°°Cap. 21: Respiro ansioso°°
Amanecía con calma en la friolenta zona de Snow Mountain, las nubes cubrían el cálido sol que necesitaba iluminar el sendero en aquellas tierras heladas. En un hotel color rojo de elevada altura, en el piso número 21 y habitación 103, se encontraba un erizo amarillo completamente cubierto de afelpadas frazadas color crema.
Había una copa en la mesita de noche junto a un teléfono sin batería, ropa fuera de una maleta y la demás completamente desordenada en cualquier rincón del cuarto. Las cortinas cerradas de par en par impedían una visión clara del exterior, el de ojos naranjosos y rojizos se movía con pereza tratando de buscar otra posición cómoda para dormir.
Una alarma sonó desde una segunda mesita de noche, no de un teléfono, sino de un reloj digital que se encontraba ahí.
9:35 a.m
La apagó con desgano y se enderezó entre la comodidad, se estiró y tronó sus huesos con pereza. Tomó su celular dando un bostezo, soltando un sonido levemente frustrado al ver que estaba en 0%, tomó su cargador y lo conectó.
— Joder ¿¡Por qué hace tanto frío!?
Volvió a cubrirse hasta la cabeza y a engarruñarse en las cobijas. Así empezaba su encantador día.
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En el hotel vecino...
Una alta construcción color crema de numerosos ventanales es donde se encontraba nuestro cuarteto de erizos, en la habitación 101 se localizaba un erizo albino junto a su pareja obscura.
— Te dije que era mejor traer menos ropa, ni siquiera sabemos si tardaremos menos de lo esperado en encontrar a Roy —le dijo el veteado, que se encontraba comiendo un sándwich en la barra de la pequeña cocina del lugar.
— ¡Es inevitable! Snow Mountain es un espléndido lugar para poder disfrutar de la nieve y el hielo, en Green Heels nieva pocas veces al año —le respondió su novio, quien buscaba ropa para vestirse ese día— Además, después de terminar esta misión me gustaría visitar a mi padre.
— Cierto, este es el último criminal de la lista debido a que Romanov murió —mencionó pensativo el de ojos verdes.
— Me sorprende un poco que, hasta este momento, Blue no ha intentado escapar ninguna vez —exclamó en voz baja el de púas color plata.
Ambos reflexionaron sobre ello un pequeño momento, era extraño que hubiese estado tanto tiempo con ellos sin querer escapar. Ni siquiera en las numerosas veces en las que había tenido esa oportunidad cuando se encontraba capturando a los anteriores criminales de la lista.
Era sospechoso a su vez, pero no había idea alguna de porqué podría ser.
Mientras eso sucedía, en la habitación frente a la de esos erizos se encontraban el azulado y el azabache. Ambos dormidos, tapados y escondidos entre las cálidas cobijas afelpadas, casi sin dar indicios de querer despertar.
El cobalto dormía con la misma ropa que usó el día de ayer en el vuelo, a excepción de las lentillas color negro y sus zapatos. Y el azabache, como era costumbre, se encontraba dormido con el traje negro que usó igualmente al despegar en el avión, este tenía una pequeña marca de baba seca en la parte del hombro izquierdo.
— Mhh...
El azebache se trataba de acomodar en una posición cómoda, pero sintió un peso encima de él que lo obligó a abrir sus ojos. Recibió la claridad del exterior gracias a que el día anterior no habían cerrado las persianas.
Volteó la mirada a un costado dónde, claramente, veía al cobalto dormido con una pierna entre las suyas. Apreció sus negrizas pestañas largas, sus labios semi rojos a causa de que los mordía con frecuencia y sus púas celestes más enredadas de lo que acostumbraba a ver.
— "¿Celestes?..."
Miró con más atención, y no alucinaba, de verdad el erizo a su lado tenía un color más opaco a su azul eléctrico. Pensó que quizás estaba muerto y se asustó, empezó a agitarlo con algo de fuerza y el azul despertó confundido.
