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¡ para mejor experiencia !
les dejé yayo en la galería para que puedan reproducirla así como una foto del vestido de beth. peeerooo, al momento de los votos (sobretodo de beth) les recomiendo escuchar georgia de phoebe bridgers. eso es todo y que lo disfruten <3





















—🌤—





Los ojos de la castaña se abrieron más de lo normal rindiéndose ante la belleza de la edificación que tenía enfrente; una capilla de aspecto gótico teniendo su buen tiempo de haberse construido notándose gracias al color grisáceo de sus paredes. El bosque que le rodeaba le escondía pero al mismo tiempo le daba ese toque especial, cosa parecida sucedía con el camino marcado de tierra que se detenía en los escalones de piedra cubierto por las hojas caídas. Abrió la puerta del auto para bajar aún teniendo su total atención en la edificación.





—¿Te gusta?—preguntó Bruce acercándose a ella con las manos en los bolsillos de su chaqueta. Ella asintió sonriendo poco a poco.





De pronto, el par de puertas de madera se abrieron y para sorpresa de la novia, era Alfred quien les recibía, tan arreglado como siempre con su limpio traje y expresión pasiva. Su presencia allí tenía sentido, Beth sabía que era implícito el que estuviese acompañándoles así como sabía que había requerido su ayuda para organizar todo.





—Señorita Walker, por aquí—dijo con esa sonrisa amable.





La mencionada tomó el vestido de las manos de Evan y avanzó hasta subir dos de los seis escalones donde se dio media vuelta. Por más cursi o tonto que sonara, quería darle una última mirada a Bruce siendo su novio. Suspiró para luego continuar su camino adentrándose en la capilla, dando vuelta a la derecha por detrás de las filas de bancas. La fachada no era nada comparada con las pinturas que decoraban las paredes. Era adictivo ver las pocas obras haciéndole avanzar lentamente por el pasillo guiándose únicamente por los pasos de Alfred.





—Son hermosas ¿no es así?—ella finalmente miró al hombre quien se detuvo para abrir la puerta.





—Si, lo son.





—La señora Wayne las pintó—dijo haciéndose a un lado para dejarla entrar primero—adelante, la espero.





El cuarto no era muy grande pues podía notar que era donde se solían guardar los suministros y mismos objetos de la capilla. Sin dejar de pensar en el comentario de hace unos segundos colgó el vestido en un clavo que encontró más o menos a su altura. No tardó mucho en cambiarse así que cuando subió el cierre lo más que pudo, hizo una pausa para mirarse al espejo empolvado que notó bajo la pequeña ventana del fondo.





Quizá era la emoción del momento, lo lindo que era el vestido o probablemente el polvo en combinación con la iluminación del sol pero en verdad le gustaba como se veía, algo que no podía decir muy seguido cuando se trataba de vestidos. Se sonrió a sí misma pasando las manos por la suave tela. Le llegaba a las rodillas, la falda era suelta por lo que daba un lindo estilo no sólo al moverse. Sin mencionar las mangas largas de encaje blanco que terminaban siendo más abiertas. Pero su parte favorita era sin duda el escote no tan resaltado aunque bien decorado por el mismo patrón del encaje, incluso tenía un pequeño cuello alto, parecido a la chaqueta de Bruce. Por poco olvidaba los tacones que Alfred dejó en uno de los estantes momentos antes.





—¿Señorita Walker?—le sacó de su fantasía el inglés.





—Uh, adelante Alf.





Él entró cerrando la puerta de nuevo detrás suyo. Sin perder tiempo, se acercó a Beth ayudándole con los toques finales como subir el cierre. Tras este gesto, ella se dio media vuelta para mirarle y Alfred aprovechó para ahora acomodar un poco su cabello oscuro.





—¿Sabe? Cuando la idea de todo esto me fue comentada pensé que era una tontería. Pero luego de que su amado Bruce me contase todos los detalles supe que más bien era la opción correcta—ella le miraba con curiosidad—Martha adquirió el lugar cuando él era pequeño para restaurarlo. Le acompañaba fines de semana enteros mientras pintaba...ella lo hacía con la esperanza de que Bruce se casara aquí algún día. Tristemente Martha no pudo terminar el proyecto pero después de todo, su hijo sí cumplirá con el propósito. Y no sabe cuánto me alegra que sea con una joven como usted. Le hace mucho bien a mi muchacho y no me alcanzará esta vida para agradecérselo. Así que por lo pronto, me encargué de traerle un pequeño detalle.





—Alfie...





Comenzó a buscar en el estante a su costado. Beth se llevó las manos al pecho al ver lo que estaba por entregarle: un ramo no muy grande color blanco, conformado por cuatro rosas y pequeñas flores entre ellas. Sencillo, lindo y perfecto para el tipo de ceremonia.





—Es muy bonito. Muchas gracias.





Y por primera vez desde conocerse, le abrazó. Ella era el tipo de persona que sólo hacía aquello en ocasiones especiales como cumpleaños o funerales —siendo Bruce una excepción con el tiempo— por lo que Alfred recibió el gesto con mucho cariño.





—Vamos, no hagamos esperar más al señor Wayne—dijo al separarse.





Como si estuviera en una película, en su mente comenzó a sonar la canción que inspiró en parte ese día en cuanto apareció por el largo pasillo con piso de madera. Sostenía el ramo y sus tacones resonaban por el vacío del lugar. Evan y Dick estaban sentados en la primera banca a la derecha mientras que Alfred tomó lugar en la izquierda, cerca de Bruce.





