°° Cap. 6: Una casa en disputas.°°
Cayó rendido en la cama después de tomar una buena ducha y lavar sus dientes tras un par de días de no hacerlo. Acurrucado entre las sábanas suaves y con un cierto olor a polvo por el tiempo en que ese cuarto no fue usado, no tenía problema con eso.
Ni siquiera se dió cuenta cuando el sol salió esta vez, solía ser su alarma natural del día a día y no pudo sentirlo.
Despertó un par de horas después del amanecer por un delicioso olor a tocino frito y pan calientito, se levantó y bajó a el piso de la cocina con un gran antojo en su estómago.
— B-Buenos días, Blue —habló nerviosa la rubia.
— Buenos días, ¿María, cierto?
— S-Si...
Se sentó en una silla de la barra de la cocina, dónde veía a la chica ir de un lado a otro con platos y vasos de cerámica.
Tras pasar un rato más, sintió dos presencias ir bajando las escaleras.
— ¡Buenos días, María, Blue!
— Buenos días —habló el azebache con voz ronca.
Silver y Mephiles se sentaron en la mesa de cristal que había cerca de la barra, el de menor estatura portaba un cubrebocas celeste y una mirada que expresaba lo mal que estaba ese día.
— ¿Mephiles volvió a resfriarse?
— Si —suspiró el albino-, ha tenido sus defensas muy bajas últimamente...
— ¿Cómo se siente tener gripe?
— ¡AH!
De una manera casi instantánea, el azulito estaba hablando en el oído del enfermito moreno. Éste se espantó y se sujetó el pecho para tranquilizarse, le daba cierto miedo tener a ese chico tan cerca de si mismo.
— Sientes...tu cuerpo adolorido y la cabeza también...eh...
— ¿Tú nunca has tenido gripe, Blue?
— Nopi, ¿Es malo?
Todos se miraron un poco incrédulos.
— B-Bueno, ¡Vamos a desayunar! —habló María.
Todos se sentaron en las sillas acolchonadas y se sirvieron de los sartenes que la rubia colocó en la mesa.
— ¡Shad, Buenos días!
— ¡Buenas!
Bajó casi corriendo de las escaleras y se sentó a un lado de la chica, después regresó su mirada a su costado izquierdo con un poco de extrañeza.
— ¿Tú...?
— ¿Yo...? —habló el de ojos verdes.
El de ojitos claros siguió comiendo con naturalidad, tenía mucha hambre. Tomó un panecito y lo mordió cómo si fuese la cosa más deliciosa del mundo.
El de orbes miel le miró con ternura, le habló a su pareja con su telepatía.
— "Es muy lindo, ¿Verdad que sí?"
— "¿En serio?, ¿Me lo preguntas a mi, tu novio?"
Rió el de púas blancas mientras le mandaba un beso con la mano a su costado derecho, dónde Mephiles se encontraba.
— Hay que apurarnos a comer, el comandante nos espera para darnos los nombres de los criminales que hay que encontrar —habló el de ojos rojos.
— Espera, Espera, déjame comer tranquilo hoy —habló el chiquillo—, llevo dos días sin comer y necesito disfrutarlo —bebió de su jugo de uva muy contento.
— ¿¡Cuentos días!?—habló el de púas raras— ¿Y eso porqué?, Se supone que le dan de comer a los prisioneros.
El de pelaje azul miró de manera recriminatoria el moreno mayor, casi con repelis. — Como ayer alguien me sacó de ahí antes de la hora de la comida, me he quedado sin un solo bocado — mordió su pan—. ¡Más a parte me ha sacado con la pierna con un hueco hecho por plomo!
— ¡No tengo la culpa de que te dieran ganas de tirarte de una moto!
— ¡Tenía que hacerlo o iba a irme directo al trailer de cara!, ¡Mi preciosa cara! —dejó su vaso con un poco de furia en la mesa— ¡Pude haber muerto hace dos días! —se levantó molesto de su silla, mirando al moreno.
— ¡Me hubieras hecho el grandísimo favor! —se levantó también.
Se miraron retadores, el moreno con la cara enrojecida gracias al enojo y el azulado con sus esmeraldas rasgadas. Una tensión se creó en la mesa.
Mientras tanto, en un lugar bastante alejado de aquel hogar en disputas, se encontraba un erizo de verde pelaje disfrazado de policía.
— (¿Dónde demonios tienen a Blue?)
Se asomaba por las habitaciones con rejas, recibiendo abucheos y salpicaduras de (al menos esperaba que fuera) agua de algunas botellas.
Llegó a un comedor privado dónde miró a través de la ventanilla de la puerta, escuchó a un viejo lleno de medallas en su ropa hablar con un soldado.
— Los papeles de Darkblue ya fueron transferidos completamente a los casos archivados que pidió, señor.
— Perfecto, ¿Ya mandaron a traer el lote de ropa civil para nuestro criminal? —habló el lobo blanco.
— Está siendo recibido en paquetería, señor. Disculpe por la pregunta, ¿Por qué decidió que la casa del Agente Shadow era la más favorable para esto?