— ¿Qué pasa? —con voz ronca habló, el azabache suspiró con alivio.
— Pensé que estabas muerto o algo así —exclamó ronco también.
El menor carraspeó un poco su garganta y contestó:— ¿Por qué estaría muerto de un día para otro? —frotó sus ojos y se sentó en la cama.
— Todo puede pasar, pero mírate...¡Tu color de púas!
— ¿Mis pú-?
El azebache lo jaló desde la cama hasta el espejo del baño privado que tenía la habitación casi tropezando al enredarse las cobijas en las piernas de ambos, el azulado se observó un poco sorprendido y después sonrió con molestia para si mismo.
— Oh, así que era esto —tomó su propia mejilla y la estiró un poco— Ya recordé porque odiaba ir a lugares tan fríos.
— ¿Qué dices? —lo abrazó por los hombros y lo miro por el espejo frente a ellos.
— Cuando hace mucho frío o el clima llega a ser inferior a -15° centígrados, mi pelaje pálidece hasta este color celeste —explicó con fastidio—. Nunca supe por qué.
— Pero cuando bajamos del aeropuerto ayer seguías del mismo color —sobó un poco la mejilla que el azul se estiraba— ¿Por qué no empezaste a celestearte?
— Porque llegué con la calidez dentro del avión y estaba bien abrigado, la temperatura disminuyó en la noche por lo que mi pelaje lo resintió de golpe —volteó a mirar al azabache y se sonrojó un poco— ¿Podrías soltarme? Comienzo a sentir raro —dijo un poco nervioso.
— C-Claro, lo siento —se soltó del azul y lo miró levemente apenado.
— No lo tomes a mal, llevamos algunos meses de conocernos y estamos "saliendo" en secreto desde hace unas 15 horas aproximadamente —dijo desviando la mirada—, es un poco más rápido de lo que puedo acostumbrar.
El cobalto colocó su mano sobre el hombro del azebache en señal de que no se preocupara.
— ¿Vamos con Silver y Mephiles?
— Solo hay que alistarnos primero, no nos bañamos ayer —ambos rieron un poco y prosiguieron con su mañana.
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Después de varias horas, el erizo amarillo volvió a despertar sin ninguna alarma. Se sentó nuevamente en la cama y verificó que su celular haya cargado completamente, mientras esperaba a que se encendiera por completo miró la hora en el reloj digital a su izquierda.
— ¿¡Cómo que son las dos de la tarde!?
Se levantó de un salto de la cama, tomó una toalla y un puño de ropa que estaba en el piso y se metió a la regadera, encendió la ducha y...
— ¡FRÍA!, ¡FRÍA!, ¡FRÍA!, ¡FRÍA!
Salió algunos minutos después mientras subía su ropa interior y titiriteaba de frío. Se lanzó hacía su celular y marcó a cierto contacto, esperó algunos tonos y habló.
¿Si?—
—¡Oh cielos, de verdad lo siento!
¿Quién habla?—
— No empieces.
Ah, Iván, ¿Qué pasó, por qué la demora? Llevo aquí una hora y me atrevo a decir que me siento plantado~ —
— Digamos que fue una noche difícil, ¡No te muevas de dónde estás!
Si no te apresuras créeme que si me iré, recuerda traer el videocasete.—
— Sí, sí, allá te veo.
Acomodó su camisa, se colocó un poco de perfume y pateó sus ropas debajo de la cama. De un cajón de la mesita de noche derecha saco un paquete de cartón y lo metió a una pequeña mochila que tenía sobre la cama, peinó sus largas púas y las amarró en una coleta alta.
— Bien, creo que es todo.
Se miró al espejo del cuarto y por último tomó un cubre bocas celeste, se lo colocó al igual que la mochila y salió del cuarto de hotel.
¿Su destino? Una cafetería a 10 minutos del lugar. Su plan empezaba por convencer a cierto tipo relacionado al cobalto erizo.
