gospel #1
Jimin.
Seúl, 2016.
No es que la muerte nos haya separado porque, creo fielmente que no se atrevería a ser tan mezquina como para apartar nuestros caminos para siempre. Una vez, juramos que al unir nuestros corazones, nunca más podrían ser separados por un método humanamente posible.
Pero entonces, ¿por qué está Jungkook en ese ataúd?
La respuesta es bastante sencilla.
Porque, de hecho, inefablemente la muerte nos separó.
¿Y cómo puedo recuperarlo de ella?
Prendo otro cigarrillo y me lo llevo amargamente a los labios; el conocido olor del humo impregna una vez más mis fosas nasales y al traje negro que llevo en honor al maldito funeral.
Estoy en la puerta de la funeraria, observando el otro lado de la calle sin prestarle atención a nada. El cielo está tan malditamente negro que casi puedo sentir las gotas cayendo como lágrimas de petróleo que se confunden con el color de mi ropa. Miro la punta de mis zapatos ligeramente salpicados por la lluvia y recuerdo que eran los favoritos de Jungkook cuando íbamos a alguna reunión con nuestros amigos.
Varias señoras llegan con sus esposos, esquivo sus miradas rápidamente y finjo indiferencia, aunque, realmente no la finjo. Nadie de los que ha asistido puede hacerme sentir mejor o peor de lo que estoy experimentando. Así que no hay nada que fingir, sólo no quiero hablar con nadie.
El dolor es casi tan insoportable como tener ácido en las arterias del corazón.
La lluvia no aminora, de hecho, se hace intensa e insoportable pues su sonido me traslada a las 48 horas previas donde me llamaron para avisar que Jungkook había tenido el accidente.
El maldito accidente. En el maldito auto que se suponía debíamos reparar el fin de semana pasado pero que cuya reparación yo me empeñé en retrasar porque "podía esperar" mientras que la nueva cocina eléctrica no.
Justo esa noche cuando habíamos discutido por mis estúpidos celos hacia nuevo pasante en su oficina que le hizo otra invitación extraoficial.
La puntada en mi tórax se hizo más fuerte.
Tiré el nuevo cigarrillo a medio fumar y lo aplasté con la suela del zapato. Llevé mis manos a los bolsillos e incliné la cabeza hacia abajo mirando descuidadamente la punta brillante y húmeda del calzado.
"¿¡Por qué tienes que irte!?"
"¡Porque esta noche no quiero escuchar tus reproches, Jimin!"
Y no los escucharías nunca más.
— Hey —de pronto vuelvo a ser consciente de la lluvia y un auto pasa por la calle levantando un charco de agua que empapa a algún desgraciado transeúnte. Taehyung, mi mejor amigo, se paró a mi lado colocando una mano en el hombro suavemente.
— Hey —respondí sin mirarlo directamente a los ojos, sólo continué disimulando que mis zapatos eran más interesantes que el hecho de que estaba en el velorio de mi esposo.
Taehyung me dedicó una de esas miradas en las que me hace saber que va a sostener mis pedazos justo en el momento en el que me rompa y con calma, me irá reconstruyendo hasta que vuelva a ser yo. Siempre ha sido así, desde que nos conocemos, yo soy como una vela y Taehyung evita que el aire me apague por completo.
Pero esta vez no hay luz que pueda residir en mí.
La luz, esa que llaman alma o cualquier epónimo que le quieran poner al trozo de sustancia que nos mantiene vivos y conscientes se ha ido justo en el momento que alcé el auricular y Yoongi, mi colega y mejor amigo de Jungkook me pidió que lo escuchara atentamente.
"Jungkook ha tenido un accidente. Es malo Jimin, realmente malo."
Alguien aplaudió en los calabozos de mi alma y la ligera ventisca de ese aplauso esfumó la llama. Me asesinó.
Ni siquiera me dio tiempo de albergar esperanza alguna cuando lo llevaron en la ambulancia porque ya estaba muerto.
Y yo con él. Sólo que, a diferencia de Jungkook yo todavía podía respirar a pesar de que mi cuerpo no reaccionara a mucho más que a esa simple actividad automática.
— ¿Jimin? —Taehyung colocó su mano tras mi cuello y levantó sus cejas, buscó mi mirada y esperó, expectante.
— ¿Qué esperas que haga?
Taehyung apretó los labios.
Tenía que hacer los honores. Tenía que recibir a las personas que fueron a brindar sus respetos, escuchar el coro de mierda durante la misa. Tenía que, más no había por qué.
¿De qué iba a servir todo ello si nuestra despedida no había sido la adecuada? Ni siquiera nos habíamos despedido.
