°°Cap. 18: Fantasma de un beso °°

Pasaron algunos días después del acontecimiento de la última misión.

El chico de ojos verdes actuaba de manera un poco extraña a ojos del erizo de vetas rojizas, pues este se había acercado de manera considerable a quien menos creía, a María.

No es que no quiera que se lleven bien, al contrario, le haría un enorme favor que dejaran de tener una incomoda convivencia por culpa de aquel criminal. Consideraba mucho a su novia, ¡Siempre!, pero desde que el Comandante le encomendó la extraña misión de darle morada al criminal más buscado de todos los malditos tiempos...simplemente no pudo objetar.

Darkblue solía hacer muchos chistes sin gracia, burlarse de su persona y fingir darle besos a escondidas de todos. Estaba molesto de que lo hiciera, sentía que en cualquier momento los podrían atrapar.

¿Qué pasaría si su novia se enteraba?

Su relación no estaba en su mejor punto, si se expresaba de manera sincera. Desde meses antes de la llegada del azulado a sus vidas algo había cambiado, no se sentían igual de enamorados que antes. Pero lo raro es que ninguno proponía el terminar o darse un tiempo.

Simplemente no había nada que pudiera terminar, si no se sentía que tuvieran algo en primer lugar.

Dormía con ella, pero la rubia no le daba ninguna muestra de afecto. Le daba besos cortantes, abrazos forzados. Tantas fueron estas acciones que sus intenciones fueron disminuyendo, no trataba de expresar amor si no era ella la que lo hiciera primero.

Era raro.

En este momento estaba en la habitación del chico de ojos verdes, se encontraba acostado en la cama del mismo mientras observaba como este buscaba algo de ropa de aquella enorme caja que le había obsequiado su jefe.

— No entiendo, ¿Por qué hace tanto jodido calor si apenas ayer estábamos temblando de frío? —decía quejumbroso el de piel durazno—. Odio sudar.

— No es tan malo, puedes comer helado.

— ¿Me comprarás un helado al regresar?

— Solo si te portas bien.

— Agh.

Todos se encontraban arreglándose para ir a la oficina de su jefe de ojos claros, él se encontraba listo desde hace unos momentos y decidió ir a despertar al de pelaje llamativo, el cual seguía dormido a las dos de la tarde.

— Shadow —le habló, recibiendo un:—"Mh"

No respondió después de ello, por lo que el moreno hizo aquél sonido de nuevo sin obtener respuesta, antes de poder sentarse para poder preguntar que sucedía, sintió una respiración sobre sus labios que lo hizo abrir sus ojos de golpe.

El azulado se separó travieso, con una sonrisa juguetona en su rostro.

— Nada, solo quería molestarte.

— ¿Molestarme con besos falsos? —dijo incrédulo.

— No veo que te quejes.

El azabache guarda silencio, sintiéndose atrapado.

— Solo...quítate esa ropa.

— ¿Qué dices? —exclamó sorprendido.

— ¡Me refiero a que te cambies, no a que te desnudes! —se corrigió a si mismo con un gran sonrojo en su rostro.

— ¿O sea que querías verme en ropa interior? Que sinvergüenza, agente —dijo exagerado mientras escondía su rostro entre sus manos, fingiendo vergüenza.

— ¡Ya me voy, no sé porqué vine aquí contigo!

El azulado se soltó a reír en cuanto vio como las púas color noche desaparecieron tras la puerta. Era muy divertido hacer enojar a aquel delicioso hombre moreno.

Se colocó una camisa sencilla color negro con unos pantalones holgados y frescos color blanco. Observó su figura en el espejo de cuerpo completo que había en la habitación, todo le sentaba de maravilla. Tenía una buena cintura, buenas piernas, brazos delgados y fuertes, todo hacía un conjunto perfecto para patear traseros en el nombre de su libertad.

Entonces...

— "¿¡Por qué este tipo tiene que ser más serio que un palo!?" —pensó con frustración.

Cada una de sus insinuaciones para que le diera abrazos o alguna mirada linda como la de aquella noche eran cruelmente pisoteadas por las inexpresiones de aquel amante de la justicia. Era simplemente imposible hacer que hiciera algo tan simple como antojarlo de unos cuantos besos.

