Excusa para estar con Hermann

     Pasaron varios días. Abigail y Hermann seguían hablando a diario por teléfono, mandándose mensajes o haciendo video-llamadas. El grupo de hombres no había regresado al restaurante. Eso lo sabía porque Hermann se lo había dicho, además de que seguía a un integrante diferente del grupo cada día para saber si se encontrarían con alguien importante.

     Al mismo tiempo no podía sacarse de la cabeza lo que Robert le había dicho cuando ella le preguntó si creía que su jefe aceptaría que estuvieran en una relación.

     "¿Crees que no se ha acostado con alguna que otra agente también?"

     Tomó el teléfono y le marcó a Hermann. Lo bueno de él era que siempre contestaba sus llamadas, no importaba en donde estuviera.

     — ¿Hola? —Se escuchó su voz al otro lado.

     —Hola —a Abigail se le cortó la voz—, ¿crees que pueda ir a tu apartamento?

     —Claro, ¿pasa algo?, ¿quieres que vaya al tuyo?

     —No, yo voy —había planeado ir a donde vivía para espiar sus cosas cuando él no se diera cuenta—. Creo que ya va siendo hora de saber en dónde vives, ¿no? —Dijo de broma. Era aún más gracioso para ella que en realidad sí sabía en dónde se encontraba su apartamento.

     —Está bien, te mando la ubicación y nos vemos en un rato, ¿va?

     Pidió un taxi para que la llevara a su lugar de destino. Pagó, al salir del vehículo se encontró a Hermann en la puerta con una sonrisa radiante. Se acercó a ella mientras el taxi se alejaba.

     —Yo iba a pagar... —Dijo borrando su sonrisa.

     —Está bien, no te preocupes. —Le tocó el pecho con una mano antes de darle un beso rápido en los labios.

     — ¿Cómo estás? Te escuchabas triste por el teléfono.

     —Sí, yo... —Caminaron hacia el interior de la casa—. Acabo de pelear con una amiga.

     — ¿Por qué?, ¿qué pasó? —Hermann estaba atrás de ella. En cuanto entraron al apartamento, lo analizó tan rápido como pudo. A la derecha había una pequeña mesa y un escritorio con una laptop, a la izquierda estaba el baño, una cama matrimonial y un closet. Era unos metros más grande que la habitación de Abigail.

     —Es una larga historia. —Suspiró.

     —Tengo tiempo para escucharla. —Dijo tomándole la mano. Ella lo miró levantando una ceja.

     — ¿En serio quieres escuchar asuntos de chicas? —En realidad no había planeado muy bien la excusa para ir a verlo.

     —Si tú quieres hablar de eso, entonces yo quiero escucharte —sonrió—. Cualquier cosa en la que quieras desahogarte, aquí estoy.

     — ¿Y si te contara que maté a alguien? —Preguntó de broma.

     —Me sentiría ofendido al saber que no fui una opción para ayudarte a esconder el cadáver —respondió sonriendo ligeramente—. Así que cuéntame, ¿qué problema tuvieron tú y tu amiga? —Se sentaron en la mesa.

     —Bueno... —Entonces se le ocurrió qué decir—. Ella y yo peleamos porque tiene este... "amigo" —hizo comillas imaginarias en el aire con sus dedos— con el que se acuesta, aunque en realidad ellos no son nada, o bueno —se corrigió—, nunca lo han hablado... Y ahora ella empieza a sentirse atraída por otro chico pero a la vez se siente culpable porque sigue acostándose con el amigo ese... —Hermann la miraba con mucha atención—. Yo le digo que debería contarle a su amigo porque, bueno, llevan haciendo esto un buen tiempo y siente algo por él. Sería como traicionarlo o no sé.

     — ¿Y ese amigo qué piensa que pasa entre ellos? —Preguntó—. ¿También siente algo por tu amiga?

     —No lo sé —admitió—. Creo que para él sólo se acuestan —Abigail se encogió de hombros mirando hacia otro lado—. Probablemente él no siente nada por ella, no es del tipo de hombres que suelen estar en una relación. No es como tú —lo miró. Se sorprendió al notar que una sonrisa se estaba dibujando en su rostro sin poder evitarlo—. Y tampoco lo es ella... Es complicado.

     — ¿Tu amiga se ha acostado con este otro chico o sólo siente algo por él?

     —Creo que lo han hecho un par de veces sí... —Esperaba que Hermann no uniera los puntos.

     —En mi humilde opinión; primero que nada deberían establecer su relación —dijo mirándola de una manera que Abigail casi pudo escucharlo diciendo "Cómo yo hice contigo"—. Después, si él no quiere estar con ella, pues ya ni modo. Dices que le atrae otro hombre, ¿no? —Abigail asintió—. También debe especificar qué tipo de relación tiene con él.

     —Tienes razón. Pero, ¿crees que ella deba contarle a su amigo sobre este hombre?