— ¿El que Darkblue esté ahí viviendo?, Es parte del proceso, soldado.
El verdoso se alejó lentamente, con pasos firmes, a la oficina de archivos sobre los agentes del lugar.
— (¿Vivirá con ese agentucho que trató de encerrarme?, Es la estupidez más grande que he escuchado en el día) —pensó con burla.
Trató de ignorarlo poniendo una sonrisa burlona y confiada, pasando de largo la habitación a la que iba originalmente. Pero...
— (¡Solo para asegurarme!) —corrió de regreso y se encerró con los papeles.
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— ¡Me hubieras hecho el grandísimo favor! —se levantó también.
Tras el silencio que se generó en la hora de comida, el azulito tomó un utensilio de la mesa.
— ¡Pues yo no hago favores a idiotas!
Se arrojó encima del moreno y trató de clavarle un tenedor en la frente, el azebache se fue de espaldas contra la silla y rodó esquivando al azul. Finalmente, terminó arrinconado entre la cocina integral y los mosaicos blancos del suelo.
Tenía las piernas del muchacho al rededor del torso, en una posición de ranita sobre su abdomen. Forcejearon juntos el tenedor.
— ¡Repite lo que dijiste, perra!
— ¡Q-Quitate! —habló el azebache— (¡Joder, que fuerza tiene con brazos tan delgados!)
El albino trató de separarlos pero fue apartado por su novio, el cual le negó preocupado la idea de ayudar. María estaba espantada y a punto de llamar a la policía.
— ¡Blue por favor!, ¡Suelta a Shadow!
— ¡N-No hasta que se arre-epienta o tenga el tenedor entre sus s-sesos! —respondió entre cortado gracias a la fuerza que hacía.
En el jardín trasero, Scourge llegaba a su velocidad de siempre, quitándose la ropa y metiendola al tambo de basura, se colocó su chaqueta y sus lentes que tenía en un bolsa de mercado y sus zapatos también.
Comenzó a asomarse en cada ventana del mediano hogar, hasta encontrar la ventana de cristal de la cocina, dónde notó a su azulada mora con intenciones de matar a un moreno en el suelo.
No se lo pensó dos veces y entró dando un fuerte patadón a la pobre y sensible ventana, quebrándola al instante y llamando la atención de todos los de adentro.
— ¿Qué demo-?
— ¿Quié-
—¡Al menos déjame ayudarte a matarlo! —habló el verdoso.
El azulino le volteó a ver con sorpresa, después dejó de hacer fuerza ante la distracción y fue empujado por los brazos bruscos del moreno. Cayó al suelo de espaldas y golpeándose la espalda contra la silla tirada del comedor.
— ¿¡Estás loco!?, ¡Casi me matas con un tenedor lleno de tocino! —se sobó la cabeza por detrás mientras le apuntaba acusador con su mano derecha.
El sonido de un arma sin seguro los hace guardar silencio y mirar al rededor, dónde encuentran a una pistola apuntando hacia la cabeza de Scourge muy pegada a sus púas. El albino sonríe muy tranquilo mientras abraza por los hombros al de lentes rojos con su mano izquierda.
— ¿No alzarás las manos como todo el delincuente que eres, Scourge?
El verde pasto comienza a alzar lentamente sus extremidades, sentía el arma fría en su oreja. ¿Cómo es que llegó tan rápido atrás de él?, Juraba haber visto a ese chico de ojos miel justo al lado de un erizo moreno con mascarilla.
— Silver, suéltalo.
Los orbes del albino vagan hasta encontrar la vozecilla del de ojos verdes, el cual se levanta tambaleante y con su espalda crujiendo como huesos rotos.
— Él no hará nada aquí.
— Ha hecho mucho en cinco años, ¿No crees?
— (Maldición, no sé cómo defender a un imbécil tan transparente como Scourge)...É-Él es importante para mí —agachó la mirada, sonrojado de la pena ante la gran embarazosa oración que iba a decir en toda su vida—. N-No podría estar sin él.
Los ojos esmeraldas brillando cuál gema pura y el sonrojo en los cachetes durazno hacen a Silver chillar de ternura, empuja al de chaqueta negra contra la cocina y va directo a hacerle mimos al de camisa grande. Apresa a él verdoso con su telequinesis, lo que lo obliga a entrar en pánico.
— "Haces algo extraño y te meto plomo por los oídos"—le amenazó mentalmente.
El de ojos azules se asusta al escuchar una voz extra en su cabeza.
— N-No sé que está pasando pero tengo que irme a-al trabajo —habló nerviosa y confundida la de púas amarillas. Corrió por su bolso y le dió un beso en la frente a su novio, se despidió de todos y se fue.
Estornudos de Mephiles hicieron que Silver entrara en razón y liberara a él de cicatrices de su atemorizante poder aqua.
El azebache se levanta del suelo y observa la hora, después mira con lastima su ventana.
— Me debes una ventana, imbécil.
