Nuevo trabajo

     No sabía con exactitud cuánto tiempo llevaba en aquel oscuro y caluroso lugar. Sospechaba que podían ser dos días y medio por el nivel de deshidratación que sentía, aunque el sudor excesivo causado por la humedad del cuarto no ayudaba en nada a hacer sus cálculos; podría simplemente llevar ahí no más de un día y sentirlo como el doble. Intentó humedecer sus labios por milésima vez como si mágicamente fuese a parecer saliva en su boca. Su lengua, labios y garganta estaban completamente secos. Se sentía mareada y le dolía la cabeza. Intentaba mantenerse despierta pero, después de varias horas, no pudo soportarlo más; se desmayó.


   Al despertar se dio cuenta de que estaba en una habitación color vino. La cabeza seguía matándole aunque ya era un poco más soportable. Intentó incorporarse pero se dio cuenta de que tenía las manos esposadas a la camilla en donde se encontraba. En su brazo derecho tenía una jeringa inyectada a sus venas, en su dedo índice; un pequeño aparato que marcaba el pulso de su corazón y la oxigenación. Levantó la vista, una maquina detectaba sus signos vitales a su izquierda. Miró a la puerta que estaba cerrada y, como si hubiese invocado a alguien, un hombre calvo y con bigote entró a la habitación. 

     —Buenas tardes —dijo acercándose a ella. La joven no contestó—. Vamos a ver —le puso una mano en el párpado derecho forzándola a abrir el ojo—, mírame —apuntó una lámpara directamente a su ojo. Ella aprovechó la cercanía del hombre y le dio un cabezazo evitando la pequeña linterna. Un intenso dolor le recorrió la cabeza pero, por el grito del hombre, supo que él había recibido la peor parte—. ¡Mierda! —Dos hombres de color entraron rápidamente a la habitación.

     — ¿Qué pasó? —Preguntó uno de ellos. 

     — ¡Me golpeó! —Respondió el hombre intentando detener la hemorragia que se veía expulsada de su nariz. Salió corriendo del cuarto. La chica miró a los dos hombres. Ni de broma iba a poder contra ellos y menos con las manos esposadas. Uno también salió del lugar dejándola a solas con el otro. Ella tragó saliva; sorprendiéndose al darse cuenta de que ya tenía, y de que por fin podía humedecerse los labios una vez más. Bajó la mirada hasta detenerla en la cintura del hombre en donde se situaba un arma y su tarjeta de identificación la cual no alcanzaba a leer. De repente el hombre de color regresó; esta vez entró acompañado de un hombre de lentes y bigote. 

     —Veo que no le agradeciste muy bien al hombre que te salvó la vida. —Bromeó levantando una ceja. 

     —Soy una mujer atada en una habitación vacía. Un hombre entra, no es como que pueda estar muy confiada de él. —Respondió.

     —No te preocupes, ninguno te haría eso a lo que te refieres.

     —Pero sí me golpearían y torturarían para sacarme información, ¿no?

     — ¿Información? No, esa ya la tenemos —ella lo miró sin entender—. ¿De verdad creías que no sabíamos que vendrían a investigar todos los lingotes que les robamos?

     Pero, ¿cómo?

     — ¿Entonces por qué me dejaron deshidratarme hasta casi morir para después salvarme?

     —Nosotros no te dejamos deshidratarte —se rio—, tú lo hiciste por voluntad propia —Abigail no comprendía a lo que se refería—. Incluso te dimos una botella de agua —la miró como si creyera que era una tonta—. No le pusimos nada, la abrimos sí, pero queríamos ver qué tan buena eres detectando los pequeños detalles, además de tu nivel de fuerza de voluntad, porque no es fácil tener agua y resistirte a beberla mientras sufres de deshidratación.

     — ¿Por qué?

     —Queremos que te unas.

     — ¿Disculpe? —Levantó ambas cejas sin poder creer lo que acababa de escuchar.

     —Vimos lo que hiciste en el edificio y como te enfrentaste a un total de cinco personas tú sola, y de una manera muy buena, debo admitirlo. Pero me da curiosidad, ¿por qué desperdicias tus talentos trabajando para Corea? 

