CHAPTER III






CHAPTER III

( honey, i'm a goddess! )

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TODOS MIRABAN AL GRUPO DE VILLANOS pasar, algunos asustados, otros con sonrisas alegres y otros agachaban la mirada apenas pasaban por su lado. Hipócritas, pensó la diosa.

Agnys miraba a su alrededor asqueada, si la luz del exterior ya la había cegado, los colores de la decoración la hacían querer arrancarse los ojos. Doug llevó al grupo hacia sus habitaciones, primero dejó a Jay y a Carlos en el área de los chicos, para luego cruzar hacia la de las chicas.

El rubio frenó frente a una puerta color caoba, dándoles a entender que ésta sería su habitación.

— Aquí se quedarán...— comenzó dándole una mirada a sus anotaciones—. Mal y Evie.

Agnys detuvo su paso.

— ¿Agnys no se quedará con nosotras? — preguntó la peliazul un tanto desconcertada.

— Según la información que me dio el Príncipe Ben, no— contestó Doug antes de señalar la puerta frente a suya—. Ella se quedará con Kiara, es la única que no tiene compañera de cuarto.

— Pero...

¡Agh! Cállate, Evie— la interrumpió molesta la Princesa del Inframundo—. El papel de repentina preocupación no te queda.

— Agnys— dijo Mal molesta, pero ésta la ignoró.

— Además, preferible estar alejada de ustedes— finalizó entrando a la habitación designada, encontrándose con lo que menos creía que vería.

La habitación se encontraba pintada con tonos violetas, al igual que las decoraciones. Había dos camas, la más grande con dosel a la izquierda, la cual se encontraba intacta, y otra que se encontraba a la derecha y a una gran altura. Al principio creyó que se trataba de una cama marinera, pero en realidad, la parte de abajo era un sofá. Sorprendentemente, no era tan espantoso como esperaba, sin embargo, el color le hacía acordar a Mal, por lo que definitivamente lo cambiaría.

Un ruido la alertó, proveniente de la cama en las alturas. Allí, dos ojos felinos de color verdes la miraban con atención alerta a todos sus movimientos debajo de las sábanas, sus pupilas se dilataban con cada paso que daba para acercarse.

— Tu cabello está prendido fuego— dijo aquella voz proveniente de la oscuridad.

— Sí, flamea cuando estoy enojada.

— ¿Estás enojada ahora?

— Siempre estoy enojada— elevó su ceja aún inspeccionando la habitación—. Soy Agnys.

— Lo sé, eres la hija de Hades— una gran sonrisa se apareció brillando entre la oscuridad de las sábanas—. ¿Qué piensas de Auradon hasta ahora?

Agnys frunció el ceño, ¿acaso era una especie de prueba?

— Que está llena de niños egocéntricos y malcriados— contestó—. Y que podrían bajar un poco el brillo del lugar, ¿no lo crees?

La sonrisa se hizo aún más grande antes de que saliera de la cama de un salto, aterrizando frente a Agnys a pocos centímetros de su cara. Era una chica más alta que ella por media cabeza, tenía cabello rubio con algunas mechas negras, y sus ojos verdes fluorescentes, ahora se encontraban de un verde más calmo.

— Soy Kiara, hija del Gato Sonriente.

— Oh, puedo verlo— dijo la peliazul mirando de cerca su gran sonrisa, con una gran incomodidad por la falta de su espacio personal.

— Yo tampoco me llevo muy bien con las personas de aquí, son muy sofisticadas.

Agnys asintió con ganas de que allí terminara la conversación, sin embargo, Kiara tenía otros planes. La chica comenzó a hablarle sobre los alumnos y su hipocridad, los profesores y sus extensas tareas, la comida y su buen sabor, la futura coronación y muchas otras cosas que a ella no le interesaban en lo absoluto.

Ya sin escuchar lo que decía, Agnys sacó el pequeño libro de hechizos de Mal, más bien de su Maléfica, el cual le había robado en el medio del discurso del Hada Madrina sin que ella lo notara.

Para ser proveniente de la Isla de Los Perdidos, Mal no era muy lúcida.

— ¿Qué es eso? — preguntó Kiara volviendo a invadir su espacio, mientras miraba cómo Agnys ojeaba cada página en busca de un hechizo que le sirviera para cambiar la decoración de su parte del cuatro.

— El libro de Hechizos de Mal— le contestó, antes de caer en la cuenta de la información que le proporcionó—. ¿No dirás nada cierto?

— ¡Claro que no! — exclamó ofendida de que creyera algo así—. Estoy cansada de que no nos dejen usar nuestros poderes, no puedo desaparecerme cuando quiero, ni utilizar mis reflejos felinos en gimnasia.

— Buena, chica— la felicitó.

— Además, siempre quise ver magia— intentó agarrar el libro, pero Agnys lo alejó—. Si es de Mal, ¿tú puedes usarlo?

— ¿A qué te refieres?

— Digo, ¿no tendría que servir sólo para ella?

