Cap 3

La reina había elegido su vestido, y estaba lista para bajar a la Sala del trono y escuchar al cardenal y al obispo quien según ella, sin demora debían avisarle acerca del club de ajedrez o estarían en graves problemas.

—En estos tres días el pueblo no ha presentado problemas— Se decía la reina mientras se miraba en su espejo de mano. — La guillotina debe extrañar los cuellos, el verdugo debe extrañar tirar de la soga... Y yo extraño ver las lágrimas de los padres al saber que la carne que habían comido era de sus respectivos hijos...

Mientras bajaba las escaleras, encontró un papel en el suelo, el cual lo tomó.

"Pierre, entendemos todo lo que nos comunicaste, pero tu misión era enamorar a la reina para acercarte a ella y matarla, era ella quien debía enamorarse de ti, no tu de ella. Podemos comprender que sea hermosa, pero piensa en como ha consumido al pueblo, además de que el hecho que hayas decidido no regresar a Francia por estar al lado de esa enferma mental, nos ha decepcionado, por favor, regresa, si tan enamorado estás de la reina de Inglaterra, no te obligaremos a asesinarla, pero si te pedimos que regreses y la olvides. Confiamos en tu buen juicio, te esperaremos."

— ¿Qué calumnia es esta? — Pregunta la reina rasgando el papel. — ¿Así que tu misión era matarme desgraciado? De todas formas... No fuiste tú quien salió con vida de todo esto...

La reina lanzó los pedazos de papel al suelo.

Era increíble como se paseaba por el Palacio como si nada hubiese pasado el día anterior, y haber dormido en su cama sabiendo que debajo estaba su muerto, solo demostraba su insensibilidad y mórbida personalidad.

En ese momento María corrió hacia la reina la cual había llegado a su trono y además se había sentado.

— ¡Majestad ! ¡Majestad!

— ¿Por qué tales gritos estrepitosos María?

La empleada se quedó pensativa, era la primera o segunda vez que la reina le llamaba por su nombre.

— Es... Es que... ¡Encontramos al pintor debajo de su cama! ¡La empleada Charlotte estaba limpiando su habitación cuando lo encontró allí debajo!

— Oh, si, ya me había olvidado de eso. ¿Podrían sacarlo de allí?

— Pero...

— ¡Sin peros! ¿Me ve cara de querer alguna otra cosa? ¡Lárguese!

— ¿Usted lo asesinó verdad?

— No tengo nada que ocultar, si, lo maté, solo lo escondí debajo de la cama no fuera a ser que por casualidad, me tropezara con el mientras andaba por mi habitación...

— Pero... Majestad... ¿Usted no teme ir a prisión?

— ¿Prisión? ¿No es la máxima autoridad quien decide si se va o no a prisión? ¿Y quién es esa máxima autoridad? ¡Pues yo estúpida!

María salió del lugar sin decir nada más. El cardenal y el obispo se presentaron ante ella .

— ¿Vienen a decirme que ya han terminado el proyecto de ajedrez verdad?

— No nos atreveríamos a extenderlo. — Respondió el obispo.

— Por lo menos tienen la dignidad de reconocerlo...

— Por favor Majestad, diríjase hacia la iglesia, hemos decidido mover las bandas y allí haremos el proyecto de ajedrez. — Dijo el cardenal.

— ¿En la Iglesia?— Pregunta la reina— ¿Pero y como iremos a las misas y pedir perdón por nuestros pecados? Yo justamente pensaba hacerlo hoy.

— Eso no tiene la menor importancia Alteza... Sinceramente no le tengo fe a ese proyecto, y tengo la corazonada que se acabará demasiado pronto. — Agregó el obispo.

— Son demasiado tontos. Si funcionará.

La reina acompañada del obispo y el cardenal se dirigió a la iglesia que quedaba al lado del Palacio.

Había una fila de personas fuera, todas parecían emocionadas, hasta que notaron la presencia de la reina.