Que fastidio.

Se guardó sus quejas en lo profundo de su estómago y se dirigió a la sala, donde ya se encontraban esperando a su persona con bastantes ansias. Al verlo bajar, el azabache abrió la puerta delantera dejando salir a su hermano junto a Silver, sin embargo, volteó a verlo para que se apresurara y cerrar la puerta al notar que se quedó inmóvil en las escaleras.

— Oh, esperen. No me puse los zapatos.

— Agh.

Si la única forma de quitar su cara de palo era hacerlo enojar, que divertido sería hacerlo. Lo seguiría haciendo.

.

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.

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.

Me estoy derritiendooo —se quejaba el azulado recargado su rostro en el escritorio ajeno.

— Pero Blue, en ese lugar te da todo el aire frío —dijo con una sonrisa linda el de pelaje blanco.

— ¿Eso que importa? Necesito que hagan al menos 18 grados centígrados para no sudar como un maldito cerdo —dijo en berrinche mientras despegaba el rostro de la madera barnizada.

El moreno suspira cansado al escuchar las quejas del criminal, era fastidioso que no cerrara la boca aunque tuviera la razón. Se recargó en su asiento mientras cerraba los ojos, sintiendo el aire fresco pasar en su rostro y púas.

Sintió un toque muy conocido en sus labios, abrió los ojos con sorpresa y se acomodó en su asiento casi con desesperación. Encontrado a nada más ni nada menos que...

— "¿Nadie?" —pensó alborotado.

— ¿Pasa algo, Shad? —cuestionó su hermano.

— No...nada. Creo que me estaba quedando dormido...—se excusó— "Este chico ya me tiene loco" —pensó viendo al azulado en el escritorio—. "Creí que estaba a punto de besarme en frente de ellos".

Suspiró cerrando sus ojos con frustración, recordando cada falsa esperanza de un beso en diferentes situaciones en las que los pudieron haber encontrado. Coloca su mano derecha tapando su boca, escondiendo una sutil sonrisa que logra escaparse entre sus quejas.

Abre sus ojos color rubí, apreciando al de púas cobalto con un pequeño brillo en sus ojos.

— "Es un escurridizo que merece un pequeño castigo" —pensó.

El comandante hace presencia en la oficina con una mediana taza de café negro con chocolate; se sienta en un sillón individual color guindo al notar que no podrá usar su escritorio debido a la pequeña peste azulada en su silla de piel.

El criminal lo mira con disgusto al notar el humeante vapor salir de la bebida ajena. Él apenas soportaba sin sudar debido al Minisplit en 16 grados, ¿Mientras ese anciano bebía café caliente?

Los viejos tienen costumbres raras —murmuró volteando a ver a Silver, el cual tiene sus intensos ojos color miel cerrados.

La taza de cerámica hace un pequeño eco al ser colocada sobre la mesa de cristal frente al lobezno de ojos claros; el hombre aclaró su garganta y comenzó a hablar: — Antes de brindar más información, me gustaría agradecerles por su amable y voluntaria cooperación en esta misión. Tenemos bajo nuestra jurisdicción a dos criminales potenciales y estamos haciendo los procesos de defunción de uno más.

— Es un placer servir a la nación —dijo el de pelaje blanco con una sonrisa apacible.

— Me alegra que así sea, Agente. Dicho lo anterior, les tengo una noticia importante. El cuarto criminal que debían capturar se llamaba Galileo Romanov, fue interceptado por la mafia rusa el día de hoy en la madrugada.

— Eso significa...que ya no debemos capturarlo, ¿Cierto? —cuestionó Mephiles.

— A menos de que Romanov halla sobrevivido a ser arrojado con su vehículo en movimiento hacia un acantilado de más de 34 metros de profundidad, supongo que sería lo ideal.

— ¿Arrojado?, ¿Por quién? —habló el de ojos rojos.

— La Famiglia italiana cobró algunos pendientes —dijo con simplicidad—, nada en lo que este equipo deba meterse. Para eso tenemos al escuadrón de Moscú.

