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          Bruce tenía muchas cosas en la cabeza. Estaba consiente de que descuidó su vida personal los últimos días pero también de que si no lo hacía las cosas empeorarían. La pelea por dominar las calles de Gótica desde la inundación empeoró mil veces teniendo un duelo de bandos casi cada noche en los que logró escuchar uno que otro rumor acerca de otro ataque a Bruce Wayne ahora que estaba por casarse.

Su paranoia pareció servirle aquella noche al patrullar cerca de la zona a la que acudiría Beth siendo el primero en seguir el sonido de detonación que hizo eco en los callejones oscuros. Nada de lo que estuvo entrenando por años estaba ni cerca de prepararlo para lo que estaba por encontrar bajo la luz amarillenta de la lámpara.

Ni siquiera sabía si seguía respirando o si estaba soñando cuando se dio cuenta de que la silueta que yacía en el suelo contra la pared era la misma que abrazaba por las noches. Dio dos pasos con tremenda pesadez quedando en una especie de trance al ver sus ojos cerrados con el maquillaje corrido bajando por sus mejillas ante las lágrimas que salían inconscientemente.

—¿Beth?—dijo en un murmuro tratando de terminar de creer lo que veía.

Era como si todo se estuviese repitiendo de nuevo y estaba seguro que de esta no saldría. No tardó en pegarle la adrenalina en cuanto se arrodilló para poder sostenerle con sumo cuidado. Oprimió uno de los botones más nuevos en el guantelete para entrar directo a la línea que mantenía con Jim Gordon.

—Necesito una ambulancia en la calle doce—habló luchando con mantener la compostura—es una emergencia, Jim.

Movió los mechones de cabello negro que cubrían sus facciones con las manos temblorosas. Podía ver sus ojos luchando por abrirse pero era más la debilidad por la hemorragia.

—Está bien—como pudo se quitó el guante para sostener su mano ensangrentada entrelazando sus dedos—estoy aquí.

El hospital estaba a un par de calles por lo que las sirenas lograban escucharse desde donde estaba trayendo aún más recuerdos de la noche en que creyó perderlo todo. Atrajo hacia su pecho el delgado cuerpo de su prometida sintiendo aún su leve respiración pero no estaba seguro de si era para consuelo de ella o suyo.

Cerró los ojos por un instante con mucha fuerza rezando e implorando para que cuando los abriera despertara en la mesa de su centro de operaciones y Beth saliendo del ascensor con una taza de café en la mano. Pero en vez de eso pudo notar una sílaba pintada decenas de veces en el suelo con pintura verde, morada y amarilla. Estaba burlándose.

Levantó la cabeza hacia la pared donde pósters con el rostro de sus padres estaban mal pegados y cruces cubrían sus ojos junto a una sonrisa gigante con los mismos tonos que el graffiti. La leyenda "sonríe un poco, la vida es bella" parecía ser la cereza sobre el pastel. . .

No se despegó ni un sólo momento de ella hasta asegurarse de que la llevasen al quirófano ganándose la mirada y murmullos de los presentes en toda la sala de emergencias. Ni siquiera recordaba cómo es que logró cambiarse a su ropa de civil y regresar en tiempo récord hasta que vio a Alfred llegar al lugar. Todo estaba borroso y la verdad prefería que así fuera.

El inglés le dio una mirada de consuelo desde donde estaba haciendo que se levantara y encontrara con él a medio camino en un abrazo. De cierta manera volvía a ser el niño pequeño que recogió aquella noche lluviosa en la estación de policía.

—El joven Grayson se quedó con Dory—respondió al separarse pero sin soltar sus hombros.

—¿Le dijiste algo?—negó—¿su mamá lo sabe?

—La llamé camino a acá. Era mejor que lo escuchara de nosotros a que lo viera en las noticias. Imagino que no tarda en llegar—Bruce asintió dándole la razón respirando profundo—¿qué tan malo es?

—Fue un disparo casi a quemarropa, por la espalda. La bala le atravesó por completo. Es una cirugía complicada.

—Ya veo.

Alfred apretó los labios intentando sonreírle con cariño, guiándole hacia el largo sofá anaranjado bajo la ventana. Estaba vacío el lugar al ser el piso donde los quirófanos más preparados se encontraban.

Para cuando la madre de Beth apareció, Bruce lucía como un fantasma. No hablaba, no ponía atención. Apenas y parecía que existía allí sentado en el mueble. Mantenía la mirada perdida en la televisión que colgaba en el pilar al centro del lugar, estaban dando las caricaturas que tanto disfrutaba Dick antes de dormir lo que le llevó a un espirar de pensamientos no muy agradables: ¿cómo le explicaría al niño lo que estaba pasando? porque no era tonto y tarde o temprano lo descubriría en especial teniendo el estatus que tenían. ¿Y si algo más pasaba con Beth? ¿podría soportar otra pérdida? porque sabía que él no. No si era ella, su Leia latina. Su mejor amiga. Su esposa.

—¿Familiares de la señorita Walker?—se levantó de golpe al escuchar su nombre de la voz de una doctora con cabello corto y edad algo avanzada—la cirugía aún no termina, perdió mucha sangre y actualmente no tenemos de su tipo en el banco del hospital. Necesitamos...

—Ella y yo somos compatibles—interrumpió Alfred sin pensarlo dos veces—con mucho gusto les daré lo que necesitan.

La de bata blanca asintió y en compañía de Alfred se perdieron en el pasillo de la izquierda. Bruce suspiró volviendo a su asiento donde pasó las manos por su rostro con cierta desesperación al no saber ningún otro detalle. Después dirigió su atención a Faith quien se alejó un poco para hablar por teléfono.

—Tu hija puede estar muriendo, Paul. ¿Cómo que qué quiero que hagas?—hablaba molesta, llorando—¿sabes qué? No tengo cabeza para pelear.

Le siguió con la mirada hasta tomar asiento casi a su lado, quitándose los lentes para frotar sus ojos. Él tomó un pañuelo de la caja de cartón que descansaba en la mesita a su derecha para ofrecérselo.

—Lamento lo que está pasando—dijo cuando lo aceptó.

—¿De qué hablas?—limpiaba sus mejillas para después doblarlo y hacer lo mismo con su nariz—tú no le disparaste ¿o si?—negó—entonces no tienes porqué decirlo.

—Es sólo que...

—Bruce, está bien—le dio una suave palmada en la rodilla—está bien.

Él asintió aceptando sus palabras pese a no creérselas.