i. dioses y monstruos


FRAGMENTOS,
capitulo uno: dioses y monstruos!



          IRINA MORGAN APOYÓ SU FRENTE EN LA MESA Y SUSPIRÓ POR EL SUEÑO QUE SE ADUEÑABA DE SU SER. Sin embargo, la confusión por la visión que observó en sus sueños no le permitía dormirse y eso—desgraciadamente—le abrumaba demasiado.

          Últimamente ella se encontraba muy abrumada después de la visión de Rumlow.

          Nada había sido normal después de eso, el equipo se encontraba más alerta y ella, por alguna razón, también lo estaba. Pero, y eso la confundía, ese sueño le estaba dando una señal. ¿Cuál era? Ella no lo sabía y no se molestaría en saberlo por la situación actual.

          Steve y Tony se encontraban preparando un café en la cocina donde Morgan estaba sentada. Ambos hablaban entre ellos pero la joven rubia no se inmutó en lo que hablaban. La muchacha alzó la mirada en el reloj y soltó un gruñido ahogado para envolver su cara con sus brazos.

          —Uh, creo que hay problemas en el paraíso...—Tony canturreó con una sonrisa ladina en sus labios.

          —¿A qué te refieres con eso?—preguntó Steve.

          —Mejor déjalo ahí, Steve—replicó Irina haciendo una mueca y miró a Tony—. No son problemas en el paraíso, Stark. Últimamente no estoy durmiendo bien.

          —Y decir que no es la cama—replicó Tatiana entrando en la cocina, Irina le fulminó con la mirada—. Creo que alguien está de muy mal humor.

          Irina hizo un gesto distraído con sus manos y volvió a enterrar su rostro entre sus brazos. Su amiga soltó una carcajada y negó lentamente con la cabeza. Steve tomó un sorbo de su café y miró a Irina quien seguía en la misma posición.

          —¿Quieres volver a los supresores, cielo?—le preguntó Tony.

          Irina alzó la mirada otra vez, observando que Tatiana se colocaba a su lado y que Tony junto a Steve le observaban. ¿Volver a los supresores le haría bien? Podría intentarlo pero por un corto tiempo ya que ella tenía un rol en el mundo y no podía abandonarlo. Pero también ella necesitaba descansar y no despertar a Steve cuando tuviera una pesadilla.

          —Lo estoy considerando.

          Un pequeño pitido del ascensor dio lugar en la sala, al abrirse las puertas, aparecieron Erika Barton y Sam Wilson. La primera se encontraba mojada y completamente seria.

          —Por tercera y última vez, ¡Lo siento!—se excusó Sam—. Sabes que no soy bueno combatiendo en tierra.

          —¡Podrías haberme ayudado, idiota!—replicó ella caminando con pasos firmes hacia las habitaciones.

          Natasha pasó a su lado pero no dijo nada. Sam soltó un suspiro e iba a sentarse en el sillón pero Tony casi suelta un grito—¡Ni se te ocurra!—ordenó Tony apuntándole con un dedo—. ¡Estás mojado!

          Sam rodó los ojos y salió de la sala rápidamente. Natasha soltó una pequeña risotada y se llevó una manzana a la boca para darle un bocado—Hoy todos están de mal humor.

          —Ni me lo digas—replicó Irina apoyando los codos sobre la mesa—. Creo que intentaré ir a dormir un poco.

          Irina estaba a punto de levantarse, dejando caer su cabellera rubia lentamente por su espalda, pero Tatiana le hizo volverse a sentar al posar una mano en su hombro. Ella le tendió una taza de café que Irina aceptó a regañadientes. La joven tomó un sorbo y dejó que el líquido caliente viajara hasta su estómago. Mantuvo ambas manos en la taza de color uniforme para tener algo de calor en las manos.

          —¿Aún sigues pensando en el sueño?—le preguntó Tatiana y ella asintió—. ¿De qué se trataba? Yo no me acostumbraría a tener sueños tan extraños.

          —Sobre Dioses y Monstruos.

          —Ugh, eso me hizo recordar a aquella canción que me hiciste escuchar la otra vez—dijo Steve haciendo una mueca hacia la rubia quien le miraba con una ceja alzada—. Era de esta chica...creo que se llamaba Lana.

          —Lana del Rey, Stevie—respondió Irina sonriendo—. Un día te haré escuchar todos sus discos.

          —¿Y por qué va la palabra Dioses y Monstruos?—preguntó Natasha.

          —En la tierra de dioses y monstruos, yo era un ángel, buscando el jardín del mal—tarareó Tatiana al lado de la rubia.

          —No es tan así, Tat—Irina refunfuñó rodando los ojos—. Allí realmente había dioses y monstruos.

          —No podemos ver tus pesadillas—declaró Tony apoyándose en la mesada—. Pero podemos suprimirlas momentáneamente. Bueno, si eso es lo que quieres.

