Capítulo cinco.
Ellos se van y nosotros nos preocupamos.
Es inevitable ignorarlo, no puedo dejar de pasar los dedos por mis clavículas. Tengo la vista perdida en el techo, intento no mirarla, como si fuese que eso lo volvería un sueño. Pero no lo es, desperté hace ya rato y cuando eso sucedió también estaba despierta. Es real, Afrodita puso esa cosa en mí.
Y se sentía extraño, porque nada había cambiado. Debería haber algún cambio, supongo, pero todo sigue igual. Ahora sólo tengo un par de tatuajes prohibidos en mi muñeca y pecho.
Resoplo tapándome la cara.
¿Esto era un don? Un don que a decir verdad aún no pillaba. ¿De qué me sirve?
Miro mi muñeca, leo las palabras escritas en griego.
Agapi mou, tóra tin kardiá sas aníkei se ména.
Amor mío, ahora tu corazón me pertenece. Esa era la traducción que le daba en mi cabeza, de alguna forma lo entendía. Me daba miedo comprender un idioma que en mi vida había estudiado a fondo, quise calmarme diciendo que todos mis antepasados fueron semidioses, pero aún así era raro.
Tocan la puerta, me levanto de un salto. Ignoro que la cabeza me da vueltas. Choco con mi reflejo en el espejo, entro en pánico por la marca en mi cuerpo. Me apresuro a tomar una camiseta de cuello más cerrado y mangas largas, segundos después de ponérmela la puerta se abre.
Mamá me mira extraño, es que actúo extraño. Soy tan horrible disimulando.
— ¿Está todo bien? No bajabas a comer y me preocupé, linda.
Le sonrío de lado.
—Sólo me siento un poco mal.
Cierro los ojos y froto un poco mis párpados por debajo de mis lentes. Escucho a mamá acercarse, luego tiene su mano en mi frente para intentar tomar mi temperatura.
—No tienes fiebre, tal vez sólo tienes hambre... ¿qué exactamente te duele? —cuando la miro noto su expresión preocupada.
¿Decir que me duele el corazón sería cursi?
Esperen, olvídenlo. Sí lo sería, en exceso, además de humillante.
—La cabeza. Lo más probable es que sea porque dormí muy tarde.
Una mueca de desaprobación — ¿Te desvelaste leyendo otra vez? Mira, linda, amo tu pasión pero preferiría que leyeras de día y sin interferir tu sueño.
Intento no rodar los ojos, eso ya lo había dicho tantas veces. A decir verdad muchas veces los libros no me llamaban hasta que era muy tarde, por alguna razón ahí se tornaban interesantes. Pero ésta vez no me desvelé por problemas de la protagonista de un libro, ahora eran míos.
Vaya, voy teniendo vida propia. O bien, una vida interesante.
—Ya no lo haré —miento y señalo hacia la puerta—. ¿Vamos a desayunar?
Hablarle sobre comida pareció emocionarla. Bajamos al comedor de inmediato, Marly no estaba. Recordé algo.
Ella, Alex y mamá se irían hoy en una misión. No dieron detalles, pero supuse que sería como la otra vez, volverían en un par de días.
— ¿Qué fue de Marly? —Nico pregunta a mitad del desayuno, frunciendo el ceño hacia la silla vacía—. ¿Debo ir a buscarla?
—No —mamá dice de inmediato, ella y Alex se dan una mirada cómplice—. No ha dormido, necesita recargarse.
Alcé una ceja mirando a la mesa mientra bebía mi café. Así que si Marly se desvela debe dormir hasta tarde, pero si Madison lo hace debería dejar de leer en las noches.
Mi muñeca ardió como el infierno, temí que las letras atravesaran la manga.
Cuando el desayuno terminó y me quedé lavando mis trastes junto con Nico noté su mirada confundida sobre mí.
—Te ves... con frío.
—Ajá —respondí, acelerando mi proceso para poder salir de allí.
— ¿Se trata de alguna extraña moda eso de usar ropa de invierno cuando siquiera hace algo de frío?
Respiré hondo mientras cerraba el grifo, mis hormonas parecían estar dominándome, porque respondí a la defensiva.
—No es tu problema.