     —No es como que mi país tenga algún tipo de agencia secreta chingona —respondió encogiéndose de hombros—. Además, la paga es buena.

     —Pues me sorprende que no trabajes para Estados Unidos; digo, literalmente está a lado de México, parece una opción más fácil para conseguir trabajo. 

     —Intenté entrar al FBI pero no me lo permitieron. 

     —Bueno, este nos es el FBI, es la DIA, y te estamos ofreciendo empleo.

     — ¿Por qué aceptaría? Mataron a mis compañeros. 

     —Son gajes del oficio, lo sabes. Además, Corea seguramente ya te borró del mapa por lo cual estás desempleada. —Era verdad; en el contrato que había firmado hacía unos años especificaba que, si en algún momento la tomaban como rehén, no iban a rescatarla y que iban a borrar toda su información de la base de datos pretendiendo que nunca existió—. Te ofrezco el doble de tu paga anterior. —Abigail lo miró interesada.

     — ¿Y si no acepto? —Lo retó. El hombre de lentes sonrió de lado; básicamente le acababa de decir: "Como si tuvieras esa opción".

     —Te dejaré pensarlo hasta que te recuperes. —Salió de la habitación dejándola con los dos hombres de color que no le quitaron la vista ni un segundo. 

     Ambos sabían que no había mucho qué pensar. O aceptaba la oferta de trabajo o la asesinaban.


     Pasaron varios días hasta que se sintió mejor. La primera vez que la dejaron beber agua se terminó casi un litro de un trago. Se puso de pie, tomó la blusa de tirantes blanca y el pantalón negro que le habían dejado en una silla a lado de la camilla y entró al baño sintiendo la mirada de uno del guardia siguiéndola en todo momento; no le permitieron cerrar la puerta. Al salir ya cambiada se paró frente al hombre.

   —Llévame con tu líder. —Dijo con voz robótica en forma de broma pero el otro no pareció entenderlo, o no quiso hacerlo. El moreno abrió la puerta y esperó a que ella saliera. La joven no sabía muy bien a dónde ir así que sólo caminó en línea recta hasta que el hombre la jaló del brazo para cambiar de dirección. Se detuvieron frente a una puerta. El hombre de color le dio unos cuantos golpes, abrió después de un par de segundos, metió la cabeza y avisó que ya estaba ahí; otra voz le dijo que en un minuto la dejara entrar. El hombre sacó la cabeza cerrando la puerta de nuevo y colocándose a un lado de ésta. La chica lo imitó cruzándose de brazos. Después de un par de minutos la puerta se volvió a abrir. Abigail quedó paralizada al ver a Kwan saliendo, él también se sorprendió al verla.

     —Bueno, esto explica muchas cosas. —Exclamó ella ocultando muy bien su enojo. Gracias a él habían matado a sus dos compañeras.

     — ¿Aún estás viva? —Preguntó el coreano mirándola de arriba a abajo como si estuviese ante una alucinación. 

     — No esperabas que ninguna de nosotras saliera con vida en esa misión, ¿verdad? —Descruzó sus brazos y se acercó a la puerta. Kwan, aún sin borrar su expresión de sorpresa, se alejó caminando. Abigail la tocó antes de esperar unos segundos. Escuchó como respuesta un "Adelante".

     Aquella oficina era bastante grande. En una larga mesa había al menos diez personas de cada lado sentadas frente a computadoras. Ninguna apartó la vista cuando ella entró. El mismo hombre de lentes que le había ofrecido el trabajo se acercó a ella.

     — ¿Cómo te sientes?

     —Mejor, gracias. —Miró a su alrededor analizando todo.

     —Bueno, ¿has pensado en mi oferta? —Abigail asintió.

     —Acepto. —Levantó la barbilla. 

     —Perfecto —el hombre sonrió de oreja a oreja—. Justo ahora una de mis chicas está terminando de redactar tu contrato, pero antes necesitamos una prueba de confianza. Como entenderás, tenemos que estar seguros de que ya no planeas seguir trabajando para Corea —Abigail asintió una vez más. La puerta detrás de ella se abrió—. Robert —continuó el de lentes mirando sobre el hombro de la chica—, ¿serías tan amable de llevar a Abigail al cuarto de la confianza?

