°°Cap. 19: Déjame matarlo°°

La voz de la eriza rubia pareció alterar los sentidos del moreno, dejando de besar al chico entre sus brazos.

Mierda.

— ¿"Mierda"? Di otra cosa que sí funcione —le regañó con preocupación el de ojos color esmeralda mientras sentía como el de vetas rojizas lo dejaba de pie en el suelo.

— ¿Entras en la ventana del baño?

— ...¿Qué?

— ¿¡Entras o no!? —preguntó alterado el moreno.

El azul movió la cortina color carmín, viendo el cuadro de la ventana a menos de dos metros de distancia. Midió sus caderas con el marco, al hacerlo refunfuñó.

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El moreno no esperó dos veces, lo alzó de las caderas y lo levantó lo suficiente para que este se sujetara del borde de concreto; le empujó las piernas para que quedara sentado en la ventana y que pudiera escapar.

El azulado terminó de salir por su cuenta y bajó con cuidado de no hacer ruido. Sin embargo, no podía fingir que estaba en su habitación, la maldita ventana tenía una protección de metal y no podía entrar desde afuera.

Caminó tranquilamente al patio y tomó la jarra de elefante que María solía usar para regar sus plantas, la llenó y comenzó su labor como si nada.

Mientras tanto, Shadow había encendido las luces del baño y fingió haber hecho algo bajando la palanca del tanque de agua. Salió despreocupado después de asegurarse de que los labios no los tuviese hinchados o colorados debido a la presión que impuso en aquella boca color durazno.

Silver se dio cuenta de su presencia y lo miró con una sonrisa emocionada, le sorprendió un poco, pues siempre se mostraba sereno.

— ¡Iremos a Snow!, ¿¡Puedes creerlo!?, ¡Volveré a ver mis tierras! —decía con estrellitas en los ojos.

— Eso es genial, Silv. Pero no olvides que no vamos de paseo —le pidió generoso.

La rubia le brindó un beso en la mejilla que lo dejó algo fuera de lugar, diciendo a mitad de un bostezo un: — Buenas noches. La miró subir las escaleras muy cansada mientras el azulado entraba de nueva cuenta a la casa.

— Parece que no fue su día —comentó su hermano.

— Nunca es su día, siempre me da unas miradas que ya no sé si considerar que le caigo mal o me tiene miedo aún —dijo frustrado el de pelaje cobalto mientras se sentaba de mala gana en un puff.

— Bueno, no podemos quejarnos —dijo el albino—. Hace desayunos muy ricos —exclamó felizmente.

Todos tomaron asiento en la sala de estar.

— ¿Cuándo nos iremos? —preguntó el azulado.

— Bueno, mañana temprano deberemos avisar al Comandante para solicitar el permiso de traslado a un hotel en Snow Mountain —explicó el moreno mayor—. Haremos las maletas mientras esperamos la aceptación. Así que puede que pasado mañana nos vayamos.

El cobalto pensó un poco: — ¿Y cómo diablos iré yo?, ¿No pedían una identificación en G.U.N para poder viajar? —exclamó dudoso.

— Me preocupa que lo sepas.

Se escucharon unas risitas traviesas desde el puff, el azabache giró los ojos en un suspiro y le dedicó una sonrisa a su hermano y cuñado.

Esperaba que todo saliera bien en el viaje.

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Aferrado a su pierna izquierda, Scourge hacía una notoria rabieta desde el suelo.

Se había llegado el día del viaje y, casualmente, a aquel chico verdoso se le había ocurrido la genial idea de ir a visitarlo. Al llegar a la humilde morada se encontró con la desagradable sorpresa de ver maletas esparcidas por toda la sala de estar y a su querido azulito terminar de alistar un equipaje de mano.

Lo primero que hizo al llegar fue abrazarse al cuerpo de púas cobalto y renegar a diestra y siniestra que se quedara con él o, en el peor de los casos, que lo llevase a su imprevisto viaje.

— Ya te he dicho que no, Scourge —exclamó molesto el de ojos de pupilentes negros.

— ¿Pero por qué? —tristemente preguntó— ¿Qué pasa si necesitas mi ayuda y yo estoy tan lejos?, ¿Y si necesitas que te haga algún favor o que te dé un masaje en la espalda? —puso ojos de borrego mientras miraba a su gran amor.

