Quince
"Los cuerpos de otras mujeres no son nuestros campos de batalla", esto siempre lo tuve en cuenta, jamás me sentí intimidada por otra mujer, porque gracias a lo que recordaba de mi madre siempre me enseñó a que yo era única en todas mis cualidades y formas posibles en esta vida; aunque aquella que te acompañaba en el parque no era más que una decepción, me dolía verte, imaginarte, recordarte con ella. Simplemente me dolía.
Antes de un te amo, viene un te quiero; antes de un te quiero viene un me gustas; antes de un me gustas viene una mirada con una sonrisa. Tú habías cumplido todos los requisitos y aun así te fuiste con esa chica de pelo ondulado, una dulce mirada y perfecta silueta dejándome tirada en este basurero sin escapatoria.
En el medio del odio me pareció que había dentro de mí un amor invencible. En el medio de las lágrimas me pareció que había dentro de mí una sonrisa invencible. En el medio del caos me pareció que había dentro de mí una calma invencible.
Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno había dentro de mí un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque no me importa lo duro que el mundo empuje en mi contra, dentro de mí hay algo mejor empujando de vuelta.
–Simplemente te extraño mamá. –Suspiré dejándome caer en las sombras de las sonrisas, de los sueños felices, de la felicidad en persona, jamás quisiera despertar y volver a mi realidad. ¿Mi escapatoria? Eran mis sueños.
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