.
El mayor no entendía nada, nunca había visto aquellas cajas, pero no podía preguntar, su querido hermanito debía ayudar. Se le acercó rápidamente y detuvo su intento de dañarse más, así no se solucionaban las cosas, pero tampoco sabía la forma ideal.
Se abrazó al menor con fuerza, sobando su espalda con delicadeza, susurraba un "calma" cosas buenas y suaves, pero al ver que no funcionaba, cambió sus palabras, "puedes llorar, grita... saca todo lo que tienes en el pecho, pero no te lastimes..."
Ink había hecho caso a aquello, y para ahogar sus gritos de rabia y angustia se escondió en el pecho de Zephyr.
Una hora duró la espera. Para que el otro se durmiera.
Después de esa vez, el mayor de los hermanos le dio más atención al de pupila de estrella, y aunque todos sus intentos para sacarlo de la depresión le hicieron perder la beca de la universidad... No le importó, Ink era el más importante acá.
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