Once

Las horas pasaban, mi sombra me atormentaba y los latidos de mi corazón sonaba como carrozas conducida por grandes jinetes sin detenerse. La hora llegaba y no estaba preparada, mi padre se aseguró que las demás bailarinas me vistieran como una auténtica ramera, una prostituta, zorra, era sin duda una puta.

Miles de cosas me rondaban por la cabeza, estaba claro que me dolería, digo, quien en su vida a mis dieciséis años había hecho un trío con dos hombres que triplicaban mi edad. Y fue entonces cuando el reloj marcó las tres de la mañana, el club estaba a su máximo de personas, entraban y salían hombres a cada minuto y las prostitutas no daban abasto para toda la clientela que se necesitaba.

"Entonces se ignoran,

Mientras sus sombran se miran".

Anna Behna.

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