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—☁️—




               —Buenos días—murmuró Bruce cuando sintió el cambio de respiración en ella—¿cómo te sientes?



Beth descansaba plácidamente en el pecho de su novio, siendo abrazada por él bajo las sábanas blancas. Eran apenas las nueve de la mañana y la luz ya entraba por las cortinas, despertándole.



—Como si me hubiera arrollado un camión lleno de vacas de mármol. Embarazadas—respondió levantándose lo suficiente para mirarle. Él sonrió apartando mechones de su cabello despeinado lejos de su rostro—¿te molesta si tomo un baño?



—No, para nada.



La joven acarició su rostro dejado la cama. Él le veía alejarse con tranquilidad. Usaba una de sus camisas dejando al descubierto sus piernas casi por completo.



—Te veo abajo—añadió dándose la vuelta por un momento.



Obedeciéndole, se adelantó a cambiarse y bajar mientras Beth tomaba su tiempo en la habitación; Dory le recibió en el comedor donde ponía ya los platos para que ambos desayunaran. 



—Señor Wayne...—el mencionado le miró al momento de sentarse—¿la señorita Walker está bien?



—¿Porqué no lo estaría?—frunció levemente el ceño, curioso.



—Su padre vino anoche a hablar y parece que le afectó lo que sea que dijeron—acomodaba los cubiertos frente a la silla que Beth siempre usaba, a la izquierda de Bruce—él se fue molesto y ella, bueno, no la encontré aquí y supuse que fue a dormir luego de eso. ¿No le contó?



—Uh, si, algo mencionó—mintió—gracias por preocuparte, Dory.



Sonrió asintiendo antes de irse. Aún asimilándolo, tomó el periódico de la mesa tratando de no pensar mucho en el tema y así evitar alterarla con su comportamiento.



Los ligeros pasos de Beth bajando las escaleras resonaron por el lugar. Unos jeans y suéter tejido color gris eran su atuendo del día. El cabello húmedo descansaba sobre sus hombros y todavía no se maquillaba como lo hacía usualmente. No tenía mucha energía.



—¿Qué lees?—preguntó rodeándole por los hombros una vez detrás suyo. Él le mostró la página de periódico—Tony Zucco...



—Es nuevo en el negocio, está aprovechándose de pequeños negocios cobrándoles por supuesta protección.



—Y Batman está haciéndose cargo de eso.



—Sip.



—Muy bien—besó su mejilla.



Acto seguido se sentó en la silla de siempre, tan cerca de Bruce cómo era posible. Observó el vaso de jugo junto al plato con hotcakes y moras, Dory sabía lo que le gustaba.



—Tu papá estuvo aquí ayer. Por eso lo de anoche ¿no es cierto?—hablaba tranquilo, pero ella no le daba respuesta—escucha, amor. Sé que no debería meterme porque es algo entre ustedes dos pero si esto de tenerte mal continúa, no tendré otra opción más que ocuparme del asunto.



—Ya no hay asunto—giró la cabeza en su dirección—quería llevarme de vuelta. Me negué y me pidió que no volviera. De seguro lo dijo porqué sabía que no lo haría y así sentirse menos culpable al respecto o algo parecido. No lo sé.



—Entonces, ¿todo está bien?



—Lo estará. Eventualmente...—se encogió de hombros con una pequeña sonrisa entusiasta en su rostro—entonces, un nuevo hombre aprovechándose de la pobre gente de Gótica...



Dio por terminado el tema con aquel comentario. Tampoco le molestaba mucho a Bruce pues amaba contarle sobre sus investigaciones, confiaba plenamente en ella e incluso llegaba a ver las cosas de otra manera.



En algo parecido gastaron su tarde; Beth recargada en el hombro de Bruce mientras ambos descansaban en el sofá. Él leyendo archivos que consiguió del sitio de la policía en su laptop y ella escuchando todas las teorías y pensamientos en voz alta. Al llegar la hora de la comida ordenaron una pizza, tomándose un descanso que no duró mucho pues pasaron al piso esparciendo papeles clave de la situación en una especie de mapa mental que sólo Bruce entendía.



Beth ni siquiera se molestaba en tratar de hacerlo, le encantaba verle tan concentrado que preguntar no era una opción. De vez en cuando acariciaba su cabello dejándose llevar por la sensación cálida en su pecho o recibía la mano del hombre en su pierna al quedarse en blanco, como si eso le ayudase a pensar.



