17
—🌥—
Beth cerró la puerta quitándose la sudadera para colgarla en el perchero junto a donde pertenecían las llaves. Había ido a visitar a Marcos a la estación donde luego salieron a comer algo no muy lejos de allí. Ahora regresaba a casa antes del atardecer.
—Beth, ¿me puedes explicar qué es esto?—le interceptó su madre apareciendo con un papel en la mano.
—¿Una carta?—respondió obvia.
—No es un chiste—insistió con molestia en su voz—hemos hablado varias veces contigo y sabes que no podemos pagarlo.
—No sé de qué hablas.
Tomó en sus manos la hoja que su madre le ofreció para poder leerla. Tenía el logo del instituto de artes de la ciudad, su nombre y dos párrafos dándole la bienvenida a la organización como nueva alumna. El entrar era demasiado caro, investigó acerca de ello hace un par de años sólo para desilusionarse. Si ella no hizo nada, había una persona que aparte de conocerla a ese nivel tenía los recursos para hacer algo así.
—Llamaré ahora mismo para solucionar esto antes de que tu padre llegue a cenar y se vuelva loco.
—No hace falta. Yo lo arreglo—respondió dándose vuelta para volver a tomar sus cosas y salir.
El camino a la Torre desde su casa no era muy largo ni complicado así que en menos de diez minutos ya estaba subiendo el ascensor hasta la parte donde Bruce y Alfred pasaban la mayor parte del día.
—Beth—dijo Bruce recibiéndola en el comedor, donde varias notas y fotos del último caso descansaban sobre la mesa—justo pensaba en ti.
Ella sonrió sin poder evitarlo. Su novio se acercaba con paso tranquilo para poder besar su mejilla encorvándose un poco por la diferencia de estatura. Usaba una playera de manga larga un par de tallas más grande que la suya junto a jeans, todo de color negro. Un sentimiento cálido invadió a Beth al verle de esa manera, en cambio, él entendió porqué estaba allí al notar la hoja en sus manos.
—La recibiste—retrocedió un paso.
—Si...Bruce, lo agradezco infinitamente pero no puedo aceptarlo.
—¿Porqué no?—frunció un poco el ceño.
—No quiero que pienses que me estoy aprovechando de ti.
—No lo haces. Es un regalo. No conozco a nadie que lo merezca más que tú—Beth tenía la mirada baja por lo que él levantó su barbilla con su mano para que le mirase—dime, ¿es eso o porque tus padres se opondrían?
Ni una palabra salió de su boca pero aún así Bruce le entendió a la perfección. Era eso, temía al qué dirían sus padres. No podía evitar querer obtener esa validación de su parte.
—Si los invito a comer para explicarles cuánto mereces cumplir tu sueño y el talento que tienes para ello, ¿lo aceptarías?—se encogió de hombros—bien, hagámoslo mañana mismo y así inicias el lunes.
—¿Este lunes?
—Sé que el curso lleva unas semanas de haber iniciado pero estoy seguro de que estás al nivel de los demás, si no es que más alto. No creo que tengas problemas con eso.
La joven apretó los labios ocultando su sonrisa.
—Aparte, hablé con tu jefe al respecto y pareció estar de acuerdo con que debes enfocarte totalmente en tus estudios, así que hoy es tu último día.
—Bruce, ¿hiciste qué cosa?—abrió los ojos de par en par.
—No tienes que preocuparte por nada. Todo está arreglado. Sólo disfruta tus clases.
—Para ti es fácil decirlo, no tienes la presión de brindar dinero a la casa de la cual te quieren correr—se cruzó de brazos desviando la mirada hacia el suelo de madera.
—Si eso es obstáculo para que cumplas tu sueño, considéralo arreglado.
Bruce le miraba fijamente, esperando alguna reacción. Entre el silencio del momento decidió acercarse de nuevo para poner su mano sobre su cintura cubierta por la suave sudadera negra que tanto amaba usar.
—Aprecio y agradezco con mi vida lo que estás haciendo por mí—levantó la cabeza encontrándose con su rostro y su cabello castaño cayendo perfectamente sobre su frente—pero te quiero por ser Bruce, no por ser un Wayne...
Llevó la mano a su cuello, admirando los pequeños lunares que decoraban su piel.
—¿Qué tal si primero vemos cómo reaccionan mis padres con todo esto?
—¿Todo esto?—respondió confundido—te refieres a que...
—No saben que eres mi novio—suspiró desviando la mirada al gran ventanal detrás suyo—he querido decirles pero luego las cosas se pondrían raras. Es decir, se lo tomarían a broma porque soy yo.
—Entonces ya quiero ver sus reacciones cuando me vean besar a su hija...—murmuró al establecer contacto visual con ella.
Con su característica sonrisa de lado, cortó la distancia entre ambos. Una dulce memoria que reviviría Beth de regreso a casa con la grandiosa invitación.
Pudo escuchar el par de voces provenir de la cocina. Era ya un poco tarde y probablemente su madre preparaba la cena, cosa que comprobó al unirse a ellos. Faith sacaba un vaso de la alacena mientras Paul recién se sentaba en la mesa.
—¿Lo solucionaste?
—Algo así—Faith se dio media vuelta para verle junto al refrigerador—antes de que te enojes debo decirte algo. Bueno, a los dos.
La mujer tomó asiento junto a su esposo. Ambos miraron a Beth jugar nerviosamente con sus manos antes de seguir hablando.
—Mañana tienen un compromiso a la hora de la comida. Bruce los ha invitado a comer a su casa ¿o departamento? No lo sé, pero eso.
—¿Y quién es ese Bruce?—preguntó su padre tomando con el tenedor un pedazo de pollo.
—El "vago" de la moto—dijo mirando a su madre—con quien he estado la mayoría del tiempo estas últimas semanas. Ese Bruce.
—Ah...pues veré si puedo llegar. Tengo cosas que hacer en el taller—continuó comiendo despreocupado.
Beth le miró fijamente sintiendo una rara sensación poseerle. Un impulso.
—No, no es un veré—los dos le miraron, habían dado la conversación por terminada—pudiste haber faltado a todos mis cumpleaños y graduaciones, no me importó. Pero esto sí me importa. Así que mañana estarás aquí para ir los tres a esa comida ¿está bien?
Beth nunca respondía de mala manera. Beth siempre se quedaba callada en las discusiones pese a tener la razón. Beth complacía a sus padres no causando problemas. Beth nunca era grosera por más que la otra persona se lo mereciera. Pero había algo respecto a Bruce que le estaba incitando a defenderse y ponerse a sí misma primero.
—Claro...—respondió su madre mirándole extrañada.
—Bien. Buenas noches—fue lo último que dijo antes de darse dio media vuelta y perderse en el pasillo.
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