El de ojos verdes escuchaba atentamente la conversación, Galileo era un hombre leal a ese tipejo de ojos escalofriantes, fácilmente podía destrozar el cráneo de un gorila solo por diversión.

Estaba rodeado de gente que lo apreciaba, además de tener excelentes chóferes en cada ocasión que se le presentara.

— "¿Por qué un hombre que tiene a los mejores al volante, moriría por un accidente de auto? No tiene sentido" —pensó el chico— "O quizás-...mierda".

Abrió sus ojos con el seño fruncido en preocupación, alzó su cabeza y sujetó su frente con ambas manos.

"—Al parecer el comandante de G.U.N lo está utilizando como medio para combatir el crimen"

— "Se lo ordenaron, es lo más seguro. Y la única razón por la que se lo ordenarían...es porque sabían que era el siguiente" —pensó con un poco de preocupación—. "Pero no tiene sentido, Romeo dijo que Fleetway se enteró de mi supuesto escape después de robar las joyas".

Shadow se entrometió entre sus pensamientos mencionando algo que había olvidado en el momento adecuado: — Cuando nos reunimos con Romeo en la madrugada, apareció otro tipo —informó a su hermano y cuñado—. Al parecer debía deshacerse de mí para quedarse únicamente con Blue, pero sería extraño que buscaran quedarse con él.

— En especial si solo se hacía pasar por un delincuente "x" y que su identidad era estrictamente confidencial inclusive antes de que G.U.N lo tuviera bajo su mando —dijo el plateado con tranquilidad—. Hay algo que se nos está pasando por alto...¿Pero qué es?

El comandante le dio otro sorbo a su café con bastante paciencia, tras dejar la taza de nuevo en su sitio, exclamó: — Por el momento, mis otros hombres se encargarán de revisar las cámaras de seguridad en el lugar del encuentro, y también las que se encuentren a más manzanas de distancia —miró al azulado—. Debemos de saber quién era ese tipo, pero no podemos estancarnos para averiguarlo. Quiero que capturen al siguiente criminal.

El cobalto sacó el folder color púrpura del escritorio de madera obscura, pasó algunas páginas hasta encontrar el documento de Galileo Romanov; pasó a la siguiente hoja, encontrando a: — ¿Roy the Equidna? —dijo en voz alta.

— Buscado desde el invierno del 2007 —añadió el lobo de ojos de color intimidante.

— ¿Qué cargos hay en su contra? —preguntó Mephiles.

— Trata de personas, aunque su enfoque está en los niños —dijo el de piel durazno, viendo con repulsión la foto de aquel asqueroso hombre.

— En ese caso, debe haber registros públicos que le sigan el paso —aclaró el albino—. Bien, entonces comenzaré mi trabajo —se levantó del cómodo sillón y se despidió de su superior, después acarició las mejillas de su novio y se fue.

El azulado lo observó salir de la oficina, visiblemente interesado de saber a dónde fue. Mira a Mephiles sin disimulo, haciendo que se ponga nervioso y lo voltee a ver para asegurarse de que no era su imaginación haciéndole una mala jugada.

Se sobresalta al ver la intensa mirada criminal sobre él: — ¿Qué es lo que hará? —escuchó por parte del menor.

— P-Probablemente fue a investigar en los archivos criminales en el ala oeste, después de ir ahí quizás vaya a RYMS en el este —finalizó con nervios.

— ¿No podemos ir con él o ayudarle? —le cuestionó ahora al comandante.

El hombre de pelaje cano lo miró y sonrió un poco con burla.

— Me temo que tu caso es especial, Darkblue. No necesito arriesgar la seguridad de mis sistemas de las cámaras de seguridad de casi media nación.

El otro bufó al no poder salirse con la suya, dejando su rostro caer entre sus brazos sobre el escritorio.
Después de unas horas más, el plateado regresa al  terminar de localizar algunos movimientos captados del aparente equidna que debían de buscar.

Sin embargo, debido a que eso le llevó toda la tarde, se fueron de la zona militar directo a casa para poder crear el siguiente plan.

