Catorce
¿Quiénes somos? Tú siempre has sido mejor que yo, y aun así te enamoraste de mí. Supongo que viste algo en mí que yo sigo sin descubrirlo. Por meses que no apareciste, solo tu recuerdo en el parque me quedaba de ti. No quiero otros te quiero, ni mucho menos quiero otros besos, nadie me hace sentir como tú, nadie nunca podrá reemplazarte.
– ¿Te encuentras bien? –Me preguntó Body después que mi padre me abofeteara. Con sus manos extendidas me levantó del suelo dejándome caer todo el peso muerto sobre sus brazos–. Es un idiota, no le hagas caso. –Susurró lo más que pudo, las paredes en este lugar escuchaban, aunque las vistas eran tan ciegas las sombras sin luna llena.
Asentí que estaba bien, no tenía ganas ni fuerza para seguir estando en este lugar. Me despedí de todos en la sala y subí las escaleras donde muchas veces las recordaba con un brillo singular, en esta ocasión no era madera caoba, ni tampoco barniz, sino que era el simple aspecto de un prostíbulo donde el aroma a putas, sexo, drogas y vómito reinaba en el lugar.
Tercera habitación a la derecha me encontraba, por fin estaba en lo poco que había quedado de mi habitación y agradecía al destino, a la vida y a todos los astros del mundo porque no tuviera un hermano. Me atormentaba la simple idea de que otra persona pudiera sufrir todo lo que yo sufro días tras día, sin contar que me imaginaba como hubiese sido mi vida con un hermano a mi lado.
– ¿Qué es el amor? –Le preguntó una niña de cinco años a su hermana mayor.
Y ella respondió:
–El amor, es cuando tú me robas cada día mi trozo de chocolate del almuerzo, y yo, aun así, sigo dejándolo en el mismo sitio para ti todos los días.
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