El corazón del azulado se le contrajo en el pecho, no negaba que le daba mucha ternura verlo así.

— Volveré pronto, lo prometo.

— Júralo, ¡Menos de dos semanas, júralo!

— Volveré en menos de dos semanas —exclamó rendido con una suave sonrisa—. Ahora levántate, te ensucias la ropa en el suelo.

El de ojos azules recuperó su compostura mientras observaba como su chico subía a la planta alta de la casa color crema. Lo siguió curioso hasta una habitación que, por experiencia, sabía que no le pertenecía a él.

¿Qué haces? —le murmuró curioso.

Busco...¡Aquí está! —dijo después de unos segundos.

¿Un celular? —cuestionó curioso— ¿Qué harás?

¿Me prestas tu teléfono?

Te prestaría hasta un pulmón si es necesario —aclaró innecesariamente mientras le extendía el celular medio roto de la pantalla.

Observó atentamente como su azulado enlazaba ambos dispositivos móviles, ocultando la aplicación en el teléfono ajeno como una de actualizaciones del celular. Una app inútil, claramente.

Abrió sus ojitos color mar con confusión al ver cómo su amor prohibido guardaba su teléfono en sus bolsillos del pantalón, y como regresaba el otro en dónde lo encontró.

No veré mi celular en menos de dos semanas, ¿Verdad?

— Verdad —aclaró el muchacho.

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Después de ayudar a Darkblue a subir su equipaje al auto, Scourge se marchó tras darle un largo y triste abrazo al menor de ambos. Regresó a su departamento, uno del cual todos desconocían paradero.

Una vez que el verdoso se fue, un soldado de la agencia llegó a la morada de ambos hermanos para llevarlos al aeropuerto. El equipaje fue puesto en una Jeep blindada y camuflajeada, con uno de los tantos y reconocidos logos de G.U.N en diversos sitios del auto. María observaba atenta y nerviosa mientras otro soldado se llevaba al auto de la agencia (infinity) al lugar donde pertenecía.

La chica se despide de su pareja con una sonrisa triste y temblorosa, con el criminal dándoles miradas de reojo. Todos suben a la camioneta mientras unos ojos ocultos en negro observaban como la mujer rubia hacia una llamada a través del celular al que se había vinculado con anterioridad. El azul no estaba contento, tampoco se sentía victorioso por saber que eso era exactamente lo que iba pasar no bien pusieran un pie dentro de la Jeep.

Estaba nervioso, en el fondo lo sabía. No quería encontrarse con Fleetway. No quería exponer a sus nuevos supuestos amigos al peligro de ese idiota. No quería tener la carga de una muerte en su espalda, al menos no una que proviniese de ellos. No de su pequeña y espontánea familia.

No de Shadow.

El camino al aeropuerto lo sintió eterno, sin embargo, tan solo fueron 30 minutos. Todos bajaron del auto con la sensación de una nueva meta que cumplir, un nuevo criminal que atrapar, una nueva aventura que pasar, un paso más a la libertad de un muchacho terriblemente peligroso.

— ¡Nunca había subido a un avión de forma legal! —exclamó con emoción el menor de los cinco hombres mientras todos bajaban del automóvil.

El chófer y soldado ayudó a los agentes a bajar el equipaje, siempre con la vista pendiente del criminal frente a ellos para evitar una posible huída o escape.

Una vez que todo fue desembarcado, el soldado se acercó al cobalto y extendió en su mano derecha un celular de uso rudo color gris.

— El comandante de G.U.N ha solicitado que se le haga entrega de un dispositivo móvil para su misión. Tiene acceso a diversas plataformas de seguridad, sin embargo, para poder entrar en cada una de ellas deberá tener la llave de alguno de los celulares del resto del equipo —finalizó el hombre.

— ¿Apenas hasta ahora me da un celular? —exclamó en un bufido— Ya hice varias misiones sin necesitar alguno.

— Son órdenes fijas.

— Si...es eso o quieren mantenerme vigilado, como tienen esa bonita costumbre de seguirme a todos lados —dijo sarcástico y con un tono fingido en alegría.