Estando en casa, lo primero que hizo el azulado fue correr por las diversas habitaciones de los dos pisos, dejando extrañada al resto de la familia. Al asegurarse de que María no estaba en ese momento, se dio la libertad de relajarse y echarse en el sillón.

— Cuando investigué las cámaras de la ciudad junto a las de las ciudades vecinas, he encontrado movimiento sospechoso en la zona de Snow Mountain —dijo el plateado viendo al de ojos color verde.

— ¿¡Tan lejos!?

— ¿De qué te sorprendes? Ladrón internacional —le recordó el azabache de ojos rojos al de menor altura, recibiendo un bufido que lo hizo sonreír secretamente.

Silver y Mephiles deciden subir a descansar a su habitación, mientras que el otro moreno se sienta junto al ladronzuelo. Llevaba rato aguantándose las ganas de darle un beso, él no quería los juegos infantiles ni los fantasmas de besos que el chiquillo solía darle.

Él quería contacto, piel con piel.

Sintiendo la adrenalina de hacer algo que estaba mal, se levantó rápidamente a apagar las luces de toda la planta baja, incluyendo la que daba a los patios de adelante y de atrás. Regresó corriendo, abandonando sus zapatos en una esquina de la sala con disimulo.

El cobalto no se quejó de la falta de luz, estaba a punto de prender la tele cuando sintió la presencia de una mano a punto de tomarle de la muñeca. Dio un manotazo al aire, mandando a volar el control remoto a un sillón puff.

— Oye pero que te-

Una mano le cubrió los labios, escuchó un pequeño "Shhh" de parte del moreno que lo hizo extrañarse con su actitud tan poco conocida. Se comienza a sonrojar terriblemente cuando siente como el cuerpo fornido y delicioso de ese hombre moreno se comienza a posar arriba del suyo con bastante rapidez.

Siente su boca ser descubierta, susurra un tímido:— ¿Qué estás haciendo? A su compañero de apetecibles músculos, no recibe una respuesta inmediata. El mayor se acerca a la orejita izquierda del chico, inclinando su cuerpo y abriendo las piernas del ladrón bajo él para acercarse con mayor facilidad, susurra: — Eso de los besos falsos no va conmigo.

El azulado siente toda su sangre en las mejillas, oliendo el perfume que desprende la ropa de trabajo de aquel agente. Huele tan malditamente genial. No puede resistirse a su encanto.

P-Pensé que querías mantener distancia —por amor al cielo, ¿Estaba tartamudeando? ¡Se sentía como todo un adolescente en plena flor del apogeo!

Lo he pensado mejor, quiero besarte todas las benditas noches sin falta.

Antes de poder decir algo más, los labios canela se adueñan de los suyos con pasión y afecto. Siente un cosquilleo en su estómago que le hace cerrar fuertemente los ojos. Se aferra a la tela del cuello de la camisa negra que porta aquel atrevido y se abraza totalmente al cuello del moreno.

Siente su corazón palpitar sin cesar, las manos inquietas paseando por su cuerpo, acariciando con delicadeza y cariño cada poro de su piel.

El azabache se siente en el paraíso, siente el sabor dulce de aquellos labios que probó estando prohibidos, el néctar que le hacía falta desde hace varios días, el cielo.

Se asegura de tocar las mejillas durazno con la más grande delicadeza que puede permitirse, siente las piernas enrollarse en su torso como una serpiente hambrienta.

No puede detenerse.

No quiere arrepentirse de su decisión.

Lo quiere a él.

Solo a él.

.

.

.

.

.

— Reserva un boleto de avión a Snow Mountain, lo quiero para mañana en la noche.

— "Un boleto", ya ví que no me quieres llevar contigo —exclamó con leve molestia mientras miraba la agenda de vuelos en una tableta.

— No te necesito.

Un intenso sonido de maullidos acercándose a la distancia llaman la atención del muchacho, sonriendo al ver el gato de pelo esponjoso mucho más gordo y brillante que la última vez.

Este subió directo a las piernas de su dueño, recibiendo mimos entre sus orejas y su cuello.