     —Si establecen que su relación es: no ser nada con etiquetas, no creo que le deba algo. Ella es libre de estar con quien quiera mientras no tenga a alguien a quien llamar pareja o novio. Así que tú no puedes estar engañándome, ¿eh? Porque nosotros sí somos algo —La señaló con un dedo bromeando. Ella se forzó a reír sabiendo que ya lo había hecho—. Y... Si el amigo no es de tener relaciones y para él sólo se están acostando, ¿crees que también haya estado con alguna otra chica? —Abigail fingió qué pensaba, ocultando a la perfección el dolor que sentía apuñalándole el pecho. Nunca lo había pensado, pero Robert era un hombre muy atractivo, fácilmente podría tener a la mujer que deseara.

     —No lo sé... —Tragó saliva—. Si mi amiga lo supiera, me lo habría contado, entonces; o él no se ha acostado con otra, o ella no lo sabe.

     —Creo que deberías llamarle a tu amiga y decirle esto de lo que hablamos.

     —Primero debería disculparme con ella, le dije cosas muy feas.

     — ¿Quieres llamarla ahora? —Preguntó. Abigail negó con la cabeza.

     —De seguro sigue molesta por nuestra discusión. Mañana la llamaré cuando se tranquilice.

     — ¿Qué quieres hacer ahora? —Levantó una ceja. Abigail sonrió con picardía.

     —No lo sé... Tal vez... —Deslizó su mano sobre la mesa hasta tocarle el pecho. Le desabrochó los botones de la camisa polo que tenía. De repente, el sonido de llamada de un celular empezó a sonar. Hermann se puso de pie disculpándose y fue hasta donde estaba el aparato para responder. Gracias a la gran audición que Abigail poseía, pudo escuchar todo lo que la voz de Ferdinand decía del otro lado de la llamada.

     —Te acabo de enviar los planos para que los revises.

     —Ahora —Hermann volteó a ver a Abigail. La chica le sonrió como si no supiera que estaba pasando— no puedo; lo veré más tarde.

     —De acuerdo. En cuanto analices las zonas más frágiles, me envías un correo.

     —Lo haré cuanto antes —Abigail escuchó cómo Ferdinand colgó la llamada antes de que Hermann pudiese alejar el aparato de su oreja. El hombre volteó a ver a su visita—. Eran los chicos, me enviaron un vídeo pero no tengo ganas de verlo. —Abigail asintió cómo si le creyera y se puso de pie. Caminó hacia él y cuando estuvieron frente a frente lo abrazó sin dejar de mirarlo a los ojos.

     — ¿En qué estábamos? —Hermann sonrió ante aquella pregunta. Puso sus manos sobre las mejillas de la chica y la besó. Sin separarse se dirigieron a la cama.

     —Ahora sí tengo condones. —Susurró sonriendo. Ella no respondió. Hermann se separó para ir a buscar uno.

     La imagen de Robert pasó por su mente. Por un segundo se sintió culpable. Pero como Hermann había dicho, ella era libre de estar con quien quisiera mientras no se refiriera como "novio" cuando hablara del agente de la DIA. Además, era muy probable que él también se hubiese acostado con varias compañeras o mujeres implicadas en sus misiones. Después de todo, Robert era un hombre muy atractivo y las chicas, en general, lo notaban.

     Cuando Abigail regresó a la realidad se percató de que Hermann estaba parado frente a ella, completamente desnudo y con el preservativo puesto. Abigail sonrió ligeramente antes de empezar a quitarse el pantalón. Hermann se colocó sobre ella para besarla suavemente. Fue bajando con lentitud dejando pequeños besos en la piel de la chica. Le quitó la ropa interior.

     — ¿Te puedo preguntar algo y me serás completamente honesta? —Preguntó el hombre dejando de besarla. Abigail asintió sabiendo que muy probablemente mentiría—. Nunca hablamos de esa noche, pero... ¿Qué te pareció el oral que te hice? —Abigail no pudo evitar soltar una carcajada. Creyó qué estaba bromeando; nadie le había preguntado eso y menos cuando estaban a punto de acostarse. Normalmente asumían que eran excelentes haciéndolo cuando no era así—. ¿Tan mal estuvo? —Se mostraba algo triste y decepcionado de sí mismo. Estaba a punto de quitarse de encima cuando Abigail atrapó su rostro con las manos.

     —No es eso —lo tranquilizó—. Estuviste excelente. Te confieso que es el mejor oral que me han hecho.

     —Sólo lo dices para no hacerme sentir mal.

     —No, es verdad, no te mentiría en eso. Es sólo que eres el primero que me lo pregunta.

     —Al parecer tus antiguas parejas no estaban muy interesados en tu placer.

     —Tú eres especial. —Le dio un rápido beso.

     —No debería ser así —dijo disgustado—. Todos los hombres deberían preocuparse no sólo por su placer sino por el de sus compañeras sexuales. Lamento que no hayas estado con personas así.

     — ¿Podemos dejar de hablar de la clase de hombres con los que me he acostado? Además, ¿por qué no se te sube el ego hasta las nubes si te digo que has sido el mejor en hacer algo en la cama?

     — ¿Pero de qué estás hablando? —Fingió ofenderse—. ¡Créeme qué mi ego ya sobrepasó la atmósfera! —Abigail rio antes de volver a besarlo y continuar lo que habían dejado de hacer por ponerse a hablar.

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