— Basta, Blue. Solo acéptalo —dijo el albino.

— Bien, bien —lo tomó entre sus manos y lo guardó en su bolsillo del pantalón.

El moreno observó esto dando un suspiro resignado, sintiendo al instante una presencia a su lado. Era el soldado, el cual traía otra cosa entre sus manos.

— Agente Shadow, el comandante también manda esto —le entregó las cosas y se apartó—. Es de un soldado novato, fueron editadas en diversos asuntos, pero todo para que no haya complicaciones de más.

Miró con atención unas tarjetas dentro de un pequeño tarjetero marrón, había una licencia de manejo y un carnet de identidad con la foto de Blue.

— Gracias, lo devolveré en cuanto regresemos.

Los agentes se despidieron del soldado con una mano sobre la frente mientras el azulado los veía con gracia.

— "Son como hormiguitas, todos haciendo lo mismo" —pensó divertido.

Todos se encaminaron dentro del aeropuerto sujetando las maletas que le correspondían a cada uno. El azulado se colocó su equipaje de mano con ayuda de la resistente hombrera de piel sintética y, cuando trató de tomar su maleta de ruedas, el azabache la tomó por él.

Lo miró sin decir nada, notando su ceño fruncido y su semblante pensativo.

Entraron finalmente a la parte donde debían de inspeccionarse las maletas por una pequeña máquina que veía en su interior de manera rápida. Mostraron todos una de las placas de G.U.N para justificar las armas que llevaban consigo, el azulado se sintió levemente incómodo al notar esto.

— "Al final del día, no soy parte de ellos" —pensó mientras miraba las maletas pasar.

El aeropuerto comenzó a llenarse cada vez más, el ruido se intensificó junto a las quejas de potenciales pasajeros por algunos retrasos en sus vuelos e inconvenientes con sus maletas.

El moreno suspiró al estar presente entre todo el bullicio del lugar. Este tipo de entorno era lo que menos quería frecuentar, más por la cercana época del año en la que se encontraban.

Ni siquiera sintió cuando comenzó el mes de noviembre.

Mientras esperaban el llamado para subir al avión, el moreno notó como el azulado volteaba a ver hacia diferentes lugares con varios recuerditos de porcelana y peluches de aspecto afelpado de comida rápida. El chico movía su pierna con ansías, quizás esperanzado de que alguno de sus acompañantes también quisiera ir a ver aquellos sitios y no tener que pedirlo de manera penosa.

— ¿Me acompañas a ver algunas cosas antes de irnos?

— ¿Eh? —su pierna se detuvo al instante. Observó sus ojos que brindaban leves toques de alegría por aquella pregunta.

— Necesito algunas cosas antes de irnos, ¿Me acompañas o te quedas aquí con Silver y mi hermano? —insistió por segunda vez.

— ¡Te acompaño! Es aburrido estar sentado —dijo quejoso mientras ambos se ponían de pie al mismo tiempo—, creo que estas semanas estando contigo son las que menos me he movido. Mi cuerpo me pasará factura un día de estos —dijo comenzando a caminar.

— ”¿Semanas que menos te has movido?" Te recuerdo que robaste un museo hace poco, te infiltraste con aquel dichoso Pinkyass, te hiciste pasar por ayudante de Scourge y derrotaste a un maniático que vivía en un subterráneo —le recordó sus acciones en voz baja.

— Bueno...sí —dijo reflexionando—. Pero no hago lo que solía hacer, ¿Sabes? Mi rutina, mis acrobacias, mi...supuesta vida —dijo dudoso.

— ¿Por qué "supuesta"? —cuestionó entrando a la pequeña tienda.

— Porque no sé si así debía vivirla —dijo desviando la mirada—. ¡Oh, mira esto! —gritó emocionado y desviando la conversación— ¡Es una hamburguesa tan hermosa! —tomó el peluche del aparador y lo abrazó sintiendo su textura— ¡Shadow esto es maravilloso, es tan suave que podría ser mi nueva almohada!

El azabache solo le dio un leve apretón en una de las extremidades del peluche, sonriendo al tacto. El azul verificó la etiqueta del precio e hizo un leve gesto desalentador, sin embargo, caminó con el muñeco a la zona del cajero.

