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—Mia... ¿Mia? — Charlotte repitió su nombre, tocándole el brazo para hacerla volver del lugar al que su atención aparentemente se había ido.
Dirigió su mirada al lugar que su amiga estaba mirando tan atentamente, y se sorprendió al ver a Charles Blackmore, duque de Blackmore, conversando animadamente con Lady Anastasia Loodways.
Uh, interesante
—Mia, ¿estás bien? — Otro intento fallido. — ¡Mia! —.
—¿Eh? — la anteriormente mencionada se sobresaltó, girándose hacia su amiga con más rapidez de la necesaria. —Lottie, ¿qué pasa? —.
La condesa de Rodhood la observó con una ceja alzada.
—¿Qué si pasa algo? — soltó una pequeña risilla. — eso debería preguntarte yo a ti, tú fuiste quien se quedó perdida pensando en quien sabe quien mientras yo te hablaba, hablaba y hablaba — soltó un bufido para nada femenino.
—Oh — las mejillas de Mia se tornaron de un color rojizo, dando cuenta del bochornosa que estaba resultando la pequeña regañina que estaba recibiendo. — lo siento, Lottie. De verdad —.
—Está bien — su amiga soltó un suspiro. — Ya me di por pagada al notar lo sonrojada que estas — sonrió. Mia la observó con los ojos entrecerrados. Conocía perfectamente aquella sonrisa pícara.
—Charlotte, no...—
—Oye, ¿qué te parece si vamos a saludar a Lord Blackmore? — con suma delicadeza la tomó del brazo y comenzó a caminar hacia donde él se encontraba. — Solía ser muy amigo de mi Nicholas, y hace bastante tiempo que no lo veía — siguió caminando, y llevándola consigo. Obviando el hecho de que no hace más de una semana habían cabalgado los cuatro juntos.
—Lottie... — protesto Mia, pero la antes mencionada prosiguió, sin tomar en cuenta las silenciosas protestas de su acompañante.
Charles, quien había notado su presencia en el mismo momento en que ella dio un paso en aquel jardín. Envuelta en aquella hermosa muselina verde, que la hacía parecer irreal, como si se tratara de la más única y perfecta visión.
Maldición, si hasta podría jurar que el olor de su perfume estaba comenzando a rodearlo e inundarlo con su dulzor. Rosas, como adoraba aquellas plantas, principalmente cuando su conocido olor provenía de ella.
Una pequeña sonrisa se formó en su rostro al notar, de reojo, lo adorable que lucía con las mejillas sonrojadas. Ver a Mia Southford sonrojada no era algo que sucedía muy a menudo, por lo que debía aprovechar de aquello, casi como si se tratara de un deseo cumplido.
Una hermosa visión.
En un segundo plano podía oír el constante parloteo de Lady Anastasia, quien parecía estar interesada en hablar sobre los recientes rumores sobre las realeza, por lo que tratando de no ser maleducado se había mantenido asintiendo algunas veces e incluso le había sonreído, pero su atención estaba puesta completamente en la dama que ahora se acercaba a ellos siendo prácticamente arrastrada por Lady Rodhood.
Maldición, la esposa de su amigo sonreía de aquella forma que Nicholas le había advertido.
La sonrisa malévola que pronto acarrearía problemas.
Bufo, ni siquiera había tenido la oportunidad de huir. Cada vez se convencía un poco más de que las mujeres de la aristocracia londinense eran unas arpías. Exceptuando, quizás, a algunas.
Lady Anastasia también noto que la anfitriona se acercaba, por lo quedó en silencio, para alegría de Charles, y forzó una sonrisa.
—Lord Blackmore, Lady Anastasia, que gusto encontrarlos aquí — comenzó, sonriendo de la forma más inocente posible. — espero no estar interrumpiendo nada importante —. Luego de hacer la debida reverencia, Charlotte espero a que su amiga hablase e hiciera lo suyo.
—Lady Anastasia, Excelencia — murmuró Mia, haciendo también la debida reverencia.
