28
—☁️—
Beth odiaba los hospitales. No sabía si era por el nauseabundo olor a estéril o por los pasillos que parecían nunca descansar. Aún así, allí estaba con la sudadera húmeda subiendo el ascensor hacia el piso donde le habían indicado que Alfred estaba, específicamente en la habitación 343 de donde una doctora recién salía con papeles en mano.
—Hola...—saludó acercándose.
—¿Es familiar del señor Pennyworth?
—Se podría decir, si—ella le miró esperando una respuesta más concreta—conozco al señor Wayne desde hace tiempo.
—Oh, ¿y dónde está?
—Le surgió un imprevisto en el trabajo pero estoy segura de que no tarda en llegar—respondió sonriéndole levemente.
—Bueno, le explico. Hubo severo daño en la cabeza y tuvimos que sedarlo, además de eso sólo leves quemaduras. ¿Gusta pasar?
—Esperaré a Bruce, si no le importa.
—No, para nada.
La doctora le devolvió una sonrisa amable despidiéndose. Beth dirigió la mirada a Alfred que yacía en la cama con vendaje en la cabeza y conectado al monitor. Mentiría si dijera que no le dolía verle de esa manera.
Sacó el celular de su bolsillo para buscar el contacto de Bruce. Estaba casi segura de que no recibiría respuesta de su parte pero nada perdía con intentarlo un par de veces, mismas que como supuso, fueron directo al buzón.
Y es que Bruce estaba de verdad ocupado tras haber detenido por la fuerza al pingüino para ser interrogado junto a Gordon, recién le habían contado lo que tenían hasta el momento y estaban muy seguros; él había delatado a los otros mafiosos y asesinado a Annika de paso.
—Tú eres el rata alada—dijo Gordon.
—¿El rata alada?—Oswald repitió, estando bajo la luz del par de autos en ese terreno baldío.
—Si, el ave soplona. Los símbolos del laberinto dicen que tú eres el rata alada.
—¿Dicen que yo soy el rata?
—¿Tienes algo que decir?
—¡Si! ¿Qué no saben español?—el par de hombres le miraron curiosos—se dice la rata.
Bruce desvió la mirada por un momento, recordando lo que Beth le dijo la otra mañana. Definitivamente fue a propósito.
—¿Crees que se equivocó?—Gordon se dirigió a Batman.
—Jamás se equivoca.
—La rata con alas ¿saben qué pienso que es? ¡Pues un murciélago! ¿Lo habían pensado?
Ignorando por completo los comentarios —casi reclamos— de Oswald Cobblepot comenzó a analizar los símbolos dados.
—URL—dijo en voz baja dándose cuenta del detalle.
Sin perder tiempo escribió aquella curiosa dirección en el buscador "rataalada.com". Gracias a esto pudieron describir que la siguiente pista se encontraba en el orfanato, ubicado en la antigua mansión Wayne que fue donada por el mismo Thomas como parte de su campaña. Lamentablemente se dejó de usar luego de un misterioso incendio diez años antes.
Las cosas sólo empeoraron para el enmascarado cuando encontraron lo que buscaban en un lugar vagamente familiar. Dentro de la sala principal en ruinas, un proyector les mostraba la última vez que Thomas estuvo allí, recitando las promesas que jamás pudo cumplir.
—Los pecados del padre...—leyó el detective de la pared.
—Los ha de pagar el hijo—completo Bruce.
Entonces el pánico se apoderó de él. No por que Bruce Wayne era la siguiente víctima, poco le importaba morir. El Acertijo no le había dejado ninguna trampa hasta ahora, eso lo sabía muy bien. Pero su verdadera preocupación era por Alfred y...Beth.
Desapareciendo del lugar condujo a toda velocidad hacia la Torre, llamando a la misma en el camino. Lamentablemente no fue el acento inglés lo que escuchó del otro lado de la línea.
—¡Doris!—presionaba el acelerador con desesperación—necesitó hablar con Alfred, algo terrible está por suceder.
—Me temo que sucedió hace una hora, señor...
Acercándose más a su hogar pudo apreciar el humo saliendo de la parte más alta del edificio. Sus ojos se abrieron de par en par. Su mente se imaginó mil escenarios más.
No mucho después y tras hablar con la policía partió al hospital, donde Beth le esperaba sentada fuera de la habitación de Alfred. No se había despegado ni por un segundo de él.
—Bruce—dijo al verle aparecer, levantándose al instante.
Él fue directamente a sus brazos, soltando un suspiro de alivio al tenerle bajo su agarre.
—Alf está bien—continuó al separarse, Bruce miró por el cristal—lo sedaron, no despertará hasta mañana.
—Tenías razón sobre el acertijo del laberinto, lo de la rata—permanecía atento al hombre durmiendo tranquilamente. Suspiró devolviéndole la mirada—esto mi culpa.
—No, Bruce....
—Era para mí, yo soy su siguiente víctima. Los pecados del padre los ha de pagar el hijo.
—Hey...—sostuvo su rostro entre sus manos—eso no te hace responsable de lo que sucedió. De nada de esto. Mucho menos de los errores que cometió tu padre.
No dijo nada al respecto. Se limitó a cortar la distancia entre ambos con un beso que se sentía diferente a los demás, uno que Beth no sabía explicar.
—Te amo—dijo acariciando su mejilla, recorriendo sus facciones como si tratase de memorizarlas—por eso creo que es mejor que nos separemos. Al menos por un tiempo.
—¿Qué?—susurró sin estar segura de que siquiera lo dijo.
—Si conoce lo suficiente de mí, conoce lo mucho que me importas—desvío la mirada a Alfred retrocediendo un paso, ella permanecía inmóvil—no puedo arriesgarte. Así siquiera sabré que estás bien y...cumpliendo tu sueño.
Fue la única vez que Bruce no pudo admirar sus ojos, no creía soportar verle con el corazón roto. En cambio, Beth permanecía mirándole con la esperanza de que se girara y se disculpara por haber dicho aquello, que todo era un impulso del momento ante tantas emociones esa noche. Pero nada pasó, ni cuando se cruzó de brazos en un intento de abrazarse a sí misma y las lágrimas caían por sus mejillas. Había muchas cosas que quería decirle pero nada salía, no sentía que estuviera en sus cinco sentidos. Se sentía irreal. Limpió rápido su rostro antes de darse la vuelta e irse.
Bruce finalmente miró al final del pasillo luego de que aquellos ligeros pasos que podría reconocer en cualquier parte dejaran de hacer ruido. Se había ido. Beth se había ido y volvía a estar solo. Quizá era su destino permanecer así, quizá era lo mejor.
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