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Miraba a través de las vitrinas su reflejo confundido. Sus pensamientos iban y venían con diferentes escenarios de sus recuerdos pasados con el moreno y con su ex-criminal que le esperaba en Green Heels.
Realmente había considerado la idea de ser pareja de Scourge hace unos meses, pero hace algunas semanas se sentía confundido. Con el chico verdoso quería intentarlo, quería tratar de quererlo de la misma manera y con la misma intensidad que el mayor le daba. Pero lo sentía imposible si, desde un principio, su actitud de mierda había decidido que solo sería un acompañante de sus fechorías y malas jugadas.
Pero cuando todo esto acabara...no habría mas de ellas.
¿Entonces Scourge ya podía irse al caño?
No, no quería deshacerse de él de esa manera tan poco ética y cariñosa. Lo pensó irónico, ¿Cómo un criminal como él podría tan siquiera pensar en valores de ese índole? Era estúpido.
Él era estúpido.
Porque a pesar de besarlo incontables veces, porque a pesar de todo el apoyo que él le ha dado, porque a pesar de toda el alma que él a puesto para que lo mire con otros ojos; no es capaz de convencerse de que es un amor recíproco. Tiene un amor a medias, no lo ama de la misma manera e intensidad y lo sabe; lo sabe porque con él se obligó a tratar de hacerlo, pero con Shadow el sentimiento había brotado como una maldita flor en primavera.
Nunca se había enamorado.
Y, oh mierda, que extraño era.
Se sentía feliz, preocupado, protegido, sin reflejos, tranquilo, enojado; la lista continuaba con un sin fin de contradicciones que era capaz de ponerle siempre un punto y a parte. Nunca un punto final.
Su sentir, su pensamiento y su crítica eran cruelmente rasgados con las garras de un cupido furioso y estruendoso en su estómago. Era como una enfermedad donde te pierdes a ti mismo de incontables maneras para sentirte merecedor de aquello que la vida te está ofreciendo.
Era tan malditamente extraño que le daba miedo, le daba miedo lo que podría pasar regresando a casa, le daba miedo el perder la oportunidad de redimirse ante la sociedad como las malditas cenizas de un fénix; le daba miedo estar tan cansado para siquiera considerar huir y entrar de nuevo en un círculo vicioso de robos y persecuciones que, al final del día, lo llevarían a dormir bajo la obscuridad de la noche en un hotel de porquería porque, al acabar esas sucias jugarretas y malaventuras, era lo que se merecía. Porque era una persona sucia, manchada de sus propias decisiones y de la sangre de personas que merecían ser aniquiladas.
Pero, Santo Cielo, ¡Era tan pacífico purgar esas viles ratas!
Asesinar al que lo merece, dar justicia al que la necesita con una sed incontrolable, ¡Eso era lo que más quería!
Entonces...¿Por qué ya no le satisfacía tanto como antes?
Darkblue solo era eso, Darkblue. Un criminal peligroso con el que no debías meterte a menos de que tuvieras una buena excusa, una persona que no querrías toparte si hiciste algo malo esa noche y un ser al que debías evitar si estaba de mal humor.
Había sido encarcelado por ser él, pero desde que está con los Agentes es lo que menos es. No se siente Darkblue, no se siente él. No hace lo que debería, no hace lo que cree con tanta fe aferrada a sus huesos. Se dio un respiro para ser lo que, al final, siempre ha sido.
Sonic, un joven de 21 años que le encantan las bromas, al que por cualquier cosa se ríe, el que se enoja tan fácil a como se va su molestia, el que llora por perder a su única figura paterna en una situación que no podía evitarse, el que no sabe de dónde viene.
El que no sabe el porqué se siente tan diferente ahora...ser él.
Sus pensamientos son tan espontáneos que lo distraen del lugar donde se encuentra, ni siquiera se percata de que está adentro de una dulcería con el mayor de los Agentes. El moreno parece concentrado en elegir algunos dulces raros para probarlos una vez que llegasen al hotel donde se hospedan, parecía tener un especie de conflicto interno al ver las cifras de doble cero para un dulce que realmente no tenía tanto valor.
