35
—☁️—
Uno de los defectos de Beth era dejar todo a la mera hora, a veces solía ser una buena idea pero otras no. Como esa tarde lluviosa en la que la mitad de su closet yacía en la cama al lado de Bruce quien le observaba atento desde la silla de su escritorio, recargando ambos brazos en el respaldo al estar usándola al revés. Una de las tantas playlist de la joven se reproducía de fondo sobre el insistente goteo.
—¿Porqué es tan complicado elegir?—se quejó mirándose en el espejo detrás de la puerta del baño. Desde allí podía ver a Bruce detrás, a lo lejos—sólo es un tonto evento donde nos dan un papel con nuestro nombre en letra bonita.
Se había probado varios conjuntos con falda que nunca supo que podía hacer hasta que Iris le aconsejó, pero ahora estaba en la parte de los pocos vestidos que tenía. Todos negros y no lo suficientemente cómodos para la graduación, como el que usaba en ese momento; llegaba arriba de las rodillas, tenía manga larga y escote en forma de corazón. Siendo de encaje en su mayoría.
—Ese me gusta—dijo, haciendo que se diera media vuelta.
—Lo mismo dijiste con el pasado. Y el antepasado. Con todos, en realidad.
—Es que me gustan todos—respondió encogiéndose de hombros.
—Eso imaginé—sonrió negando, luego bajó la mirada al suelo—perdón por tenerte aquí, de seguro estás muriendo de aburrimiento.
—¿Aburrido?—se puso de pie y caminó hasta quedar enfrente suyo—aburridas son las juntas directivas a las que Alfred me obliga a ir. Estar contigo nunca lo es.
—Eres demasiado cursi a veces—levantó un poco la cabeza para verle a los ojos—¿lo sabías?
—Me doy una idea, si—ambos sonrieron.
Entonces la siguiente canción comenzó, una de la que Bruce conocía la letra al derecho y al revés, esa que cada vez que escuchaba no podía evitar pensar en Beth: Iris de The Goo Goo Dolls.
—Y estás por serlo aún más ¿verdad?—preguntó ella reconociendo la melodía.
—Ajá.
Tomó una de sus manos para darle vuelta lentamente empezando a bailar en cuanto la letra inició. Beth recordó la primera vez que la escuchó estando en el Corvette una de las tantas veces que perdían el tiempo fuera de su casa, sin tener muchas ganas de bajar e ir dentro. Nunca olvidaría la forma en que le veía durante el coro, sin decir mucho lo dijo todo.
—¿Qué te tiene tan nerviosa?—murmuró cuando le tomó de la cintura.
—Yo siempre estoy nerviosa—él soltó una risita, Beth puso las manos en sus hombros—pero de mañana...creo que lo que sigue. Nunca pensé llegar tan lejos, mucho menos graduarme en esto. Mis papás presionarán aún más para que deje la casa.
—Puedes mudarte conmigo. Así escribes sin presión.
—Claro—sonrió tomándolo a broma—yo escribiendo sobre vampiros y tú cazando crimínales en las calles.
—Suena bien para mí—ella se detuvo, retrocediendo un paso y mirándole confundida—lo digo en serio.
—Quedarme a dormir un par de veces a la semana no es lo mismo que tenerme allí todo el día, todos los días. ¿Estás seguro de eso?
—Seguro—Beth entrecerró los ojos—muy seguro. Piénsalo ¿si?
—Está bien—se dio la vuelta para verse en el espejo otra vez—no se ve tan mal, creo que tenemos un elegido.
—¿No es el primero que te probaste?
—Probablemente—pasó sus manos por la suave tela que cubría su torso—si, debí equivocarme de montón de ropa—soltó una risita—¿me ayudas?
Su cabello estaba atado en una coleta alta por lo que no hacía falta sostenerlo mientras Bruce bajaba el cierre con cierto nerviosismo.
—¿Qué tal si me cambio y luego salimos un rato?—dijo mirándole por el espejo, lucía tan concentrado.
Asintió finalmente terminando su tarea. Beth entró al baño cerrando la puerta detrás suyo, él decidió volver a la silla para esperarla.
No más de media hora después se encontraban en el estacionamiento de un restaurante de comida rápida pues Beth sugirió ir por una malteada que sólo vendían en ese lugar y Bruce no se negó.
—¿Y qué tal?—preguntó curiosa esperando una reacción de su novio al beber un poco.
—Es buena—miró el vaso con pajilla ahitándolo un poco.
—Están hechas con helado directo de la máquina. La mía es de fresa, ¿quieres?
Acercó su malteada rosada a él quien aceptó, no sin antes darle de la suya sabor chocolate. Las gotas de agua caían sobre el parabrisas distorsionando el panorama exterior mientras la radio daba alguna canción aleatoria de rock.
—Nada mal—comentó mirándole.
Ella usaba jeans azules junto a una sudadera negra un par de tallas más grande de la que normalmente usaba. Era una vestimenta sencilla que de todas maneras le hacía ver muy bien ante sus ojos de enamorado.
—Mi papá solía traerme aquí antes de que mi hermano naciera, es de los pocos recuerdos que tengo con él—jugaba con la pajilla—ya sabes, cuando no pensaba que era un estorbo.
—No creo que piense eso.
—Bueno, al menos de esa manera me trata—bebía de su malteada mirando a través del cristal.
—¿Le dijiste sobre mañana?
—Si...¿te puedo decir algo?—giró la cabeza para encontrarse con sus ojos grises.
—Siempre.
—La verdad es que sí quiero que esté allí. Me gustaría que, no sé...—desvío la mirada al volante sintiendo las lágrimas acumularse—¿se sienta orgulloso de mí? Es tonto.
—No, no lo es—habló con tono tranquilo—todos tenemos esa necesidad de hacer a nuestros padres orgullosos tarde o temprano. Aunque ya no estén aquí.
Un pinchazo, fue lo que Beth sintió directo al corazón cuando escuchó esas palabras. Si había sido difícil crecer con un padre ausente, no quería ni imaginar lo que era no tener a ninguno. Estiró la mano hasta poder tomar la de Bruce que descansaba cerca de su asiento y así entrelazar sus dedos.
—Sé que no conocí a tus padres más que por revistas pero estoy segura de que ambos están orgullosos del hombre que eres hoy.
No la miró y eso estaba bien. Sonrió apretando los labios para segundos después besar su mejilla tiernamente. Ninguno dijo palabra alguna hasta casi dos minutos después.
—Uh...—bajó la cabeza un momento antes de mirarle de nuevo—¿un cuarto será suficiente para que metas todas tus figuras de Star Wars? Tienes demasiadas.
—Quizás—sonrió ante el cambio de tema—¿me dejarás cambiar la pintura de la sala por un póster de Han Solo? Siento que nos observa cuando nos besamos. Me da miedito.
—¿Y crees que Han Solo lo mejoraría?—preguntó divertido.
—Es mejor que una mujer aleatoria con su oveja.
—Buen punto—miró su malteada, pensativo—¿crees que Alfred piense lo mismo?
—Probablemente no...pero una vez cambié la foto de Jesús que tenía mi abuela en el comedor por una de Obi Wan Kenobi y nadie lo notó hasta dos años después. Era navidad y mi tío pensó que alucinaba.
Él le devolvió la mirada a su novia quien permanecía tan normal ante una anécdota tan bizarra que no le quedó de otra más que reír. Beth al ver su reacción comenzó a hacer lo mismo, dándose cuenta de lo mucho que amaba hacer reír a Bruce. Hacerlo feliz.
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