Cap 2

Era temprano en la mañana, la reina como de costumbre se dirigió hacia su vestidor.

Se reunió con el cardenal Rouco y el obispo Simur, para hablarles acerca de su idea de hacer un club de ajedrez.

— ¿Pero invitaríamos a duques o príncipes de otras regiones? — Preguntó el Cardenal— Me parece un poco absurdo pedirles su presencia por unos juegos de mesa.

— Obvio no, planeaba hacerlo con los pueblerinos.— Respondió la reina.

— ¿La gente del pueblo? — Preguntó el obispo.

— ¿Por qué no? — Preguntó la reina.

— Bueno... Nos encargaremos de ello majestad, no se preocupe.

Eran las 12:00 del mediodía, un guardia se acercó al trono para comunicarle a la reina que el pintor se encontraba en la puerta.

La reina acababa de almorzar, y ya le extrañaba la falta de presencia de Pierre.

— Buenas tardes, mi hermosa reina— Dijo Pierre haciendo una reverencia, y luego tomó su mano para besarla.

— Buenas tardes, Pierre. ¿Dónde prefiere comenzar su pintura?

— En su habitación, junto a su cama— Si no le parece inapropiada mi entrada a su privacidad.

— No hay problema, vamos.

La reina y Pierre subieron las escaleras y se dirigieron a la habitación.

Aghata se paró al lado de la cama como el pintor le había indicado.

— Disculpe si le parece indecente, pero pensaba pintarla de otra manera.

— ¿A qué se refiere?

— Si pudiera desvestirse...

— ¿Desvestirme?

En ese momento una de las empleadas y la joven María estaban escondidas escuchando la conversación, y al escuchar tal comentario sigilosamente se marcharon.

En aquella época era costumbre pintar cuerpos desnudos, pero les asombraba que la reina, no reaccionó con ira extrema al escuchar a Pierre.

— Si usted lo prefiere así, así será, mi querido pintor.

La reina comenzó a bajar las mangas de su vestido y lo dejó caer en el suelo, luego lo tomó y lo colocó encima de su cama. Luego continuó desabrochando su corsé , y al final la fina bata blanca que en aquella etapa correspondía a la ropa interior. Finalmente se deshizo de esta también, quedando completamente desnuda ante Pierre.

Este tomó sus pinturas y las virtió encima de su paleta.

— Dios me permitió estar aquí y ser testigo de tanta belleza— Comentó Pierre.

— Muchas gracias por sus palabras— Respondió la reina.

— Por favor, coloque sus manos en la columna de madera de la cama y doble un poco la espalda. Luego míreme y no se mueva.

La reina hizo todo lo que le indicó Pierre, el cual demoró hasta la noche para terminar el retrato, obvio la reina descansó cada cierto tiempo.

Finalmente, Pierre le mostró el retrato a la reina, la cual quedó hipnotizada ante el talento del pintor.

— Es precioso Pierre, si deseo, como me había dicho antes, quedarme con el retrato.

Pierre se acercó a la reina y estando a unos pocos centímetros, le dijo:

— Pues entonces haré una copia para llevarla a Francia... Cuando decida regresar, porque planeo quedarme en Inglaterra por cierto tiempo. Lástima que ya no tenga pretexto para verla, debí haber demorado el retrato... — Comenzó poco a poco a acercarse a la reina.

— Puede venir cuando quiera... Pierre. — La reina también se acercó a él.

Hasta que al final unieron sus labios en un beso.

Algo extraño y desconocido para la reina, como el día anterior le había estremecido el corazón y acariciado las entrañas.

La reina tras unos segundos alejó a Pierre empujando su pecho.

— Esto no está bien... Además no me he vestido— Dijo la reina.

Esta se vistió poco a poco, y se dirigió a una gaveta de su estante.

Luego se acercó a Pierre.

— Usted me desequilibria por completo. — Le dijo.

— Usted, cuando está a mi lado, hace que no recuerde ni mi nombre, querida reina— Dijo Pierre acercándose otra vez a sus labios.

Mientras se besaban, la reina apuñaló a Pierre por la espalda. Este calló al suelo gimiendo de dolor.

— ¿Pppor qqqué?— Preguntó Pierre sin aliento.

— Porque usted provoca en mi algo raro, en el corazón, y soy Aghata Harris, y no puedo sentir nada hacia nadie. — Respondió Aghata arrodillandose en el suelo, apuñalandolo una y otra vez, hasta dejar al cuerpo sin vida, y un enorme charco de sangre en el suelo.

Tomó el cuchillo y sin limpiarlo lo guardó de nuevo en su gaveta. Tomó el cuerpo y lo colocó debajo de su cama dejando un rastro de sangre en el suelo al arrastrarlo.

— ¡Hades! — Gritó la reina.

El lobo se mostró ante ella, y comenzó a lamer toda la sangre.

La reina cerró las puertas de su habitación, y se acostó en su cama.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top