Cap 8

Al día siguiente mientras la reina se encontraba en el jardín, el obispo se presentó ante ella.

— ¡Simur no hoy!

— Lo siento Alteza, se que gobernar un pueblo como este debe ser agotador.

— No lo imagina.

— Bueno, a lo que en realidad venía.

— Ya se, las prostitutas, los herreros, los sastres, los campesinos, los presos...

— No está vez, son los niños.

— ¿Los niños?

— Las escuelas están prácticamente vacías.

— ¿Por qué? Esos mocosos no quieren estudiar, la educación es necesaria para la vida.

— No es cuestión de no querer...

— ¿Entonces?

— Cada semana usted aumenta la cifra que deben pagar sus padres para que ellos puedan asistir al colegio.

— Pero lo necesito, si no obtenemos ese dinero... ¿Cómo me mantendré? Perdón... ¿Cómo los mantendré?

— Ese es el problema. El asunto es que para qué queremos abiertas las escuelas si van solamente uno o dos niños.

— No, no cerremos las escuelas, bajemos un poco el pago de los padres, quiero que aprendan a leer y a escribir, de matemáticas, de la naturaleza, si no aprenden... ¿Cuál será mi futuro? Este pueblo estará colmado de ignorantes y yo tendré más Dolores de cabeza de los que ya tengo.

— Entonces daré un anuncio general, de que las escuelas bajarán el precio.

— No mucho...

— Lo se, Majestad.

— Entonces... ¿Resuelto el problema?

— No, aún no, ya que hay niños que no asisten a la escuela porque simplemente no quieren aprender, y no porque no puedan.

— Esos mocosos...

— Deberíamos hablar con sus padres...

— No, eso no. Vaya a cada casa,usted,y los monjes, y pida hablar con cada niño a solas, no deje que sus padres escuchen, y amenácelos con que Dios se llevará sus almas si siguen tercos ante los estudios.

— Pero en realidad Dios no hará eso...

— ¿Cuántas veces no hemos usado a Dios como pretexto?

— No hable así del señor, Jesucristo la escucha, está pecando

— Quién peca aquí es usted, que me cuestiona y yo soy la reina, ahora... ¡Largo! — Dijo la reina empujándolo fuera.

— ¡Ay que cansada estoy! Este pueblo de pacotilla me está colmando la paciencia, nunca debí haber querido el trono para mi... Oh no, no te arrepientas, eres una buena reina... Nada que ver con tus estúpidos padres...

La reina se dirigió hacia su habitación, se encerró y tomó una siesta.

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