Charles sonrió, imitando su acción y agregándole un rápido y caballeroso besamanos. Mientras Lady Anastasia entablaba una conversación con la anfitriona y su amiga, Charles se dedicó a observar a esta última, detallando en silencio cada centímetro de su rostro, cabello y cuerpo.
Cada leve sonrisa, mueca, bufido o el simple movimiento de sus párpados al pestañear. Todo en ella era fascinante e imposible de no admirar.
Siempre, desde que eran unos simples niños se había sentido así de atraido.
Ella lo atraía, como la luz atrae a los insectos hacia una muerte segura. No era la metáfora más hermosa, pero sí la más acertada.
Era frustrante reconocer que ella inundaba todos y cada uno de sus pensamientos, que su nombre estaba grabado en su piel...y en su corazón: y sin embargo saber que nunca, aunque lo intentara mil veces, podría ser lo que ella necesitaba.
Él representaba justamente lo contrario de lo que ella más anhelaba: libertad.
Él siendo un Duque jamás podría ofrecerle la vida llena de aventuras sobre un barco con mal olientes piratas, pero al mismo tiempo mejor personas que cualquiera en aquel jardín.
La incómoda conversación siguió, apenas siendo sostenida por los constante parloteos de Lady Anastasia y Lady Rodhood mientras los dos restantes, Mia y Charles, se mantenían en silencio, cada uno sumergido en su propios pensamientos.
***
Y...una vez más estaba preparándose para un baile. El famoso baile anual de Lord y Lady Bethwicked. Otro maldito baile al que debía asistir, fingiendo divertirse mientras bailaba incontables piezas de baile. Sus pies siempre eran los más afectados.
Ni siquiera la posible presencia de cierto duque lograba animarla, más bien era todo lo contrario, lo que menos le apetecía era verlo. Después de que por su culpa supiera lo que era sentir aquel sentimientos tan horrible y desesperante, comúnmente conocido como celos.
Celos.
Ella jamás había sentido aquello y la enfurecía de una manera que solo su orgullo le impedía demostrar.
Estaba furiosa con él por hacerla sentir aquello, por estar tan cerca de Lady Anastasia y sonreírle de aquella forma.
Forma que solo debía sonreír con ella.
Estaba vez, Beth le había sugerido usar un vestido en tonos un tanto más oscuros a los tonos pasteles usados normalmente por las jóvenes en edad casamenteras. Por lo que llevaba puesto un vestido color azul zafiro, acompañado de unos zapatos negros y un peinado recogido.
Como siempre hacia antes de salir, repaso su aspecto en el espejo junto a su cama y luego de suspirar y darles las gracias a Beth por su gran ayuda, se dispuso a salir de la habitación.
Seguro su padre ya la estaba esperando, junto a Alexa. Aquel día habían decidió acompañarla ellos mismos.
Una vez en el carruaje se mantuvo en silencio, oyendo atentamente la conversación que los reyes mantenían sobre la prosperidad del reino y temas que realmente no eran de su interés.
Luego de bajar del lujoso carruaje, siendo ayudada por el Rey, lo tres caminaron hacia Bethwicked House.
Al estar allí, en medio del salón de baile con bastantes doncellas y caballeros populando a su alrededor, Mia lo único que podía hacer era mantenerse caminando por los costados de este.
Realmente no sabía lo que buscaba, pero simplemente no podía dejar de mirar a su alrededor.
Decidida a tomar un poco de aire puro, y quizás huyendo de una posible invitación a bailar, Mia camino por un estrecho pasillo lleno de puerta, las cuales no sabía a donde dirigían, hacia donde creía podía estar la terraza y posiblemente el jardín.
Una mano tomó, con delicadeza, su brazo obligándola a girarse y luego a caminar hacia el interior de una de las habitaciones desconocidas.
—Pero qué día...—
La biblioteca. Una muy grande biblioteca, llena de libros. Aquello sería el sueño hecho realidad de Beth.
—Lo siento Mia, pero tenemos que hablar —
De inmediato reconoció esa voz.
Charles estaba de pie frente a ella, con los brazos cruzados sobre su pecho y expresión seria en el rostro.
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01-02-2018
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