     — ¿Cuarto de la confianza?, ¿en serio? —Se burló. El de lentes asintió sonriendo.

     —Así le pusieron, no fui yo. —Se encogió de hombros. 

     — ¿Vamos? —Preguntó el hombre detrás de ella. Abigail abrió ligeramente la boca, sorprendida de reconocer aquella voz. El dueño era el mismo que era casi imposible de escuchar, tanto sus pasos como su respiración. La chica se dio la vuelta de manera retadora. Logró disimular muy bien su falta de aire al ver a aquel atractivo chico de ojos azules, cejas pobladas y cabello café oscuro. Éste se dio la vuelta saliendo de la habitación sin esperar respuesta. Ella lo siguió. 

     Caminaron por varios minutos en completo silencio. Literalmente sólo se escuchaban los ligeros pasos de Abigail, el otro era como si caminase flotando. Finalmente entraron en una habitación casi vacía, donde había una sola silla y, sobre ésta, una chica con la barbilla pegada al pecho.

     — ¿Fang Yin? —Abigail no podía creer que siguiera viva, estaba segura de que la habían asesinado en el momento en el que la encontraron herida en aquel edificio. El hombre a su lado le extendió una pistola. Al instante supo lo que quería que hiciera—. ¿Y si uso esa arma para matarte y escapar de aquí? —Preguntó la chica mirándolo seriamente.

     —Jamás lo lograrías. —Respondió él sin alterarse ante aquella amenaza.

     — ¿Por qué?, ¿porque hay una decena de hombres detrás de esa puerta?

     — ¿Detrás de la puerta? —Frunció el entrecejo antes de levantar una ceja—. Ni siquiera conseguirías salir de este cuarto con vida. —Ella sonrió ligeramente tentándose a iniciar una pelea. Él le devolvió la sonrisa.

     ¿Acaso estaban coqueteando?

     Abigail pestañeó varias veces antes de regresar la vista a Fang Yin. Cuando su compañera levantó la cabeza en su dirección, pudo percibir la desesperación en sus ojos, su rostro estaba lleno de sangre e hinchado por los golpes que seguramente había recibido al ser llevada ahí.

     — ¿Sabes qué? —El hombre a su lado rompió el silencio—. Creo que te estás tardando mucho en decidir. —Levantó el arma pero antes de que pudiera siquiera quitarle el seguro, Abigail empujó su brazo para evitar que la bala saliera disparada hacia Fang Yin, al instante el hombre sujetó su muñeca izquierda con la mano que tenía libre pero ella no perdió el tiempo; con su mano derecha lo golpeó en la fosa del codo. Con la mano que aún tenía el arma intentó golpearla pero Abigail se agachó esquivándolo y sujetando su muñeca evitando que lo regresara. Él, en un intento por recobrar el control de la situación, soltó la pistola pensando que caería en su mano izquierda, pero Abigail fue más rápida y la atrapó en el aire apuntándola hacia arriba, justo en su barbilla. El hombre la miró retándola con los ojos a hacerlo. Abigail sabía que con un puñetazo en las cosillas derechas podría librarse de ser asesinado, así como él era consciente de que el arma aún tenía el seguro y de que ella ni siquiera tenía el dedo sobre el gatillo. Se miraron por un par de segundos antes de que ella bajara la pistola y soltara su muñeca derecha, cuyo brazo se interponía entre ellos. 

     Sin girar su cuerpo entero apuntó el arma hacia Fang Yin y le disparó haciéndole un hoyo justo entre las cejas, matándola al instante. Abigail volvió a girarse hacia el hombre y le devolvió el arma. Cuando el otro la tomó, sus dedos se rozaron ligeramente.

     —Bienvenida a la DIA. —Dijo notablemente orgulloso.  

     —Ya que ahora seremos compañeros creo que deberíamos tener una presentación formal.

     —Robert. —Fue lo único que le dijo.

     —Abigail. —Respondió de igual manera. 

     —Lo sé. —Le miró rápidamente los labios antes de girar en dirección a la puerta y salir de la habitación. Abigail lo siguió sin voltear a ver el cadáver de su antigua compañera.

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