Un niño al verla, estalló en sollozos.

— ¡Dios que molesto! ¡Guardias! — Gritó la reina.

Los guardias que estaban detrás de ella en su cuidado, se acercaron rápidamente a ella. La reina le quitó una ballesta a uno de ellos, y disparó justo al ojo derecho del pequeño. Este comenzó a gritar de dolor mientras la sangre escurría por los pómulos del pequeño, este yacía en el suelo pataleando e inquieto.

Luego la reina tomó la otra ballesta y disparó al otro ojo. En ese momento el niño murió.

Una mujer en la fila calló al suelo inconsciente, mientras un anciano decía que la misma era la madre del pequeño muerto.

— Ay si tanto le molesta ver a su hijo muerto pues que se reúna con él en cielo. ¿No es lo que queremos todos? Después de todo estamos en una Iglesia y Dios nos lleva al cielo.

La reina se dirigió a la fila y vio que había un leñador observándola el cual llevaba un hacha a cuestas. Esta se acercó al mismo y le arrebató el hacha, la cual impactó contra la panza de la mujer inconsciente.

Todo el pueblo yacía en silencio, estaban acostumbrados a presenciar ese tipo de actos, y hasta otros muchos peores.

La reina soltó el hacha bañada de sangre, aunque ella también tenía gotas de sangre en su rostro y en su vestido. Tomó un pañuelo que llevaba y se limpió el rostro como si nada hubiese pasado.

En ese momento una mariposa pasó volando por su lado y se posó en su pómulo. Esta, suspiró, y llena de ira, se llevó la mano al rostro tomando la mariposa y estrujándola con su mano, haciéndola polvo y dejándola caer al suelo.

Sin más entró en la iglesia y se sentó en una de las mesas, allí estaba el tablero, listo para ser jugado.

Todos los pueblerinos entraron y se sentaron para comenzar el juego.

Al frente de la reina se sentó un adolescente.

— ¿Crees que puedes ganarme chiquillo tonto?

— Estoy aquí para probar eso...— Le respondió el joven mirando hacia sus ojos, era un joven de coraje.

— Ya veremos.

El juego comenzó, la reina analizaba cada uno de sus movimientos, y si era buena en algo, eso era el ajedrez, y estaba segura de ganarle a cualquiera.

Había pasado una hora exacta, había un silencio total en el lugar, cuando un grito quebró dicho silencio.

— ¡Sí! — Gritó el joven, había ganado la partida.

— Yo le dije... Majestad... Que... — Trató de decir el cardenal que estaba al lado de la reina.

— ¡Cállese! — Gritó la reina, esta miraba al suelo, su cabello negro cubría su rostro, solo se escuchaba su brusco suspirar.

Todos miraron hacia donde miraba la reina, y allí estaba el verdugo.

Todos sospecharon de que la reina esperaba ganar y si no, arrebatarle la vida a quien fuera mejor que ella.

Y así era.

El verdugo se paró frente al joven, este abrió los ojos como platos, y cuando iba a robar por su vida, el filo del hacha alcanzó su cuello, haciendo que la cabeza callera y rodara por el tablero se ajedrez haciendo impactar las piezas contra el suelo.

La reina se levantó del asiento, y miró hacia el cardenal.

— El ajedrez no va a funcionar— Le dijo, dándole la razón, después de todo el cardenal había pasado dos años junto a la reina, y conocía acerca de sus pensamientos y aterradoras reacciones ante hechos que le disgustan.

La reina salió de la Iglesia mirando hacia enfrente, sin un poco de pudor, como de costumbre. De repente se detuvo, y regresó hasta donde el cardenal.

— Arregle la Iglesia para mañana, luego del almuerzo, vendré a hablar con Dios y pedirle perdón por mis pecados. — Le comunicó la reina al cardenal.

Finalmente, esta abandonó la iglesia, dejando una masa de personas aterradas ante aquel acto.

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