Salí de allí mientras mi hermano alzaba las cejas sorprendido con mi actitud.
***
Marlee tampoco almorzó con nosotros, Nico decidió esperarla.
Por alguna razón todo lo relacionado con Marly me molestaba en exceso. Un rencor que hasta ahora había estado dormido.
A la hora de su partida sólo me despedí del señor Parker y de mi madre, luego me escabullí de Marlee. Subí a mi cuarto y cerré la puerta tras de mí. Cerré los ojos suspirando, no quería verla... pero volvería a hacerlo en unos días seguro.
Escuché que golpeaban la puerta, y supe de quién se trataba incluso antes de que hablara.
—Maaadison, ¿me abres por favor?
No respondí. No quiero verte ahora, Marly, mejor en unos días. No sé lo que siento en estos momentos.
—Mapi, abre la puerta.
Intentó molestarme con ese apodo, pero no hice más que apretar los labios.
—O la abres o la derribo —amenazó, y sonaba muy convincente.
No pude evitar rodar los ojos, siempre tan exagerada — ¿Por qué dramatizas tanto? Espero que no derribes de verdad la puerta.
—Sabes que soy capaz —sonó cansada pero insistente—. Vamos, Madison, ábrela por favor.
Volví al silencio, la escuché suspirar largamente.
—No sé qué hice mal en las últimas veinticuatro horas para que me odies, Maddie, pero lo siento. Sólo diré que te vas a arrepentir si no te despides de mí ahora.
Miré al piso, con cierta vergüenza. El borde de mi manga se elevó y me dejó ver las palabras grabadas en mi piel. Marly no me hizo algún mal a propósito a decir verdad, ella no sabe... Y siquiera Attis lo sabe. Demonios, que apenas lo conozco y dejo que me afecte así.
Bajé mis mangas y le abrí la puerta para abrazarla de inmediato.
Más tarde la casa se sentía algo vacía, yo estaba junto a Melody mientras ella calmaba el lloriqueo de John. El pequeño no dejaba de señalar hacia la puerta por donde desaparecieron, sus ojos estaban inundados de lágrimas.
—Aly —dijo con dificultad, todos lo miramos atentos y sorprendidos—. Maly.
Su balbuceo me llenó de angustia. Noté que todos teníamos los ojos húmedos. Respiré hondo mientras me giraba a papá, mis mejillas temblaron antes de sonreírle.
—Vamos, volverán en unos días, ¿no?
Evitó mi mirada, aún fijo en John y Melody intentando calmarlo.
—Claro. Está todo bien, Madison. Debo ir... me llamaron en el trabajo —se rasca detrás de la oreja y nos mira a Nico y a mí de forma alternada—. Ayuden a Melody o... sólo quédense en casa mientras no estoy.
Se retiró dando zancadas. Nico fue el siguiente, pero él se dirigió a la guarida Greengrass.
Yo me quedé en la sala junto a Melody, ella estaba en una especie de dura decisión. Entre reír o llorar.
—Su primera palabra casi fue Marly... Porque no lo aluciné, ¿verdad? —niego con la cabeza mientras el pequeño tomaba mi mano—. Oh Merlín, si ella lo escuchaba... ella...
—Iba a olvidar que es Marlee Potter y lloraría de forma cursi —completo, reímos bajito ya que John parecía estar a punto de dormirse.
—Tengo miedo, Madison —confesó de repente, con el mentón en la cabeza de su bebé.
La miré confundida, esperando a su explicación.
—Mi madrina, Marly y el señor Parker, tengo miedo por ellos.
— ¿Por qué? Ya tuvieron una misión antes, es sólo como esa. Volverán pronto, tal vez antes de que me vaya a Hogwarts de vuelta.
Los ojos de Melody me miraron durante unos segundos pero igual percibí la pena en ellos, como si yo fuese una chiquilla crédula.
—Claro, eso —suspira sonriendo—. Luego de tener a John me volví paranoica, lo siento. Después de todo mi madrina y Alex ya han acabado con un titán antes, son fuertes.
—Marlee también —murmuro.
Luego de eso ella se vio más tranquila, me dejó para poder llevar a John a su cuna. Quedé sentada con la vista perdida.
Ahora yo era la preocupada y paranoica.
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