Venganza

Mi asistencia a los baños de la institución se reducía a una circunstancia: emergencia.

Aquella era la segunda vez que pasaba la puertas del lavabo y me causó burlesca nostalgia verme en el espejo en que descubrí mi nueva identidad. Tal vez eran mis ojos lo único que reconocía en un reflejo superior a mi realidad, fantasioso. Los ojos grandes y marrones, curiosos y devoradores de todo cuanto pudieran. Tal vez sí sean las ventanas del alma, porque fueron lo único que dieron un atisbo a mi verdadero yo. Quizás en mi futura tumba permanecerá mi alma encerrada a la espera de que mis ojos le den libertad desapareciendo, más allá de mi cuerpo, más allá de este mundo.

«Bueno, al tema.»

Me llamé a concentrarme con una sacudida de la cabeza y abrí el grifo dispuesto a deshacerme del asqueroso contenido que uno de los payasos me volcó sobre el pantalón. In–so–por–ta–ble.

La puerta del baño rechinó con su apertura justo cuando mis manos estuvieron húmedas y preparadas para el cumplimiento de la labor, no detecté peligro hasta que vi a la primera chica entrar y comprendí que ellos no estaban ahí para usar el baño con propósitos comunes. Cerré lentamente el grifo y me quedé atento a los rostros que me enfrentaban, algunos con sonrisas lobunas y otros con rastros de miedo. No me dio tiempo a contar a las personas que me impedían la salida del baño antes de que uno de ellos apagase la luz.

El miedo y la valentía se debatieron en mí, no sé cuál fue el ganador cuando mis piernas se precipitaron al último cubículo, preparado para encerrarme en él y resistir hasta que alguien, ajeno al grupo y a la maldad a la par de insano miedo que los corroía, miedo al fantasma de una omega que cambió la sociedad, se dignase a sacarme de aquella pesadilla.

Decidí que llamar a Taehyung una vez encerrado en el cubículo sería suficiente para salvar mi pellejo.

Y la esperanza, y la ignorancia, y la inocencia, ingenuidad, o simplemente el impulso de subestimar mi nefasta suerte, descontaron de mi preciado tiempo unos milisegundos que permitieron a la mano de un desconocido cerrarse alrededor de mis hebras negras.

El grito reflejo escapado de mi garganta me disparó el ritmo cardíaco, comencé a hacerme consciente de mi peligrosa situación. Gruñí como el lobo que residía en este cuerpo, ajeno a mi alcance; mis pasos merman cuando soy lanzado al suelo, justo en el centro del baño y de, por seguro, su círculo.

A las personas les gustan los círculos, pensé, no hay un final al que temer ni un principio del que deban sentirse responsables. En un círculo todos pasan desapercibidos, principalmente cuando encierran a una persona en el centro y la atención se vuelca en ella. La culpa, las miradas, las burlas y los desperfectos.

Me habían hecho el centro de su círculo por nada más y nada menos que mi resistencia a formar parte de él.

—Tranquila fierecilla, si lo que va a pasar aquí te va a gustar.

El susurro y promesa de Taehyung viajó traído por el viento, pasó en una ráfaga por mis oídos y me impulsó a un último intento.

—Llámame, yo iré a por ti.

Tal vez fuese el pánico, quizás la desesperación; bueno, al final una cosa lleva a la otra. La cuestión es que el ruido que Tae y yo practicamos, resultó en el típico cantar desgarrado de un ave al que le acaban de romper un ala. Lo confundieron con un sollozo y se echaron a reír, sin tocarme más de lo necesario me metieron una pastilla a la boca, me desnudaron y dejaron echo una bolita bajo la ducha abierta.

Conforme el agua me bajaba por la piel, helándome la sangre misma, las fuerzas dejaron mi cuerpo y todo se hizo negro.

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—¡Kookie!

Cuando el ruido del agua cesó y mi piel fue receptora de un calor que llegó a darme la sensación extrema de una quemadura, abrí los ojos otra vez. Se sintieron horas las que pasé en una oscura y helada inconsciencia, pero sabía, por mis dedos poco arrugados y mi capacidad débil pero presente de respirar, que habían sido apenas minutos.