Cariño, soy una diosa— la miró fijamente a los ojos mientras sonreía con maldad—. Puedo hacer lo que quiera.

Agnys se acercó a su cama cuando encontró la página que buscaba y elevó su mano derecha, de la cual comenzó a salir un aura azul que se terminó convirtiendo en el mismo fuego que su cabello desprendía.

"Esta habitación es asquerosa en toda su amplitud,

Cambia el horrible violeta por azul."

Y como el hechizo dijo, todo lo que se encontraba de color violeta se convirtió en azul haciéndola sonreír aún más, orgullosa de su éxito.

¡Wow! — exclamó Kiara con un fuerte chillido que hizo saltar a Agnys—. ¡Eso fue increíble!

— Lo sé— suspiró antes de cerrar el libro—. Eso funcionará por ahora.

Se acercó a la mesita a un lado de su cama para luego abrir su cajón y guardar el libro allí.

— ¿No se lo regresarás a Mal?

Oh, no— rió—. Cuando venga desesperada a buscarlo, será mi oportunidad para pedirle un favor para mi beneficio.

Kiara puso ambas manos en los hombros de Agnys sin importarle el calor proveniente de su cabello.

— Tengo tanto que aprender de ti.




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Ya era de noche cuando Agnys escuchó la puerta de Mal y Evie abrirse mientras estas discutían por el pasillo.

"Juro que tenía el libro conmigo."

"Tal vez Carlos y Jay lo tienen."

Tiempo de actuar.

Agnys se puso su chaqueta, no sin agarrar el libro, antes de salir de la habitación sin hacer ruido, ya que a pesar de que Kiara se encontraba dormida, estaba segura que su oído felino la escucharía. Pudo ver los cabellos violetas y azules al final del pasillo, dirigiéndose hacia las habitaciones de los chicos, por lo que sin dudarlo las siguió.

Cuando ambas entraron al cuarto, se acercó a la puerta para poder escuchar su conversación perfectamente.

"¿Ustedes tienen mi Libro de Hechizos?"

"¿Por qué lo tendríamos nosotros?"

"¿Cuándo fue la última vez que lo has visto?"

"Antes de llegar en la limusina."

"Entonces desapareció entre el viaje y nuestra llegada."

"No creen que haya quedado en el auto, ¿cierto?"

"No lo creo, Jay."

"¿Creen que Agnys lo tenga?"

"Imposible."

"Deja de defenderla, Evie. Ella es tan villana como nosotros."

— Tienen razón, princesa— Agnys entró a la habitación diciendo con disgusto la última palabra—. Y sí, yo lo tengo— terminó mostrando el libro en sus manos.

— ¿Por qué lo agarraste? — preguntó Mal tratando de alcanzarlo, pero la peliazul lo alejó de sus manos—. Es mío.

Agnys dio una pequeña risa divertida por la situación de que necesiten algo de ella.

— De hecho, cuando robas algo eso se convierte en tuyo por derecho. ¿No era eso lo que decías en la Isla?

— Agnys, por favor— suplicó Evie ante la disgustada mirada de todos.

— Tranquila, Evie— contestó como si de una niña pequeña se tratase—. Estoy dispuesta a devolverlo, obviamente por el precio justo.

— Llegas a decir "mi alma" y juro que...— comenzó de decir Mal antes de que la interrumpiera la risa de la diosa.

— No soy mi padre, Mali. Hay sólo una cosa que quiero actualmente.

— Y... ¿Qué es?

— Quiero que me cuenten cuál es la misión que sus padres les dieron.

La habitación quedó en silencio, nadie se atrevía a contestar. Sabían muy bien que Agnys no era de confiar, pero los tenía contra el fuego y la pared con el Libro de Hechizos en su poder.

Finalmente, y luego de un arduo silencio, le contaron a Agnys el plan, el cual consistía en robar la varita del Hada Madrina para abrir la barrera. Aunque, claro, ellos no sabían dónde se encontraba.

— Está en el Museo— dijo Agnys, quien ahora se encontraba sentada en la mesa de la habitación junto al resto.

Todos le dieron una mirada de desconfianza antes de apostar por el espejo mágico de Evie, lo que la hizo rodar los ojos, ya que esta vez estaba diciendo la verdad. Entre todas las cosas que Kiara le había contado, el museo fue una de ellas. Después de todo allí se encontraban todos los artefactos de los villanos, entre ellos la corona de su padre.

Y cómo había dicho, el espejo mostró el Museo provocando la incomodidad de todos al no creerle.

— ¿Cómo sabías que estaba en el Museo? — le preguntó Evie.

— Mi compañera Kiara habla demasiado, ya saben, es como el Carlos de aquí— contestó provocando que el nombrado le pusiera mala cara, antes de que ella le guiñara el ojo—. Es hija del Gato Sonriente, por lo que está algo loca.

Mal dio un aplauso antes de levantarse.

¡Vamos! — exclamó—. Tenemos una varita que robar.

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