—Esto quiere decir que no trabaja con el Pingüino pero aún así infunde más terror entre la gente—dijo con una foto que tomó del sospechoso una noche antes—no tiene mucho sentido.



—¿Y qué hace Maroni en todo esto?—señaló al mencionado cuyo nombre figuraba en una esquina.



—Él y Zucco tuvieron una especie de alianza en años anteriores.



—¿Y si las personas aún piensan que trabajan juntos? Puede ser una reputación que esté tomando a su favor.



Él juntó las cejas pensando en lo dicho por Beth. A los pocos segundos su semblante se relajó y le miró.



—Bethany Paulette Walker, ¿qué haría sin ti?



—No mucho, honestamen-



Tomándole desprevenida juntó sus labios en un beso de agradecimiento, posando su mano en la mejilla de la castaña quien no desaprovechó la oportunidad de corresponderle.



—¿Resolví el caso?—preguntó entre risas por el inesperado gesto.



—No, pero sí una pieza importante. Llevaré esto abajo y vuelvo para despedirme—comenzó a juntar las decenas de hojas y fotos en una sola pila—¿te parece?



—Por supuesto.



Bruce tardaría un poco así que pensó que sería buena idea ir a su habitación por la chaqueta que olvidó allí en la madrugada. Sin embargo, bajo la luz amarillenta que irradiaba la lámpara en el buró, tuvo un momento de esos que le hacían caer en cuenta de las cosas.



Se sentó en el borde de la cama junto a la chaqueta que estaba por bajar, con la mirada en la fotografía que él mantenía desde el inicio de su relación junto a la antigua lámpara; una selfie tomada por ella el día que le llevó al museo de Metrópolis, había llegado a la ciudad una exposición temporal sobre dinosaurios, un gusto que tenían en común. Beth sonreía mirando a la cámara, Bruce a su lado con los ojos encima suyo y un esqueleto de tiranosaurio en el fondo.



Suspiró recordando lo bien que la habían pasado en esa excursión de medio día. Fue la primera vez que reconoció esa emoción que llevaba toda su vida sin identificar del todo: felicidad. Fue feliz esa fecha y era feliz en el presente.



—Te buscaba abajo—habló entrando a la habitación cerrando la puerta detrás suyo, robándose su atención—y a eso también.



Ella se puso de pie al verle acercándose. Bruce se detuvo enfrente suyo, bajando un poco la cabeza por la diferencia de estatura.



—Iba a llevártela pero me distraje.



—¿En qué?—preguntó curioso.




—Pues me di cuenta de que siempre he elegido la felicidad de mis papás sobre la mía. Tantas cosas que perdí para mantenerlos conformes—mordió su labio pensándose bien sus siguientes palabras—pero ya no. Ahora elijo mi felicidad y...te elijo a ti.



Sonrió sin mostrar los dientes para poner ambas manos sobre su pecho, avanzando un paso. Bruce le miraba con atención, esperando su siguiente acción que fue ponerse de puntillas. Sus ojos cafés bajaron a los labios de su novio dándole a entender lo que seguiría...



Lo que parecía ser un beso más comenzó a escalar poco a poco junto a las caricias, que sin perder ese cuidado, subían de tono pues ahora una de las manos de Bruce acariciaba su cintura por debajo del suéter teniendo contacto directo con su piel al no usar nada debajo. Aprovechando la separación para tomar aire ella decidió quitarse la prenda quedando en ese sostén negro.



—¿Estás segura?—murmuró recorriéndole con la mirada.



Asintió dejándolo caer al piso. Ese tipo de intimidad era el único que no habían tenido a lo largo de su relación y la verdad es que no les hacía mucha falta. Se trataba de algo secundario con lo que no querían presionarse uno al otro, pero en ese preciso momento, todo parecía alinearse; la tenue luz dándole ese toque a la piel dorada de Beth quien se recostaba en la cama tendida, los ojos claros de Bruce sin despegársele conforme le seguía quedando encima suyo sosteniéndose con las manos a sus costados...



Mentiría si dijera que no había imaginado ese momento durante tanto tiempo, sus expectativas se basaban en lo que escuchaba de sus amigas pero nada de eso le preparó lo suficiente para sentir los besos de Bruce recorriendo su cuello o el calor que invadía sus mejillas y recorría su cuerpo con cada caricia. Como siempre, él rompió con la barra que tenía establecida, era mil veces mejor de lo que pensaba.

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