— Y tú me debes la vida, idiota. Blue te hubiese matado si no llegaba yo —presumió.
— ¿Y tú cómo demonios llegaste a mi casa?
— Prefiero omitir detalles.
El azulado se separó de Silver y se acercó al verdoso, lo tomó del brazo y lo sacó de la casa por la ventana rota.
— Le pones una bolsa a esa jodida ventana y te vas a otra parte, ¿Entendido?
— ¿Por qué la agresividad? —sonrió dolido—, quería saber dónde estarías durante tu "misión". Necesito llenarme de mimos azules de vez en cuando y será bueno aprenderme esta dirección~ —ronroneó juguetón mientras le restregaba el cachete en las púas.
—sonrojado desvía la mirada—. No me causas problemas, suficiente es tener que estar aquí.
— ¡Vendré a verte en cuanto pueda! —se separa y lo toma de las mejillas— asegúrate de que los secuaces de ese idiota no te vean —le susurró en el oído—, rondan como hormigas en miel desde que la esmeralda no llegó a las manos de él.
Scourge podría ser un idiota en busca de patear traseros entre otras cosas degeneradas, pero Blue era importante. Por su posición en el mundo criminal, un alma libre de bandas, era un excelente informante.
El cobalto asiente y le reafirma el reparar la ventana, entra a la casa donde el moreno de veras rojas lo mira con rencor.
— Solo faltas tú para irnos, cámbiate de ropa.
— Con tacto, Shad~ —habló Silver—. Lo siento Blue, Shadow suele tener unos humores de los mil demonios cuando se le provoca.
— Es una fresa con complejo de policía —refutó.
— Agh...
Un rato después, los cuatro ya se encontraban en la oficina del comandante, el azul estaba sentado en la silla con rueditas del viejo lobo mientras jugaba con una muñeca hawaiana que movía la cabeza cada que la tocaba.
Mephiles estaba un poco rojo gracias a la fiebre y Silver le daba leves caricias en sus púas, Shadow estaba irritado y moviendo su pie en espera de que a su jefe se le diera la gana de llegar.
El sonido de la puerta llamó la atención de todos, una caja se dejó ver en la entrada, la cual era cargada por un soldado común. Detrás de él llegó el comandante.
— Buenos días, Agentes.
El chico dejó la caja en el suelo y se fue de la oficina, miraron confundidos aquel cartón.
— ¿Nuestra lista es de peluche?, ¿O por qué la caja tan grande? —comentó el azul.
— Oh, me alegra que preguntes —contestó el de ojos grises—, mis hombres han reunido está ropa de muchas tiendas de internet con tus medidas corporales, será tu ropa de civil.
El de ojos verdes se sorprendió y se levantó de la sillita, empujándola con sus caderas hacia atrás. Se acercó a la caja curioso. —: ¿Puedo...? —insinuó.
— Puedes.
El albino le acercó un cúter que había en el escritorio con su telequinesis, pero sintió leve temor cuando notó que el chico abrió la caja rompiendo la cinta con una de sus uñas.
— E-Es mucha ropa...
Miró prenda por prenda, casi incrédulo de que todo eso fuera suyo y que hayan logrado dar con su talla casi a la perfección.
— Debemos prepararte bien, es solo lo básico; estarás más de un mes trabajando para nosotros —habló el señor—. Agente Shadow, esta misión es importante, no lo eche a perder con incongruencias o malos tratos.
— Si, señor —desvió la mirada.
— Bien, solo les daré la lista y ustedes se encargarán de lo demás — sacó un folder púrpura de un cajón de su escritorio y se lo entrega al albino—. Cinco personas de lo más desagradable que hay en la ciudad, que tengan mucha suerte —les deseó—, ahora largo de mi oficina.
— Ya se me hacía mucha belleza que estuviera de buen humor hoy —dijo el azulado. Cargó la caja donde metió sus cosas de nuevo y todos salieron del lugar. Se subieron al auto y él dejó la caja en la cajuela, se subió en la parte de atrás donde le siguió el de ojos miel.
— Tenemos a un tal Rossete Pinky, su nombre real es Rose Wild Cat —habló el albino mientras leía el papel impreso.
— ¿A qué se dedica? —habló con voz ronca el de cubrebocas.
— Tráfica de blancas, prosti****n infantil, robos de etiqueta naranja y otros delitos menores.
— Es solo un idiota que aspira a ser asesinado —habló el azul—, gente como él es repudiada en el mundo criminal. Porque los niños no se tocan. Solo un enfermo estaría lo suficientemente cuerdo como para hacer tales cosas.
El de vetas rojas pensó un poco y después habló—: podríamos tomar a una agente de primer nivel que se haga pasar por una mujer civil como cualquier otra.
— No podemos arriesgarla, es nuestra misión —recalcó el de pelaje claro.
— ¿Y si uno se disfraza?
Hubo silencio, todos voltearon a ver a la persona que dió la idea: Blue. Al menos, ya sabían que hacer.
— Carajo, no me miren así.
Editado c:
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