— Espera, ¿Tienes dinero? —exclamó confundido el moreno.

— Scourge me dio un poco antes de irnos —le aclaró al mayor.

El otro frunció el seño, imaginando de cuál de todos sus diversos crímenes provenía aquel dinero en efectivo. Antes de que el chico le diera el dinero a la chica de la caja registradora, él extendió una tarjeta color negro primero.

— Sería pago con tarjeta, por favor.

El azulado lo volteó a ver confundido y solo pudo desviar la mirada ante la insistencia del criminal.

No dijo nada, pero sonrió al ver cómo el de menor estatura abrazaba aquel peluche con una sonrisa ligera.

Y, sin que lo notara, unos ojos ilusos y brillantes.

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— ¿Dónde estaban? De repente desaparecieron —exclamó Mephiles al verlos llegar.

— ¡Que bonito peluche!, ¿Lo compraron en la tienda de recuerditos? —cuestionó el plateado viendo la hamburguesa de colores saturados.

— ¡Sip! —exclamó feliz el azulado mientras tomaba asiento al lado del de ojos ámbar— Se va a llamar Burgino.

— Hm —pensó un poco el albino— ¿Por qué no mejor se llama "Shadow"? —sugirió inocente.

El cobalto sintió sus mejillas a punto de comenzar a arder, perdió su mirada entre la tela del peluche, justo en su cara. Trataba de encontrar la similitud que hacía a Silver sugerir algo tan vergonzoso.

— ¿Por qué mi nombre? —cuestionó molesto y avergonzado el de vetas rojas.

— Solo mira a esa hamburguesa, tiene cara enojada —dijo Mephiles burlón—. Y para siempre. Definitivamente eres tú.

— No me ayudes tanto, hermano —dijo sarcástico.

Shadow... será "Shad" entonces —dijo con voz orgullosa y apenada al mismo tiempo el menor de los cuatro—. Si algo siempre está enojado, entonces es Shadow —un tono burlón salió al final de la oración, guardando una risa en su garganta al verlo a punto de reclamarle algo.

Sin embargo, el altavoz del aeropuerto hace un llamado.

Pasajeros del vuelo con destino a Snow Mountain, favor de dirigirse a la salida correspondiente.

Era hora de marcharse.

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Una vez dentro del avión, el azulado abrazaba cómodamente su nuevo afelpado amigo mientras escuchaba música con unos audífonos proporcionados por el avión. Se movía feliz observando la ventana.

Le había tocado compartir asiento con el Agente que secretamente había logrado hacerle sentir cosquillas en su estómago, Mephiles ni de chiste hubiese querido irse con él teniendo a su novio como primera, y quizás única, opción.

El moreno se preguntaba qué clase de música escuchaba aquel chico. ¿Qué gustos musicales tiene un criminal de su edad?, ¿Conocía alguna banda que tuvieran en común?, ¿Escuchaba canciones relacionadas a asesinatos, conflictos armados o narcotráfico?

Le iba a hablar tocándole el hombro derecho, sin embargo, antes de que su mano pudiese aterrizar en la tela de su ropa de lana, el muchacho sintió una presencia familiar que lo hizo voltearse.

El de ojos rojos saltó un poco sobre exaltado en su propio asiento, mirando confundido como los ojos negros buscaban una tercera presencia entre ambos. Aunque, en realidad, el asiento al lado de Shadow había quedado desocupado. Una vez que notó que la sensación lo había hecho parecer un loco, el chiquillo regresó su atención a aquel atractivo agente, este le hizo una seña para que quitase uno de los audífonos de sus oídos.

— ¿Qué pasa?

— ¿Qué escuchas? —inquirió el de ojos rojos.

El azul se sonrojó de la pena y escondió el auricular que se había quitado.

— Nada en... especial.

— Quiero saber. Préstame uno.

El menor escondió un poco su mano con el aparato, pero decidió dárselo al presentir que estaría así todo el vuelo. El de ojos rojos acomoda bien en su orejita derecha y escucha a...

— ¿Please Please Please? —exclamó sorprendido el moreno.