—T—Tae...

—¿Qué te hicieron? —mis labios moviéndose y mis miembros quietos contra el suelo, sin fuerzas para reaccionar le desesperaron al punto en que, lo próximo que sentí, fue una sacudida—. ¿¡Qué te hicieron!?

—P–pastilla...

Brotó de mis labios casi inaudible, aunque lo que realmente quise decir era que lo sentía por no haber podido llamarlo correctamente. Por haber desaprovechado la oportunidad de hacerle sentir útil, algo que siempre dudaba que era.

Y justo sus temblores me dieron la clave del permanente estado de tristeza de Taehyung, el garfio que le ataba a un pasado del que no se podía desprender y en el que, aún a esas alturas, planeaba quedar encerrado en su muerte.

Aquella era la problemática de los ángeles o alfileres, como prefería llamarlos. Alfileres que se creían con el derecho de clavarse en las personas y controlar el camino del hilo rojo a su conveniencia.

Taehyung era el reemplazo de su madre, nadie más que ella lo hacía especial. Así que tenían que usarlo, pero para eso, debían impedir su muerte.

Sin querer había acabado justo donde los ángeles me querían, en vísperas de los deseos de Taehyung por una venganza.

Una venganza contra los alfas.

—¿Una pastilla?

¿Cómo le contaré la verdad convenciéndolo de mi inocencia?

—Mhm... Hum.

¿Cómo evitar que se sienta usado?

—Kookie... ¿Cuánto falta para tu celo?

Tal vez en ese juego de ajedrez armado por los ángeles en base a la lógica, esa lógica conlleve a que sea el propio Taehyung quien me saque de su tablero de juegos.

—Dos días...

—Escucha, Jeon, lo único que se me ocurre es que te hayan dado una píldora que acelera el celo. Se usan normalmente para emergencias, te está arrastrando directamente a la segunda etapa del celo, t–tu cuerpo no podrá prepararse correctamente para la guerra de hormonas que va a enfrentar. P–pero yo te voy a cuidar, te lo prometo. No es potencialmente peligroso así que tranquilo...

—Esto no es normal —murmuré sin poder siquiera mantener abiertos los ojos—, llévame al hospital.

Sentí que me cargaba en sus brazos y me vestía con su ropa de invierno como pudo, nos sacó de la escuela y escuché a lo lejos sus gruñidos—: Se arrepentirán de esto.

Decía.

El taxista conducía ignorándonos, Taehyung le daba calor a mi congelada piel y era notable el miedo que se derretía como cobre por su mirada.

—¿Qué te sientes, Kookie?

Pero no podía decirle que sentía como si en cualquier momento fuera a dejar de respirar. No podía decirle que carecía de fuerzas para abrir los párpados y que por primera vez sentía a un lobo en mi interior, tirándome de las piernas y devorándome lento.

«Está comiendo mi alma, tal vez» fue la conclusión de mi mente atraviada.

—Nos vamos, mocoso.

Ni siquiera descifré la conversación que rebotó en mis oídos, sentí otro par de manos y una sarta de gruñidos que me chocaron en la mejilla.

—Estás en celo y el lobo te está rechazando, Kookie. Tenemos que regresar, el otro Jungkook debe recuperar su lugar. Te traeré cuando acabe.

Con mis últimas fuerzas abrío los ojos, un miedo atenazando mi pecho sin remedio; le susurré a Taehyung en el asiento trasero del taxi, donde Yoongi intentaba sacarme del protector pecho de un omega que no dejaba de gruñir, casi fuera de sí. Desconfiado por el pelinegro que apareció de la nada diciendo  que me llevaría con él.

—Promete que... No me tocarás—. Supliqué.

—¿Qué?

—No me... Toques en el celo.

—¿Qué está sucedien—?

Yoongi alcanzó mi frente con sus dedos antes de Taehyung poderle apartar y su susurro fue lo último que escuché antes de que todo se volviera blanco—: Se acabó el tiempo.

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N/A: Sonará raro pero yo también rezo porque lleguen los caps en que se aclara todo de una vez JAJAJAJAJA. Literal digo: Será el próximo, sisi.

Pero not. En fin, espero que los hayan disfrutado <3

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