¡Pero es que se miraba tan rico!
Tomó algunas gomas de mascar y las metió al cesto que el de ojos rojos llevaba consigo. Lo ayudarían a pensar con más claridad sobre toda la caótica situación que había en su interior, por primera vez deseó que fuera difícil encontrar al dichoso hombre que podía noquear en menos de tres minutos y llevarlo ante las autoridades.
Porque si lo atrapaba, la misión terminaría. No habría más risas, no habría nada después.
Y eso especialmente, es a lo que le temía.
Sacudió la cabeza levemente, nuevamente volvió a distraerse. Observó al moreno mirar con rendición los dulces y abandonarlos a medio pasillo con cierto grado de resignación. Sonrió ante ello y tomó un par de esas golosinas, las metió en el bolsillo de su abrigo y fingió con naturalidad que no los estaba robando.
Porque claro, esos caramelos realmente no valían lo que la etiqueta decía. Era un robo lo que hacía el dueño de la tienda.
A él le gustaban más los robos donde salía beneficiado, por supuesto.
— ¿Llevarás algo más? —preguntó el azulado.
— Creo que no, ya voy a pagar. ¿Tú quieres algo más? —inquirió el mayor.
— Yo vivo a base de goma de mascar, cariño —dijo en un tono burlón mientras se formaba en la fila.
El moreno se sonrojó de forma notable al escuchar el apodo que el chico le había dicho. Tenía tiempo en no ser llamado de esa forma tan melosa. No le molestó escuchar ese apodo de aquellos labios durazno.
Sonaba muy bien.
Se sentía muy bien.
¡Se sentía jodidamente genial!
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Sentados frente a frente en una mesa alejada de las demás, el de coleta amarilla y un chico con capucha blanca bebían un café mientras esperaban sus postres.
— ¿Entonces?, ¿Qué opinas?
— Es imposible —dijo sorbiendo a su bebida.
—¿¡Q-Qué!? Pero si es una buena oferta, ¿¡Cómo de que no aceptas!? —gritó en susurro.
— El lapso de tiempo limite que me estás poniendo es demasiado corto, suponiendo que mis compañeros la terminaran sería en el lapso de dos semanas. Iván, no puedo hacer una habitación de ese rango en cuatro días y muchísimo menos para la persona que quieres meter ahí —dijo risueño.
— ¿Dos semanas empezando desde hoy?
— Hoy en la noche, hasta finales del mes, si mis cálculos no van mal —mencionó mientras observaba a la mesera llegar con sus ordenes.
— Provecho, muchachos —dijo una panda bastante linda antes de retirarse.
— Gracias, señorita —dijo el erizo color oro en un leve grito a la chica que ya estaba un poco lejos— Bueno, quizás no en cuatro días, pero al menos en nueve —retomó el tema con calma y cambió su mirar a uno más serio— . Catorce días de espera es demasiado, no puedo retener a tres agentes profesionales en fuerza, magia negra y telequinesis; además de un criminal muy astuto con una velocidad y fuerza sorprendentes, de sentidos altamente entrenados y desarrollados. Todos en un solo lugar en ese período de tiempo que me estás dando —partió un pequeño pedazo de su Pie de frambuesa y lo ingirió.
— Bastante sentido tiene, trataré de minimizarlo a lo que me pides, pero serán unos 800 dólares extras si eso pasa. Si no es así, con el precio inicial estará bien —le entregó una nota que llevaba en su bolsillo—. Aquí se ubicará, tu solo busca la forma de atraerlo.
— ¿Cerca de la montaña SKY?
— Un poco retirado y bajo tierra —mencionó terminando su postre—. ¿Tienes el videocasete?
— Claro, es lo esencial —se lo entregó por debajo de la mesa y el contrario lo guardó.
— ¡Perfecto! —dijo dando una pequeña carcajada—¡Con esto hasta podría morir de la emoción!
Estaba decidido, la emboscada hacia ese criminal estaba en marcha.
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