Un Bruce cuya mirada no sabía describir en ese instante pero que le hacía sentir de todo como de costumbre...o quizá, el doble de lo rutinario. Un Bruce que no terminaba de creerse lo que estaba pasando y no era el hecho de que estaba por casarse si no por la simpleza de que seguía allí pese a la vida tan atropellada que decidió tomar cuando fallecieron sus padres.





Beth finalmente se detuvo enfrente suyo, con una sonrisa como nunca había expresado. Estaba tan perdida en la mera presencia de su prometido que apenas notó al ministro que estaba allí para oficiar la boda. Era un hombre ya mayor que usaba lentes y les miraba con entusiasmo, no todos los días se tenía la oportunidad de casar al hijo de uno de los tantos matrimonios que ofició en su debido tiempo.





Las palabras que decía el hombre no eran suficientes para que dejasen de prestar la atención uno al otro por lo que esperaban impacientemente poderse decir el sí. Todos allí sabían que era una ceremonia muy a su estilo por lo que habían decidido a último momento que dirían sus votos matrimoniales. Bruce llevaba semanas escribiéndolos al no encontrar las palabras indicadas mientras que Beth, bueno, lo difícil era no terminar hablando por horas sobre lo mucho que le amaba.





—Bethany Walker. Beth. Mi Leia latina...—comenzó, tras sacar un pequeño papel de su chaqueta el cual desdobló con facilidad—creo que es momento de confesar que me tomó días poder formar una oración coherente en tu presencia cuando recién nos conocimos. En ese entonces pensé que sólo era mi falta de socializar en combinación con los nervios que me hacían sentir tus ojos sobre los míos pero dos años después entiendo que no eran lo que sueles llamar mariposas en el estómago, si no  que era miedo de dejar entrar a alguien a mi vida y arruinar la tuya en el intento. También pensaba que estaba siendo egoísta al seguir buscándote, pero ¿cómo es que podía alejarme de ti, si el tan sólo pensar en tu nombre me hace sonreír? No era una pelea justa...qué digo, ni si quiera era una pelea si ya habías ganado todo desde el principio. Tu presencia me hacía recordar todo lo bueno que tenía antes de que todo cambiara, incluyendo uno de los relatos que me contaba mi madre cuando no podía dormir y era sobre las almas gemelas. Tenía ocho años y no entendía cómo es que dos personas estaban destinadas a estar juntas. Ella me decía que lo haría cuando me llegase la mía...y Beth, cuando nos besamos por primera vez finalmente sucedió. No sé si mañana despertaré, pero lo que sí, es que quiero que sea contigo a mi lado.





La castaña le miraba con una expresión que muchos podrían interpretar como simple. Analizaba y repetía cada palabra de Bruce tratando de que se quedase ese momento por siempre en su memoria. Sus ojos brillaban más de lo normal al cristalizarse sin darse cuenta. Entonces sonrió cuando él volvía a guardar la nota maltratada. Era su turno así que tomó su hoja doblada cuidadosamente en cuatro de entre las rosas para tomar un buen respiro antes de empezar.





—Brucie Bruce, cuando digo que eres mi número uno, lo digo en serio. Empezando porque fuiste el primer Bruce que conocí. Sólo había escuchado ese nombre en libros y películas. Luego te convertiste en la primera persona con quien pude poner a prueba mis conocimientos de enfermería. La primera persona que en verdad me escuchó. Mi primer paseo en moto. Me diste mi primera mezcla de canciones. Mi primer beso, mi primer novio, mi primer amor...la primera persona que me ha sostenido sin herirme. Quien vio por primera vez mis cicatrices y decidió dibujar estrellas a su alrededor porque siempre estarán allí, ¿así que porque no aprender a vivir con ellas?—hizo una pequeña pausa—hay tantas cosas más que quisiera decirte pero que es mejor dejarlas así, porque no sólo estaríamos aquí por horas si no que no hay idioma existente que exprese con exactitud lo que siento cuando me dejas cambiar a Nirvana por Phoebe Bridgers mientras trabajas, me sigues por todo Walmart porque me distraigo fácil y quiero ver los juguetes o me dejas tener toda la almohada cuando bien podrías irte al otro lado de la cama porque estás cansado y necesitas dormir pero no lo haces, en vez de eso besas mi hombro y susurras un "te amo". Quiero que sigas siendo mi primero en todo, mi primera vez en toda la vida. Mi única vez.





Dobló de vuelta el papel y algo temerosa —aunque sin saber porqué— levantó la mirada hacia él. Lucía sorprendido por las palabras y como de costumbre, buscaba signos que probaran que no lo decía en serio. Pero de nuevo, como de costumbre, no lo hacía. Era sincera.





—Entonces, Bruce Wayne, ¿acepta recibir a Bethany Walker, como esposa, promete serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de su vida?





—Acepto—respondió sin dejar de mirarla directo a los ojos.





—Bethany Walker, ¿acepta recibir a Bruce Wayne, como esposo, promete serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarle y respetarle todos los días de su vida?





—Sí, por supuesto que sí—pese a ser un huracán de sentimientos, logró decirlo sin hacer que su voz temblase.





El hecho de no entregarse anillos aún hizo el asunto más ágil, cosa que era beneficiosa para ambos.





—Con el poder que me confiere el estado y la iglesia, los declaro marido y mujer.





Los aplausos haciendo eco en la capilla vacía sirvieron apenas de fondo para cuando Bruce, con una gran sonrisa, atrajo a Beth hacía sí por la cintura. Ella con al misma expresión y manos temblorosas le rodeó por el cuello sosteniendo el ramo con una sola mano. Se habían besado muchas veces y claro que lo harían muchas más pero también sabían que no tendrían otro beso como aquel, el primero tras aceptarse el uno al otro de la manera más formal posible.

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