¿Hogar, dulce hogar?
Caleb volvió a llamar a la puerta por segunda vez consecutiva. Steve había aparcado detrás de la casa, lejos de cualquier mirada cotilla. Los demás nos habíamos quedado en el coche también, a excepción de Caleb, por supuesto.
-¿Quién es?-escuchamos decir a una voz dulce e infantil dentro de la casa. A Caleb se le iluminó el rostro con una gran sonrisa de felicidad.
-Lily soy tu hermanito ¡Ábreme por favor, rápido!-exclamó Caleb, con la cara pegada a la puerta.
La niña tardó varios segundos en abrir. Además, cuando lo hizo fue lentamente, de forma precavida. Poco a poco fue apareciendo en el marco de la puerta un par de ojos de color miel, inquietos.
-Hola mi niña.-expresó Caleb de forma muy cariñosa.
La niña, en un instante, se abalanzó sobre él y ellos dos se fundieron en un gran abrazo fraternal. Me enterneció mucho aquella imagen. Entonces, me acordé de los sueños que había tenido y en los que aparecía un chico que al parecer era mi hermano. Me entró una punzada de nostalgia y tristeza al recordarlo.
-¿Y papá y mamá?-preguntó Caleb a su hermana.
-Siguen trabajando. Estoy con Emma, la vecina ¿Te acuerdas de ella? Está ahora mismo durmiendo.-contestó Lily sin dejar de sonreir.
-He traído a unos amigos. Necesito que traigas el botiquín del baño y que te asegures de que Emma no se despierte.
Ella asintió y se fue hacia el interior de la casa, no sin antes echar una mirada fugaz hacia su alrededor, buscando a esos amigos de su hermano.
-¡Rápido, entrad en casa!-dijo Caleb mientras nos hacía un gesto con la mano.
Fuimos rápidos y lo más sigilosos posible, aunque llevar a alguien ensangrentado no era muy usual. Jack, Steve, Caleb y yo llevábamos a Jason, que deliraba y decía cosas sin sentido.
Mientras entrábamos en la habitación de Caleb, donde dejábamos a Jason, la hermana se Caleb nos observaba, intentando que no la viéramos. Su rostro reflejaba miedo y sorpresa, como si no supiera cómo sobrellevar esa situación.
-Steve, ¿Tú también sabes algo de medicina?-preguntó Caleb a mi "tío".
-Sé cosas como coser una herida y eso. Me lo enseñaron en Gamma, ya que es algo muy importante.-respondió él, acercándose a Jason.
-Aquí tengo muchas cosas que nos serán muy útiles. Los demás salir de esta habitación y cerrar la puerta. Iros al salón si queréis pero no os acercerqueis a las ventanas, por si os reconocen u os ven los vecinos.-decidió Caleb. Nosotros no rechistamos e hicimos lo que él nos pidió.
Lily, al ver que nos acercábamos a su "escondite", salió corriendo y se encerró en el cuarto de baño cercano a la habitación de su hermano.
La casa era muy grande, bastante más que la mía. Tenía tres pisos (o al menos es lo que yo había visto). Las habitaciones estaban en el segundo piso y en el piso más bajo estaba la cocina, un gran salón y una pequeña biblioteca. La casa parecía antigua y acogedora.
Corrimos las cortinas para evitar miradas desde el exterior y cada uno nos sentamos en un sillón diferente. El silencio era bastante tenso en la habitación aunque podíamos escuchar, si poníamos atención en ello, los gritos de dolor y desesperación de Jason. Yo apretaba los puños, como si el dolor lo sintiera yo.
-¿Quiénes sois vosotros y que hacéis en esta casa?-gritó alguien que se encontraba a nuestra espalda. Cuando nos volvimos vimos que era una chica de unos veinte años, asiática y esbelta. Llevaba en su mano izquierda una sartén. Se notaba que se acababa de levantar.
-Son mis primos de Canadá. Han venido de visita pero como estabas durmiendo tan plácidamente, no quería despertarte. -explicó Lily mientras bajaba corriendo las escaleras.
-¡No veas el susto que me he dado! ¡Además te he dicho que no abrieras la puerta a no ser que fueran tus padres!-gritó la chica.
-Perdón Emma.-murmuró Lily mientras bajaba la mirada.
-Ya nos quedamos nosotros con ella hasta que vengan nuestros tíos. No te preocupes por nada.-expresó Jack mientras que la empujaba con suavidad hacia la puerta.
-¿Y esos gritos que se escuchan arriba? -preguntó extrañaba Emma.
-Es la tele de mi cuarto. Creo que la tengo demasiada alta.-explicó Lily encogiéndose de hombros.
-¡Adiós Emma!-se despidió Jack cuando echó a Emma de la casa.
Lily suspiró aliviada.
-Gracia Lily, has sido muy lista.-exclamé mientras le dirigía una sonrisa. Ella se movió incómoda en el sitio y se puso a jugar con una pulsera que tenía.
-Gracias. Lo que sea por Caleb.-respondió.-Os voy a traer algo de beber. Debéis estar sedientos.
-¡Yo te ayudo!-se ofreció Elsa, levantándose con agilidad del sillón donde estaba y siguiendo a Lily a través del pasillo.
Elsa había estado muy callada desde que habíamos llegado. Su sonrisa picarona había desaparecido de su rostro, al igual que el brillo de sus ojos verdes. Debía hablar con ella en cuanto tuviera ocasión.
A los cinco minutos, Elsa trajo una gran jarra de zumo y Lily una bandeja de galletas de chocolate. Le dimos las gracias y nos pusimos a comerlas en silencio. Me seguía doliendo bastante el cuerpo por la pelea, pero no quería decirlo ya que era mucho más importante Jason. Lo mío ya se trataría si había tiempo.
-¿Y a qué se dedican tus padres, Lily?-preguntó Jack. Estaba claro que no tenía ganas de seguir en este silencio.
-Los dos son médicos y trabajan en un hospital cerca de aquí. Trabajan hasta tarde y Emma es la que me cuida hasta que vienen.-respondió, aún con un poco de vergüenza.
Parecía que iba a decir algo pero escuchamos abrirse una puerta del piso se arriba. Nos levantamos todos corriendo y, cuando nos acercamos a las escaleras, Caleb y Steve aparecieron por ella. Tenían aspecto de mucho cansancio. Además, sus ropas estaban manchadas de sangre, al igual que sus manos. Sin embargo, lo que más me llamó la atención de ellos dos fueron las lagrimas que surcaban el rostro de Caleb. Algo no iba bien.
-Ha muerto... -dijo Steve con la voz quebrada por el dolor y la tristeza.
Elsa se puso a llorar y gritar desconsoladamente y yo sentía que mis piernas no me podían mantener. Caí al suelo de rodillas, mirando al infinito. Sin darme cuenta, empecé a llorar yo también. Sentí como Steve me rodeaba con sus brazos y yo apoyé mi rostro en su hombro, queriendo que no se me escuchara llorar. En ese momento los llantos y los gritos de sufrimiento de mis compañeros me parecieron lejanos, como si aquellos no fueran conmigo. En mi interior comenzaba a fluir un sentimiento muy fuerte. Aquel por el que se habían librado tantas batallas. Aquel que consigue que hagas cosas de dudosa moralidad. Aquel sentimiento era la venganza. Y estaba dispuesta a consumarla por todos los medios.
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