— Inclusive el gato te va a acompañar ¿Y yo me voy a quedar aquí? —dijo en un tono triste, esperando que aquel de pelaje dorado tuviera piedad de su persona.

.

.

.

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.

No tenía idea de cómo había terminado en esa posición, con su espalda recargada en la pared al lado de la televisión.

Era besado apasionadamente por aquel hombre de chocolate, tan delicioso y atractivo. Él sujetaba sus muslos, cerca de su trasero, para mantenerlo arriba. Mientras que él mismo aferraba sus piernas al torso indudablemente trabajado y sus brazos al cuello. Pasaba sus manos por el pelaje de su pecho y mejillas, no podía controlar su sonrojo al sentir como algo duro alcanzaba a frotar con su trasero a pesar de que ambas zonas estaban distanciadas.

Eso solo lo hacía imaginar proporciones jugosas que le gustaría gozar en ese momento, sin embargo, aún está el poco sentido de responsabilidad que ambos tienen presente.

No podían.

No debían llegar a más.

Con la familia del moreno arriba descansando y sin María con una hora fija para llegar, era todo un peligro pasar a la siguiente fase.

¿Siguiente...fase?

¿Siguiente?

¿Qué seguía?

— ¡! —abre sus ojos con sorpresa, se separa del rostro moreno mientras observa aquellos ojos titilar de deseo, era justo esa mirada la que quería provocarle.

Y al parecer lo había hecho muuuy bien.

¿Sucede algo?

A-Ah, y-yo...

— ¿Qué pasa?, ¿Quieres ir a tu habitación? —le susurró con aquella voz gruesa en el oído.

Su cuerpo tembló ante semejante manjar de hombre que tenía delante, ¡No podría controlarse si se lo llevaba a su cuarto!

P-Podrían descubrirnos en cualquier momento, tenemos así c-como una hora —le informó sonrojándose aún más.

¿No quieres más? Que lástima —apoyó con más fuerza el cuerpo del menor a la pared, logrando liberar su mano izquierda para acariciarle la mejilla y hacer que lo mirara directo a los ojos a pesar de la obscuridad de la habitación—. Aún no llegamos a la mejor parte.

Otro beso fue depositado con más insistencia sobre sus labios, sentía como a su piel le daba un escalofrío que parecía ser eterno; mientras que su pecho se llenaba de una calidez incomparable a otra que alguna vez hubiese sentido en su vida.

— ¡Viajaremos a Snow Montain!, ¡Oh por caos! — gritó emocionado el plateado— ¡No puedo esperar a estar ahí!

Se separaron de inmediato, mirándose a los ojos con pánico mientras escuchaban como el albino bajaba las escaleras rápidamente, siendo seguido por Mephiles.

— ¡Chicos!, ¡Vamos a hacer las maletas! —al llegar a la sala de estar notó que estaba obscuro, por lo que encendió la luz con su telequinesis— ¿Chicos?

Solamente estaba la televisión encendida en un canal de cocina, observó los zapatos del azabache junto a uno de los sillones.

Mientras tanto, el azabache estaba escondido en el baño de la planta baja junto con el cobalto aún en brazos, en su escape había caído encima del puff que tenía el control del televisor y encendió la pantalla por accidente.

Con la puerta asegurada estaba tentado a robarle más besos en la obscuridad del baño. Sin embargo, el azulito lo detuvo colocando la palma de su mano en todo el rostro moreno

¿¡Qué crees que haces!?, ¡Nos descubrirá! —le regañó en susurro.

Es que estás tremendamente delicioso —murmuró lacivo—. No puedo evitarlo.

Por más que intentaba los colores no se le iban de la cara, los pasos de Silver se escuchaban más cerca y el moreno seguía besando con tanta pasión que sentía que era un pecado no corresponderle.

— "¡Controla tus hormonas, erizo!" —pensó para si mismo.

Antes de poder hacerse caso a si mismo, escuchó una voz detrás de la puerta que los hizo separarse al instante.

— ¿Silver?, ¿A quién buscas? —exclamó María llegando a casa.

— "Oh, Santo Caos".

Editado.

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