          Irina asintió y miró a Steve, quien también asintió, para después tomar otro sorbo de café. Tony la condujo hacia el laboratorio para poder realizar los nuevos supresores. Irina, por su parte, se mostró cautivada por el laboratorio—ella no entraba al laboratorio con mucha frecuencia—y Tony le indicó que se sentase en una de las mesas. Ella se dejó llevar y se sentó donde él le había indicado.

          —Bien, cielo—dijo Tony preparando una aguja—. Te haré una pequeña muestra de sangre para evaluar si hubo evolución en tus habilidades—explicó e Irina asintió—. Si hubo evolución en los últimos meses, se me hará más sencillo saber que elementos químicos debo usar (y no son dañinos).

          —Solo hazlo, Tony—replicó Irina rodando los ojos.

          Morgan sintió un pinchazo en su brazo, sintiendo como la aguja entraba en su vena lentamente. Era un dolor agudo, pero sabía resistirlo. Había pasado por tantas pruebas que eso ya ni le molestaba. Se mordió el labio levemente, sin lastimarlo y luego ese dolor desapareció. Tony limpió la herida rápidamente con un desinfectante y le cubrió la misma para evitar que la sangre saliera.

          Irina no se sentía mareada, todo iba lejos de eso, estaba cansada. Todos lo sabían y ella no se molestaba en demostrarlo. Tony le indicó que se levantara despacio y ella lo hizo. El millonario guardaba la muestra presurizada para poder guardarla y empezar con eso después y miró a Irina—Sabes...—empezó—. Nunca es tarde para una prueba de embarazo.

          Irina casi se cae de la mesa al intentar de ponerse de pie, miró a Tony enfadada—¿Qué?¡No estoy embarazada!¡Son pesadillas lo que tengo, no un niño dentro, grandísimo idiota!

          —Bien, bien, pequeño demonio—se excusó levantando las manos—. Solo era una suposición.

          Irina rodó los ojos ante ese comentario, pero decidió no volver a decir nada al respecto. Simplemente no podía—¿Ya he terminado?—preguntó ella.

          —Claro que lo has hecho, cielo. Puedes retirarte.

          —Gracias, doctor idiota.

          Irina salió de allí y por un momento observó que un rugido resonaba en el pasillo. Caminó hacia la ventana y observó que la lluvia recubría cada recoveco de la base. Los truenos, veloces y brillantes, decoraban el cielo gris. La muchacha decidió que la mejor vista de la tormenta era desde la habitación que ella compartía con Steve. La aludida caminó hacia su habitación y al llegar buscó una manta para sentarse junto a la ventana.

          Al mirar las gotas, Irina se perdía en ellas. Pero pensaba en otra cosa. Esa pesadilla. Ella no podía explicar lo inexplicable, pero eso no significaba que no podía ser verdadero. Sabía que una visión era algo que podría pasar en el futuro. Pero, ante tantas posibilidades, ella mantenía la esperanza de que aquel 'dios' no le encontrara. No quería que el destino que le había mostrado Wanda Maximoff en la costa africana se hiciera realidad. No quería ver muertos a los Vengadores. No quería que nadie hiriera a las personas que solo ella puede llamar familia.

          —¿Irina?—escuchó la voz de Steve, sacándola de sus pensamientos. La rubia parpadeó y miró en dirección hacia la voz, Steve estaba parado al lado del colchón, con sus brazos cruzados y mirando a la joven de ojos verdes con completa atención—. ¿Qué haces?

          La rubia volvió a mirar hacia la ventana—Miro la lluvia. La cosa más relajante del mundo.

          —¿Eso no debería entristecer a las personas, Irina?

          —A mí no me entristece, me relaja—replicó ella sonriendo, palmeó el otro extremo de la ventana con su pie—. Si quieres, te invito a que me acompañes.

          Steve asintió y se sentó en el otro extremo, mirando a Irina con atención. A veces le costaba realmente comprender algunas actitudes de su compañera y amada, pero esa era la mejor parte. Cada día que pasaba, él aprendía algo nuevo con Irina. Cada gesto, cada acción, reconocía eso perfectamente y como si ella fuera un libro—al principio muy difícil de leer—, la comprendió completamente.

          —¿En qué pensabas?

          —En mi pesadilla.

          —Ya pararán, créeme.

          Irina miró seriamente al rubio—No es eso, Steve. Me preocupa el simple hecho de que esa visión se haga realidad. Como la visión que Wanda me hizo ver hace meses. Estoy...preocupada.

          —Te asusta, Irina—Steve le interrumpió—. Y no intentes negarlo.

          —No pensaba hacerlo—replicó ella—. He pasado por muchas cosas, Steve. He estado en el infierno y he vuelto, no me he sentido más humana en toda mi vida. Pero temo por ella, temo por la vida de todos.

          —Si caemos, caeremos juntos.

          Irina iba a replicar algo, pero no tuvo la fuerza para decirlo. Y solamente se dedicó a mirar a la lluvia en silencio junto al rubio.

          'No todos caeremos, Steve. Eso es lo que temo.'





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