Cap 5
—¿Por qué cree usted eso? — Pregunta la reina desde su cama.
— Es que creemos que el espectáculo fue demasiado crudo— Le responde el cardenal a la reina.
— ¿Crudo? Yo estaba pensando aumentarle cosas.
— Puede hacerlo, pero solo para usted porque claramente el pueblo no querrá ver eso de nuevo.
— ¿Por qué? Lo he hecho especialmente para ellos... No es justo, me he esforzado, necesito un favor.
— Usted dirá Majestad.
— Dará un anuncio después del almuerzo en la plaza, y ordenará que todos están obligados a ir o lo pagarán caro.
— Pero Majestad...
— ¡Sin peros Cardenal Roucco!
— Sus deseos son órdenes... Alteza.
El cardenal se retiró de la habitación de la reina. Esta frotó sus puños contra sus ojos y se estiró.
— ¿Por qué es tan complicado complacer a este maldito pueblo Hades? — Preguntó la reina a su mascota, la cual salió de abajo de su cama y saltó junto a ella— No entiendo, porqué lo disfruto tanto y ellos no son capaces de hacerlo tanto como yo... Si en verdad creyeran en Dios, serían felices... Porque Dios es el Dios feliz... — Terminó la reina presignándose, haciendo una Cruz con sus dedos, llevándolos a su barriga, a sus hombros y finalmente a sus labios.
Se levantó de la cama y fue hacia el vestidor, esta ves elegiría uno de sus mejores vestidos, uno largo de mangas extra largas, que la hiciera ver más emperatriz de lo que ya era.
El cardenal Roucco había amenazado ya al pueblo, mientras tanto, la reina iba en su carruaje, alando una carreta para llevar allí, personas escogidas al azar como el día anterior, para su show en el que la muerte... Es el espectáculo.
Va en el carruaje, escuchando los lamentos de las víctimas que lleva en su carreta y sin sentir remordimiento alguno, comienza a gritarles.
— ¡Ya cállense malditas alimañas! ¡Esto es para hacer reír a su pueblo!
— ¡Váyase al infierno reina de nada! — Gritó una señora.
— ¿Cómo me has dicho? ¿Cómo osas en decirme algo así? Pero da igual, esta tarde lo pagarás. — Respondió la reina.
Eran ya las 5:00 de la tarde, todos los pueblerinos atemorizados esperaban los sádicos espectáculos de Aghata Harris.
Primeramente, la mujer que había gritado a la reina en el mediodía, estaba frente a todos. Un hombre estaba parado frente a ella, el cual fue amarrado frente a ella sin camisa.
— ¿Qué quieres conmigo reina de nada? —preguntó valientemente la señora.
— Esta reina de nada te exige que lo muerdas. Allí, en su brazo, muerde bien fuerte y arranca por completo el pedazo, como si mordieras un trozo de cerdo.
— ¿Qué? — Susurró la mujer.
Un silencio tenebroso reinaba en la gente del pueblo, la cual yacía frente al anfiteatro, pero tenían su cabeza en el cielo, rezándole a Dios.
— Imaginé que desobedecerías a tu reina... Pero de ti depende mi entretenimiento y el de tu pueblo...
— No pienso... No pienso... — Decía la mujer entre dientes apretando sus puños— No pienso... Hacer algo... Algo así. — Terminó diciendo mientras las lágrimas resbalaban por sus pómulos.
— ¿Ah si? Mira hacia arriba... Hacia la torre de mi Palacio.
La mujer, y el pueblo miraron hacia la torre, dos guardias sostenían a un niño parado en el borde.
— ¡Hijo! — Gritó la mujer ... — ¡Déjalo ir maldita mórbida!
— Si no haces lo que pedí... Tu hijo caerá de la torre... Y sus huesos crujirán al impactar contra el suelo y si no muere, será despedazado...
La mujer sin pensarlo dos veces, casi como si la hubieran pinchado, mordió el brazo del hombre, y este gimió de dolor.
La mujer sin parar mordía una y otra vez el brazo fuertemente, arrancando los trozos y dejando tinto en sangre al señor.
Las cortinas del Anfiteatro cerraron y volvieron abrirse para mostrar el próximo espectáculo. Mientras los guardias, habían lanzado de todas maneras al niño de la torre, el cual murió al instante al impactar contra el suelo.
La mujer y el hombre fueron encerrados en una jaula y pelearon a golpes hasta morir los dos.
— ¡Y ahora! ¡El último invento en las carnicerías! — Gritó la reina.
Una máquina fue arrastrada hasta el escenario. Seguida de un hombre , sucio y desquiciado.
— ¡Metan allí su mano! — Gritó la reina.
Dos lacayos forzaron al hombre loco a meter su mano en la máquina, y juntos, movieron una manivela, la cual hizo rodar por dentro laa cuchillas de la máquina, despedazando la mano que allí estaba.
El hombre, calló al suelo convulsionado, y desangrándose. Mientras la reina se levantó de su trono, y se subió al escenario, sacando lo que había dentro de la máquina, mostrando que lo que antes era una mano, era ahora carne molida llamada: Picadillo.
En el pueblo muchos vomitaban, algunos se desmayaron... Y no era para menos.
Finalizando la noche, llevó 5 mujeres al escenario y las tiró al suelo obligándoles a permanecer allí, o las consecuencias las pagarían sus seres queridos.
La reina sacó un taladro de mano, el cual todos los pueblerinos miraron aterrados.
Esta desnudó a las 5 mujeres, mejor dicho, 5 prostitutas.
— ¿Necesitan sentir no? ¡Veamos! ¡Les
mostraré lo que es sentir! — Gritó la reina.
Llevando el taladro de mano a la vagina de la mujer, la cual penetró con el mismo, y movió con la manivela, taladrando todo el interior de la mujer.
La joven gritaba de dolor mientras su vajina sangraba en exceso.
La demás jóvenes estaban siendo aguantadas por guardias, y la reina repitió el procedimiento una por una. Dejando el suelo del escenario hecho un total mar de sangre.
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