Nos habíamos gritado, maldita sea.
Pero, ¿cómo era capaz de adivinar hace dos noches que luego de los gritos no volvería a escuchar una sílaba más de sus labios? Labios que, Hades decidió callar para siempre.
Se suponía que era una discusión normal de pareja como todo matrimonio suele tener, entonces, él se iría a casa de Yoongi, le contaría lo irritable que puedo ser a veces y que el nuevo pasante le estaba coqueteando. Yoongi le daría una cerveza, le ofrecería su consola de videojuegos y finalmente luego de dos o tres horas Jungkook me llamaría.
Por supuesto que yo no le contestaría al primer repique, pero luego de que me mandara un mensaje pidiéndome disculpas, yo lo llamaría.
"Ven a la casa, hice la cena. ¿Puedes decirle al odioso de tu pasante que le arrancaré los cabellos si vuelve a invitarte a salir? ¡Es la quinta vez, Kook!"
" Lo sé, Minie. Ahora, ¿puedes arrancarle los cabellos luego? Pueden demandar a la empresa por intento de homocidio."
Así era como se suponía que transcurriría esa noche; terminaríamos abrazados en el hedredón blanco acolchado que tanto le gustaba y si quizás él tenía suerte, haríamos el amor.
La llamada nunca llegó, mucho menos el mensaje.
O bueno, una llamada llegó pero la muerte había pulsado los botones.
Tomé una bocanada de aire como si el oxígeno adentro del recinto estuviese contaminado y el de afuera bajo la lluvia fuera el único capaz de mantenerme en pie. Taehyung iba guiándome con su mano en mi hombro.
Algunos presentes se giraron al verme. Sabía de antemano que entre sus pensamientos sólo abundaban aquellos de tristeza, lástima y dolor hacia mí. Lógico.
El que me conoce sabe que Jeon Jungkook sólo puso un hogar lleno de felicidad en mi vida y con ella todo lo que una persona puede desear al lado de la que ama. Fue trenzando la dicha de vivir una vida que nunca creí merecer, pero sobre todo, se volvió mi hogar.
Pintura nueva para las paredes, flores en el desayunador, luz amarilla en la terraza para las noches de películas, un perro. Y más. Si hiciera la lista entonces me sentiría aún más desdichado.
¿Desdichado dije?
Estoy jodidamente destruido. Incluso si lo digo parece menos serio de lo que se siente.
Repito.
Estoy malditamente destruido. En ruinas. Soy un montón de cenizas que se están acumulando bajo mi piel, mis pómulos. Si me desnudo caeré al suelo hecho girones, el viento me barrerá y si tengo suerte, me llevará al lado de Kook.
— ¿Crees que puedas despedirte?
Abrí los ojos ahora consciente de hasta donde me había llevado Taehyung.
Mi buen amigo no esperaba que hiciera ninguna de las cortesías, como siempre, me había salvado y ahorrado el mal rato.
Él sólo me había arrastrado hasta el ataúd de Jungkook.
— Tae —a duras penas la voz salío como hilo a punto de ser cortado, tuve que aclararme la garganta un par de veces porque de lo contrario, podrían más las lágrimas furtivas y mi corazón débil que mi fachada de "no estoy a punto de echarme a morir". Me rompería delante de todos.
— Tienes que decirle adiós, Jimin —dijo mi amigo aún con su mano en mi hombro el cual apretó ligeramente.
Sé que cuento con su apoyo, pero no hay nada que me haya preparado en la vida para mirar a Jungkook en ese cajón de fina madera con "barniz" y acabados en oro -como quiso venderlo la funenaria-.
Maldigo el barniz, el oro, el coro de mierda que ha dejado de cantar y las estúpidas flores blancas que están por todo el condenado lugar.
No quiero despedirme y por eso me quedo tieso en mi sitio con los hombros caídos y los labios apretados hasta el punto de que casi los rompo por la presión.
— No puedo —le susurro a Taehyung.
Tengo docenas de miradas a mis espaldas y sus ojos están lacerando mis ropajes.
Sólo quiero que todos desaparezcan, quiero soplar y cerrar los ojos, entonces cuando los abra, es la imagen de Jungkook envuelto en nuestra cama con la luz del sol bañando sus rebeldes bucles negros y soy yo llevándole el desayuno a la cama mientras me quedo unos minutos admirando su belleza.
Se despiertaría y me contaría de este horrible sueño que ha tenido donde él ha muerto y yo estaba frente a su ataúd mirándolo de forma incrédula con una horrible arruga en mi frente, mis ojos rojos, mi ropa oliendo a cigarro pese a que llevo diez años sin fumar y mi cabello platinado con mechones despeinados -y eso que soy un maníaco de peinarme-.
