014.


capítulo . :: catorce
confesiones   ˚  ݂

El pelirrojo se recargó en la encimera y yo me senté en una silla, observándolo. Me miró con el ceño fruncido y una mano en su barbilla. La tensión era palpable.

—¿Cómo lo haces? —preguntó de pronto, su voz baja.

—¿El qué?

—Intento hacer que te sonrojes o que te trabes al hablar, pero no lo consigo. Es todo lo contrario; tú me provocas todo eso... y más.

Me reí, aunque me sentí avergonzada por el cumplido.

—No lo sé. Simplemente ya no soy tan sensible y controlo muchas de mis emociones. Ya sabes... el entrenamiento de auror y esas cosas —me encogí de hombros restándole importancia al asunto.

—¿Qué es lo que me ibas a decir esa noche en el jardín?

De pronto, todo mi control emocional se esfumó. Me puse nerviosa y miré fijamente mis zapatos. Me quedé en silencio un largo momento, debatiendo internamente si debía soltar la verdad o seguir la charada.

Me puse de pie y recargué ambas manos en la encimera, mirando por la ventana para buscar valor.

—Es algo estúpido, pero Tonks insiste en que te lo debo decir.

—Nada de lo que digas es estúpido, Erine, y si no me quieres decir, está bien.

No lo miré. Sabía que si lo hacía, no podría confesar nada. Dejé salir un largo suspiro, sintiendo el aire vibrar entre nosotros. Escuché a Charlie dar un par de pasos hacia mí.

—Cuando aún estábamos en Hogwarts, y yo estaba en quinto y tú en séptimo, le confesé a Tonks que estaba enamorada de ti desde que estaba en tercero —hablé rápidamente, soltando las palabras como una ráfaga—. ¡Desde que tenía trece años!

Me di la vuelta para verlo, liberada, y reí tontamente después de decirlo.

Miré a Charlie. Me miraba como si hubiera abierto la Caja de Pandora. Él no reía, y eso no me gustaba.

Al momento, sentí una vergüenza ardiente, y mis mejillas se tornaron de un intenso color rosa.
No sabía a dónde mirar. Mi mejor opción era salir corriendo y fingir que nunca dije aquello.

—¿Por qué no me lo dijiste nunca?

Reí con sarcasmo, tratando de ocultar lo mucho que me importaba su respuesta.

—¿De verdad lo preguntas? Tú, el Capitán y Cazador estrella del equipo, el Prefecto, el que tenía una infinidad de chicas detrás... Me gustaba mi dignidad. Pero como sea, te dije que era algo estúpido.

Traté de restarle importancia.

—También le confesé a Tonks que me gustabas —soltó de repente.

Esta vez, fui yo quien lo miró como si descubriera los secretos más profundos de la Caja de Pandora.

—¿Qué? —mi voz era apenas un jadeo.

Charlie se pasó una mano por la cara, sus ojos llenos de frustración.

—Tonks y tú eran buenas amigas, a la vez que Tonks era mi mejor amiga —suspiró—. Un día te vi con ella, cuando ibas en segundo año, y desde entonces no dejé de mirarte. Te veía en la biblioteca cuando estudiabas, en el Gran Comedor, con tus amigas... siempre lo hacía. Le hice jurar a Tonks que no te dijera nada.

—¿Por qué nunca me dijiste? —pregunté, sintiendo que me faltaba el aliento—. Éramos buenos amigos y pasábamos mucho tiempo juntos.

—No lo sé. Sentí que eras demasiado perfecta para alguien como yo, y no quería perder tu amistad —confesó, con una honestidad brutal—. Saliendo del colegio, me fui a Rumania y creí que podría olvidarme de ti, pero cada vez que Tonks me mandaba una carta... ella te mencionaba, y solo eras tú.

Lo miré, totalmente perpleja. Jamás, en un millón de años, hubiera imaginado aquello.

Me di cuenta de que mi respiración era irregular. Decidí desviar la mirada antes de que el shock me hiciera colapsar.

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