¡No lo digas en voz alta! —enterró su rostro en la hamburguesa debido a la pena.

— No lo digo por burla, no creí que te gustara Sabrina Carpenter...a mí también me gusta —dijo desviando la mirada.

— Nah, ¿Qué? —dijo entre risas el menor— ¡Imposible!

— No te miento, es verdad —lo volteó a ver, sus narices toparon y ambos se separaron un poco de repente.

Algo ilógico para dos erizos que se habían comido a besos hace dos días.

— Y...¿Qué más te gusta? —alimentó la plática el de ojos color azabache.

— Imagine Dragons, Metallica, hmm —pensó un poco más—. También Twenty One Pilots. Aunque suelo salir de lo cotidiano con muchos géneros.

— A mi no me importa mucho el género, si el ritmo y la letra me gustan, lo tomo —dijo sonriente mientras regresaba su atención a la ventana.

Si, ya noté que no te importa el género —dijo con un tono que rozaba a la lujuria.

El menor entendió el doble sentido de su contraparte, sacándole una expresión sorprendida y un tenue sonrojo en sus mejillas.

¡Shh!

Se colocó los audífonos de nuevo, escuchando una varonil carcajada que lo hizo sonrojarse aún más y abrazar su peluche.

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Una noche antes. En otro lugar.

Un erizo de cabellera amarilla terminaba de acomodarse el cuello de su traje obscuro frente a un espejo de cuerpo completo. Su acompañante le miraba sentado desde una cama bastante lujosa mientras acariciaba a la peluda mascota de su jefe, jugueteaba con las patitas del gato y lo sacudía con toda su mano en el estómago, recibiendo mordidas juguetonas y algunos arañazos sutiles.

— El avión despega en dos horas —le informó.

— Bien.

El de sombrero bufó con fastidio, su querido amiguito no era de muchas palabras y eso le causaba aburrimiento y molestia. Observó la maleta en el suelo con bastante recelo y volvió a sacudir al minino entre el colchón y su mano.

— ¿Por qué tienes que ir hasta allá? —exclamó molesto y dudoso— Puedes mandar a alguien más para tratar de acabar con Darkblue, como siempre —le sugirió.

— Iván. Si quiero que se hagan las cosas debo de hacerlo con mi propio puño, todos aquí son unos fracasados e inútiles —se volteó a verlo con una mirada fría y penetrante.

— ¿Por eso arrojaste a Romanov?

— Era yo o ellos —se acercó por su maleta en el suelo y elevó el mango para sujetar el pesado equipaje—. Además, probablemente querían información de nuestros pequeños tratos ilícitos. No es novedad de parte de G.U.N.

— ¿No considerate que yo también podía intentarlo?, ¿Por qué te convenciste de que no era alguien a quien esos agentes quisieran? —se levantó de la cama y colocó una mano en su cadera— ¿No recuerdas que me enviaste para ayudar a ese maldito huevón de Romero?

— Romeo —le corrigió.

— Da lo mismo, está muerto. Déjame intentarlo, déjame tratar de matarlo —dijo con cierto tono emocionado—...pero quiero algo a cambio —exclamó bajando un poco su sentir.

— ¿Qué cosa?

— Una compensación vital...mi madre...

— Te la daré, solo si consigues hacerlo. Si fallas —se acercó amenazante al hombre en su cama—, no va a estar mejor que Romanov o Romeo.

Comprendiendo el mensaje, el de zafiros color  naranja miró hacia el suelo, asintió levemente y sacó su celular de sus bolsillos para asegurarse de que el avión no abandonara a aquel apuesto hombre.

— Uno de tus hombres te espera afuera para llevarte al aeropuerto.

— Bien. Ahora lárgate.

— Agh.

El chico tomó al minino en brazos y lo metió a una jaula especial, cómoda y segura. Se la dio a su temible crush y abandonó la habitación en un parpadeo

Fleetway no lo quería en su vuelo, pero eso no quería decir que no lo quisiera en Snow Mountain, ¿O sí?

— Alexa, busca vuelos para mañana a Snow Mountain.

Entendido.

Este viaje sería el mejor de su vida y, quizás, el último.

Mientras que para el azulado, sería el desencadenante de desgracias perfecto.

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