Yo le sonreiría pero con un escalofríos al escuchar su sueño, le entregaría el desayuno y nos besaríamos sólo para luego hablar de trivialidades y continuar con nuestras vidas.
Sólo que hoy, el sueño no es sobre su muerte, es la realidad. El sueño es esa bonita mañana a su lado.
Cierro los ojos fiel a mi pensamiento de que si lo hago voy a despertar de esta pesadilla, pero segundos después mis pupilas vuelven a fijarse en la madera con acabados en oro y todo sigue igual; las miradas, el coro, los ojos de Jungkook cerrados y sus cabellos aplatados por el gel hacia un lado.
— No puede irse sin que te despidas de él. Jimin, Jungkook no va a volver —es hora de que Taehyung me deje solo y por eso se retrae hacia un lado y me deja allí, desnudo, solo e indefenso frente a la única persona a la que le entregué todo de mí y más.
La única persona que se ha llevado justamente lo que soy y que no va a contestarme ni siquiera el más irónico e irracional de mis reproches.
Pero tiene que irse, incluso si ya se fue quiero pensar que su alma está a mi lado pidiéndome que me despida para que pueda irse en paz. Aunque conociendo a Jungkook, debe estar encabronado con el cielo y todo lo que ocurra allá arriba.
Él adoraba a su perro, ¿cómo no iba a decirle adiós a Pulgoso?
Lloro.
En silencio unas lágrimas van escurriéndose por mis mejillas y mi rostro se desfigura en una mueca horrible.
Toco el vidrio del ataúd y todo se siente tan real que me obligo a estar de pie porque todo parece que se va a desvanecer a mi alrededor, pero ni siquiera mi cuerpo me tiene tanta misericordia para ahorrarme el rato, así que, me obligo a encarar lo que sea que es esto.
Pesadilla, sueño, espejismo.
Jungkook sólo está ahí. Ahí, sobre el acolchado acabado que tiene el ataúd.
No puedo decir más que eso porque los detalles de su cadáver son innecesarios, al igual que yo esté vivo en este momento.
Lo veo y me parece ilógico.
¿Por qué sus labios no se abren? ¿Por qué sus ojos ya no brillan?
¿Por qué es la muerte, ésta asquerosa masa cruel que me lo ha arrebatado?
Sigo llorando en silencio.
Cierro los puños sobre el vidrio y mucho sentimientos se aglomeran en mi cuerpo como si quisieran hacer competencia por ser cuál me lastima más. Termina ganando la ira y el pánico.
Me inclino un poco más hacia delante. Jungkook inmóvil, sólo yace.
— No quiero dejarte ir —creo que la frase salió entendible, pero estoy seguro que fue tan sólo un balbuceo.
Casi puedo escucharlo pedirme "si me amas, debes dejarme ir", pero entonces inclino mi cabeza aún más hacia su ataúd, sintiéndolo tan cerca de mí que la memoria dactilar de mi cuerpo casi puede recrear un abrazo.
Qué más quisiera que un abrazo suyo.
— Entonces es así como termina.
¿Es así?
Pero no puedo dejarte ir Jungkook.
Llegaría incluso al fondo de la Tierra si es necesario para encontrarte, porque mis brazos anhelan tu presencia y dejé de ser yo sin ti.
Lo admito.
Vivir se convertirá en una constante lucha entre lo que se supone que deba hacer para continuar y en cómo te perdí. Y sinceramente, no quiero tener que "suponer" nada.
No voy a continuar.
No voy a encontrar a otra persona.
Ésta herida no va a sanar, va a ahondar en la perpetuidad y repetirá un ciclo sangrante por los siglos de los siglos.
Eres tú, porque si no estás tú, es la nada y la nada me aterroriza.
Tengo tanto miedo Jungkook.
— ¿Jimin? —entonces me descubro susurrando por encima del vidrio todas esas palabras que creí estaban solo en mi mente y que me clavé en el pecho como clavos afilados para recordar las huellas de este dolor.
El coro ha iniciado una ligera tonada y los invitados me miran con una expresión lamentable en sus rostros. Ellos quizás no creen lo que estoy diciendo, por supuesto; pero Taehyung sí y por eso se ha acercado a mirarme con los mismos ojos de una gacela a punto de ser devorada por un león.
Él lo sabe. He sido sincero.
Voy por ti.
— Esto no es un adiós, Kook.
❀
hola linduras esta mini historia sólo tendrá tres capítulos más, que disfruten la lectura y me cuentan qué les pareció. los quiero mucho y gracias siempre por leer. :)
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